Encuadre, revista de la enseñanza del diseño.

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un serio problema metodológico: el considerable margen de error que existe si el mismo lector lee muchas veces el mismo texto durante una prueba, aunque sea con tipos o tamaños diferentes; para solucionar este problema hace falta seleccionar textos que sean diferentes pero comparables entre sí. En la Universidad de Reading este problema se resuelve empleando una extensa batería de textos diferentes entre sí, pero aplicada por igual a todos los sujetos experimentales. Aún así, el problema es irresoluble mientras se quiera evaluar solamente la legibilidad material (tipo, tamaño, ancho de líneas, interlíneas) y no se consideren los factores pragmáticos. El lector es una persona. El mismo Ovink encontró que, en ciertas circunstancias, las letras góticas eran más legibles que las romanas. Ese solo hecho basta para derribar cualquier ley universal al respecto. Históricamente es normal que la letra que en una cultura se considera más legible resulte ilegible para los sujetos de otras culturas. Tan normal como que una cultura hegemónica le imponga su forma de escritura a las culturas que somete. A fines del siglo xv, cuando las ricas y poderosas imprentas italianas intentaban difundir los tipos romanos por toda Europa, argumentando que eran más legibles que los góticos, hubo una enorme resistencia en el norte del continente. En primer lugar porque de hecho, para los lectores acostumbrados a las góticas, los tipos romanos eran realmente ilegibles. En segundo, porque hasta el siglo xx fue normal que los lectores recelaran de las escrituras y fuentes extranjeras, que solían venir acompañando a las invasiones e imposiciones económicas o militares. En tercero, porque se denunciaba el discurso sobre la legibilidad supuestamente superior de las romanas como lo que probablemente era en realidad: un medio más para imponer la superioridad económica e ideológica italiana. La posterior quiebra comercial de Italia (causada en gran medida por los navegantes portugueses y españoles), la venta de indulgencias y la Reforma luterana harían verosímil esta denuncia. De ahí se derivan algunas conclusiones. La primera, que abunda la evidencia 38, 39 de que la forma de la letra y la estructura de la página sirven, y se han usado siempre, para metaforizar el pensamiento, hacerlo evidente y verosímil. Typography is what the language looks like, 40 “la tipografía es el aspecto del lenguaje”, arremete Ellen Lupton desde la portadilla de Thinking with type. La segunda, que esta función se ha empleado cuando menos desde el imperio romano para reforzar todo tipo de intenciones retóricas, especialmente desde el poder. 41 Falta la tercera y la más importante. Ante la falta de a) datos empíricos concluyentes, que b) arrojen patrones universalmente repetibles, para c) formar leyes científicas sobre la legibilidad específica de una u otra fuente, el único razonamiento plausible que permanece en pie es el que viene crecientemente respaldado por la teoría cognitiva: que la tipografía que mejor se lee es la que mejor cumple las expectativas del lector para una tópica determinada. La mejor fuente tipográfica es la que cada lector está más acostumbrado a leer. 38. Br i n g h u r s t, R. 2004. The solid form of language. Kentville, NS: Gaspereau Press. 39. Lu p t o n, E. 1999. Op. cit. 40. Lu p t o n, E. 2004. Thinking with type. Nueva York: Princeton Architectural Press. 41. Mo r i s o n, S. 1972. Politics and scripts. Oxford: Oxford University Press. VII. Metáforas tipográficas La tipografía se ve, se lee y se siente. Como ya repetimos, la principal intención de la tipografía es ser leída, pero debido a su dualidad, lingüística y visual, expresa más de lo que dice el texto. La recepción se modifica, no siempre con sutileza, al cambiar la fuente tipográfica y el orden de página, por lo que éstos pueden ayudar a la persuasión o a la comprensión del mensaje lingüístico introduciendo su propio sistema de representaciones visuales y compositivas. La tipografía no sólo desempeña un rol de mediadora entre el logos del texto y su materialidad visible, sino que también construye su propio logos mediante la puesta en evidencia de un orden visual lógico; construye un ethos a través de lo que parece ser, de las expectativas que genera y cumple, y construye un pathos con las sensaciones y emociones que despierta en los lectores. La adecuación precisa del orden tipográfico a la tópica particular de cada situación es determinante para construir la unidad de sentido; esto es, para que los órdenes lógicos, éticos y estéticos del texto y del diseño dialoguen y trabajen de común acuerdo, en vez de competir, distrayendo al lector o anulándose mutuamente. Vol. II, núm. 13, octubre de 2008. Especial de tipografía. 77

