La draga, una herramienta imprescindible - The Club
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LA DRAGA RÍO LUJÁN<br />
El largo camino hacia<br />
la <strong>draga</strong> propia<br />
En este caso, dirigimos nuestra atención a un<br />
artefacto —por llamarlo de alg<strong>una</strong> manera—<br />
que todos habrán visto en el <strong>Club</strong>, sea<br />
descansado en su amarra, o en plena labor: la <strong>draga</strong><br />
Río Luján. Un artefacto en el que muchos ni siquiera<br />
habrán reparado.<br />
Pero esto es un club náutico, dirá alguno, ¿qué tiene que<br />
ver la <strong>draga</strong> con las actividades del <strong>Club</strong>?<br />
TODO, respondemos. <strong>La</strong> historia del CNSI es, en<br />
buena medida, la suma de muchos refulados, infinidad<br />
de ellos, que permitieron no sólo el desarrollo de<br />
nuestra actividad original, el yachting, sino que fueron<br />
los “ladrillos de agua y barro” —aunque la combinación<br />
de términos parezca un contrasentido—<br />
que, a través de casi cien años, nos permitieron elevar<br />
el suelo que pisamos hasta un nivel de seguridad<br />
que hace pocos años se consideraba <strong>una</strong> utopía.<br />
—72—<br />
Cuando Alberto Nazar Anchorena tuvo la inspiración<br />
de comprar esas cien hectáreas que en su mayor<br />
parte estaban a ras del agua, y luchó, argumentó,<br />
gestionó y convenció a propios y extraños hasta<br />
conseguirlo, pocos podían imaginar la isla que, en<br />
justo homenaje, hoy lleva su nombre.<br />
Sin <strong>draga</strong>dos, sin esa labor titánica y de infinita<br />
paciencia que es casi como “colar el agua”, no habría<br />
Isla B.<br />
Entonces, hecha la aclaración para quienes nunca<br />
se pusieron a pensar en esto, sigamos, a través del<br />
relato de Don Alfredo Casaburi —extraído de la<br />
charla que mantuvimos con él hace alg<strong>una</strong>s semanas—,<br />
el que publicaremos en dos entregas, las alternativas<br />
que resultaron finalmente en nuestra<br />
<strong>draga</strong> Río Luján, tan ansiada, tan esperada y a la que<br />
tanto le debemos.
Ya en los primeros años del <strong>Club</strong> se advierte<br />
la necesidad de disponer de <strong>una</strong> <strong>draga</strong> para<br />
profundizar el cauce del arroyo Sarandí<br />
y las vías de navegación —como el canal de acceso<br />
al Puerto de San Isidro— que permitían a los pocos<br />
barcos de entonces, salir al Río de la Plata. En las<br />
primeras memorias del <strong>Club</strong> se menciona y se deja<br />
constancia de la insistencia de los directivos del<br />
CNSI ante los organismos oficiales para la obtención<br />
de <strong>una</strong> <strong>draga</strong>.<br />
Durante su presidencia, a principios de los 90, Luis<br />
Ayerza analiza el tema de la <strong>draga</strong> con Guillermo<br />
Villa, quien estaba en conocimiento de datos y antecedentes<br />
y ya había tanteado la posibilidad de adquirir<br />
<strong>una</strong>.<br />
Se empezó a comentar que el <strong>Club</strong> iba a hacer <strong>una</strong><br />
<strong>draga</strong> y, para ser sincero, yo estaba entre los que tenían<br />
ciertos reparos. Yo tengo fábrica, soy metalúrgico<br />
y conocía alg<strong>una</strong>s cuestiones que me hacían<br />
dudar acerca de la conveniencia.<br />
En el año 1992, en la primera reunión de CD, Carlos<br />
Pollitzer se dirigió a mí y me dijo: “Vos, Casaburi,<br />
sos metalúrgico, hacete cargo de la <strong>draga</strong>”, y ahí<br />
me encajó la <strong>draga</strong>, cuya construcción ya se había<br />
aprobado y había empezado en la presidencia de<br />
Ayerza. En este aspecto debo decir que el Náutico<br />
tiene un criterio muy positivo en materia de obras,<br />
y es que todo lo que hace la comisión anterior se<br />
continúa.<br />
Entonces, a seguir la evolución de la <strong>draga</strong>. Al poco<br />
tiempo de hacerme cargo del tema, advertí que,<br />
por la razón que fuere, la construcción parecía <strong>una</strong><br />
carrera de obstáculos, todo era complicado y no se<br />
podía avanzar.<br />
Poco después se incorporó al plantel Alfredo Negri<br />
como jefe de mantenimiento, recomendado por<br />
el Negro Sabaría. Negri, que entonces aún no se había<br />
recibido de ingeniero —siguió estudiando y obtuvo<br />
