Encuadre, revista de la enseñanza del diseño.

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9. Los paratextos, según Gérard Genette, son textos escoltas o auxiliares que aparecen dentro y fuera del espacio tipográfico del libro impreso como un discurso híbrido, del editor o del propio autor, que nos acerca a la recepción de un texto. Por otra parte, Genette llamó “peritexto editorial” a la región exterior del texto a cargo del editor o resultante del hecho de editarlo u ofrecerlo al público: portada, portadilla, realización material, formato, papel, composición tipográfica, en tanto que influyen sobre la recepción. Ge n e t t e, G. 2001. Umbrales. México: Siglo XXI. 10. De acuerdo con Lak o f f , G. y M. Jo h n s o n . 1991. Metáforas de la vida cotidiana. Madrid: Cátedra, los conceptos se categorizan en tres niveles: superordenado, básico y subordinado. Un lector totalmente novato aplica una categoría superordenada: “son letras”, y un experto ve categorías subordinadas: “es una fuente holandesa de la década de 1630” o “es un soneto de Garcilaso de la Vega”. Las categorías básicas, útiles, operativas, que construye un lector típico tienden a tener un carácter metafórico: pesado, ligero, tradicional, innovador, ordenado, desordenado. 11. Nu n b e r g, G. 1998. El futuro del libro. ¿Esto matará eso? Barcelona: Paidós. Desde luego, la pronunciación correcta de “Efecto ¡paf!” sería dejando a la vez caer un Grand Larousse sobre una mesa. Por cierto, en México tratado y ladrillo se usan indistintamente para referirse a un libro extenso, serio y profundo. 12. Br i n g h u r s t, R. 2008. Los elementos del estilo tipográfico. México: f c e/Libraria. venta, su lugar social, los otros textos con los que convive y dialoga, su portada, color, precio, papel, encuadernación, isbn, código de barras o url. El texto tiene muchas maneras de dirigirse a su lector. Casi nunca se presenta solo, sino acompañado por una comitiva de textos: título, subtítulos, encabezados, notas, citas, comentarios, apostillas, prólogos, prefacios, introducciones, epílogos, dedicatorias, epígrafes, índices, tablas, diagramas, esquemas, dibujos, fotos, mapas, aparatos críticos, didácticos, legales y de navegación. Hay un efecto real de los paratextos en la recepción del texto. 9 Además el logos jamás aparece desnudo en sociedad; se viste de peritextos y construye una personæ para “salir a escena”: un tipo de letra, una forma específica de organización de la página, un papel, color, peso y textura, una encuadernación. Aunque el lector típico no categoriza a nivel subordinado 10 las fuentes, retículas, papeles y encuadernaciones, sí ve, discierne y categoriza entre canon y ruptura, habitual y desusado, lujoso y modesto. Un texto puede ser ligero o pesado: Geoffrey Nunberg le llama “Efecto ¡paf!” a la relación metafórica entre la masa física y la importancia, la seriedad y el “peso” intelectual de un libro. 