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multiculturalismo y democracia - Informe sobre Desarrollo Humano ...

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MULTICULTURALISMO<br />

Y DEMOCRACIA<br />

HÉCTOR PALOMINO<br />

JUAN ENRIQUE VEGA<br />

JAVIER M. IÑIGUÍZ<br />

ENTREVISTAS A:<br />

SONIA FLEURY<br />

MICHEL WIEVIORKA


Este Cuaderno de Futuro, que cierra este ciclo<br />

de 20 publicaciones, es muy ilustrativo de lo que<br />

vivimos en estos años. Nos muestra la validez de<br />

una afirmación de José Aricó, quien consideraba<br />

que Bolivia es un espejo avanzado de América<br />

Latina, es decir, que lo que pasa aquí podría pasar<br />

en los demás países. Tomando en cuenta esas<br />

palabras, varios colegas latinoamericanos han<br />

comprendido la importancia de conocer mejor la<br />

realidad boliviana. Entre los más cercanos están<br />

justamente Michel Wiewiorka, Sonia Fleury,<br />

Héctor Palomino, Javier Ma. Iguíñiz Echeverría<br />

y Juan Enrique Vega. Ellos, junto a muchos otros,<br />

incurrieron en la complicidad histórica de entender<br />

el continente desde esta fascinante parcialidad.<br />

Ellos pelean también, a su manera, por una<br />

sociedad boliviana más justa y equitativa. Bolivia<br />

es un país que duele, pero al que se ama, cuando<br />

se aspira a entenderlo. Y es que éste es un país<br />

poblado de pechos de bronce.<br />

Fernando Calderón Gutiérrez


Programa de las Naciones Unidas para el <strong>Desarrollo</strong><br />

PNUD<br />

MULTICULTURALISMO<br />

Y DEMOCRACIA<br />

HÉCTOR PALOMINO<br />

JUAN ENRIQUE VEGA<br />

JAVIER M. IÑIGUÍZ<br />

ENTREVISTAS A:<br />

SONIA FLEURY<br />

MICHEL WIEVIORKA


Multiculturalismo y Democracia<br />

Primera edición: Noviembre de 2004<br />

ISBN: xxxxxxxxxxxxx<br />

Depósito Legal: XXXXXXX<br />

Editor: Programa de las Naciones<br />

Unidas para el <strong>Desarrollo</strong><br />

PNUD<br />

Comité editorial: Rafael Archondo<br />

Gloria Ardaya<br />

Fernando Calderón (Coordinador)<br />

Christian Jetté<br />

Fernando Molina<br />

José Rocabado<br />

Francisco Rojas<br />

Hufo José Suárez<br />

(Secretario de Redacción)<br />

Cuidado<br />

de edición: Rubén Vargas<br />

Diagramación: SALINASÁNCHEZ - 2433085<br />

Impresión: EDOBOL<br />

Impreso en Bolivia<br />

Las ideas expresadas en los Cuadernos del Futuro son de exclusiva<br />

responsabilidad de sus autories y no responden a la línea de pensamiento<br />

del Programa de las Naciones Unidas para el <strong>Desarrollo</strong>, PNUD.


ÍNDICE<br />

PRÓLOGO<br />

FERNANDO CALDERÓN<br />

TRABAJO Y TEORÍA SOCIAL:<br />

CONCEPTOS CLÁSICOS Y<br />

TENDENCIAS CONTEMPORÁNEAS<br />

HÉCTOR PALOMINO<br />

1. Introducción<br />

2. Las dos dimensiones de la relación entre<br />

capital y trabajo: contrato y organización<br />

2.1. La dimensión del contrato<br />

2.2. La dimensión organizativa<br />

2.3. Diversas formas de inserción laboral<br />

3. Las formas de inserción laboral en el<br />

mercado<br />

3.1. Dependencia contractual y subordinación<br />

organizativa: el trabajo asalariado<br />

3.2. Independencia contractual y<br />

subordinación organizativa:<br />

la subcontratación<br />

3.3 Independencia contractual y autonomía<br />

organizativa: la “prestación de servicios”<br />

3.4 Dependencia contractual y autonomía<br />

organizativa: antiguas y nuevas formas<br />

de gestión en la organización del trabajo<br />

4. Conclusiones: de la sujeción directa a la<br />

sujeción indirecta del trabajo al capital<br />

DIVERSIDAD, IGUALDAD Y EXCLUSIÓN<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA:<br />

