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nes de antepasados campesinos. Mamá solía<br />
sacar del saco la ropa que se había acumulado<br />
durante varias semanas y contarla delante<br />
de ella, que entonces alzaba el pesado bulto,<br />
lo acomodaba en sus hombros angostos y<br />
emprendía el largo camino a casa. También<br />
ella vivía en la calle Krochmalna, pero al otro<br />
extremo, cerca de Wola, lo cual quería decir<br />
que debía caminar hora y media.<br />
Más o menos dos semanas después traía<br />
la ropa. Mi madre estaba más contenta con<br />
ella que con ninguna otra antes porque dejaba<br />
cada pieza de ropa blanca reluciente como<br />
la plata brillada, y no cobraba más. Había<br />
sido un verdadero hallazgo. Mi madre siempre<br />
le tenía listo el dinero para que no tuviese<br />
que venir una segunda vez desde tan lejos.<br />
Lavar la ropa no era <strong>trabajo</strong> fácil en aquellos<br />
días. La anciana no tenía grifo en el lugar<br />
donde vivía y debía traer el agua desde una<br />
bomba. Para que la ropa blanca quedara tan<br />
limpia era preciso estregarla bien en una tina,<br />
echarle soda, dejarla en remojo, hervirla<br />
en una olla enorme, almidonarla y plancharla.<br />
Cada pieza era manipulada diez o más<br />
veces. ¡Y el secado! No podía hacerse al aire<br />
libre porque los ladrones se la robaban, y una<br />
vez escurrida, debía llevarse al desván para<br />
colgarla en alambres. En el invierno se ponía<br />
tan quebradiza como el vidrio y casi se par-<br />
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