78 Encuadre, revista de la enseñanza del diseño. Imagen entregada por el autor del texto El “efecto marioneta”, descrito por William Addison Dwiggins. Imagen entregada por los autores del texto. Esta adecuación no es sólo o no es siempre lógica, sino también ética y estética, lo que implica que no siempre se puede enunciar verbalmente su racionalidad. Lo ético y en especial lo estético operan dentro de esquemas más profundos que lo lógico; pocas veces pueden enunciarse con claridad en sus propios términos y se expresan mejor con metáforas. De ahí que haya tipos y órdenes de página a los que no podemos clasificar sino como festivos, clásicos, aburridos, dinámicos, elegantes, imperiales, literarios, barrocos, rebeldes, etcétera. Los diseñadores se suelen ver en la necesidad de explicar su propio trabajo usando metáforas. Abordaremos algunas metáforas usadas por grandes diseñadores tipográficos para categorizar, entender y explicar lo indecible, lo inaprehensible de su trabajo. Ello quizá nos permita iniciar una especie de catálogo de metáforas, que podría ampliarse con las que usan hoy los diseñadores. Para eso hay que reconocer, por un lado, que los diseñadores que las usan son o se dicen expertos y, como tales, son dados a emplear categorías subordinadas; por el otro, que la capacidad de una metáfora para poner en común lo inaprehensible está determinada por su área de coposesión semántica y por los lugares comunes que existen entre los diseñadores y los lectores. Estos lugares pueden variar significativamente. Luego convendría estudiar las metáforas que usan los lectores para describir las diferencias que perciben entre distintas fuentes y órdenes de página, sabiendo por ahora que la mayoría de ellos empleará categorías superordenadas o básicas, pero algunos intentarán parecer expertos mirando las letras y usando categorías subordinadas. Metafóricamente, claro; esto es, empleando analógicamente los términos correspondientes a otras realidades. Un posible resultado sería saber hasta qué punto los diseñadores están logrando comunicarse con los lectores, o esforzándose por crear elaboradísimos ethos y pathos que la gente no logra ver. Otro sería explicitar mejor las conexiones entre los textos y sus representaciones, y también generar argumentos para responder o desechar preguntas como “¿para qué contratar un diseñador, si el texto así se entiende?” o “¿para qué hacer nuevas fuentes, si ya hay muchas?”. Una de las metáforas tipográficas más interesantes es el efecto marioneta. El norteamericano William Addison Dwiggins, además de dedicar su vida a ser artista y tipógrafo, diseñaba, esculpía y vestía marionetas. En su doble vida paralela entre la tipografía y el teatrino, Dwiggins observó que la puesta en escena tenía afinidades con la puesta en página. Por una parte, los caracteres son como los personajes de un teatro: no son nada o pueden ser cualquier cosa, hasta que aparecen en lugar de algo inmaterial para prestarle por un rato su materialidad y desempeñar cierto papel. Por la otra, las marionetas se ven distintas desde cerca o desde lejos: de cerca distinguimos perfectamente sus rasgos particulares, que a la distancia se pierden fundiéndose con el todo. De la misma forma, cuando leemos de muy cerca o en cuerpos muy grandes vemos los rasgos de cada carácter, pero a la distancia o en cuerpos más pequeños los vemos perderse y fundirse en palabras, oraciones, líneas y párrafos. Los actores de teatro y los constructores de marionetas saben que este efecto los obliga a exagerar mucho algunos rasgos, como los ojos, la boca o las cejas, para no perder parte de su capacidad expresiva en la distancia. Dwiggins llevó esta exageración a su trabajo tipográfico, haciendo más evidentes los rasgos de las letras que permitieran una mejor lectura a la distancia o en cuerpos pequeños. La sensación de armonía y expresividad que se produce al apreciar de lejos la letra o la marioneta, puesta en página o en escena, será totalmente diferente si la apreciamos muy de cerca o en tamaños monumentales. Las mismas cualidades que ayudan a la tipografía a leerse mejor en puntajes reducidos, se vuelven rasgos grotescos, burdos y exagerados en puntajes altos. Dwiggins le dio a este fenómeno el nombre de efecto marioneta, probablemente por la dificultad de explicarlo claramente en sus propios términos. Al diseñar o seleccionar una fuente tipográfica es mala idea decidir según la forma de cada carácter por separado, y es preferible analizar su capacidad para componerse en conjunto en el cuerpo o cuerpos específicos que planeamos usar. El efecto marioneta también pone en evidencia que una fuente para puntajes grandes no tiene las mismas características formales que

