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la!… El mistral seguía soplando, las alas permanecían<br />
inmóviles… Luego, un buen día,<br />
la comuna hizo derribar todas esas edificaciones,<br />
y en su lugar sembraron viñedos y<br />
olivares.<br />
Sin embargo, en medio de la debacle, un<br />
molino se había mantenido y seguía girando<br />
valerosamente en lo alto de la colina, en las<br />
barbas de los harineros. Era el molino del patrón<br />
Cornille, el mismo en donde ahora conversamos.<br />
El patrón Cornille era un viejo molinero<br />
que vivía de la harina desde hacía sesenta<br />
años, y era un apasionado de su oficio. La<br />
instalación de las harineras lo había vuelto<br />
loco. Durante ocho días se le vio correr por<br />
el pueblo, sublevando a todo el mundo a su<br />
alrededor y gritando con todas sus fuerzas<br />
que querían envenenar a Provenza con la harina<br />
de los harineros.<br />
—No vayan allá —decía—. Esos bribones,<br />
para hacer el pan, utilizan el vapor, que<br />
es una invención del diablo, mientras que yo<br />
<strong>trabajo</strong> con el mistral y la tramontana, que<br />
son la respiración del buen Dios.<br />
Y así encontraba una cantidad de palabras<br />
hermosas en alabanza de los molinos de<br />
viento, pero nadie las escuchaba.<br />
Entonces, de ira viril, el viejo se encerró<br />
en su molino y vivió solo como una bestia<br />
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