boletin 108 - Obra Misionera de Jesús y María
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pero sé <strong>de</strong>tectar dón<strong>de</strong> se encuentra la bondad. Me quedé con aquella reliquia, y no sé por qué<br />
sentía como una voz interna que me <strong>de</strong>cía que no me apartase <strong>de</strong> ella, que no la metiese en un<br />
cajón. Aquella reliquia tenía algo, era como si la dueña <strong>de</strong> la reliquia quisiera ver a través <strong>de</strong><br />
aquel minúsculo objeto los caminos <strong>de</strong> barro, las al<strong>de</strong>as perdidas, las personas con las que<br />
trabajo, el bosque don<strong>de</strong> vivo en lo más oscuro y profundo <strong>de</strong> este país <strong>de</strong>l África Austral,<br />
don<strong>de</strong> mi trabajo consiste en dar trabajo a los que no lo tienen y luchar activamente contra la<br />
corrupción, para que este mundo sea un mundo un poco más justo. Pues, con aquella reliquia<br />
que siempre llevo colgada al cuello junto con una pequeña chapita minúscula <strong>de</strong> oro, que es un<br />
mapa <strong>de</strong> África, en uno <strong>de</strong> mis viajes al bosque don<strong>de</strong> trabajo me sucedió lo siguiente:<br />
Teníamos que abrir un camino perimetral en la concesión forestal que ha dado el gobierno <strong>de</strong><br />
Mozambique a nuestra empresa en favor <strong>de</strong> la naturaleza, pues cortamos apenas un 10% <strong>de</strong> la<br />
cota <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra autorizada y replantamos lo que produce. Aquel día trabajaba con un equipo <strong>de</strong><br />
unos 40 hombres, todos africanos, que con sus machetes abrían penosamente el camino<br />
perimetral <strong>de</strong>l bosque, por veces lleno <strong>de</strong> espinas. A medida que ellos abrían, yo iba <strong>de</strong>trás, sola,<br />
con mi cua<strong>de</strong>rno y mi GPS., que es un medidor <strong>de</strong> coor<strong>de</strong>nadas, tomando los apuntes técnicos<br />
necesarios. Detrás, todavía no visible, venía nuestro viejo camión con los víveres, las tiendas,<br />
las cosas <strong>de</strong>l campamento portátil y el agua. En un momento <strong>de</strong>terminado <strong>de</strong>l camino que<br />
acababan <strong>de</strong> abrir con sus machetes los hombres que se encontraban un poco más a<strong>de</strong>lante, vi<br />
atravesada en el camino, una liana que se encontraba a poco más <strong>de</strong> dos metros <strong>de</strong>l suelo;<br />
parecía una liana leve pero, pensé: “Va a llegar el camión y se va a enredar en el <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong><br />
combustible que improvisamos sobre la cabina <strong>de</strong>l conductor, se va a caer y per<strong>de</strong>mos el<br />
combustible”. Entonces, di un salto y con el brazo <strong>de</strong>recho intenté <strong>de</strong>scolgar la liana; pero no<br />
era una liana, sino un enorme pedazo <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, fósil y pesado, como hierro oscuro, <strong>de</strong> unos 5<br />
metros <strong>de</strong> longitud y 15 cms. <strong>de</strong> grueso, en forma <strong>de</strong> triangulo invertido que se precipitó sobre<br />
su vértice cortante con todo su peso sobre mi cara vuelta hacia aquel obstáculo que traté <strong>de</strong><br />
esquivar; pero me golpeó brutalmente en el punto que une la nariz y la frente, entre las cejas,<br />
originándome una herida enorme; la sangre corría sin control y no me atrevía a llevar las manos<br />
a la cara porque tenía la sensación <strong>de</strong> que no iba a encontrar la nariz en su lugar; a mis pies se<br />
encontraba la falsa liana. En aquel momento llegaron algunos trabajadores, a los que conseguí<br />
llamar a pesar <strong>de</strong> que apenas podía tenerme en pie. Al verme, todos juntos caminaron hacia atrás<br />
porque no se atrevían a acercarse. Me tumbé en el suelo y, pasados varios minutos, me<br />
facilitaron una cama portátil <strong>de</strong> campaña que fueron a buscar al camión que nos seguía, allí<br />
volví a tumbarme y, mientras tanto, me di cuenta que la sangre que segundos antes había<br />
manchado toda mi ropa, <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> correr, y es que durante todo aquel tiempo que me pareció<br />
eterno, mi mano <strong>de</strong>recha encerraba sin soltarla, con la fuerza instintiva <strong>de</strong> lo inevitable, la<br />
reliquia que aquella hermana me había dado. Cuando pu<strong>de</strong>, todavía mareada y sola, porque los<br />
trabajadores estaban tan asustados que no se atrevieron a acercarse más que para <strong>de</strong>jar la cama<br />
portátil y sugerirme que me pusiera "aceite quemado" en la herida, con la mano izquierda, me<br />
palpé y pu<strong>de</strong> darme cuenta que la nariz estaba en su lugar y que la herida no era nada<br />
proporcional al tremendo golpe que me aturdió y a lo mucho que había sangrado. ¡No podía<br />
creérmelo! Con la misma mano izquierda, busqué un pequeño pañuelo que siempre llevo en el<br />
bolsillo y la hemorragia se <strong>de</strong>tuvo. Medio <strong>de</strong>smayada que estaba, no podía creer lo que estaba<br />
pasando, y en aquel preciso momento me di cuenta <strong>de</strong> que mi mano <strong>de</strong>recha apretaba<br />
instintivamente la reliquia. Los trabajadores, a una distancia pru<strong>de</strong>nte, me preguntaban cómo<br />
estaba y, tranquilizándolos, ya se acercaron y les expliqué lo que había pasado. Todavía<br />
tumbada, les pedí que por favor cogieran aquel pedazo <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra que se encontraba a los pies<br />
<strong>de</strong> la cama portátil, pues me parecía importante confirmar que el ma<strong>de</strong>ro que me había herido<br />
no pertenecía a ninguna especie forestal venenosa, que no son infrecuentes. Entonces el mareo<br />
cedió <strong>de</strong> forma incomprensible, así como la hemorragia, y cuál sería mi asombro que a mi<br />
alre<strong>de</strong>dor (y eso que me encontraba exactamente en el punto exacto don<strong>de</strong> había sucedido el<br />
acci<strong>de</strong>nte) ni en ningún otro lugar encontramos ni palo ni liana, causa <strong>de</strong> semejante acci<strong>de</strong>nte.<br />
Lo buscamos más <strong>de</strong> diez personas y no fue posible encontrarlo, simplemente <strong>de</strong>sapareció<br />
¡Incomprensible! Tengo más <strong>de</strong> 30 testigos <strong>de</strong> lo sucedido, todos ellos trabajadores resi<strong>de</strong>ntes<br />
en el bosque don<strong>de</strong> se encuentra nuestra concesión. La mayor parte <strong>de</strong> ellos continúan conmigo.<br />
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