PROMESAS Y PROBLEMAS<br />

JUAN ENRIQUE VEGA<br />

1. El problema<br />

2. Comunidad, individuo y orden político<br />

en América Latina<br />

3. Las nuevas condiciones<br />

del quehacer político<br />

4. Casa e identidad. ¿Dónde nos sentimos<br />

en casa? ¿Qué es lo identitario?<br />

5. La ciudadanía como modelo de igualdad.<br />

Derechos individuales, políticos y sociales<br />

7<br />

13<br />

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39<br />

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6. Neoliberales, liberales socialdemócratas,<br />

comunitarios y republicanos<br />

7. Multiculturalismo, diferencia<br />

y reconocimiento<br />

8. Interculturalismo.<br />

Algunas bases teóricas para su discusión:<br />

el debate Habermas-Taylor<br />

9. Ciudadanía, <strong>multiculturalismo</strong> y<br />

exclusión: Primeras conclusiones<br />

ANEXO<br />

UNA ENTRADA FORMAL A LA INTERNACIONALIZACIÓN<br />

DEL TEMA DE LA DIFERENCIA:<br />

LOS MIEDOS DE LOS ESTADOS,<br />

EL MIEDO DE LAS SOCIEDADES<br />

1. Derechos humanos y sistema<br />

internacional<br />

2. ¿El racismo como “reconocimiento”<br />

de la diversidad?<br />

3. Un ejemplo de reconocimiento de víctimas<br />

4. Dimensiones identitarias y<br />

económico-sociales<br />

5. Las conclusiones<br />

ENTREVISTA A MICHEL WIEVIORKA<br />

NATASHA LOAYZA Y HUGO JOSÉ SUÁREZ<br />

ENTREVISTA A SONIA FLEURY<br />

ARMANDO ORTUÑO<br />

APORTES DE LA PERSPECTIVA<br />

DEL DESARROLLO HUMANO<br />

JAVIER MA. IÑIGUÍZ ECHEVERRÍA<br />

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72<br />

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93<br />

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103<br />

103<br />

115<br />

125


PRÓLOGO<br />

VEINTE CUADERNOS, UN CICLO QUE SE CIERRA<br />

Desde su recuperación y estabilización, la <strong>democracia</strong> en Bolivia ha venido<br />

experimentando varios cambios que han modificado su perfil de<br />

desarrollo. Entre esas transformaciones se puede citar:<br />

a) La recuperación de la <strong>democracia</strong> y los esfuerzos para fortalecer la estabilidad<br />

política y darle gobernabilidad al régimen.<br />

b) La estabilidad y la apertura de mercados.<br />

c) Las reformas estructurales entre las que se destacan la Ley de Capitalización<br />

y la de Reforma Educativa.<br />

d) Las reformas del Estado a través de las leyes de Participación Popular y de<br />

modernización del Estado.<br />

e) Las políticas de erradicación de la coca.<br />

f) La complejización de la desigualdad social y el incremento de la pobreza por<br />

ingresos.<br />

g) Un nuevo perfil económico en función del gas y sus potencialidades en el<br />

mercado internacional.<br />

h) Los nuevos patrones de urbanización y una consolidación de la primacía del<br />

mundo urbano.<br />

i) La emergencia de conflictos y protestas que cuestionan los resultados económicos<br />

y sociales de la apertura y plantean críticas al proceso de globalización.<br />

j) Los cambios recientes en el sistema de partidos políticos.<br />

En este ámbito, Bolivia ha logrado avances medidos por los indicadores de<br />

desarrollo humano, pero éstos resultan insuficientes si uno toma en cuenta las<br />

condiciones de vida de la población y las mismas posibilidades del país en el<br />

contexto internacional. De manera tal que los límites marcan un momento de<br />

inflexión y cambio en el sentido del desarrollo y en el de los contenidos de la <strong>democracia</strong>.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