el título siendo empleado del <strong>Club</strong>—, navegaba<br />
y había sido oficial de máquinas de buques de<br />
carga. Mi instinto me dijo que era un tipo metedor,<br />
y así quedó demostrado en los años que trabajó<br />
con nosotros.<br />
Lo que se había llegado a construir hasta ese momento<br />
era el casillaje, vale decir toda la chapa, el<br />
casco, lo que vendrían a ser las bases. Con Horacio<br />
Mirassou, el ingeniero contratado a cargo de<br />
la construcción, se había acordado como retribución<br />
por su trabajo un porcentaje —creo que era el<br />
10%— de todo lo que se compraba, de lo que se<br />
—73—<br />
gastaba en materiales, por ejemplo, en hierro. Debo<br />
decir de Mirassou que era un tipo valioso.<br />
Terminar la <strong>draga</strong> nos llevó aproximadamente tres<br />
años. El <strong>Club</strong> tenía un tornito atorrante y chiquito,<br />
como para hacer <strong>una</strong> <strong>herramienta</strong>, un perno de timón,<br />
y con eso no podíamos hacer absolutamente<br />
nada. Como yo en la fábrica tenía muchos tornos,<br />
me fui a ver a quien me proveía las máquinas a mí<br />
y le ofrecí un torno muy viejo que tenía, muy atorrante,<br />
y le propuse que se lo llevara, pero a cambio<br />
quería un torno usado pero bueno, muy bueno, y<br />
grande. Me lo consiguió muy barato, hablé con Pollitzer<br />
y se concretó la operación. Ya teníamos torno,<br />
pero… no teníamos tornero!<br />
Alguien del <strong>Club</strong> me habló de un tal Alberto, que<br />
era jardinero y había trabajado de tornero. Lo busqué,<br />
hablé con él, me pareció potable y lógico y<br />
arreglé el cambio de sector. No era matricero, era<br />
un tornero de producción, pero tenía idea de las cosas<br />
y era un tipo que podía crecer. Por otra parte, el
calderero que teníamos era bueno, lo había traído<br />
Mirassou, y como se había quedado sin trabajo, lo<br />
trajo al <strong>Club</strong> donde trabajaba a porcentaje. Para los<br />
que no están en el tema, el calderero es el que trabaja<br />
el acero y el hierro.<br />
<strong>La</strong> construcción siguió en el galpón de Montes de<br />
Oca, donde teníamos un sector bien alisadito para<br />
hacer todo el trabajo de calderería. El calderero,<br />
como dije era muy bueno, un polaco buenísimo. Pero<br />
teníamos otro problema: la calidad del acero para<br />
hacer las bombas, los ejes. De <strong>una</strong> calidad que<br />
no se consigue acá, o hay que ser muy técnico para<br />
conseguirla.<br />
También esto se solucionó. Resulta que yo hacía<br />
muchas piezas para el TAM (sigla de tanque argentino<br />
mediano), para el Ejército. El chatarrero a<br />
quien yo le entregaba los hierros que sobraban era<br />
un tipo a quien conocía, fui a verlo y le compramos<br />
para el <strong>Club</strong> los hierros que descartaba y las chapas<br />
que le había dejado el Ejército, que eran de un acero<br />
especial que venía de Alemania. <strong>La</strong> calidad era<br />
impresionante. El trépano de la <strong>draga</strong> que se fabricó<br />
con ese acero recién fue cambiado hace poco<br />
tiempo, lo que da <strong>una</strong> idea de la calidad del material.<br />
—75—<br />
Mientras el tema empezaba a moverse, fui objeto de<br />
muchas cargadas por parte de mis amigos del <strong>Club</strong>,<br />
que sabían de mis reparos a la construcción de la<br />
<strong>draga</strong>. Pero al poco tiempo me empecé a enganchar,<br />
vi que podía funcionar, que era factible hacerlo y<br />
que el <strong>Club</strong> no estaba equivocado.<br />
[Continuará en el próximo número]<br />
<strong>La</strong> <strong>draga</strong> Río Luján en plena labor en el canal de<br />
acceso al Puerto de San Isidro. El refulado extraído<br />
sirvió para rellenar el parque frente al mástil, el sector<br />
de juegos infantiles y el solarium de la Pileta 1.<br />
Con la nota que reproducimos en la página siguiente —publicada en nuestra revista, en la edición Nº<br />
172, de abril de 1992—, la Comisión Directiva anunciaba su decisión de construir <strong>una</strong> <strong>draga</strong> y el inicio<br />
de los trabajos. Para explicar las razones que llevaron a tomar esa resolución, se incluyó <strong>una</strong> síntesis<br />
de los antecedentes históricos del tema, que se remonta a los primeros años del CNSI.
