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trabajo - Confiar

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tar una nieve seca como la sal y un aire lleno<br />

de remolinos blancos de nieve en polvo, como<br />

duendes que danzan en el frío. ¿Lograría<br />

la anciana llegar a Wola? La buena mujer<br />

desapareció y mi madre suspiró y se puso a<br />

orar por ella.<br />

Normalmente la mujer regresaba con la<br />

ropa en dos semanas, o máximo tres; pero en<br />

esta ocasión pasaron tres, luego cuatro y cinco,<br />

y nada se sabía de la anciana. Nos quedamos<br />

sin ropa de cama; el frío se hacía cada<br />

vez más intenso, los alambres de los teléfonos<br />

se volvieron tan gruesos como cables,<br />

las ramas de los árboles parecían de vidrio;<br />

había caído tanta nieve que las calles se habían<br />

desnivelado, y en muchas era posible<br />

deslizarse en trineos como si fuesen laderas<br />

de una colina. La gente de buen corazón hacía<br />

fogatas en la calle para que los vagabundos<br />

se calentaran y asaran papas, en caso de<br />

tenerlas.<br />

Para nosotros, la ausencia de la vieja fue<br />

una catástrofe. Necesitábamos la ropa, pero<br />

no sabíamos su dirección. Todo parecía indicar<br />

que había sufrido un colapso, y había<br />

muerto. Mi madre declaró que ella había tenido<br />

la premonición, cuando la vieja salió de<br />

la casa la última vez, de que no volvería a ver<br />

nuestras cosas nunca más. Encontró unas camisas<br />

viejas y rotas, las lavó y las remendó.<br />

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