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Aquella voz que se había apagado hacía<br />
falta en el coro. Pero el codazo de la vecina la<br />
elevó y nuevamente el Señor y los matorrales<br />
adormilados sintieron las caricias de las agudas<br />
y aterciopeladas notas de la muchacha.<br />
Perdido entre los yermos de Midões, el<br />
molino del Fojo tardaba en salir al encuentro<br />
de aquella leva de melodía y de fe que lo estaba<br />
buscando. Pero el tropel no renunciaba<br />
a encontrarlo, a purificarlo con su calor, y seguía,<br />
compacto, clamoroso, bajando cuestas,<br />
subiendo montes, saltando arroyos, creyendo<br />
fervorosamente que era la verdad personificada<br />
y puesta en camino.<br />
—… alabado sea…<br />
Cada uno se sentía como una parcela del<br />
Dios que iba delante, guiándolos y compartiendo<br />
con ellos su poder de salvación. Se<br />
arrastraban sin tener conciencia de su cuerpo,<br />
tan leves como los elegidos, movidos únicamente<br />
por la fuerza de la misión trascendental<br />
de que se creían investidos. Y ante esa<br />
exaltación se borraba en los ojos de todos el<br />
relieve de las cosas, la distancia del camino, la<br />
grandeza del paisaje. Cuando finalmente apareció<br />
Malaquias arrodillado en el estercolero<br />
del huerto y con las manos levantadas, aquel<br />
alud piadoso y ciego estuvo a punto de arrastrarlo.<br />
La integración en otra vida anulaba la<br />
realidad de ésta.<br />
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