<strong>La</strong> <strong>draga</strong>,<br />
<strong>una</strong> <strong>herramienta</strong><br />
<strong>imprescindible</strong><br />
En el reiterado y permanente intento de hacer crecer<br />
a la isla Nazar Anchorena, convencidos de que es la<br />
salida al problema del crecimiento vegetativo que enfrenta<br />
el <strong>Club</strong>, la CD entendió, resolvió e inició la construcción<br />
de <strong>una</strong> <strong>draga</strong>.<br />
A tal efecto, contrató los servicios del Sr. Horacio Mirassou,<br />
especialista de reconocido prestigio en la materia<br />
para encarar la construcción de la misma.<br />
Nadie puede aseguramos por cuánto tiempo podremos<br />
disponer de la actualmente en uso. Pero sí sabemos que<br />
la Ellicott tiene <strong>una</strong> capacidad de <strong>draga</strong>do muy limitada<br />
en razón de su baja potencia y su antigüedad, y que no<br />
podemos <strong>draga</strong>r a más de tres metros de profundidad, lo<br />
que significa que en días de marea alta (y no necesariamente<br />
excepcional), la <strong>draga</strong> permanece parada.<br />
Teniendo en cuenta que estamos rodeados de un río de<br />
aporte y pensando que deberán <strong>draga</strong>rse en el menor<br />
tiempo posible 4.000.000 m3 para concretar la isla Nazar<br />
Anchorena es que nos largamos a construir esta <strong>draga</strong>...<br />
que no es ni más ni menos que otro de los desafíos que<br />
el <strong>Club</strong> ha encarado a través de toda su historia.<br />
<strong>La</strong> <strong>draga</strong> está siendo construida en el galpón Montes de<br />
Oca por personal contratado a tal efecto y con la colaboración<br />
del personal que trabaja en nuestros talleres a las<br />
órdenes del Gerente de Mantenimiento, Ing. Comellas.<br />
Si bien es cierto que su crecimiento tiene relación directa<br />
con las finanzas del <strong>Club</strong>, acelerando o retardándose<br />
su construcción según el estado de las mismas, confiamos,<br />
atento al estado en que se encuentra, que su botadura<br />
será realidad en un futuro cercano.<br />
Los antecedentes<br />
Puede decirse que las características geográficas del <strong>Club</strong><br />
y su ubicación nos han obligado a <strong>una</strong> compañía casi permanente<br />
y necesaría: la <strong>draga</strong> ha sido siempre en el Náutico<br />
<strong>una</strong> presencia ineludible y buscada. El <strong>Club</strong> está<br />
apoyado sobre años de trabajo de <strong>draga</strong>do y lo que hoy<br />
pisamos como tierra firme no hace mucho estaba en el<br />
fondo del río. Si las crecientes nos perjudican menos que<br />
antes es gracias a la labor ininterrumpida efectuada en el<br />
<strong>Club</strong> prácticamente desde su fundación por las distintas<br />
<strong>draga</strong>s que por aquí pasaron. En la mayoría de los casos,<br />
se trataba de unidades facilitadas en alquiler por la Dirección<br />
de Hidráulica de la Provincia de Buenos Aires,<br />
pero este nuevo desafío encarado por las autoridades del<br />
—77—<br />
<strong>Club</strong> tiene antecedentes que señalan claramente y desde<br />
sus orígenes la necesidad de disponer de esta <strong>herramienta</strong><br />
útil y de permanente necesidad para su crecimiento.<br />
Así es: ya en 1915 —a cinco años de la fundación del<br />
CNSI—, la Comisión Directiva de entonces construyó<br />
<strong>una</strong> <strong>draga</strong> que funcionó durante varios años. Esta unidad<br />
estaba montada sobre un casco prestado y por este<br />
motivo terminó siendo desmantelada cuando el propietario<br />
del mismo finalmente lo vendió.<br />
Hacia mediados de la década del 60 aparece otra <strong>draga</strong>,<br />