7


Frente a este momento de inflexión y cambio, los objetivos de los sucesivos<br />

<strong>Informe</strong>s de <strong>Desarrollo</strong> <strong>Humano</strong> en Bolivia fueron tratar de comprender tales<br />

cambios y promover un debate <strong>sobre</strong> las opciones del país desde una perspectiva<br />

particular del desarrollo humano. Se ha tratado de combinar un paradigma<br />

universal de desarrollo con las características socio-históricas y analíticas propias<br />

del país y de la región.<br />

Dicho de otra manera, el objetivo consistiría en conjugar las particularidades<br />

socio-históricas de un país o una región con una vocación universal que<br />

evoca el enfoque del desarrollo humano y que coloca en el centro de sus preocupaciones<br />

la expansión de las capacidades en función de los valores y las aspiraciones<br />

de las personas y las comunidades. Esta perspectiva implica considerar<br />

que la mundialización no sólo puede llegar a desestructurar sociedades,<br />

sino que también abre nuevas oportunidades. Es decir, esto supone que las acciones<br />

sociales, los actores, no sólo se opongan a un nuevo tipo de poder, sino<br />

que participen reivindicando sus derechos en la búsqueda de opciones de desarrollo<br />

que le den un sentido histórico distinto a este proceso mundial envolvente.<br />

Así, la subjetividad estaría en la constitución misma del desarrollo, es<br />

decir, se expresaría en la necesidad y en la búsqueda de un enfoque que coloque<br />

al sujeto o a los actores como portadores de un sentido histórico distinto.<br />

Una integración de estos enfoques apoyaría una renovación de la política y de<br />

sus mapas cognitivos en cuanto a sus capacidades de articulación social y de<br />

promoción de los actores de desarrollo. Se trata de una política que redefina<br />

horizontes en la búsqueda de una sociedad no perfecta, sino mejor.<br />

El desarrollo humano apuesta por la sociedad y sus actores como las fuerzas<br />

articuladoras de la <strong>democracia</strong>, la productividad, la sostenibilidad, la equidad<br />

y, en general, la expansión de oportunidades. Este enfoque está obligado a promover<br />

las capacidades sociales para que estén de acuerdo a sus valores y así las<br />

aspiraciones puedan transformarse libremente en agencias de desarrollo. Ello<br />

supone expandir las opciones colectivas racionales para promover un desarrollo<br />

más aceptable. En ese sentido, el desarrollo humano es la mejor y más eficiente<br />

elección social que puede tomar una sociedad.<br />

- La mejor, porque tiene por meta promocionar la calidad de vida de la gente,<br />

en la medida en que ésta conjuga la libertad real para elegir los propios proyectos<br />

de vida y la justa distribución de capacidades para lograrlo. En este<br />

sentido, combina la equidad con el respeto a las diferencias.<br />

- La más eficiente, porque optimiza las disposiciones subjetivas de la gente<br />

cuando las convierte en acuerdos que integran una mayor diversidad de aspiraciones<br />

de la sociedad.<br />

Se trata, pues, de una construcción colectiva que pretende conjugar las capacidades<br />

y las aspiraciones de la gente. Justamente, el desarrollo se hace con<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

8 CUADERNO DE FUTURO


otros distintos de uno. La diversidad enriquece, no entorpece: convierte en un<br />

bien común los espacios deliberativos y los acuerdos estratégicos.<br />

Una conclusión reiterada por los diferentes informes señala que en una sociedad<br />

culturalmente diversa como la boliviana y configurada por una fuerte<br />

heterogeneidad estructural, el desarrollo y la <strong>democracia</strong> para ser sostenibles<br />

necesitan de compromisos y manejo de conflictos de manera deliberada, para<br />

lo cual se requiere <strong>sobre</strong> todo avanzar en una cultura de deliberación; y que a<br />

través de esos espacios deliberativos se puedan plasmar acuerdos pragmáticos<br />

que favorezcan el desarrollo humano. Para poder desarrollarse, la sociedad boliviana<br />

necesita combinar una lógica pragmática con otra pluralista y participativa.<br />

