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ciencia de que seguían siendo seres humanos.<br />
Era la caída somnolienta en el abismo de la<br />
nada, sin arado y sin esperanza, de la que sólo<br />
podría sacarles el sonido imperativo de la<br />
campana gorda de la iglesia, para avisarles de<br />
que salía el Señor para un viático.<br />
—¡Era lo que nos faltaba!<br />
—¡Nadie te manda ir!<br />
¡Claro que no! Pero se sentían obligados<br />
a obedecer a la orden que bajaba del campanario.<br />
Habían acabado de sembrar la vida y<br />
tal vez por eso la muerte estaba ahora más vigilante<br />
dentro de ellos. Hoy tú, mañana yo,<br />
les decía su instinto. Y callados, todos a una,<br />
empezaron a tragarse el pan y las tajadas con<br />
una prisa sin gusto.<br />
—¡Vamos a echar otra pinta!<br />
Sin voluptuosidad, sólo para terminar el<br />
vino, la calabaza pasó de mano en mano, rápidamente.<br />
De la iglesia, en la parte alta del<br />
pueblo, salía ya don Gusmão, el cura, con un<br />
rebaño de gente alrededor, que iría engrosándose<br />
calle abajo.<br />
—… sa-cra-mento… de la eu…ca…ris…tií-a…<br />
La luz de la luna, ahora más viva, se reflejaba<br />
en la capa del párroco, y cubría a la muchedumbre<br />
de una belleza fantástica e irreal.<br />
—… fru-to de tu vien-tre sagra-a…do…<br />
Los hombres, con la garganta abrasada del<br />
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