Vida de Rimbaud

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12.05.2013 Views

JEAN-MARIE CARRÉ obrado de tal manera que comprendiera de inmediato la manera de actuar con los lugareños. En el Choa, Rimbaud seguía siendo un negociante, pero simultáneamente había sabido, con la rectitud de su carácter, imponer respeto a los jefes abisinios.” Sin embargo, la factoría prospera rápidamente. Azúcar, arroz, sandalias, calcetines, algodones, sederías, medallas, rosarios, armas, ¿qué es lo que él no cambia por café, goma, almizcle, marfil y oro traídos del Sur? Trabaja mucho y se extiende por todo el país. Nada es comprar y cambiar. Hay que pensar, embalar, clavar cajones, expedir hacia la costa. No se limita en el trabajo y lo realiza con sus propias manos. Y cuando la caravana, penosamente equipada, se levanta y desciende hacia el mar, comienzan las preocupaciones, las inquietudes. Los camellos y las mulas transportan una fortuna, a veces son escoltados por esclavos. ¿No corren, acaso, peligro de ser asaltados por las panteras y los leones del camino? ¿No estará el árabe que los conduce en connivencia con los asaltantes somalíes? Rimbaud espera con impaciencia las noticias que no llegan. ¿Cómo hemos de extrañarnos si es irritable y desconfiado? No lo convirtamos, como lo hace Paterne Berrichon, en un ángel de caridad y de dulzura, en un santo. Sin duda, no es ya el amoral de antaño y, cosa curiosa, liberado de la sociedad y de sus leyes, se impone a sí mismo una ética elemental que transparenta en toda su correspondencia: "Creedlo: mi conducta es irreprochable... En todo cuanto he realizado, han sido preferentemente los demás (sic) quienes me explotaron... Trabajo, quisiera hacer algo bueno, útil." 214

VIDA DE RIMBAUD (10 de noviembre de 1888.) "Gozo de una .cierta consideración debida a mi proceder humano. Nunca le hago mal a nadie. Muy al contrario, hago un poco de bien cuando se me presenta la ocasión y éste es mi único placer." (25 de febrero de 1890.) Lo comprendemos. Ha renovado el gesto de San Martín y ha regalado su albornoz a "un negro. estúpido" que temblaba bajo una lluvia torrencial. Es caritativo y afectuoso servidor. Pero, ¿llegaremos al extremo de pretender, como su piadoso biógrafo, que expandía por todo su alrededor "el tesoro de su bondad" y que "los indígenas lo adoraban como a un ser divino?" Su antiguo patrón, Bardey, da más justamente en la nota cuando escribe: "Su espíritu cáustico y mordaz le creó muchos enemigos. Nunca supo desembarazares de esa pobre y mala máscara satírica que, sin embargo, ocultaba reales cualidades de su corazón.” Ya no tiene más aquel genio suyo, pero aún conserva al demonio. Imprevistamente, como un animal feroz, la cólera estalla en él. La testarudez lo encierra como en un espinoso caparazón. Más de una vez se enoja con Borelli, con Bardey. Rápidamente sus discusiones de negocios toman un cariz agrio y desagradable. A uno de sus vendedores le reprocha, por carta, sus "inmundos cafés"... sus "porquerías". Así, pues, lo toman por un "cretino", por un "idiota", pero se engañan: no es hombre para dejarse engañar. Cierto día disputa con Borelli, a quien pretende hacerle barrer su casa, y ambos intercambian "palabras inconvenientes". ;Y hay que agregar a esto el que no vive como un anacoreta! Si hemos de creer a los relatos que, en 1896, en Pierre Mille, hicieran algunos comerciantes franceses de Djibouti, "había llegado a 215

VIDA DE RIMBAUD<br />

(10 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1888.) "Gozo <strong>de</strong> una .cierta consi<strong>de</strong>ración<br />

<strong>de</strong>bida a mi proce<strong>de</strong>r humano. Nunca le hago mal a<br />

nadie. Muy al contrario, hago un poco <strong>de</strong> bien cuando se me<br />

presenta la ocasión y éste es mi único placer." (25 <strong>de</strong> febrero<br />

<strong>de</strong> 1890.) Lo compren<strong>de</strong>mos. Ha renovado el gesto <strong>de</strong> San<br />

Martín y ha regalado su albornoz a "un negro. estúpido" que<br />

temblaba bajo una lluvia torrencial. Es caritativo y afectuoso<br />

servidor. Pero, ¿llegaremos al extremo <strong>de</strong> preten<strong>de</strong>r, como<br />

su piadoso biógrafo, que expandía por todo su alre<strong>de</strong>dor "el<br />

tesoro <strong>de</strong> su bondad" y que "los indígenas lo adoraban como<br />

a un ser divino?" Su antiguo patrón, Bar<strong>de</strong>y, da más justamente<br />

en la nota cuando escribe: "Su espíritu cáustico y<br />

mordaz le creó muchos enemigos. Nunca supo <strong>de</strong>sembarazares<br />

<strong>de</strong> esa pobre y mala máscara satírica que, sin embargo,<br />

ocultaba reales cualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su corazón.”<br />

Ya no tiene más aquel genio suyo, pero aún conserva al<br />

<strong>de</strong>monio. Imprevistamente, como un animal feroz, la cólera<br />

estalla en él. La testaru<strong>de</strong>z lo encierra como en un espinoso<br />

caparazón. Más <strong>de</strong> una vez se enoja con Borelli, con Bar<strong>de</strong>y.<br />

Rápidamente sus discusiones <strong>de</strong> negocios toman un cariz<br />

agrio y <strong>de</strong>sagradable. A uno <strong>de</strong> sus ven<strong>de</strong>dores le reprocha,<br />

por carta, sus "inmundos cafés"... sus "porquerías". Así,<br />

pues, lo toman por un "cretino", por un "idiota", pero se<br />

engañan: no es hombre para <strong>de</strong>jarse engañar. Cierto día disputa<br />

con Borelli, a quien preten<strong>de</strong> hacerle barrer su casa, y<br />

ambos intercambian "palabras inconvenientes". ;Y hay que<br />

agregar a esto el que no vive como un anacoreta! Si hemos<br />

<strong>de</strong> creer a los relatos que, en 1896, en Pierre Mille, hicieran<br />

algunos comerciantes franceses <strong>de</strong> Djibouti, "había llegado a<br />

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