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trabajo - Confiar

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la cama. Lo que esperaba pues del cura era<br />

que consumase lo que faltaba de esa transfiguración,<br />

y borrase de su entendimiento el<br />

rastro de aquella presencia que no le dejaba<br />

tener una paz completa.<br />

—¡No te quedes ahí mirando como un<br />

estúpido! Deja eso y mira a ver si me traes<br />

una tijera e hilo. ¡Muévete!<br />

No faltaba más que la cabeza y salió después<br />

de que Filomena gastara sus últimas<br />

fuerzas en gritar.<br />

—¡Ya está! ¡Aquí lo tenemos!<br />

En la exclamación de triunfo de don Gusmão<br />

había algo herético que hería los oídos<br />

del molinero. Pero, por otro lado, nada podría<br />

conmoverlo más que ver a su hijo patalear<br />

entre aquellas manos fuertes, humanas,<br />

que acababan de robárselo a la oscuridad de<br />

la nada.<br />

—Se parece a ti. Y por lo visto no le gusta<br />

el agua… ¡Dame la toalla!<br />

—¡Pobrecito!<br />

—¡Sécalo! Y esta valiente, ¿cómo se encuentra?<br />

La cara descolorida de Filomena tenía<br />

ahora una paz de jornada terminada. Exhausta,<br />

miró emocionada unos instantes al<br />

niño, dejó que dos lágrimas de ternura rodasen<br />

por sus mejillas, y se sumergió en un sueño<br />

profundo.<br />

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