Diosero

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12.05.2013 Views

120 Pero Cenobio Tánori seguía siendo orgulloso y "echado pa'atrás", a pesar de estar enamorado: él nunca consentiría en vivir a costillas del suegro... Jamás sería un arrimado en la casa de su futura. Tales determinaciones cuesta mucho sostenerlas; dígalo si no Cenobio Tánori el danzante, quien se olvidó de ferias y holgorio s en busca de lo esencial para una boda, si no rumbosa, por lo menos digna de la condición de Emilia Buitimea. Animoso y decidido vemos a Tánori colgar para siempre sus amados "ténavaris" para contratarse como peón; trabajar tras de la yunta que pujaba en la tarea de abrir brechas en la tierra pródiga y profunda del "Valle del Yaqui"; cargar sobre sus lomos los sacos ahítos de garbanzo o recoger en haces las espigas trigueras .. , La gente en general se admiraba de ver al eterno trotamundos sometido a un esfuerzo al que nadie pensó que algún día tendría que someterse... Mas la labor agobiante del peón de surco no da mucho... y los días se iban ante la ansiedad del muchacho y la tristeza silenciosa de la Emilia... Un día creyó llegado el fin de sus congojas; fue cuando un forastero lo invitó para que le sirviera como guía en una expedición por el cerro de "El Mazocoba"; se trataba de descubrir vetas de metales preciosos; la soldada ofrecida era muy superior a la que Cenobio Tánori lograba en las duras tareas agrícolas, sólo que había un grave inconveniente para aceptada: los indios, los "yoremes" sus paisanos, no veían con buenos ojos que hombres blancos y avarientos hallaran la tierra de la serranía venerada, y mucho menos aceptaban que fuera precisamente un yaqui de la calidad de Cenobio Tánori quien con·

121 dujera por los senderos escondidos, por las rutas misteriosas de "El Mazocoba", a los ocliados "yoris". Estas circunstancias determinaron que Tánori no se contratara tan pronto como se le presentó la oportunidad... Pero la necesidad, la urgencia latente en el corazón del indio, ayudadas por la insistencia del gambusina y por la anuente actitud de Emilia Buitimea, acabaron por vencer. Cuando retornó a Bataconcica, traía el bolso lleno; tres meses de servicios prestados fielmente al "yori" le habían deparado no sólo lo suficiente para la boda, sino también algo con que afrontar los primeros gastos en su futura vida al lado de la EmiHa ... Pero a cambio de tantos bienes, Cenobio Tánori tuvo que encararse a una situación bien desagradable: los "yoremes" viejos, aquellos dueños de la tradición siempre agresiva, siempre a la defensa contra el blanco, lo recibieron fríamente, algunos hasta se negaron a darle el traclicional saludo de bienvenida. El muchacho sufrió estoico los desprecios, contando como contaba no sólo con el cariño de su futura mujer, sino con la simpatía de la gente moza, simpatía que alcanzaba elevadas proporciones cuando se trataba de las jóvenes, de aquellas a las que no afectaban mucho ni el manchón que los ancianos advertían en la personalidad del danzante, ni el compromiso matrimonial de éste con la Emilia, pues ni aquello las lastimaba, ni esto las desdoraba ... y una tarde, cuando Cenobio Tánori aguardaba, a media Calle Real de Bataconcica, la oportunidad de encontrarse con la Emilia, advirtió la presencia de Miguel Tojincola, aquel viejo enorme, de cara negra, labrada con hachazuela, quien tambaleante

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dujera por los senderos escondidos, por las rutas misteriosas<br />

de "El Mazocoba", a los ocliados "yoris".<br />

Estas circunstancias determinaron que Tánori no se contratara<br />

tan pronto como se le presentó la oportunidad... Pero la<br />

necesidad, la urgencia latente en el corazón del indio,<br />

ayudadas por la insistencia del gambusina y por la anuente<br />

actitud de Emilia Buitimea, acabaron por vencer.<br />

Cuando retornó a Bataconcica, traía el bolso lleno; tres meses<br />

de servicios prestados fielmente al "yori" le habían deparado<br />

no sólo lo suficiente para la boda, sino también algo con que<br />

afrontar los primeros gastos en su futura vida al lado de la<br />

EmiHa ... Pero a cambio de tantos bienes, Cenobio Tánori<br />

tuvo que encararse a una situación bien desagradable: los<br />

"yoremes" viejos, aquellos dueños de la tradición siempre<br />

agresiva, siempre a la defensa contra el blanco, lo recibieron<br />

fríamente, algunos hasta se negaron a darle el traclicional<br />

saludo de bienvenida. El muchacho sufrió estoico los desprecios,<br />

contando como contaba no sólo con el cariño de su<br />

futura mujer, sino con la simpatía de la gente moza, simpatía<br />

que alcanzaba elevadas proporciones cuando se trataba de las<br />

jóvenes, de aquellas a las que no afectaban mucho ni el<br />

manchón que los ancianos advertían en la personalidad del<br />

danzante, ni el compromiso matrimonial de éste con la<br />

Emilia, pues ni aquello las lastimaba, ni esto las desdoraba ...<br />

y una tarde, cuando Cenobio Tánori aguardaba, a media Calle<br />

Real de Bataconcica, la oportunidad de encontrarse con la<br />

Emilia, advirtió la presencia de Miguel Tojincola, aquel viejo<br />

enorme, de cara negra, labrada con hachazuela, quien<br />

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