El <strong>Informe</strong> de <strong>Desarrollo</strong> <strong>Humano</strong> 1998 planteó un horizonte estratégico para<br />

conjugar competitividad auténtica, equidad activa e institucionalidad eficaz<br />

y legitima. Para ello presentó como eje articulador un salto educativo en la<br />

sociedad boliviana donde la formación de códigos de modernidad pudiese vincularse<br />

con procesos históricos particulares.<br />

La construcción del consenso que viabilice tal horizonte estratégico supondría<br />

una lógica de compromisos nacionales de carácter intercultural que puedan<br />

ser el resultado de múltiples intercambios entre actores del desarrollo capaces<br />

de movilizar sus fuerzas en función de metas específicas como las que se<br />

propuso en ese informe.<br />

En el <strong>Informe</strong> de 2000 se planteó que los valores y las aspiraciones de unidad,<br />

respeto a la diversidad y equidad en la diferencia, que los bolivianos manifestaban<br />

como suyos, pueden sustentar un desarrollo que fuera el resultado<br />

de compromisos capaces de transformarse en acuerdos y resultados.<br />

En el <strong>Informe</strong> de 2002 se puso énfasis en las capacidades políticas de la sociedad<br />

boliviana, se suponía que esas capacidades constituían la principal fuerza<br />

para ir transitando hacia una <strong>democracia</strong> sólida donde la confianza y el compromiso<br />

son no sólo un bien en sí mismo, sino también un resorte decisivo para<br />

el desarrollo de todos. Es decir, se supuso que las capacidades políticas democráticas,<br />

especialmente aquellas que estimulan prácticas deliberativas mediante<br />

las cuales la sociedad construye acciones y acuerdos, pueden promover<br />

una sociedad mejor y consecuentemente favorecer una mayor cohesión social<br />

y, de esta forma, lograr disminuir la pobreza.<br />

Una de las preocupaciones centrales de los <strong>Informe</strong>s de <strong>Desarrollo</strong> <strong>Humano</strong><br />

mundiales ha sido la vinculación entre la mundialización de la economía y sus<br />

efectos <strong>sobre</strong> el desarrollo humano. Se ha concluido que si bien la primera tiende<br />

a profundizar la desigualdad y la pobreza, también puede constituirse en<br />

una oportunidad para promover tal tipo de desarrollo. Justamente ésta es la<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

9


perspectiva del <strong>Informe</strong> de <strong>Desarrollo</strong> <strong>Humano</strong> Bolivia 2004, ya que recupera<br />

los avances de los informes anteriores y plantea una vinculación fecunda entre<br />

economía y sociedad de la información con desarrollo humano.<br />

En este contexto, la disponibilidad a deliberar, a producir opciones, acuerdos y<br />

resultados en función del bien común, en buena medida presentes en la sociedad<br />

boliviana, como lo han demostrado los <strong>Informe</strong>s de <strong>Desarrollo</strong> <strong>Humano</strong> de 1998,<br />

2000 y 2002 de Bolivia, es un referente para promover pactos educativos-informacionales<br />

en función del desarrollo humano y la disminución de la pobreza.<br />

El <strong>Informe</strong> se pregunta cómo afecta la economía de la información en la sociedad<br />

red al proceso de desarrollo boliviano y qué políticas públicas asociadas<br />

con tecnologías de la información serían posibles para promover el desarrollo<br />

humano y disminuir aceleradamente la pobreza. Conceptualmente esto estaría<br />

asociado con la idea de un aumento de las capacidades informacionales para<br />

que a partir de ellas la gente pueda decidir el tipo de vida que quiere vivir. Por<br />

otra parte, la sociedad se caracteriza por su nivel de producción y consumo de<br />

información en todas las esferas de la vida social, por un desarrollo tecnológico<br />

asociado al procesamiento de la información, por una valorización social de<br />

la información y por un crecimiento acelerado del valor agregado al producto<br />

que contiene información. La cuestión es cómo una sociedad como la boliviana<br />

