Diosero
Diosero Diosero
102 ñados en nuestros estériles esfuerzos... Jacinta ha resbalado, el agua la arrastra un trecho; Jova logra pescarla por la melena y con mi ayuda sacarla del trance. Un enorme tronco que flota en las aguas barre totalmente nuestra obra... La riada se desborda ya en arroyuelos que hacen charcas al pie de las matas de maíz. Nada hay que hacer; sin embargo, las mujeres siguen en empeñosa pugna. Cuando yo estoy a punto de marcharme materialmente rendido, noto que la tormenta ha cesado ... Como llegó se fue, sin aparatos espectaculares, de improviso, tal como se presenta o se ausenta todo en la selva: la alimaña, el rayo, el viento, el brote, la muerte... Kai-Lan sale del templo, lanza alaridos de júbilo. Nachak'in se asoma por la "champa" y festeja con risas el contento de su hombre. Nosotros regresamos al jacal. Nachak'in mira, sin hacer nada por evitarlo, cómo el cuerpo del sarahuato se chamusca, se carboniza; una nube negra y hedionda hace irrespirable el ambiente; la niña solloza rendida de llorar. Las mujeres al ver mi traza ridícula ríen; estamos encenegados de pies a cabeza. Trato de limpiar el fango de mis botas. Kai-Lan me tiende un calabazo lleno de "balché", aquella bebida fermentada ritual de las grandes ocasiones. Bebo un trago, otro y otro... Cuando alzo el codo por tercera vez, noto que amanece. Kai-Lan está a mi lado, me mira amablemente. Nachak'in se acerca y trata de echar, lúbrica y provocativa, un brazo al cuello del hombrecillo; él la separa delicadamente, al tiempo que me dice: -Nachak'in .ya no, porque hoyes mañana. Luego llama con suavidad a Jova; la anciana vie-
103 ne sumisa hasta el hombre; él la toma por la cintura y así permanece. -Hoy no trabaja de día la Jova... A la noche sí, porque a ella toca subir a la hamaca de Kai-Lan. Después, con palabras breves y cortadas, habla a Nachak'in, quien se ha separado un poco del grupo. La bella e imperiosa, ahora dócil y humilde, va hasta el fogón para ocupar el sitio que dejó Jova, la "kika" en turno. Me dispongo a partir; regalo a las mujeres unos peines rojos y un espejo, ellas agradecen con sonrisas blancas y anchas. Kai-Lan me obsequia con un pernil de sarahuato que se escapó de la chamusquina. Yo correspondo con un manojo de cigarrillos. Salgo hacia el "caribal" del caballero Pancho Viejo. Kai-Lan me acompaña hasta el "picado". Cuando pasamos frente al templo, el lacandón se detiene y, señalando hacia el ara, comenta: -No hay en toda la selva uno como Kai-Lan para hacer dioses... ¿Verdad que salió bueno? Mató a la tormenta... Ve, en la pelea perdió su bonita cola de quetzal y la dejó en el cielo. En efecto, prendido a la copa de un "ramón", el arco iris esplende...
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Kai-Lan sale del templo, lanza alaridos de júbilo.<br />
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Nachak'in mira, sin hacer nada por evitarlo, cómo el cuerpo<br />
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