11 Los caligramas, cuyo origen se remota al siglo iii a. C., demuestran que la poesía no siempre se consideró como un puro hecho lingüístico, aunque explorar su visualidad aún se sigue considerando vanguardia, experimentación o rompimiento. Muchos escritores han sido tipógrafos, como Walt Whitman y Alí Chumacero, o amigos íntimos de la tipografía, como João Guimarães Rosa. Robert Bringhurst, poeta, se metió a tipógrafo justo porque el tipo de letra y el orden de la página no son ajenos al acto poético. Más conocido por sus Elementos del estilo tipográfico 12 que por sus poemas, Bringhurst insiste en que no es un tipógrafo, sino un poeta que considera a la tipografía como parte inseparable de la poesía. Hay una relación indisoluble entre la puesta en página, la composición, la retícula, la acentuación o la etiqueta tipográfica, y la forma en que se lee o se interpreta oralmente un texto. Ellen Lupton exhibe la relación entre la visualidad de la escritura y la evolución del propio sistema lingüístico. Fue precisamente la necesidad de registrar gráficamente la modulación oral, las pausas, las transiciones del pensamiento, los énfasis, las continuidades y las discontinuidades la que hizo nacer los primeros signos de puntuación, no de la gramática sino de la retórica. Fueron inventados por el bibliotecario Aristófanes de Alejandría quien, tras leer la Retórica de Aristóteles, se convenció de la necesidad de un sistema “ortográfico” para representar sobre los manuscritos las modulaciones expresivas de la deliberación oral. 13 La tipografía es fundamental para la lectura. Y viceversa. Pero por lectura se entienden al menos tres conceptos profundamente entreverados, que se porfía en estudiar por separado: a) el conjunto de procesos sensoriales, perceptuales y biomecánicos que ocurren cuando el individuo mira las letras; b) el conjunto de acciones psicolingüísticas y cognitivas que el individuo realiza, en interacción con un texto, para tratar de construir su sentido, y c) el conjunto de hábitos, comportamientos, lugares, momentos, finalidades, actitudes y formas de interacción social en que los individuos usan los textos. Se suele creer que la relación entre tipografía y lectura se limita a a), los procesos sensoriales, perceptuales y biomecánicos, lo que la pone de lleno en manos de la oftalmología, la ergonomía y la psicología experimental. Pero los ojos no pueden leer lo que la mente no conoce, y sólo se conoce lo que tiene sentido para un sujeto en su contexto: a) no existe sin b), que no existe sin c). Y viceversa. La tipografía es un sistema de signos y, como tal, existe por sí mismo a la vez que se presenta en lugar de otra cosa; su rol mediador es prestarle su visualidad y su materialidad a un Vol. II, núm. 13, octubre de 2008. Especial de tipografía. 63

