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El "Pueblo Mayor" había levantado su mano avejentada y<br />
seca como la raíz de un pitahayo, dispuesto a dejarla caer<br />
como afirmación determinante del juicio de su pueblo...<br />
Pero entonces las mujeres jóvenes, venciendo sus pudores y<br />
sus timideces, imploraron con voz débil y temblorosa:<br />
"Vélo, Marciala Morales, y entonces lo perdonarás ... Tu<br />
misericordia la agradecerán todas las mujeres del mundo<br />
Sálvalo de la muerte porque es noble y es valiente… Vélo,<br />
Marciala Morales, es bello como un pájaro de colores y<br />
gracioso como un bura joven."<br />
La viuda miró con malos ojos al grupo de mozas que así<br />
imploraban. Con los dientes apretados, muda de furores y la<br />
mirada perdida en un desierto de odios, se volvió hacia<br />
Cenobio Tánori que permanecía erecto, orgulloso, magnífico<br />
en medio de la plazoleta...<br />
Poco duró aquella mueca en el rostro de la vieja, porque su<br />
cara arrugada se ablandó por un inesperado impulso; sus ojos,<br />
ante insospechada emoción, cobraron un brillo humano,<br />
desconcertante; su boca perdió los repliegues del rencor y dio<br />
lugar a un gesto bobo, laxo, imbécil...<br />
Los hombres, por su parte, se mantenían en su terrible<br />
determinación:<br />
"Máuser... Ehui, máuser, máuser... ehui, máuser, máuser..."<br />
El “Pueblo Mayor", ante la ensordecedora algarabía, no<br />
atinaba a bajar su mano como seña de que la sentencia se<br />
había consumado. Hubo un momento en que nadie hubiese<br />
podido distinguir siquiera una sílaba de aquel rugir de bestias,<br />
de aquel parlotear de pájaros, de aquel rumor de aguas<br />
desbordadas.