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aromatiza los molinos… La viga maestra estaba<br />
cubierta de polvo, y el gran gato flaco<br />
dormía encima.<br />
El cuarto de abajo tenía el mismo aire de<br />
miseria y abandono: un lecho desordenado,<br />
algunos harapos, un pedazo de pan sobre un<br />
peldaño, y luego en un rincón tres o cuatro<br />
sacos agujereados de los que se derramaban<br />
escombros y tierra blanca.<br />
¡Ése era el secreto del patrón Cornille!<br />
Eran estos escombros los que paseaba por<br />
los caminos al caer el sol, para salvar el honor<br />
del molino y hacer creer que allí se hacía harina…<br />
¡Pobre molino! ¡Pobre Cornille! Desde<br />
hacía tiempo los harineros le habían quitado<br />
su último <strong>trabajo</strong>. Las aspas volteaban<br />
siempre, pero la molienda giraba al vacío.<br />
Los muchachos volvieron llorando a<br />
contarme lo que habían visto. Se me rompía<br />
el corazón al escucharlos… Sin perder<br />
un minuto, corrí donde los vecinos, les conté<br />
la cosa en dos palabras, y convinimos en<br />
que inmediatamente había que llevar al molino<br />
Cornille todo lo que había de trigo candeal<br />
en las casas… Dicho y hecho. Toda la aldea<br />
se puso en camino, y llegamos allá arriba<br />
con una procesión de asnos cargados de trigo,<br />
¡éste sí, trigo verdadero!<br />
El molino estaba abierto… Delante de<br />
la puerta, el patrón Cornille, sentado sobre<br />
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