Julio de 2009 - El Pitic

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Hermosillo, Son., Julio del 2009
“LOS EXTRANJEROS EN SONORA Y EL
CASO DEL ALCALDE EXTRANJERO”
Mtro. Nicolás Pineda Pablos
El Colegio de Sonora – SSH
Ahora que se habla tanto de apertura comercial, de inversiones
extranjeras y de integración comercial de México con las naciones de
Norteamérica, es oportuno revisar en nuestro pasado las experiencias
que los estados fronterizos han tenido en materia de aperturas comerciales,
así como conocer más sobre la presencia e influencia que no
sólo el capital extranjero, sino los extranjeros mismos tuvieron, en las
épocas durante el siglo XIX y el porfiriato en nuestra región y que contribuyeron
poderosamente a la integración de diversas regiones del
norte de México a la red del comercio internacional y en el forjamiento
de un espíritu mercantil, empresarial e individualista que ahora se
trata de recuperar e impulsar para ser más eficientes y competitivos.
Los extranjeros en Sonora
La integración y presencia extranjera en el noroeste de México se
inició inmediatamente después de la independencia y se incrementó
considerablemente después de la fiebre del oro en California y de la
Guerra Civil estadounidense, sin menospreciar los influjos que también
tuvieron la intervención francesa y sus proyectos para explotar
las minas de Sonora. Fueron muchos los extranjeros que, deliberadamente
o por los avatares del destino, establecieron su residencia definitiva
en Sonora, hicieron ahí sus negocios y dejaron, en muchos
casos, descendencia sonorense.
El censo que levantó el gobernador Ignacio Pesqueira en 1870 reporta
260 extranjeros establecidos en Sonora, de una población total
de 108,211 habitantes.*
Veinticinco años después, para 1895, según un nuevo censo ordenado
por el gobernador Corral, los nacidos en el extranjero serán 1,830
y constituían casi el uno por ciento de la población total de 189,158
habitantes de Sonora. *
La población extranjera continuó creciendo a un ritmo aún más
acelerado al final del porfiriato, de modo que para 1910 ésta sumaba
un total de 9,238 individuos, constituyendo entonces el tres y medio
por ciento de la población. De ese conjunto de personas venidas
de otros países, más de la mitad provenía de Asia, especialmente de
China; una tercera parte provenía de los Estados Unidos; el once por
ciento de Europa, principalmente de España, Alemania y Francia; y
sólo 43 del centro y sudamericanos, entre los cuales destacan catorce
chilenos.*
Más aún, la significación económica y político-social de estos extranjeros
se acrecienta si tomamos en cuenta que la cantidad de hombres
sobrepasaba considerablemente a la de las mujeres de ese origen.
Así en el año de 1910 había casi 8 hombres extranjeros por cada mujer
de ese origen. Sus ocupaciones principales eran el comercio y la minería.
Los dedicados al primero se concentraban en Guaymas y en Hermosillo
y los dedicados a la segunda estaban distribuidos en todas las
tierras altas del Estado. Hubo además algunos médicos que prestaban
sus servicios a la población.* Hacia fines del siglo un buen número de
ellos trabajó también en la construcción del ferrocarril o en las obras
de canalización del Valle del Yaqui, principalmente como ingenieros,
maquinistas y capataces.
En el caso de los estadounidenses y los europeos, la calidad de
extranjero era garantía de prestigio social y acceso a la élite política y
económica de la región. No es extraño entonces encontrar a algunos
extranjeros entre los primeros empresarios que hicieron fortuna en
base al comercio. En este selecto grupo estaban los anglosajones John
A. Robinson y Thomas Spencer, los españoles José y Celedonio Ortiz,
en Guaymas; y en Hermosillo los franceses Juan Pedro, Francisco,
Pascual, Pedro Andrés y José Camou.*
Como contraparte, los asiáticos, principalmente la numerosa colonia
china, encontraron serias dificultades para integrarse y ser admitidos
por las viejas familias sonorenses. Aparentemente, durante el
porfiriato fueron tolerados y pudieron, gracias a ello, crecer y prosperar.
Sin embargo, el calor de la crisis económica de 1929 arreció una
campaña antichina, siendo prácticamente expulsados del estado en
1931.
A la fecha, la antigua presencia extranjera en Sonora resulta todavía
notoria por la descendencia que dejaron. Bástenos sólo mencionar
que varios de los gobernadores y personajes de este siglo han tenido
antepasados extranjeros. Entre éstos están Alejo Bey y Benjamín Hill
que eran hijos de inmigrantes del sur de los Estados Unidos después
de la Guerra Civil. Adolfo de la Huerta Marcor y Alejandro Carrillo
Marcor son descendientes de un soldado francés retirado llamado
Juan Marcor. Luis Encinas Johnson y Mario Morúa Johnson son
descendientes de un comerciante y ganadero norteamericano y, por
último, Carlos Armando Biebrich tiene como antepasado a un minero
alemán de nombre Jacobo Biebrich.
Seldner y la Mercería de la Paz
Con el marco de referencia anterior, veamos, muy sucintamente,
el caso particular de uno de estos extranjeros, el señor Simón Bley en
Sonora, que estuvo muy vinculado con la familia Seldner y con la antigua
Mercería de la Paz.
La historia del Sr. Bley, comienza con la del Sr. Francisco Seldner,
originario de un lugar llamado Gensen, ubicado en el ducado de Polonia
y súbdito del Emperador de Prusia, que emigró a los Estados
Unidos a mediados del siglo pasado donde adquirió la nacionalidad
estadounidense. De este país se trasladó a Guaymas donde en sociedad
con el Sr. Francisco von Vorstel estableció, en 1873, la Mercería de
la Paz. Además, el Sr. Seldner casó con la guaymense Polina Marcor
Bazosaval, con quien procreó siete hijos que crecieron como mexicanos
y se casaron, con una excepción, en México.
Pocos años después de establecida la Mercería de la Paz, el Sr. Von
Vorstel dejó la sociedad y el negocio perteneció desde entonces a don
Francisco Seldner y a su familia.
El Sr. Seldner tuvo oportunidad de viajar varias veces a Alemania
en plan de negocios y para visitar a sus familiares. De hecho don
Francisco Seldner murió a bordo del vapor Columbia, en el trayecto
de Nueva York a Plymouth, mientras viajaba a Hamburgo, Alemania,
el 6 de marzo de 1896. Su cuerpo fue embalsamado y trasladado a
Guaymas donde fue sepultado.*
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