logos que carece de ellas y las necesita. Se trata de un fenómeno transdisciplinario, simbólico, abstracto y mediado, es decir: complicado. Es difícil abordarlo integralmente. El tipógrafo no le hace ningún favor a su trabajo cuando se asume sólo como un técnico que trabaja con materiales, o como un creador que trabaja con formas visuales, desentendiéndose de la lógica y la gramática. Pero lo opuesto tampoco es la respuesta. Lo que se dice es inseparable de cómo se dice, a quién, cuándo, dónde, para qué, por qué y con qué medios se dice. Toda gramática implica una retórica y toda retórica implica una gramática. 14 Dejarle sólo a la gramática toda la organización de un texto es negar la posibilidad de integrar el signo lingüístico con el signo visual, desaprovechando valores expresivos para poner a salvo la hipotética pureza del logos. La relación entre la forma expresiva lingüística y visual permite usar los recursos de una forma material que es inevitable, ampliando la también inevitable interpretación lógica, sintáctica, semántica u ortográfica del texto. Muchas generaciones de tipógrafos han enriquecido el acervo de posibilidades expresivas de la tipografía, que puede ser materia prima para generar teorías. Entender al diseño tipográfico como un saber práctico basado en la reflexión lo saca de la especulación; la iluminación que envuelve la noción de creatividad en el diseño limita su enseñanza y su aprendizaje, al crear la representación de que el talento creativo es como una caja negra, aislada del contexto. II. Metáfora Entender al diseño como una techné retórica, un arte interpretativo, como lo define Román Esqueda, 15 nos ayuda a sistematizar más conscientemente la experiencia de construirlo. Así se hace claramente visible la presencia de la metáfora en la tipografía: escribanos, tipógrafos, diseñadores y lectores se han refugiado durante siglos en el uso de metáforas para comprender ellos mismos, explicar a los demás y justificar su propio trabajo. Para el racionalismo imperante en Occidente en los últimos siglos, la metáfora es sólo un viejo recurso literario, esencialmente poético y desterrado del logos; un metalenguaje im- 64 Encuadre, revista de la enseñanza del diseño. preciso y soñador que desdibuja el verdadero significado de los textos, útil para diluir o disfrazar lo que realmente se quiere decir, adornando con melcocha, zalamería o engaño las verdaderas intenciones del hablante. La razón afirma la importancia de decirle al limón “limón” (o Citrus aurantifolia), sin perder tiempo y rumbo con amargas lunas verdes. La retórica, con su énfasis en construir la verosimilitud del argumento de cara a los acuerdos previos del oyente, se tacha de manipuladora porque “sólo dice lo que el escucha quiere oír”. Esta definición aún impera en el sentido común. Pero hay retóricas de muchos sabores; esta visión es cierta sólo para las retóricas autoritarias, que descartan por innecesarias la indagación de la otredad, la formulación lógica, la discusión y la demostración de los argumentos, ingredientes indispensables de la retórica en las sociedades democráticas. Cuando los únicos argumentos válidos son los del poder, la retórica se reduce al discurso panegírico y al bien decir: que lo dicho se oiga o se vea bonito, no importa qué se dice o si lo dicho es verdad. 16 Ello la reduce a un mero arte de las figuras ornamentales, incompatible con la noción de verdad objetiva construida a partir del pensamiento cartesiano. La retórica y la metáfora se han visto desde entonces como recursos para el uso poético (o peor, demagógico) de la lengua; no se acepta aún que subyacen a todos los actos comunicativos e influyen en el desarrollo cognitivo y en el actuar físico de las personas. Román Esqueda, citando la Retórica de Aristóteles, destaca su origen netamente visual: metaforizar consiste en tener la capacidad de ver las semejanzas; por eso es difícil enseñarle a alguien a metaforizar. 17 Paul Ricœur subraya esta afirmación aristotélica: la metáfora tiene como finalidad hacer que las cosas sean puestas ante los ojos o se hagan visibles en el discurso. La metáfora representa lo abstracto en términos concretos. 18 Se trata esencialmente de definir una cosa en términos de otra, para ponerla en evidencia a través de sus semejanzas; para hacer visibles cosas, o aspectos de las cosas, que no son evidentes. La poesía, desde luego, usa estéticamente la metáfora para producir nuevas imágenes e inducir impresiones sensibles en el lector, como cuando Pablo Neruda encuentra semejanzas entre las cursivas y un velero nave- 14. La frase es de Helena Beristáin, 12 de marzo de 2008. Recurriendo a otro ejemplo, la relación indisoluble entre la gramática, la intención retórica y el significado a nivel de imagen mental se ilustra muy bien con el caso del estudiante que le pregunta al padre Anselmo: “¿Es pecado fumar mientras estoy rezando?”. El religioso, desde luego, se escandaliza; “fumar es un feo vicio y no debe mancillar el momento de la oración”. Sin embargo un compañero le sugiere al estudiante que reorganice la pregunta: “¿Es pecado rezar mientras estoy fumando?”. Entonces el padre Anselmo responde: “¿Cómo va a ser un pecado rezar? Hazlo siempre, hijo; hasta los peores momentos del vicio son buenos para acercarte a Dios”. Adaptado de Sc h w a n i t z, D. 2002. La cultura. Todo lo que hay que saber. México: Taurus, p. 420. 15. Es q u e d a, R. 2003. El juego del diseño, un acercamiento a sus reglas de interpretación creativa. México: Designio/Encuadre. 16. No necesitamos asumir al diseño gráfico como arte retórico para ver que nació bajo algunas de estas influencias. 17. Es q u e d a, R. Op. cit. 18. En: Be u c h o t, M. Op. cit.

