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entre sus dedos el fruto y obsequioso me brindó una mitad.<br />
Seguimos juntos saboreando el dulzor de la chirimoya, y el no<br />
menos grato de la buena compañía.<br />
Sin embargo, yo no era leal con Mateo San Juan, mis palabras<br />
todas tendían a llevar la conversación hacia el punto de mi<br />
conveniencia, hacia el sitio de mis intereses. No fue una<br />
empresa difícil que digamos abordar el tema; el mismo Mateo<br />
dio pie para ello, cuando habló de las muchas dificultades que<br />
al extraño se le ofrecen antes de penetrar en la realidad del<br />
indio: "Nos es más fácil a nosotros comprender el mundo de<br />
ustedes, que a los hombres de la ciudad conocer el sencillo<br />
cerebro de nosotros" -dijo Mateo San Juan un poquito<br />
engreído con su frase.<br />
-¿Qué es el Hículi Hualula? -pregunté decidido. Mateo San<br />
Juan me miró serenamente y hasta advertí en sus labios un<br />
leve repliegue de ironía.<br />
-No es raro que "el misterio" haya cautivado a usted: igual<br />
ocurre a todos los forasteros que averiguan su existencia... Yo<br />
le aconsejaría ser muy discreto al tratar ese asunto, si no<br />
quiere encontrarse con resultados desagradables.<br />
-Así sospecho, pero yo no descansaré hasta conocer el fondo<br />
de esa preocupación... Usted sería un informante ideal, Mateo<br />
San Juan -dije un poco turbado ante la actitud del maestro.<br />
-No espere usted de mí ninguna luz en torno del "tío"... ¡Que<br />
pase usted buena tarde, señor investigador! -y diciendo eso,<br />
aceleró su paso hasta tomar un veloz trotecillo.<br />
-Eh, Mateo, espere -grité repetidas veces, mas el maestro rural<br />
no detuvo su marcha y acabó por perderse de vista en un<br />
recodo del camino.<br />
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