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Vida de Rimbaud

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VIDA DE RIMBAUD<br />

que el aire llegue, y nos asamos en este agujero como en un<br />

horno <strong>de</strong> cal. ¡Hay que ser realmente víctima <strong>de</strong> la fatalidad<br />

para emplearse en semejante infierno!" Bien, existen, allá<br />

arriba. en la profundidad <strong>de</strong>l anfiteatro, a la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong> la<br />

torre <strong>de</strong>l Silencio, las gran<strong>de</strong>s cisternas milenarias cavadas<br />

por un pueblo <strong>de</strong>sconocido: se escalonan en cuencas ciclópeas<br />

y suben por la montaña, como si pretendieran acercarse<br />

al cielo, espiar las nubes milagrosas. Pero en vano; siguen<br />

esperando eternamente la tormenta que no llega. Todo ar<strong>de</strong>.<br />

Ni un soplo <strong>de</strong> frescura atraviesa el ambiente tórrido y sofocante.<br />

En el límite <strong>de</strong> las crestas metálicas, los cañones ingleses<br />

están disimulados por la incan<strong>de</strong>scencia inmóvil y<br />

siniestra. El cerebro, alucinado, sólo recoge imágenes <strong>de</strong><br />

fuego; se compren<strong>de</strong> que los árabes hayan ubicado aquí, en<br />

la isla <strong>de</strong> Syra, la humeante boca <strong>de</strong>l Infierno. Un agotamiento<br />

dantesco pesa sobre el alma acorralada: sólo un poeta<br />

maldito pue<strong>de</strong> vivir aquí.<br />

¡Ah!, el poeta ha muerto; ya sólo existe frente a nosotros<br />

un empleadito, un comprador <strong>de</strong> la casa Viannay, Mazeran,<br />

Bar<strong>de</strong>y y Cía. "Ahora estoy muy al tanto <strong>de</strong>l comercio <strong>de</strong>l<br />

café. Tengo la total confianza <strong>de</strong>l patrón. Pero estoy muy<br />

mal pagado. No percibo más que cinco francos diarios, más<br />

la casa, comida, lavado, etc., a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l caballo y el coche, lo<br />

cual, en suma, representa una docena <strong>de</strong> francos diarios."<br />

Imaginémoslo, en una <strong>de</strong> estas construcciones bajas que se<br />

extien<strong>de</strong>n junto al puerto, en medio <strong>de</strong> bolsas <strong>de</strong> café y cargadores<br />

árabes. Todo pasa por sus manos, según dice, y es<br />

"el único empleado un poco inteligente, en A<strong>de</strong>n". Pero, en<br />

su escritorio, da vueltas como si fuese una jaula, escritorio<br />

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