Vida de Rimbaud

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12.05.2013 Views

JEAN-MARIE CARRÉ baud no estuvo allí. Por otra parte, el código militar holandés no lo amenazaba con la pena capital. Imaginémoslo, más bien, caminando pequeñas jornadas a lo largo de la costa, acercándose poco a poco a Batavia. Se deshizo de su uniforme y lo adivinamos mezclado entre la muchedumbre de los días de feria, entre los javaneses vestidos con sarong floreados, entre los sudaneses peinados al estilo chino, con la espalda encorvada bajo su carga de sacos de arroz o el peso de los niños. Deslizándose por entre los carros arrastrados por zebúes, de ruedas rechinantes y techos de estera, penetra en los arrabales de la ciudad y allí, con astucia indígena, logra llegar al puerto. Un velero inglés, portador de un cargamento de azúcar, se apresta a levar anclas: encuentra un empleo a bordo y vuelve a partir a Europa. La tempéte a béni mes éveils maritimes... L'eau verte pénétra ma coque de sapin Et dés taches de vins bleus et des vomissures Me lava, dispersant gouvernail et grappin. Et des lors je me suis baigné dans le poéme De la mer, infusé d'astres et lactescent, Dévorant les azurs verts oú, flottaison bleme Et ravie, un noyé pensif, parfois, descend. 79 79 La tempestad bendice mi despertar marino El agua verde penetra en mi cáscara de pino Y me lava de vómitos y de manchas de vino, Quebrando el ancla y arrasando el timón. Desde entonces me baña el poema del Lactescente, infundido de astros, y a veces, Devorando el ámbito azul y verde, se ve bajar Un ahogado pálido de gesto pensativo. 154

VIDA DE RIMBAUD El navío inglés conoció la suerte del Barco ebrio. En el curso de esta travesía -escribe Paterne Berrichon- la tempestad se descargó en dos ocasiones espantosamente sobre el barco, que, con las velas destrozadas y los mástiles rotos, pudo salvarse merced al sacrificio de su cargamento. Desamparado de este modo, navegaba lenta y pesadamente. Doblado el Cabo de Buena Esperanza, llegan frente a Santa Elena. Nuestro desertor quiere desembarcar allí. El capitán se opone. Entonces, aunque apenas sabe nadar, Rimbaud se lanza al mar a fin de ganar la isla, que le recuerda la cautividad de Napoleón. Fue necesario que un marino se lanzase tras él, para agarrarlo a viva fuerza y obligarlo a reembarcarse. Se ha sospechado de la autenticidad de la aventura. El antimilitarismo de Rimbaud concuerda bastante mal con este gesto de apasionada admiración por el Emperador. Ni el autor de Rabias del César, ni el desertor de Java, son capaces, a primera vista, de tal fanatismo. Pero, después de todo, Rimbaud es capaz de las más imprevisibles reacciones y su curiosidad endemoniada puede explicar muy bien esta versatilidad. Bourguignon, Houin y Louis Pierquin relatan de la misma manera esta historia, y sus testimonios son igualmente fieles y prudentes. Sin duda, Verlaine la conoció por intermedio de Ernest Delahaye: estalla en carcajadas al enterarse de las proezas del aventurero, de sus sueños de traficante y, parodiando su pronunciación, exclama con acento burlón: 155

VIDA DE RIMBAUD<br />

El navío inglés conoció la suerte <strong>de</strong>l Barco ebrio. En el<br />

curso <strong>de</strong> esta travesía -escribe Paterne Berrichon- la tempestad<br />

se <strong>de</strong>scargó en dos ocasiones espantosamente sobre<br />

el barco, que, con las velas <strong>de</strong>strozadas y los mástiles rotos,<br />

pudo salvarse merced al sacrificio <strong>de</strong> su cargamento. Desamparado<br />

<strong>de</strong> este modo, navegaba lenta y pesadamente.<br />

Doblado el Cabo <strong>de</strong> Buena Esperanza, llegan frente a Santa<br />

Elena. Nuestro <strong>de</strong>sertor quiere <strong>de</strong>sembarcar allí. El capitán<br />

se opone. Entonces, aunque apenas sabe nadar, <strong>Rimbaud</strong> se<br />

lanza al mar a fin <strong>de</strong> ganar la isla, que le recuerda la cautividad<br />

<strong>de</strong> Napoleón. Fue necesario que un marino se lanzase<br />

tras él, para agarrarlo a viva fuerza y obligarlo a reembarcarse.<br />

Se ha sospechado <strong>de</strong> la autenticidad <strong>de</strong> la aventura.<br />

El antimilitarismo <strong>de</strong> <strong>Rimbaud</strong> concuerda bastante mal con<br />

este gesto <strong>de</strong> apasionada admiración por el Emperador. Ni el<br />

autor <strong>de</strong> Rabias <strong>de</strong>l César, ni el <strong>de</strong>sertor <strong>de</strong> Java, son capaces,<br />

a primera vista, <strong>de</strong> tal fanatismo. Pero, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo,<br />

<strong>Rimbaud</strong> es capaz <strong>de</strong> las más imprevisibles reacciones y su<br />

curiosidad en<strong>de</strong>moniada pue<strong>de</strong> explicar muy bien esta versatilidad.<br />

Bourguignon, Houin y Louis Pierquin relatan <strong>de</strong> la<br />

misma manera esta historia, y sus testimonios son igualmente<br />

fieles y pru<strong>de</strong>ntes. Sin duda, Verlaine la conoció por<br />

intermedio <strong>de</strong> Ernest Delahaye: estalla en carcajadas al enterarse<br />

<strong>de</strong> las proezas <strong>de</strong>l aventurero, <strong>de</strong> sus sueños <strong>de</strong> traficante<br />

y, parodiando su pronunciación, exclama con acento<br />

burlón:<br />

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