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Vida de Rimbaud

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VIDA DE RIMBAUD<br />

Todos los domingos, según me contó mi viejo amigo<br />

Louis Pierquin, la señora <strong>Rimbaud</strong> asistía a misa <strong>de</strong> once en<br />

la nueva iglesia parroquial. Se dirigía hacia allí majestuosamente,<br />

con sus hijos: <strong>de</strong>lante iban las dos niñitas, Vitalíe e<br />

Isabelle <strong>de</strong> la mano; luego los dos varones, Fredéric y Arthur,<br />

con sendos paraguas <strong>de</strong> algodón azul. Erguida en su<br />

corselete negro y con guantes tejidos, la madre cerraba la<br />

marcha. Los pequeños estaban prolijamente vestidos, llevaban<br />

sombrero redondo, un cuello volcado y bien planchado,<br />

zapatones y traje <strong>de</strong> anticuado corte. El mismo ceremonial<br />

era estrictamente observado al ir al mercado para realizar<br />

compritas o hacer las provisiones. Eran objeto <strong>de</strong> curiosidad<br />

para los transeúntes y los negociantes. La plaza Ducal, en el<br />

noble y frío or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> sus veinticuatro pabellones Luis XIII,<br />

contenía en aquellos días toda una población hormigueante y<br />

atareada, y entre ella el cortejo original andaba entre las tiendas,<br />

los puestos al aire libre, los carricoches <strong>de</strong> baratijas y <strong>de</strong><br />

primicias, con impecables modales, en medio <strong>de</strong> los irónicos<br />

comentarios.<br />

El domingo era un día terrible, entonces el juego y el<br />

ruido eran severamente prohibidos.<br />

Il craignait les blafards dimanches <strong>de</strong> décembre<br />

Pequeña salvaje, y en aquel rincón<br />

Montara sobre sus espaldas agitando sus trenzas,<br />

Él <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> ella, mordiéndole las nalgas<br />

(Jamás usaba ella bombachitas),<br />

Y lo castigaba con los puños y los pies,<br />

Regresaba luego a su cuarto saboreando su piel.<br />

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