9. Los paratextos, según Gérard Genette, son<br />

textos escoltas o auxiliares que aparecen <strong>de</strong>ntro<br />

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como un discurso híbrido, <strong>de</strong>l editor o <strong>de</strong>l propio<br />

autor, que nos acerca a <strong>la</strong> recepción <strong>de</strong> un<br />

texto. Por otra parte, Genette l<strong>la</strong>mó “peritexto<br />

editorial” a <strong>la</strong> región exterior <strong>de</strong>l texto a cargo<br />

<strong>de</strong>l editor o resultante <strong>de</strong>l hecho <strong>de</strong> editarlo<br />

u ofrecerlo al público: portada, portadil<strong>la</strong>,<br />

realización material, formato, papel, composición<br />

tipográfica, en tanto que influyen sobre <strong>la</strong><br />

recepción. Ge n e t t e, G. 2001. Umbrales. México:<br />

Siglo XXI.<br />

10. De acuerdo con Lak o f f , G. y M. Jo h n s o n .<br />

1991. Metáforas <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida cotidiana. Madrid:<br />

Cátedra, los conceptos se categorizan en tres<br />

niveles: superor<strong>de</strong>nado, básico y subordinado.<br />

Un lector totalmente novato aplica una categoría<br />

superor<strong>de</strong>nada: “son letras”, y un experto<br />

ve categorías subordinadas: “es una fuente<br />

ho<strong>la</strong>n<strong>de</strong>sa <strong>de</strong> <strong>la</strong> década <strong>de</strong> 1630” o “es un<br />

soneto <strong>de</strong> Garci<strong>la</strong>so <strong>de</strong> <strong>la</strong> Vega”. Las categorías<br />

básicas, útiles, operativas, que construye<br />

un lector típico tien<strong>de</strong>n a tener un carácter<br />

metafórico: pesado, ligero, tradicional,<br />

innovador, or<strong>de</strong>nado, <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nado.<br />

11. Nu n b e r g, G. 1998. El futuro <strong>de</strong>l libro. ¿Esto<br />

matará eso? Barcelona: Paidós. Des<strong>de</strong> luego,<br />

<strong>la</strong> pronunciación correcta <strong>de</strong> “Efecto ¡paf!” sería<br />

<strong>de</strong>jando a <strong>la</strong> vez caer un Grand Larousse sobre<br />

una mesa. Por cierto, en México tratado y<br />

<strong>la</strong>drillo se usan indistintamente para referirse a<br />

un libro extenso, serio y profundo.<br />

12. Br i n g h u r s t, R. 2008. Los elementos <strong>de</strong>l estilo<br />

tipográfico. México: f c e/Libraria.<br />

venta, su lugar social, los otros textos con los que convive y dialoga, su portada, color, precio,<br />

papel, encua<strong>de</strong>rnación, isbn, código <strong>de</strong> barras o url.<br />

El texto tiene muchas maneras <strong>de</strong> dirigirse a su lector. Casi nunca se presenta solo, sino<br />

acompañado por una comitiva <strong>de</strong> textos: título, subtítulos, encabezados, notas, citas, comentarios,<br />

apostil<strong>la</strong>s, prólogos, prefacios, introducciones, epílogos, <strong>de</strong>dicatorias, epígrafes,<br />

índices, tab<strong>la</strong>s, diagramas, esquemas, dibujos, fotos, mapas, aparatos críticos, didácticos,<br />

legales y <strong>de</strong> navegación. Hay un efecto real <strong>de</strong> los paratextos en <strong>la</strong> recepción <strong>de</strong>l texto. 9<br />

A<strong>de</strong>más el logos jamás aparece <strong>de</strong>snudo en sociedad; se viste <strong>de</strong> peritextos y construye una<br />

personæ para “salir a escena”: un tipo <strong>de</strong> letra, una forma específica <strong>de</strong> organización <strong>de</strong> <strong>la</strong> página,<br />

un papel, color, peso y textura, una encua<strong>de</strong>rnación. Aunque el lector típico no categoriza<br />

a nivel subordinado 10 <strong>la</strong>s fuentes, retícu<strong>la</strong>s, papeles y encua<strong>de</strong>rnaciones, sí ve, discierne<br />

y categoriza entre canon y ruptura, habitual y <strong>de</strong>susado, lujoso y mo<strong>de</strong>sto. Un texto pue<strong>de</strong> ser<br />

ligero o pesado: Geoffrey Nunberg le l<strong>la</strong>ma “Efecto ¡paf!” a <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción metafórica entre <strong>la</strong> masa<br />

física y <strong>la</strong> importancia, <strong>la</strong> seriedad y el “peso” intelectual <strong>de</strong> un libro. 11<br />

Los caligramas, cuyo origen se remota al siglo iii a. C., <strong>de</strong>muestran que <strong>la</strong> poesía no<br />

siempre se consi<strong>de</strong>ró como un puro hecho lingüístico, aunque explorar su visualidad aún se<br />

sigue consi<strong>de</strong>rando vanguardia, experimentación o rompimiento. Muchos escritores han sido<br />

tipógrafos, como Walt Whitman y Alí Chumacero, o amigos íntimos <strong>de</strong> <strong>la</strong> tipografía, como<br />

