Núm. 30 Noviembre - Asociación Gaditana Jacobea "Vía Augusta"

costa y recorriendo la coqueta y plagada de
gente playa de la Concha (más que una playa
del norte parece una playa del sur porque está
realmente atestada de gente). Finalmente,
llegamos al albergue, pero hay que esperar
porque hasta las cuatro no lo abren, pues a
esperar.
Una vez nos hemos registrado en el
albergue y hemos cumplido con la rutina del
peregrino: ducha, lavar ropa. Tras un breve
descanso decido reponer fuerzas a base de los
siempre apetecibles pinchos vascos. Nada que
ver con las tapas andaluzas, estos son mucho
más elaborados, también caros, porque en el
sur la tapa va con la cerveza. Pero aquí te
tienes que pedir un zurito (el equivalente de la
caña andaluza) y un pincho. En el sur te saldría
por 1,50€, aquí te sale por 3,50€. Pero bueno,
después de la etapa de hoy nos merecíamos
este pequeño homenaje. Tras esta merecida
cena y antes de retirarme a descansar comparto
un tiempo de charla con dos peregrinas
singulares: una es la francesita de la flor que
llegó el día anterior al albergue de Irún, y la
otra es una americana de no recuerdo que
congregación religiosa que viene desde
Holanda, y lleva ya dos meses de camino. Lo
curioso del asunto es que esta americana está
realizando el camino sin un solo euro en el
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bolsillo. Cuando me dice esto, yo me quedo
realmente anonadado y le pregunto que cómo
es posible eso, ¿de qué come?, ¿dónde se
aloja?,… Ella dice que vive de la buena
voluntad de la gente, que no le preocupa lo
más mínimo lo que le depara el futuro porque
siempre se sale adelante. Dice realizar el
Camino para conocer a la gente y ayudar a esta
gente a abrir su corazón a Dios. Si es verdad lo
que me cuenta, y no tengo argumentos para
refutarlo, es realmente impresionante, ¡aún
existen los místicos del Camino! (mística en
este caso). Yo sería incapaz de vivir así,
necesito algunas seguridades y certidumbres en
mi vida, porque eso de ir por ahí a la buena de
Dios no va mucho conmigo. La verdad que
cuando das con una persona así (persona
realmente singular) te hace plantearte muchas
cosas, y reflexionar sobre las verdaderas
necesidades que tenemos. En el Camino he
descubierto que se puede vivir feliz con mucho
menos de lo que tenemos, que muchas veces
las necesidades no son reales, sino necesidades
creadas o impuestas por esta sociedad de
consumo (consumista, más bien). Pero también
es cierto que cuando vuelvo a mi vida normal,
vuelvo a ser prisionero de esas necesidades
creadas.