un serio problema metodológico: el consi<strong>de</strong>rable margen <strong>de</strong> error que existe si el mismo lector lee<br />

muchas veces el mismo texto durante una prueba, aunque sea con tipos o tamaños diferentes; para<br />

solucionar este problema hace falta seleccionar textos que sean diferentes pero comparables entre<br />

sí. En <strong>la</strong> Universidad <strong>de</strong> Reading este problema se resuelve empleando una extensa batería <strong>de</strong> textos<br />

diferentes entre sí, pero aplicada por igual a todos los sujetos experimentales. Aún así, el problema<br />

es irresoluble mientras se quiera evaluar so<strong>la</strong>mente <strong>la</strong> legibilidad material (tipo, tamaño, ancho <strong>de</strong><br />

líneas, interlíneas) y no se consi<strong>de</strong>ren los factores pragmáticos. El lector es una persona.<br />

El mismo Ovink encontró que, en ciertas circunstancias, <strong>la</strong>s letras góticas eran más legibles<br />

que <strong>la</strong>s romanas. Ese solo hecho basta para <strong>de</strong>rribar cualquier ley universal al respecto. Históricamente<br />

es normal que <strong>la</strong> letra que en una cultura se consi<strong>de</strong>ra más legible resulte ilegible para los<br />

sujetos <strong>de</strong> otras culturas. Tan normal como que una cultura hegemónica le imponga su forma <strong>de</strong><br />

escritura a <strong>la</strong>s culturas que somete.<br />

A fines <strong>de</strong>l siglo xv, cuando <strong>la</strong>s ricas y po<strong>de</strong>rosas imprentas italianas intentaban difundir los<br />

tipos romanos por toda Europa, argumentando que eran más legibles que los góticos, hubo una<br />

enorme resistencia en el norte <strong>de</strong>l continente. En primer lugar porque <strong>de</strong> hecho, para los lectores<br />

acostumbrados a <strong>la</strong>s góticas, los tipos romanos eran realmente ilegibles. En segundo, porque hasta<br />

el siglo xx fue normal que los lectores rece<strong>la</strong>ran <strong>de</strong> <strong>la</strong>s escrituras y fuentes extranjeras, que solían<br />

venir acompañando a <strong>la</strong>s invasiones e imposiciones económicas o militares. En tercero, porque se<br />

<strong>de</strong>nunciaba el discurso sobre <strong>la</strong> legibilidad supuestamente superior <strong>de</strong> <strong>la</strong>s romanas como lo que probablemente<br />

era en realidad: un medio más para imponer <strong>la</strong> superioridad económica e i<strong>de</strong>ológica italiana.<br />

La posterior quiebra comercial <strong>de</strong> Italia (causada en gran medida por los navegantes portugueses y<br />

españoles), <strong>la</strong> venta <strong>de</strong> indulgencias y <strong>la</strong> Reforma luterana harían verosímil esta <strong>de</strong>nuncia.<br />

