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Nuestra familia tenía poco contacto con<br />
gentiles. El único gentil del edificio era el portero,<br />
que solía venir los viernes por su propina:<br />
“La plata del viernes”. Se quedaba parado<br />
junto a la puerta, se quitaba el sombrero y mi<br />
madre le entregaba seis centavos.<br />
Además del portero, gentiles eran también<br />
las lavanderas, que venían a casa por<br />
la ropa sucia. Mi historia se refiere a una de<br />
ellas.<br />
Era una anciana, pequeña y arrugada,<br />
que cuando comenzó a lavarnos la ropa contaba<br />
ya más de setenta años. La mayoría de<br />
las mujeres judías de esa edad eran enfermizas,<br />
débiles, y de mal estado físico; las mujeres<br />
de nuestra calle tenían las espaldas encorvadas<br />
y usaban bastones para caminar, mas<br />
esta lavandera, pequeña y delgada como era,<br />
poseía una fuerza proveniente de generacio-<br />
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