Vida de Rimbaud

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12.05.2013 Views

JEAN-MARIE CARRÉ da por los arco iris, la flora, el mar." ¿Será necesario recordar sus Ciudades? "Más allá del nivel de las altas crestas, un mar turbado por el eterno nacimiento de Venus, cargado de flotas orfeónicas y por el rumor de las perlas y de las conchas preciosas, mar que suele oscurecerse en mortales estallidos... El paraíso de las tormentas se derrumba. Los salvajes bailan sin cesar la fiesta de la noche. Y, una hora, descendí en el bullicio de un bulevar de Bagdad, donde las compañías cantaron la gloria del trabajo nuevo.” Si renunció a la traducción en palabras, de estas visiones de una espléndida y loca incoherencia, no por ello se siente liberado de éstas. Muy al contrario, lo obsesionan, y tanto más cuanto que a menudo quedaron sin expresarse y han sumido en la profundidad de su conciencia las imágenes nuevas y aventuradas que reclamaban un lugar en composiciones literarias. Pero aún siguen viviendo en la penumbra de su alma y actúan contra su voluntad y sus decisiones, sin que él lo perciba. Bajo sus avideces científicas y sus proyectos más utilitarios, siempre se adivina el empuje de sus antiguas nostalgias. Por sobre todas las cosas, lo que lo llama, más allá de los caminos, allí donde éstos se detienen, en la rompiente de las riberas abruptas, es el mar. ¡Oh! No, en absoluto, el triste mar del Norte o el Paso de Calais, brumoso y gris, sino el Océano del Barco ebrio, con sus "increíbles Floridas" y "el despertar amarillo y azul de los fósforos cantores". Mar voluptuoso, retorcido en la caricia del oro y del sol, de este sol que nunca vio frente a frente, que nunca sintió sobre su cuerpo en la sombría Ardena o la húmeda Inglaterra. De 148

VIDA DE RIMBAUD ahora en adelante, y sea cuales fueren los giros que le imponga la vida, será una marcha hacia el sol. Argonauta incansable, aunque se embarque en un puerto del Norte, en Hamburgo o en Amberes, siempre será con la esperanza de anarejar hacia las fabulosas Colchidas. Siempre tiene la mirada fija en el Vellón de Oro. Ver países. ganar dinero, es todo uno, es su espíritu. Tiene la mentalidad de los conquistadores. Lo desconocido le atrae, pero espera descubrir en el encarnado horizonte un reinado de ríos auríferos y remontar el curso de un nuevo Pactolo. La realidad será muy distinta: para ganar algunos francos, se verá obligado a descargar navíos en un puerto o trabajar en una cantera de la costa mediterránea. ¡Treinta v seis oficios y otras tantas miserias! Pero no importa, no se desanimará, volverá, entre una y otra tentativa, a descansar o a curarse por algún tiempo en Francia, y volverá a partir hacia Oriente. En 1876, se embarca hacia Java; en 1877, en dos ocasiones, procura llegar a Asia Menor: la primera vez se detiene en Austria; la segunda vez, caerá enfermo y será embarcado para Italia; en 1879 y en 1880 lo encontramos en la isla de Chipre, y a partir de 1881, irá y vendrá de una orilla a otra del mar Rojo, de la costa asiática a la costa africana. De diversas maneras fue relatado cómo se las compuso para realizar su primer gran viaje al Oriente. Nada más inexacto que la versión primitiva que diera Isabelle Rimbaud. "Un holandés que él conociera en Londres, enganchado en el ejército de las colonias, le hizo cierto día una descripción encantadora de la isla de Java, invitándolo a que fuese hasta 149

JEAN-MARIE CARRÉ<br />

da por los arco iris, la flora, el mar." ¿Será necesario recordar<br />

sus Ciuda<strong>de</strong>s? "Más allá <strong>de</strong>l nivel <strong>de</strong> las altas crestas, un mar<br />

turbado por el eterno nacimiento <strong>de</strong> Venus, cargado <strong>de</strong> flotas<br />

orfeónicas y por el rumor <strong>de</strong> las perlas y <strong>de</strong> las conchas<br />

preciosas, mar que suele oscurecerse en mortales estallidos...<br />

El paraíso <strong>de</strong> las tormentas se <strong>de</strong>rrumba. Los salvajes bailan<br />

sin cesar la fiesta <strong>de</strong> la noche. Y, una hora, <strong>de</strong>scendí en el<br />

bullicio <strong>de</strong> un bulevar <strong>de</strong> Bagdad, don<strong>de</strong> las compañías cantaron<br />

la gloria <strong>de</strong>l trabajo nuevo.”<br />

Si renunció a la traducción en palabras, <strong>de</strong> estas visiones<br />

<strong>de</strong> una espléndida y loca incoherencia, no por ello se siente<br />

liberado <strong>de</strong> éstas. Muy al contrario, lo obsesionan, y tanto<br />

más cuanto que a menudo quedaron sin expresarse y han<br />

sumido en la profundidad <strong>de</strong> su conciencia las imágenes<br />

nuevas y aventuradas que reclamaban un lugar en composiciones<br />

literarias. Pero aún siguen viviendo en la penumbra <strong>de</strong><br />

su alma y actúan contra su voluntad y sus <strong>de</strong>cisiones, sin que<br />

él lo perciba. Bajo sus avi<strong>de</strong>ces científicas y sus proyectos<br />

más utilitarios, siempre se adivina el empuje <strong>de</strong> sus antiguas<br />

nostalgias.<br />

Por sobre todas las cosas, lo que lo llama, más allá <strong>de</strong><br />

los caminos, allí don<strong>de</strong> éstos se <strong>de</strong>tienen, en la rompiente <strong>de</strong><br />

las riberas abruptas, es el mar. ¡Oh! No, en absoluto, el triste<br />

mar <strong>de</strong>l Norte o el Paso <strong>de</strong> Calais, brumoso y gris, sino el<br />

Océano <strong>de</strong>l Barco ebrio, con sus "increíbles Floridas" y "el<br />

<strong>de</strong>spertar amarillo y azul <strong>de</strong> los fósforos cantores". Mar voluptuoso,<br />

retorcido en la caricia <strong>de</strong>l oro y <strong>de</strong>l sol, <strong>de</strong> este sol<br />

que nunca vio frente a frente, que nunca sintió sobre su<br />

cuerpo en la sombría Ar<strong>de</strong>na o la húmeda Inglaterra. De<br />

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