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trabajo - Confiar

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po en que estuve hablando, ese pícaro de gato<br />

flaco bufaba como un diablo por encima<br />

de mi cabeza.<br />

El viejo no me dio tiempo de terminar, y<br />

me gritó con muy malas palabras que volviera<br />

a mi flauta; que, si estaba afanado por casar<br />

a mi muchacho, podía muy bien ir a buscar<br />

muchachas a la harinera… Piense usted<br />

que la sangre se me subía al oír estas malas<br />

palabras, pero tuve de todos modos la suficiente<br />

cordura como para contenerme y, dejando<br />

a este viejo loco con su molienda, volví<br />

donde los jóvenes a anunciarles mi fracaso…<br />

Los pobres corderitos no podían creer;<br />

me pidieron bendición para ir juntos al molino,<br />

y hablarle al abuelo… No tuve el valor<br />

de rehusarme y, ¡prrrt!, los enamorados partieron.<br />

Justo cuando llegaron a lo alto, el patrón<br />

Cornille acababa de salir. La puerta estaba<br />

cerrada con doble tranca; pero el viejo,<br />

al partir, había dejado su escalera afuera, e<br />

inmediatamente les vino a los muchachos la<br />

idea de entrar por la ventana, para ver un poco<br />

lo que había en este famoso molino…<br />

¡Cosa rara! El cuarto de la molienda estaba<br />

vacío… Ni un saco, ni un grano de trigo;<br />

ni la más mínima harina en los muros ni<br />

encima de las telarañas… Ni siquiera se sentía<br />

ese buen olor cálido del trigo candeal que<br />

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