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der darle mayores datos, pues ahora mis esfuerzos se cifran,<br />
mejor que en conocer detalles de la diabólica creencia, en<br />
arrancarla de los corazones de esos infelices...<br />
"Y bien -me dije cuando a solas hice balance de las<br />
informaciones proporcionadas por el cura-, lo poco que sé del<br />
'tío' apenas si es un aguijón para meterme en el misterio y<br />
hacer de él algo preciso y claro..." Pero comprobé que el<br />
tiempo destinado a la investigación de los huicholes<br />
terminaba; dentro de dos días debería estar con los coras y por<br />
ello abandonar, quizás para siempre, el esclarecimiento de la<br />
incógnita.<br />
Tímidos golpes a la puerta suspendieron mi soliloquio. Sin<br />
esperar la venia, Mateo San Juan penetró en el jacal que me<br />
servía de habitación y laboratorio. El profesor rural tenía<br />
entonces un gesto cómicamente enigmático; venía envuelto<br />
hasta la barbilla en una frazada solferina y el ala de su sombrero<br />
de palma caíale sobre los ojos; saludó con voz un poco<br />
trémula. Aquella actitud me hizo presentir que algo<br />
importante se avecinaba. Mateo permaneció en pie, no<br />
obstante la invitación afectuosa que le hice para que tomara<br />
asiento en uno de los bancos rústicos que amoblaban mi<br />
choza.<br />
-He pensado mucho lo que vengo a hacer; he calculado el<br />
paso que voy a dar, porque no quiero ser egoísta. El mundo<br />
entero, y no sólo los huicholes, debe disfrutar de las mercedes<br />
del "tío", gozar de sus efectos y apreciarlo en todas sus<br />
bondades...<br />
-¿Entonces, está usted dispuesto a...?<br />
-Sí, a pesar de que con mi revelación pongo en peligro el<br />
pellejo.<br />
-No creo, Mateo San Juan que todo un maestro<br />
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