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En la "champa" nadie habla, el pavor supersticioso de los<br />
indios es menor que mis temores de hombre civilizado.<br />
-Agua, mucha agua... -comenta al fin Kai.Lan, De pronto, un<br />
estrépito prolongado colma nuestra inquietud; es rotundo<br />
como el de las rocas al desgajarse, es categórico tal el<br />
estruendo de cien troncos de caobo que reventaran al unísono.<br />
Kai-Lan se pone de pie, mira hacia afuera por entre la tupida<br />
cortina que descuelga el temporal. Habla en lacandón a las<br />
mujeres, quienes ven hacia el punto que el hombre les señala.<br />
Yo hago lo mismo.<br />
-El no, es el río -me dice Kai·Lan en castellano.<br />
En efecto, el Jataté se ha hinchado; sus aguas arrastran como<br />
pajillas troncos, ramas y piedras.<br />
El lacandón vuelve a hablar a sus esposas; ellas escuchan sin<br />
contestar. Jova va hacia el fondo de la "champa" y remueve<br />
con sus manos un montón de arcilla seca, al tiempo que Kai-<br />
Lan, provisto de un gran calabazo, sale a la tormenta, para<br />
regresar a poco; su cabello empapado cuelga lacio hasta abajo<br />
de los hombros; el cotón se le pega al cuerpo dándole un<br />
aspecto ridículo ... Ahora voltea sobre la arcilla el agua que ha<br />
traído en el calabazo; las mujeres lo miran llenas de unción;<br />
Kai-Lan repite la maniobra una vez y otra; el agua y la arcilla<br />
han hecho barro que el hombrecillo amasa. Cuando ha<br />
encontrado el punto pastoso y modelable en la arcilla,<br />
emprende otro viaje en medio de la tempestad; lo vemos<br />
entrar al templo y destruir con furia mística los braseros<br />
deidades. Luego que ha terminado con el último, retorna a la<br />
"champa".<br />
-Los dioses son viejos... ya no sirven -me