Descargar - Archivo General de la Nación
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114 Ma r i a n o a. Ce s t e r o<br />
hasta a cambiar <strong>la</strong> arena revolucionaria en campo <strong>de</strong> peleas personales.<br />
Veo todo eso y ni necesito <strong>de</strong> informes para colegir el estado<br />
<strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas. Tú también, gracias a tu buen sentido, fueras lo mismo<br />
y adivinaras el resto si te guías por él, <strong>de</strong>satendiendo informes y<br />
apreciaciones, sin duda, escritos con poca imparcialidad.<br />
observo por lo que me dices sobre el último acontecimiento<br />
<strong>de</strong>l Sur, que tus informes son <strong>de</strong> fuente cabralista –dicen– es <strong>de</strong>cir,<br />
que tien<strong>de</strong>n a santifificar a Cabral <strong>de</strong> <strong>la</strong> vergonzosa sorpresa<br />
<strong>de</strong>l 4. Nadie que no se empeñe en disculpar a ese hombre; a revienta<br />
cincha, con esta pue<strong>de</strong> quitarle <strong>de</strong> encima <strong>de</strong> los hombros<br />
todo el peso <strong>de</strong> <strong>la</strong> acusación <strong>de</strong> haberse <strong>de</strong>jado venir encima con<br />
solo apenas 230 hombres –120 haitianos– mal armados, 2,000 <strong>de</strong><br />
Báez. De haber esperado <strong>la</strong> presencia <strong>de</strong> estos hasta el momento<br />
en que estaban ya a su vista. De haber resistido a abandonar el<br />
punto, como se lo aconsejaban muchos, barruntando que los contrarios<br />
venían en gran número. Y nadie pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scargarlo <strong>de</strong> esas<br />
acusaciones, tanto menos cuanto que oír que se preparaba para ir<br />
contra Azua.<br />
El acontecimiento <strong>de</strong>l 4 que puso fin a <strong>la</strong> revolución armada <strong>de</strong>l<br />
Sur, era un hecho lógico, inevitable; si se hubiese Báez, bajo sus manos,<br />
<strong>la</strong> columna que traía para aquel<strong>la</strong> fecha, hace más tiempo que<br />
se contaría el acontecimiento. No ha sido así y creo que hemos ganado<br />
en ello. ¿Cómo no había <strong>de</strong> <strong>de</strong>rrotarse el Sur, y <strong>de</strong>smoralizarse<br />
habiendo pil<strong>la</strong>do, <strong>de</strong>vorado, por los que se dicen sus jefes para<br />
llevarlo a <strong>la</strong> victoria –que no lo llevan sino a <strong>la</strong> <strong>de</strong>rrota–? ¿Cómo<br />
había <strong>de</strong> hal<strong>la</strong>rse gente suficiente para resistir el 4, cuando hacía<br />
más <strong>de</strong> 25 días que <strong>la</strong> tenían reunida, dándole, como <strong>de</strong> costumbre,<br />
12 papeletas haitianas diarias o sesenta y cuatro centavos fuertes,<br />
por toda ración? Entonces eran menos, que el peso estaba más alto.<br />
¿Cómo habían <strong>de</strong> estar sus i<strong>de</strong>as si, aparte lo que antece<strong>de</strong>, están<br />
cansados <strong>de</strong> ser l<strong>la</strong>mados apremiosamente para ir a tomar a Azua<br />
y luego, nada, si es que no se sigue algún <strong>de</strong>sca<strong>la</strong>bro, como el <strong>de</strong><br />
“Las Yayas”? ¿Pero hasta dón<strong>de</strong> voy con esto? Te informaron mal<br />
cuando te dijeron que hubo propaganda que <strong>de</strong>rrotó nuestra gente<br />
en dos días. Le he preguntado a Augusto García que estuvo allí, y<br />
nada sabe <strong>de</strong> eso. La cosa principal fue <strong>la</strong> poca o ninguna gente.