Vida de Rimbaud
Vida de Rimbaud Vida de Rimbaud
JEAN-MARIE CARRÉ do mi agravio hasta que las Sabinas del arrabal vinieron a arrojarse a mis brazos.” Estaba completamente separado de Verlaine. Exasperado por las quejas del ebrio, por su "estúpida pena", tomaba revancha, repentinamente lo despertaba de noche, sobresaltándolo, complaciéndose con sutil placer en infundirle miedo, desafiándolo y ridiculizándolo alternativamente. "¡Ay, las «atroces veladas» que pasara junto a este «satánico doctor»!" Una vez concluidas las disputas, lo dejaba dormirse gruñendo sobre su miserable lecho y alzando el bastidor de vidrio de la ventana de guillotina, aspiraba, indiferente, la frescura de la noche. "Yo creaba, escribe en Vagabundos, más allá de los campos cruzados por bandas de rara música, los fantasmas del futuro lujo nocturno. Después de esta distracción vagamente higiénica, me extendía sobre un jergón. Y, casi noche tras noche, apenas dormido, el pobre hermano se levantaba, con su boca pastosa, la mirada afligida -¡tal como se soñara!- y me arrastraba a la sala aullando su sueño de estúpida pena. En efecto, y con toda sinceridad, yo había tomado el compromiso de volverlo a su estado primitivo de hijo del Sol, y luego vagábamos, alimentados con el vino de las cavernas y el mendrugo de los caminos, yo apurado por hallar el lugar y la fórmula.” Aquello fue de mal en peor, hasta el momento en que estalló, a fines de junio, una disputa tan violenta como estúpida. En Londres se alojaban detrás de King 's Cross, en el barrio de Camben Town, 8 Gret College Street, limpiando ellos mismos su habitación y haciéndose la comida. Aquel día, era Verlaine quien debía ir al mercado en busca de las 116
VIDA DE RIMBAUD provisiones. Regresaba, pues, trayendo arenques y un litro de aceite. El otro espiaba desde la ventana, protestando, burlándose ruidosamente de su porte: "¡Vaya! ¡Qué desgarbado! ¡Qué estúpido resultas con tu botella y tu pescado sucio! ¡Si te vieras viejo!..." E1 "viejo" trepó la escalera, gruñendo y blasfemando, empuja la puerta y es recibido con una lluvia de insultos y sarcasmos. Entonces, ebrio de rabia y de whisky, lanza el arenque al rostro de Rimbaud, baja corriendo la escalera, desapareciendo en la calle. ¡También él, al fin de cuentas, está harto de este muchachito tiránico y desbocado! Y puesto que es así, lo "planta" sin un penique. ¡Que se las arregle y sufra un poco de hambre! ¡Eso lo pondrá en la vereda! Y después de esta "largada" en forma, Verlaine vuelve a embarcarse para Bélgica. Decidido a congraciarse con su mujer, vive con la esperanza de reunirse pronto con ella. Por intermedio de su madre, le propone una entrevista en Bruselas, pero ya es demasiado tarde: nada puede decidirla hacia ese acercamiento que anticipadamente considera ilusorio, y la madre de Verlaine llega sola. A partir de este momento, furioso, presa de los remordimientos por haber abandonado a su amigo sin recursos, en la ruina, en Londres, le suplica que vuelva y le paga la travesía. Rimbaud desembarca en Bruselas el 8 de julio y se instala, con el poeta y su madre, en el hotel de Courtrai, número 1, calle des Brasseurs, cerca de la Plaza Mayor. Allí es donde estalla el drama. Esto fue repetidamente relatado, y no tengo intenciones de volver sobre el asunto. 117
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JEAN-MARIE CARRÉ<br />
do mi agravio hasta que las Sabinas <strong>de</strong>l arrabal vinieron a<br />
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Estaba completamente separado <strong>de</strong> Verlaine. Exasperado<br />
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complaciéndose con sutil placer en infundirle miedo,<br />
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«atroces veladas» que pasara junto a este «satánico doctor»!"<br />
Una vez concluidas las disputas, lo <strong>de</strong>jaba dormirse gruñendo<br />
sobre su miserable lecho y alzando el bastidor <strong>de</strong> vidrio<br />
<strong>de</strong> la ventana <strong>de</strong> guillotina, aspiraba, indiferente, la frescura<br />
<strong>de</strong> la noche. "Yo creaba, escribe en Vagabundos, más allá <strong>de</strong><br />
los campos cruzados por bandas <strong>de</strong> rara música, los fantasmas<br />
<strong>de</strong>l futuro lujo nocturno. Después <strong>de</strong> esta distracción<br />
vagamente higiénica, me extendía sobre un jergón. Y, casi<br />
noche tras noche, apenas dormido, el pobre hermano se<br />
levantaba, con su boca pastosa, la mirada afligida -¡tal como<br />
se soñara!- y me arrastraba a la sala aullando su sueño <strong>de</strong><br />
estúpida pena. En efecto, y con toda sinceridad, yo había<br />
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hijo <strong>de</strong>l Sol, y luego vagábamos, alimentados con el vino <strong>de</strong><br />
las cavernas y el mendrugo <strong>de</strong> los caminos, yo apurado por<br />
hallar el lugar y la fórmula.”<br />
Aquello fue <strong>de</strong> mal en peor, hasta el momento en que<br />
estalló, a fines <strong>de</strong> junio, una disputa tan violenta como estúpida.<br />
En Londres se alojaban <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> King 's Cross, en el<br />
barrio <strong>de</strong> Camben Town, 8 Gret College Street, limpiando<br />
ellos mismos su habitación y haciéndose la comida. Aquel<br />
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