también de propiedad del <strong>Club</strong>, sobre la que no se tienen<br />
muchos datos, pero de la que algún memorioso recuerda<br />
algunos. Se llamaba “Benjamin Nazar Anchorena” y era<br />
<strong>una</strong> casco de hierro de unos 8x4 m, pintado con antióxido,<br />
que amarraba generalmente al lado del puente de acceso,<br />
por entonces de madera. Técnicamente era <strong>una</strong><br />
<strong>draga</strong> de succión con cortador, con un motor semidiesel,<br />
sin propulsión y con dos pilares que se hincaban. Con su<br />
aporte se rellenó parte de la cancha de golf y prácticamente<br />
toda la Punta Norte, cuando ese sector era <strong>una</strong><br />
selva y sólo llegaban hasta allí varias zorras que trabajaban<br />
con un tendido Decauville. Esta <strong>draga</strong> era manejada<br />
por un empleado de apellido Cascaro y según los datos<br />
recopilados, fue vendida al <strong>Club</strong> de Velas Rosario.<br />
Poco después, el <strong>Club</strong> encaró uno de los proyectos más<br />
ambiciosos de su historia, la compra de cien hectáreas de<br />
terreno anegado que veinte años después es un paraíso<br />
que sigue creciendo ininterrumpidamente: la isla Alberto<br />
Nazar Anchotena, así bautizada en homenaje a quien<br />
fuera su incansable impulsor. ¿Cómo se logró el cambio?<br />
Por supuesto que con el aporte de <strong>una</strong> <strong>draga</strong>.<br />
En el año 1972, recién adjudicada la entonces Isla “B”, la<br />
Comisión Directiva presidida por Alberto Nazar Anchorena<br />
e integrada entre otros por D. Alberto Obarrio, D.<br />
Sergio Isla Casares y D. Jorge Tomás Salas, decidió<br />
comprar <strong>una</strong> <strong>draga</strong>. Se publicaron avisos en los diarios y<br />
hasta se avanzó en la negociación de <strong>una</strong> denominada<br />
Flandria, que finalmente no se concretó. Ante la imposibilidad<br />
de comprar <strong>una</strong>, de allí en más se alquiló, y de esta<br />
manera se ha venido trabajando hasta hoy. Un estudio<br />
detallado de las necesidades del <strong>Club</strong> en tal sentido y sus<br />
costos han decidido a la CD a optar por su construcción,<br />
como el medio más seguro y a la larga menos oneroso para<br />
seguir creciendo.<br />
REVISTA NÁUTICO Nº 172 - ABRIL DE 1992
Como puede apreciarse en las imágenes, comenzaron<br />
los trabajos para que el Canal<br />
Costanero recupere su navegabilidad.<br />
Nuestro <strong>Club</strong> está ayudando en forma importante y<br />
muy reconocida por la Federación Argentina de<br />
Yachting.<br />
Actualmente se están ejecutando las tareas preliminares<br />
del <strong>draga</strong>do, con gran entusiasmo de todos los<br />
sectores involucrados, que así recuperarán esta importante<br />
vía de comunicación fluvial entre el extremo<br />
norte y el sur de la costa del Gran Buenos Aires.<br />
Para los clubes náuticos y entidades deportivas costeras<br />
es de vital importancia que el Canal Costanero<br />
—78—<br />
Avanza<br />
el <strong>draga</strong>do<br />
del Canal Costanero<br />
tenga la profundidad adecuada, de lo contrario las<br />
embarcaciones de mayor calado se exponen a serios<br />
riesgos, especialmente en circunstancias de bajantes<br />
muy pronunciadas.<br />
Por otra parte, es un importante nexo entre el Delta<br />
y el Río de la Plata exterior, que es la salida al<br />
mar. Si bien aguas afuera está el Canal Emilio Mitre,<br />
éste es de carácter comercial y rumbo obligado<br />
para buques de carga de gran porte, por lo que no<br />
puede ser utilizado para la navegación deportiva,<br />
más que en determinados puntos y únicamente para<br />
el cruce.<br />
¡Enhorabuena por esta tan esperada noticia!