Vida de Rimbaud

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12.05.2013 Views

JEAN-MARIE CARRÉ ironía! Todas sus preocupaciones son denegadas. La Sociedad de Geografía le rechaza una misión. Entonces sólo le queda una salida: regresar a Etiopía para traficar allí y redondear su pequeño peculio. En Zeilah equipa una caravana de doscientos camellos, que transportan tres mil fusiles desatinados al dedjatch Makonnen, y ahora parte para Harrar, donde funda una factoría en mayo de 1888. Al principio, los negocios "marchan de pronto bien y de, pronto mal. La vida transcurre sin la esperanza de convertirme 168 rápidamente en millonario", y la moral se resiente. "Me aburro mucho, siempre -escribe desde Harrar el 4 de agosto de 1888-; nunca conocí nadie que se aburriera tanto como yo. Además, ¿no es una miseria esta vida sin familia, sin ocupación intelectual, perdido en medio de los negros y cuya suerte desearía poder mejorar y, en cambio, ellos tratan de explotarme, e imposibilitan la liquidación de los negocios en breve plazo? Obligado a hablar su baraguins, a comer en sus sucios platos, a soportar mil inconvenientes que se originan en su pereza, en su traición, en su estupidez. Y esto no es lo más triste. Temo embrutecerme poco a poco, solo, aislado como estoy de toda sociedad inteligente.” Felizmente, la factoría sirve, de tanto. en tanto, de descanso a los exploradores. Entre los huéspedes pasajeros, hay que señalar, junto al francés Borelli, al conde austríaco Teleki, al italiano Robecchi Brichetti. Éste recuerda, en uno de sus relatos, las noches que pasara en casa de Rimbaud, alumbrados con velas, ante las modestas cenas que servía el fiel Djami. Allí se hablaban todas las lenguas, se comentaba el Corán, se discutía de meteorología y de geodesia. Rimbaud 212

VIDA DE RIMBAUD casi nunca reía, dice el francés Savouré, pero sabía divertir a sus huéspedes con sus burlas, sus ironías y sus frías exageraciones. Borelli halló en su casa, en septiembre de 1888, una "cordial hospitalidad". "Conocí a Rimbaud -escribe-, en primer lugar, en Aden, y de inmediato me sentí atraído por él. Su manera de ser, que algunos hallaban grotesca y otros de buscada originalidad, era simplemente el resultado de un carácter independiente y bastante misántropo. Me parecía que Rimbaud debía haber sufrido mucho en su vida anterior, y que probablemente su carácter debía haber cambiado a consecuencia de alguna de esas desgracias que dejan marcas indelebles; lo digo, pero nada sé en firme; pues, a pesar de las largas horas que pasáramos juntos, nunca le pregunté nada que tuviera relación con su vida pasada, y jamás él me dijo nada. .Por qué hallábamos placer en estar juntos' Teníamos en algunos puntos capitales miras completamente opuestas: él viajaba para su comercio, yo viajaba para la ciencia y por curiosidad. ¡Cuánto mejor servida hubiera estado la ciencia si se hubiesen invertido los roles!... Aún veo a Rimbaud ocupándose de sus negocios muy concienzudamente, con toda simplicidad. Los indígenas (a los que Rimbaud prefería sobre los europeos) venían con todo gusto a su casa, porque, como él conocía la lengua de ellos, podían conversar; estaban seguros de encontrarlo siempre con igual ánimo. Sin embargo, era muy curioso observar cómo, una vez concluido el negocio, despachaba al hombre con burlón mirar, riéndose entre dientes y mirándome con ojos divertidos. Ciertamente, no hacía este oficio por amor, pero su espíritu elevado, sin querer, había 213

VIDA DE RIMBAUD<br />

casi nunca reía, dice el francés Savouré, pero sabía divertir a<br />

sus huéspe<strong>de</strong>s con sus burlas, sus ironías y sus frías exageraciones.<br />

Borelli halló en su casa, en septiembre <strong>de</strong> 1888, una<br />

"cordial hospitalidad".<br />

"Conocí a <strong>Rimbaud</strong> -escribe-, en primer lugar, en A<strong>de</strong>n,<br />

y <strong>de</strong> inmediato me sentí atraído por él. Su manera <strong>de</strong> ser, que<br />

algunos hallaban grotesca y otros <strong>de</strong> buscada originalidad,<br />

era simplemente el resultado <strong>de</strong> un carácter in<strong>de</strong>pendiente y<br />

bastante misántropo. Me parecía que <strong>Rimbaud</strong> <strong>de</strong>bía haber<br />

sufrido mucho en su vida anterior, y que probablemente su<br />

carácter <strong>de</strong>bía haber cambiado a consecuencia <strong>de</strong> alguna <strong>de</strong><br />

esas <strong>de</strong>sgracias que <strong>de</strong>jan marcas in<strong>de</strong>lebles; lo digo, pero<br />

nada sé en firme; pues, a pesar <strong>de</strong> las largas horas que pasáramos<br />

juntos, nunca le pregunté nada que tuviera relación<br />

con su vida pasada, y jamás él me dijo nada. .Por qué hallábamos<br />

placer en estar juntos' Teníamos en algunos puntos<br />

capitales miras completamente opuestas: él viajaba para su<br />

comercio, yo viajaba para la ciencia y por curiosidad. ¡Cuánto<br />

mejor servida hubiera estado la ciencia si se hubiesen invertido<br />

los roles!... Aún veo a <strong>Rimbaud</strong> ocupándose <strong>de</strong> sus negocios<br />

muy concienzudamente, con toda simplicidad. Los<br />

indígenas (a los que <strong>Rimbaud</strong> prefería sobre los europeos)<br />

venían con todo gusto a su casa, porque, como él conocía la<br />

lengua <strong>de</strong> ellos, podían conversar; estaban seguros <strong>de</strong> encontrarlo<br />

siempre con igual ánimo. Sin embargo, era muy<br />

curioso observar cómo, una vez concluido el negocio, <strong>de</strong>spachaba<br />

al hombre con burlón mirar, riéndose entre dientes<br />

y mirándome con ojos divertidos. Ciertamente, no hacía este<br />

oficio por amor, pero su espíritu elevado, sin querer, había<br />

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