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-Todo es de balde, Simón, viene de nalgas -dijo la vieja a<br />
gritos, mientras se limpiaba la frente con el dorso de su<br />
diestra.<br />
y Simón, como si volviese del sueño, como si hubiese sido<br />
sustraído por las destempladas palabras de una región<br />
luminosa y apacible:<br />
-¿De nalgas? Bueno... ¿y'hora qué?<br />
La vieja no contestó; su vista vagaba por el techo del jacal.<br />
-De ahí -dijo de pronto-, de ahí, de la viga madre cuelga la<br />
coyunda para hacer con ella el columpio... Pero pronto,<br />
muévete -ordenó Altagracia.<br />
-No, eso no -gimió él.<br />
-Anda, vamos a hacer la última lucha... Cuelga la coyunda y<br />
ayúdame a amarrar a la muchacha por los sobacos.<br />
Simón trepó sin chistar por los amarres de los muros pajizos e<br />
hizo pasar la cinta de jarcia sobre el morillo horizontal que<br />
sostenía la techumbre.<br />
-Jala fuerte… fuerte, con ganas. ¡Hum, no pareces hombre…!<br />
Jala, demonio.<br />
A poco Crisanta era un títere que pateaba y se retorcía<br />
pendiente de la coyunda.<br />
Altagracia empujó al cuerpo de la muchacha...<br />
Ahora más que pelele, era una péndola de tragedia, un pezón<br />
de delirio…<br />
Pero Crisanta ya no hada nada por ella, había caído en un<br />
desmayo convulsivo.<br />
-Corre, Simón -dijo Altagracia con acento alarmado-, ve a la<br />
tienda y compra un peso de chile seco; hay que ponerlo en las<br />
brasas para que el humo la haga toser. Ella ya no puede, se<br />
está pasando... Mientras tú vas y vienes, yo sigo mi lucha con<br />
la ayuda de Dios y de María Santísima... Le<br />
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