De ahí se <strong>de</strong>rivan algunas conclusiones. La primera, que abunda <strong>la</strong> evi<strong>de</strong>ncia 38, 39 <strong>de</strong> que <strong>la</strong> forma<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> letra y <strong>la</strong> estructura <strong>de</strong> <strong>la</strong> página sirven, y se han usado siempre, para metaforizar el pensamiento,<br />

hacerlo evi<strong>de</strong>nte y verosímil. Typography is what the <strong>la</strong>nguage looks like, 40 “<strong>la</strong> tipografía es el aspecto<br />

<strong>de</strong>l lenguaje”, arremete Ellen Lupton <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> portadil<strong>la</strong> <strong>de</strong> Thinking with type. La segunda, que esta<br />

función se ha empleado cuando menos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el imperio romano para reforzar todo tipo <strong>de</strong> intenciones<br />

retóricas, especialmente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el po<strong>de</strong>r. 41<br />

Falta <strong>la</strong> tercera y <strong>la</strong> más importante. Ante <strong>la</strong> falta <strong>de</strong> a) datos empíricos concluyentes, que<br />

b) arrojen patrones universalmente repetibles, para c) formar leyes científicas sobre <strong>la</strong> legibilidad<br />

específica <strong>de</strong> una u otra fuente, el único razonamiento p<strong>la</strong>usible que permanece en pie es el que viene<br />

crecientemente respaldado por <strong>la</strong> teoría cognitiva: que <strong>la</strong> tipografía que mejor se lee es <strong>la</strong> que mejor<br />

cumple <strong>la</strong>s expectativas <strong>de</strong>l lector para una tópica <strong>de</strong>terminada. La mejor fuente tipográfica es <strong>la</strong> que<br />

cada lector está más acostumbrado a leer.<br />

38. Br i n g h u r s t, R. 2004. The solid form of<br />

<strong>la</strong>nguage. Kentville, NS: Gaspereau Press.<br />

39. Lu p t o n, E. 1999. Op. cit.<br />

40. Lu p t o n, E. 2004. Thinking with type. Nueva<br />

York: Princeton Architectural Press.<br />

41. Mo r i s o n, S. 1972. Politics and scripts. Oxford:<br />

Oxford University Press.<br />

VII. Metáforas tipográficas<br />

La tipografía se ve, se lee y se siente. Como ya repetimos, <strong>la</strong> principal intención <strong>de</strong> <strong>la</strong> tipografía<br />

es ser leída, pero <strong>de</strong>bido a su dualidad, lingüística y visual, expresa más <strong>de</strong> lo que dice el texto.<br />

La recepción se modifica, no siempre con sutileza, al cambiar <strong>la</strong> fuente tipográfica y el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong><br />

página, por lo que éstos pue<strong>de</strong>n ayudar a <strong>la</strong> persuasión o a <strong>la</strong> comprensión <strong>de</strong>l mensaje lingüístico<br />

introduciendo su propio sistema <strong>de</strong> representaciones visuales y compositivas. La tipografía<br />

no sólo <strong>de</strong>sempeña un rol <strong>de</strong> mediadora entre el logos <strong>de</strong>l texto y su materialidad visible, sino<br />

que también construye su propio logos mediante <strong>la</strong> puesta en evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> un or<strong>de</strong>n visual<br />

lógico; construye un ethos a través <strong>de</strong> lo que parece ser, <strong>de</strong> <strong>la</strong>s expectativas que genera y cumple, y<br />

construye un pathos con <strong>la</strong>s sensaciones y emociones que <strong>de</strong>spierta en los lectores. La a<strong>de</strong>cuación<br />

precisa <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n tipográfico a <strong>la</strong> tópica particu<strong>la</strong>r <strong>de</strong> cada situación es <strong>de</strong>terminante para construir<br />

<strong>la</strong> unidad <strong>de</strong> sentido; esto es, para que los ór<strong>de</strong>nes lógicos, éticos y estéticos <strong>de</strong>l texto y <strong>de</strong>l <strong>diseño</strong><br />

dialoguen y trabajen <strong>de</strong> común acuerdo, en vez <strong>de</strong> competir, distrayendo al lector o anulándose<br />

mutuamente.<br />

Vol. II, núm. 13, octubre <strong>de</strong> 2008. Especial <strong>de</strong> tipografía.<br />

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