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Vida de Rimbaud

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JEAN-MARIE CARRÉ<br />

mos buenos marinos, a pesar <strong>de</strong>l ejemplo <strong>de</strong> sea-sickness<br />

dado por la mayoría <strong>de</strong> nuestros compañeros <strong>de</strong> viaje, <strong>de</strong>sembarcamos<br />

por la noche y pernoctamos en Douvres. A1<br />

día siguiente, con un espléndido sol, recorrimos la mediocre<br />

ciudad con sus admirables acantilados blancos, tan blancos<br />

que dieron su nombre a Inglaterra (Albión es prueba <strong>de</strong><br />

ello).”<br />

Llegaron a Londres el 10 <strong>de</strong> setiembre. <strong>Rimbaud</strong>, como<br />

siempre, sin un centavo, y Verlaine pagaba por los dos. Al<br />

principio se sintieron <strong>de</strong>sorientados. Apenas lograban hacerse<br />

enten<strong>de</strong>r, pues su inglés era <strong>de</strong>ficiente. A<strong>de</strong>más, la atmósfera<br />

les parecía inhospitalaria. ¡Ah! Aquello no era el aire <strong>de</strong><br />

París; rozagante, ligero, estimulante. ¿Dón<strong>de</strong> estaban los<br />

cafés <strong>de</strong>l bulevar, las acogedoras terrazas, el cordial y dicharachero<br />

mozo, tan hábil para volcar, gota tras gota, el agua<br />

helada sobre el ajenjo lechoso? "Chata como una pulga negra,<br />

Londres. Casitas negruzcas o gran<strong>de</strong>s cofres góticos o<br />

venecianos, cuatro o cinco cafés pasables, y no más." Sólo<br />

hay bares estrechos, minúsculos, don<strong>de</strong> hay que "consumir"<br />

<strong>de</strong> pie. "Se entra -dice Verlaine- por una puerta terriblemente<br />

gruesa, que se mantiene entreabierta por una correa formidable<br />

v ésta (la puerta) os roza las nalgas, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> baberos<br />

hecho caer, muy a menudo, el sombrero. Un interior muy<br />

pequeño: en el mostrador, <strong>de</strong> caoba, una plancha <strong>de</strong> cinc, a<br />

lo largo <strong>de</strong> la cual; ya sea <strong>de</strong> pie o bien encaramados en altísimos<br />

y estrechos taburetes, beben, fuman y ganguean señores<br />

bien vestidos, pobres harapientos, changadores <strong>de</strong><br />

blanco, cocheros rechonchos como nuestros cocheros y tan<br />

hirsutos como ellos. Detrás <strong>de</strong>l mostrador, mozos en man-<br />

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