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un saco de escombros, lloraba con la cabeza<br />
entre las manos. Acababa de darse cuenta,<br />
al volver, de que durante su ausencia habían<br />
penetrado en su casa y habían sorprendido<br />
su triste secreto.<br />
—¡Pobre de mí! —decía— Ahora ya no<br />
me queda sino morirme… El molino está<br />
deshonrado.<br />
Y sollozaba que partía el alma, llamando<br />
a su molino por todos los nombres, hablándole<br />
como a una persona.<br />
En ese momento los asnos llegaron a la<br />
explanada, y nosotros nos pusimos a gritar<br />
bien fuerte como en los bellos tiempos de<br />
los molineros:<br />
—¡Ohé! ¡En el molino!… ¡Ohé, patrón<br />
Cornille!<br />
Y los sacos comenzaron a apilarse delante<br />
de la puerta y el hermoso grano rojizo comenzó<br />
a regarse por todos lados…<br />
El patrón Cornille abría los ojos muy<br />
grandes. Había cogido un poco de grano en<br />
el cuenco de su vieja mano y decía, riendo y<br />
llorando a la vez:<br />
—¡Es trigo!… ¡Señor Dios mío!…¡Buen<br />
trigo!… Déjenme mirarlo.<br />
Luego, volviéndose hacia nosotros:<br />
—¡Ah! Yo sabía que volverían donde<br />
mí… Todos esos harineros son unos ladrones.<br />
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