Diosero
Diosero Diosero
64 Pasaron largos minutos sin que ocurriera la reacción esperada... De frustrarse, era necesario urdir otra patraña para ganarme la confianza del tal Tanilo Santos. Me interesaba hablar con él, dentro de mi proyectado estudio en torno del concepto que de la divinidad tienen los indios de la altiplanicie... En Tanilo Santos había yo creído descubrir al tipo entre patriarca y santón, entre autoridad y hechicero, con influencias absolutas sobre su gente y, por todo ello, magnífico informante. Ya desesperaba viendo en falla mi primer intento de trabar charla con el viejo mazahua, cuando lo miré ponerse en pie y embozarse en su poncho; luego, simulando gran indiferencia, echó a andar hasta llegar a la balaustrada, pero bien distante de mí. Así se acodó, miró las estrellas un buen rato, después volvió los ojos a la negrura donde el río se debatía y acabó por lanzar un guijarro entre las sombras. Yola miraba de soslayo, fingiendo no haber reparado en él; sabía que de un momento a otro Tanilo Santos vendría con ánimos de reanudar sus relaciones amistosas con... la botella de aguardiente. Pero ya estaba junto a mí; entre sus dedos palpitaba luz una luciérnaga. El hombre obsequiosamente me tendió el insecto, al tiempo que decía: -Póngala su mercé en su sombrero. Lo complací, pero la luciérnaga, al verse libre, emprendió el vuelo; allá fue río traviesa, era estrellita fugaz de trayectoria horizontal. Tanilo Santos reía alegremente; yo aguardaba su demanda engreído por mi triunfo. -¿Va su buena persona a esperar a los de Xochimilco? -Sí, quiero oírIos cantar sus "Mañanitas al Señíor"...
65 -Van a llegar al alba... -Para uno que madruga, el otro que no se acuesta… , Además la noche está hermosísima. Tanilo Santos lió un cigarrillo de hoja e hizo el socaire con sus manos para encenderlo entre enérgicas y ruidosas chupadas. -¿ Qué dice Atlacomulco, Tanilo Santos? -pregunté. -Humm... Pos allá se quedó -repuso el viejo un poco desconfiado. Luego, tornando a su aspereza, se volvió hacia el río, escupió grueso Y echóse sobre la barda de piedra ignorándome absolutamente. Creí llegado el momento de esgrimir un recurso heroico: extraje del bolso trasero de mi pantalón la botella de aguardiente; la puse frente a mis ojos, la agité, le quité el corcho y olí, hice muestras muy elocuentes de mi delectación; pegué un trago, chasqueé la lengua... Todos estos movimientos fueron seguidos por la vista de Tanilo Santos, parecía un perro hambriento que aguarda el bocado. De pronto habló: -¿Y qué dice México, patroncito? -Pues allá se quedó -repuse secamente al tiempo que sepultaba en mi bolsillo la botella. Sin más, me volví hacia el río. Tanilo se quedó desconcertado, lo que me confirmó en mi opinión de que las cosas iban a pedir de boca. -Porque allá en Atlacomulco andamos un poco chuecos, sabe usté... -siguió Tanilo-. A eso casualmente hemos traído la compañía. Es que don Donato Becerra se ha puesto muy malito y no lo salvará más que un milagro del Santo de Chalma... A eso hemos venido todos en junta; a pedirle que nos lo alivie..., ¿Hace su frillito, verdá?
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Ya desesperaba viendo en falla mi primer intento de trabar<br />
charla con el viejo mazahua, cuando lo miré ponerse en pie y<br />
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echó a andar hasta llegar a la balaustrada, pero bien distante<br />
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Lo complací, pero la luciérnaga, al verse libre, emprendió el<br />
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Tanilo Santos reía alegremente; yo aguardaba su demanda<br />
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-¿Va su buena persona a esperar a los de Xochimilco?<br />
-Sí, quiero oírIos cantar sus "Mañanitas al Señíor"...