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trabajo - Confiar

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Abandonó el desierto, atravesó la planicie,<br />

escaló una montaña. Se sentó en la cima<br />

y, en voz alta, comenzó a describir el palacio<br />

que veía en su imaginación.<br />

Salidas de su boca, las palabras se apiñaban<br />

como ladrillos. Salones, patios, galerías<br />

surgían poco a poco en lo alto de la montaña,<br />

rodeados por los jardines de las frases.<br />

Pero no había allí nadie que pudiese oír. Y<br />

cuando el hombre, cansado, guardó silencio,<br />

la rica arquitectura pareció estremecerse,<br />

desdibujarse. Y, con el silencio, poco a poco<br />

se deshizo.<br />

Aún era de día. Agotados todos los recursos,<br />

no se agotaba sin embargo el deseo.<br />

Entonces el hombre se acostó, se cubrió con<br />

su capa, ató sobre sus ojos el pañuelo que<br />

traía al cuello. Y empezó a soñar.<br />

Soñó que unos arquitectos le mostraban<br />

sus proyectos, trazados en rollos de pergamino.<br />

Se soñó a sí mismo estudiando aquellos<br />

proyectos. Soñó luego los pedreros que<br />

tallaban piedras en las canteras, los leñadores<br />

que abatían árboles en las florestas, los<br />

alfareros que ponían ladrillos a secar. Soñó<br />

el cansancio y los cantos de todos esos hombres.<br />

Y soñó las mujeres que asaban el pan a<br />

ellos destinado.<br />

Después soñó las fundaciones, a medida<br />

que eran plantadas en la tierra. Y el palacio,<br />

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