Vida de Rimbaud

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12.05.2013 Views

JEAN-MARIE CARRÉ que entregó a los viajeros. Éstos subieron al carricoche y llegaron a las tres de la mañana al primer pueblo belga, aproximadamente a unos quince kilómetros de Charleville. De esta manera evitaron las estaciones del valle del Mosa, Vireux o Givet, sus gendarmes y sus indiscretos aduaneros. Así, pues, llegaron al otro lado de la frontera. Se fueron a pie hasta Bruselas, por Walcourt y Charleroi, cruzando los "paisajes belgas" cantados en las Romanzas sin palabras. Guinguettes claires, Biéres, clameurs, Servantes chéres A tous fumeurs Gares prochaines, Gais chemins grands, Quelles aubaines! Bons juifs errants... 57 Mientras tanto, la espera y la inquietud consumían a la señora Verlaine. A pesar de las miserias de la vida conyugal, no se resignaba fácilmente al abandono. Terminó por hallar 57 Tabernas iluminadas, Cerveza, clamores, Sirvientas amadas De todos los fumadores! Estaciones cercanas, Alegres caminos grandes ¡Cuántas gangas! Buenos judíos errantes... 102

VIDA DE RIMBAUD el rastro de los fugitivos y partió con su madre para Bélgica. Allí se unió a su marido el 21 de julio. Hoy nos es fácil reconstituir la escena, gracias al relato que de ella hace en sus Memorias. "¡Que regrese! -implora-. Todo está perdonado. ;Pero que regrese!" Está decidida a expatriarse, si es necesario, con él. Hay que cambiar de ambiente y de vida. ¡En nombre de su hijo, que regrese al hogar! Verlaine pareció impresionado. Pareció consentir y tomó el tren hacia Francia junto a las dos mujeres. En Quiévrain, estación fronteriza, todo el mundo descendió. "Después de la revisación de la aduana -cuenta su mujer-, Verlaine desapareció y nos fue imposible volver a encontrarlo. El tren ya iba a partir y debimos decidirnos a subir sin él. En el momento en que se cerraban las portezuelas, lo distinguimos en la plataforma. "¡Suba pronto!", le gritó mi madre. "¡No, me quedo!", respondió hundiéndose con el puño el sombrero en la cabeza. Nunca más volví a verlo.” La Buena canción estaba bien muerta, apagada, cubierta por el canto despótico del Barco ebrio. ¡A1 mar! ¡A1 mar! ¡A la aventura! Sí, y hasta el mismo naufragio, ¡pero que sea con Rimbaud! Después de un mes de pereza y de juerga por Bruselas, donde se encontraron con el comunardo Georges Cavalier, alias Pipe-en-bois, y algunos otros exiliados políticos, los dos partieron para Inglaterra el 8 de setiembre. "En 1872 -escribe Verlaine- me embarqué en Ostende para Douvres, un sábado por la noche, en compañía de Arthur Rimbaud, el poeta niño, de modo que después de una travesía algo agitada, la primera para mí, así como para él, durante siete u ocho horas, durante las cuales nos mostra- 103

JEAN-MARIE CARRÉ<br />

que entregó a los viajeros. Éstos subieron al carricoche y<br />

llegaron a las tres <strong>de</strong> la mañana al primer pueblo belga, aproximadamente<br />

a unos quince kilómetros <strong>de</strong> Charleville. De<br />

esta manera evitaron las estaciones <strong>de</strong>l valle <strong>de</strong>l Mosa, Vireux<br />

o Givet, sus gendarmes y sus indiscretos aduaneros.<br />

Así, pues, llegaron al otro lado <strong>de</strong> la frontera. Se fueron<br />

a pie hasta Bruselas, por Walcourt y Charleroi, cruzando los<br />

"paisajes belgas" cantados en las Romanzas sin palabras.<br />

Guinguettes claires,<br />

Biéres, clameurs,<br />

Servantes chéres<br />

A tous fumeurs<br />

Gares prochaines,<br />

Gais chemins grands,<br />

Quelles aubaines!<br />

Bons juifs errants... 57<br />

Mientras tanto, la espera y la inquietud consumían a la<br />

señora Verlaine. A pesar <strong>de</strong> las miserias <strong>de</strong> la vida conyugal,<br />

no se resignaba fácilmente al abandono. Terminó por hallar<br />

57 Tabernas iluminadas,<br />

Cerveza, clamores,<br />

Sirvientas amadas<br />

De todos los fumadores!<br />

Estaciones cercanas,<br />

Alegres caminos gran<strong>de</strong>s<br />

¡Cuántas gangas!<br />

Buenos judíos errantes...<br />

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