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—Llama a una de las mujeres que están<br />
ahí fuera. Mira a ver si está Constanza…<br />
Malaquias salió corriendo, atontado por<br />
la alegría y el asombro, y entró poco después<br />
acompañado de la vieja.<br />
—Encárguese del pequeñín, y quédese<br />
junto a ella, que lo peor ya ha pasado.<br />
—¡Qué niño más bonito!<br />
Constanza arropó con su toquilla la desnudez<br />
limpia de la pequeña vida que estrenaba<br />
entre sus brazos el calor del mundo, y<br />
don Gusmão se lavó las manos, se bajó las<br />
mangas y se paramentó otra vez.<br />
—¡João!<br />
—Diga, padre…<br />
—Vámonos.<br />
El Señor se levantó entonces del cajón,<br />
solemne, y se cubrió nuevamente con el palio<br />
de su gloria.<br />
De Cuentos de la montaña.<br />
Traducción de Eloísa Álvarez.<br />
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