Diosero

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12.05.2013 Views

-El mal ya no se nos acerca ·-informó el hombre--, le tiene miedo al sarta! de piedras milagrosas. En los ojos de los chinantecos hubo fulgores de un sentimiento muy parecido a la fe. A partir de aquel instante, ya nadie habló de la ingratitud de los indios, ni de su brutalidad, ni de sus descortesías... Hubo, sí, imprecaciones e insultos pero no para los chinantecos, ni para los mixes, ni para los coras, ni para los seris, ni para los yaquis... los hubo para aquellos hombres y aquellos sistemas que al aherrojar los puños y engrillar las piernas, chafan los cerebros, mellan los entendimientos y anulan las voluntades, con más coraje, con más saña que el paludismo, que la tuberculosis, que la enterocolitis, que la onchocercosis... y los pinos, el cenzontle y la vereda aprobaron a una. 53

LA PARÁBOLA DEL JOVEN TUERTO ... "Y VIVIÓ feliz largos años." Tantos, como aquellos en que la gente no puso reparos en su falla. Él mismo no había concedido mayor importancia a la oscuridad que le arrebataba media visión. Desde pequeñuelo se advirtió el defecto pero con filosófica resignación habíase dicho: "Teniendo uno bueno, el otro resultaba un lujo." Y fue así como se impuso el deber de no molestarse a sí mismo, al grado de que llegó a suponer que todos veían con la propia misericordia su tacha; porque "teniendo uno bueno... " Mas llegó un día infausto; fue aquél cuando se le ocurrió pasar frente a la escuela, en el preciso momento en que los muchachos salían. Llevaba él su cara alta y el paso garboso, en una mano la cesta desbordante de frutas, verduras y legumbres destinadas a la vieja clientela. "Ahí va el tuerto", dijo a sus espaldas una vocecita tipluda. La frase rodó en medio del silencio. No hubo comentarios, ni risas, ni algarada... Era que acababa de hacerse un descubrimiento. Sí, un descubrimiento que a él mismo le había sorprendido. "Ahí va el tuerto"... "el tuerto"... "tuerto", masculló durante todo el tiempo que tardó su recorrido de puerta en puerta dejando sus "entregas". Tuerto, sí señor, él acabó por aceptarlo: en el fondo del espejo, trémulo entre sus manos, la im· 54

-El mal ya no se nos acerca ·-informó el hombre--, le tiene<br />

miedo al sarta! de piedras milagrosas.<br />

En los ojos de los chinantecos hubo fulgores de un<br />

sentimiento muy parecido a la fe.<br />

A partir de aquel instante, ya nadie habló de la ingratitud de<br />

los indios, ni de su brutalidad, ni de sus descortesías... Hubo,<br />

sí, imprecaciones e insultos pero no para los chinantecos, ni<br />

para los mixes, ni para los coras, ni para los seris, ni para los<br />

yaquis... los hubo para aquellos hombres y aquellos sistemas<br />

que al aherrojar los puños y engrillar las piernas, chafan los<br />

cerebros, mellan los entendimientos y anulan las voluntades,<br />

con más coraje, con más saña que el paludismo, que la<br />

tuberculosis, que la enterocolitis, que la onchocercosis... y los<br />

pinos, el cenzontle y la vereda aprobaron a una.<br />

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