Diosero

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12.05.2013 Views

carta a mi ayudante de Colotlán. Esperé la respuesta un par de semanas; al no recibirla, la urgí por telegrama. Este último sí recibió contestación: el joven, en una misiva afligida y cobardona, me suplicaba dramáticamente que nunca volviera a tratarle nada "respecto a lo que se contrae su estimable carta", pues la prueba que había experimentado en ocasión de mi visita "estuvo a punto de ser fatal para el suscrito". En falla mi ayudante, escribí a Mateo San Juan. La carta me fue devuelta sin abrir. Insistí y los resultados fueron idénticos a los primeros. El último recurso era el señor cura de Colotlán. A él escribí con mayor confianza; le hablaba con claridad y le encarecía que me enviara de nuevo a Hículi Hualula. Pocos días después me llegó una lacónica carta del sacerdote: Mateo, impresionado por la gente de su pueblo, había "perdido la tierra, al engancharse como bracero; las últimas noticias que se habían tenido de él, decían que estaba en Oklahoma, trabajando como peón de vía ... " "Y, respecto a su encarguito -continuaba la carta del cura-, lamento en verdad no poderlo satisfacer, pues ello traería aparejados trastornos, escándalo y agitaciones que mi ministerio, mejor que provocar, está para prevenir. Tocante a su proyecto de un nuevo viaje por estas latitudes, le aconsejo, si aprecio le tiene a la vida, no intentarlo siquiera." La derrota ha sido para mí desquiciante, la inquietud ha madurado en manía y ésta ha producido ofuscamientos y los ofuscamientos han tomado la forma de hechos alarmantes... Lo he visto en sueños, sí, trajeado con las suntuosas galas que llevan los huicholes en sus ceremonias al Padre Sol... 43

Ha pasado junto a mí y me ha guiñado el ojo; cuando le hablé por su nombre Hículi Hualula ha reído ruidosa y roncamente, mientras lanzaba a mis pies escupitajos solferinos. La tarde en que lo descubrí dirigiendo el tránsito de vehículos en los cruceros de de las avenidas Juárez y San Juan de Letrán, estaba magnífico: el rostro pétreo inconmovible, aliñado con un bezote de turquesa, la testa tocada con un penacho de plumas de guacamayo, los pies con sandalias de oro Y su índice horrible, hecho de carne verde de nopal y armado con una uña de púa de maguey, me señalaba, al tiempo que por la boca escurrían espantosas imprecaciones en huichol... Alguien me ha dicho que quien me condujo a la Cruz Roja había escuchado de mí estas palabras: "El 'tío'... fue el 'tío' que no perdona", al mismo tiempo que mis ojos vagaban imbécilmente... Que entonces mi voluntad era nula y mi pulso alterado... El médico recetó bromurados, reposo y baños tibios... 44

Ha pasado junto a mí y me ha guiñado el ojo; cuando le hablé<br />

por su nombre Hículi Hualula ha reído ruidosa y roncamente,<br />

mientras lanzaba a mis pies escupitajos solferinos.<br />

La tarde en que lo descubrí dirigiendo el tránsito de vehículos<br />

en los cruceros de de las avenidas Juárez y San Juan de<br />

Letrán, estaba magnífico: el rostro pétreo inconmovible,<br />

aliñado con un bezote de turquesa, la testa tocada con un<br />

penacho de plumas de guacamayo, los pies con sandalias de<br />

oro Y su índice horrible, hecho de carne verde de nopal y<br />

armado con una uña de púa de maguey, me señalaba, al<br />

tiempo que por la boca escurrían espantosas imprecaciones en<br />

huichol...<br />

Alguien me ha dicho que quien me condujo a la Cruz Roja<br />

había escuchado de mí estas palabras:<br />

"El 'tío'... fue el 'tío' que no perdona", al mismo tiempo que<br />

mis ojos vagaban imbécilmente... Que entonces mi voluntad<br />

era nula y mi pulso alterado...<br />

El médico recetó bromurados, reposo y baños tibios...<br />

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