João Guimarães Rosa. Robert Bringhurst, poeta, se metió a tipógrafo justo porque el tipo <strong>de</strong><br />

letra y el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> <strong>la</strong> página no son ajenos al acto poético. Más conocido por sus Elementos <strong>de</strong>l<br />

estilo tipográfico 12 que por sus poemas, Bringhurst insiste en que no es un tipógrafo, sino un<br />

poeta que consi<strong>de</strong>ra a <strong>la</strong> tipografía como parte inseparable <strong>de</strong> <strong>la</strong> poesía.<br />

Hay una re<strong>la</strong>ción indisoluble entre <strong>la</strong> puesta en página, <strong>la</strong> composición, <strong>la</strong> retícu<strong>la</strong>, <strong>la</strong><br />

acentuación o <strong>la</strong> etiqueta tipográfica, y <strong>la</strong> forma en que se lee o se interpreta oralmente un texto.<br />

Ellen Lupton exhibe <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción entre <strong>la</strong> visualidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> escritura y <strong>la</strong> evolución <strong>de</strong>l propio<br />

sistema lingüístico. Fue precisamente <strong>la</strong> necesidad <strong>de</strong> registrar gráficamente <strong>la</strong> modu<strong>la</strong>ción<br />

oral, <strong>la</strong>s pausas, <strong>la</strong>s transiciones <strong>de</strong>l pensamiento, los énfasis, <strong>la</strong>s continuida<strong>de</strong>s y <strong>la</strong>s discontinuida<strong>de</strong>s<br />

<strong>la</strong> que hizo nacer los primeros signos <strong>de</strong> puntuación, no <strong>de</strong> <strong>la</strong> gramática sino<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> retórica. Fueron inventados por el bibliotecario Aristófanes <strong>de</strong> Alejandría quien, tras<br />

leer <strong>la</strong> Retórica <strong>de</strong> Aristóteles, se convenció <strong>de</strong> <strong>la</strong> necesidad <strong>de</strong> un sistema “ortográfico” para<br />

representar sobre los manuscritos <strong>la</strong>s modu<strong>la</strong>ciones expresivas <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>liberación oral. 13<br />

La tipografía es fundamental para <strong>la</strong> lectura. Y viceversa. Pero por lectura se entien<strong>de</strong>n<br />

al menos tres conceptos profundamente entreverados, que se porfía en estudiar por separado:<br />

a) el conjunto <strong>de</strong> procesos sensoriales, perceptuales y biomecánicos que ocurren cuando<br />

el individuo mira <strong>la</strong>s letras; b) el conjunto <strong>de</strong> acciones psicolingüísticas y cognitivas que el individuo<br />

realiza, en interacción con un texto, para tratar <strong>de</strong> construir su sentido, y c) el conjunto<br />

<strong>de</strong> hábitos, comportamientos, lugares, momentos, finalida<strong>de</strong>s, actitu<strong>de</strong>s y formas <strong>de</strong> interacción<br />

social en que los individuos usan los textos. Se suele creer que <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción entre tipografía y<br />

lectura se limita a a), los procesos sensoriales, perceptuales y biomecánicos, lo que <strong>la</strong> pone <strong>de</strong><br />

lleno en manos <strong>de</strong> <strong>la</strong> oftalmología, <strong>la</strong> ergonomía y <strong>la</strong> psicología experimental. Pero los ojos no<br />

pue<strong>de</strong>n leer lo que <strong>la</strong> mente no conoce, y sólo se conoce lo que tiene sentido para un sujeto en<br />

su contexto: a) no existe sin b), que no existe sin c). Y viceversa.<br />

La tipografía es un sistema <strong>de</strong> signos y, como tal, existe por sí mismo a <strong>la</strong> vez que se presenta<br />

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Vol. II, núm. 13, octubre <strong>de</strong> 2008. Especial <strong>de</strong> tipografía.<br />

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