Diosero

Diosero Diosero

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12.05.2013 Views

-Todo es de balde, Simón, viene de nalgas -dijo la vieja a gritos, mientras se limpiaba la frente con el dorso de su diestra. y Simón, como si volviese del sueño, como si hubiese sido sustraído por las destempladas palabras de una región luminosa y apacible: -¿De nalgas? Bueno... ¿y'hora qué? La vieja no contestó; su vista vagaba por el techo del jacal. -De ahí -dijo de pronto-, de ahí, de la viga madre cuelga la coyunda para hacer con ella el columpio... Pero pronto, muévete -ordenó Altagracia. -No, eso no -gimió él. -Anda, vamos a hacer la última lucha... Cuelga la coyunda y ayúdame a amarrar a la muchacha por los sobacos. Simón trepó sin chistar por los amarres de los muros pajizos e hizo pasar la cinta de jarcia sobre el morillo horizontal que sostenía la techumbre. -Jala fuerte… fuerte, con ganas. ¡Hum, no pareces hombre…! Jala, demonio. A poco Crisanta era un títere que pateaba y se retorcía pendiente de la coyunda. Altagracia empujó al cuerpo de la muchacha... Ahora más que pelele, era una péndola de tragedia, un pezón de delirio… Pero Crisanta ya no hada nada por ella, había caído en un desmayo convulsivo. -Corre, Simón -dijo Altagracia con acento alarmado-, ve a la tienda y compra un peso de chile seco; hay que ponerlo en las brasas para que el humo la haga toser. Ella ya no puede, se está pasando... Mientras tú vas y vienes, yo sigo mi lucha con la ayuda de Dios y de María Santísima... Le 11

voy a trincar la cintura con mi rebozo, a ver si así sale… ¡Corre por vida tuya! Simón ya no escuchó las últimas palabras de la vieja; había salido en carrera para cumplir el encargo. En el camino tropezó con Trinidad Pérez, su amigo el peón de la carretera inconclusa que pasaba a corta distancia de Tapijulapa. -Aguárdate, hombre, saluda siquiera -gritó Trinidad Pérez. -Aquélla está pariendo desde antes de que el sol se metiera y es hora que todavía no puede -informó el otro sin detenerse. Trinidad Pérez se emparejó con Simón, los dos corrían. -Le está ayudando doña Altagracia... Por luchas no ha quedado. -¿Quieres un consejo, Simón? -Viene... -Vete al campamento de los ingenieros de la carretera. Allí está un doctor que es muy buena gente, llámalo. -¿Y con qué le pago? -Si le dices lo pobres que somos, él entenderá... Anda, déjate de Altagracia. Simón ya no reflexionó más y en lugar de torcer hacia la tienda, tomó por el atajo que más pronto lo llevaría al campamento. La luna, muy alta, decía que la media noche estaba cercana. Frente al médico, un viejo amable y bromista, Simón el indio zoque no tuvo necesidad de hablar mucho y, por ello, tampoco poner en evidencia su mal español. -¿Por qué se les ocurrirá a las mujeres hacer sus gracias precisamente a estas horas? -se preguntó 12

voy a trincar la cintura con mi rebozo, a ver si así sale…<br />

¡Corre por vida tuya!<br />

Simón ya no escuchó las últimas palabras de la vieja; había<br />

salido en carrera para cumplir el encargo.<br />

En el camino tropezó con Trinidad Pérez, su amigo el peón de<br />

la carretera inconclusa que pasaba a corta distancia de<br />

Tapijulapa.<br />

-Aguárdate, hombre, saluda siquiera -gritó Trinidad Pérez.<br />

-Aquélla está pariendo desde antes de que el sol se metiera y<br />

es hora que todavía no puede -informó el otro sin detenerse.<br />

Trinidad Pérez se emparejó con Simón, los dos corrían.<br />

-Le está ayudando doña Altagracia... Por luchas no ha<br />

quedado.<br />

-¿Quieres un consejo, Simón?<br />

-Viene...<br />

-Vete al campamento de los ingenieros de la carretera. Allí<br />

está un doctor que es muy buena gente, llámalo.<br />

-¿Y con qué le pago?<br />

-Si le dices lo pobres que somos, él entenderá...<br />

Anda, déjate de Altagracia.<br />

Simón ya no reflexionó más y en lugar de torcer hacia la<br />

tienda, tomó por el atajo que más pronto lo llevaría al<br />

campamento. La luna, muy alta, decía que la media noche<br />

estaba cercana.<br />

Frente al médico, un viejo amable y bromista, Simón el indio<br />

zoque no tuvo necesidad de hablar mucho y, por ello,<br />

tampoco poner en evidencia su mal español.<br />

-¿Por qué se les ocurrirá a las mujeres hacer sus gracias<br />

precisamente a estas horas? -se preguntó<br />

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