se posiciona frente a este hecho.<br />

En este <strong>Informe</strong> se afirma que la capacidad de los actores es básica para el desarrollo<br />

informacional. En la hipótesis del informe aquellos actores que tengan<br />

mayor capacidad de hacer pactos y de convertirse en nuevas fuerzas de la<br />

sociedad de la información son los que tendrán un papel fundamental en una<br />

perspectiva renovada del desarrollo humano. Asimismo, la capacidad de una<br />

acción política que aproveche la oportunidad informacional y tecnológica depende<br />

de la capacidad de adecuación de los actores a la nueva realidad. La cuestión<br />

es cómo hacerlo.<br />

Finalmente, el conjunto de estas ideas hacen referencia a la potencialidad de<br />

los actores sociales con posibilidades de autodeterminación, de representación<br />

de intereses y demandas y orientaciones de desarrollo. Se requiere actores con<br />

capacidad para movilizar las diversidades socioculturales en función de un desarrollo<br />

común que, a su vez, requiere consenso y compromiso. En Bolivia resulta<br />

difícil pensar una gestión del cambio sin pacto. Precisamente por esto se<br />

ha verificado en el IDH 2002 que un proceso de renovación de la política es fundamental<br />

para la <strong>democracia</strong>. Se trata de generar las condiciones políticas para<br />

un nuevo patrón de desarrollo que descanse en la capacidad y las potencialidades<br />

de acción de la sociedad. En definitiva, un modelo de desarrollo que<br />

descanse en el poder constructivo de la política.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

10 CUADERNO DE FUTURO


FIN DEL CICLO<br />

El contexto teórico e investigativo citado líneas atrás sirvió de escenario para<br />

la publicación de la colección Cuadernos de Futuro, conformada por 20 libros<br />

editados en cuatro años de reflexión <strong>sobre</strong> Bolivia y el mundo. Los cuadernos<br />

acompañaron la publicación de tres de los cuatro <strong>Informe</strong>s de <strong>Desarrollo</strong> <strong>Humano</strong><br />

aparecidos hasta la fecha. Surgieron con el <strong>Informe</strong> 2000 y concluyen<br />

ahora con el de 2004. Su aporte al país debe agradecerse a sus 34 autores, todos<br />

ellos generosos donantes de sus esfuerzos. La mayoría intercambió ideas<br />

en las Jornadas de Futuro, encuentro académico que organizó el PNUD para<br />

abordar el contenido de los primeros 13 tomos. Fue el año 2000. Gracias a esos<br />

documentos y sus expositores pudimos seguir soñando en una Bolivia mejor.<br />

También agradecemos por su contribución a Editorial Edobol y a Plural Editores,<br />

empresas en las que confiamos para producir estos materiales. Pero quizás<br />

no hubo nada más valioso que la libertad intelectual de la que gozamos para<br />

escribir en pluralismo y respeto. Gracias pues al PNUD por admitir la variedad<br />

de ideas encausada en esta colección impresa.<br />

ESTE CUADERNO<br />

El ejemplar que cierra este ciclo es muy ilustrativo de lo que vivimos en estos<br />

cuatro años. Nos muestra la validez de una afirmación realizada por José Aricó,<br />

quien consideraba que Bolivia es un espejo avanzado de América Latina, es<br />

decir, que lo que pasa aquí podría pasar en los demás países. Tomando en cuenta<br />

esas palabras, varios colegas latinoamericanos han comprendido la importancia<br />

de conocer mejor la realidad boliviana. Entre los más cercanos están justamente<br />

Michel Wieviorka, Sonia Fleury, Héctor Palomino, Javier Ma. Iguíñiz<br />

Echeverría y Juan Enrique Vega. Ellos, junto a muchos otros, incurrieron en<br />

la complicidad histórica de entender el continente desde esta fascinante parcialidad.<br />

Ellos pelean también, a su manera, por una sociedad boliviana más<br />

justa y equitativa. Bolivia es un país que duele, pero al que se ama, cuando se<br />

aspira a entenderlo. Y es que éste es un país poblado de pechos de bronce.<br />

Gracias entonces a Wiewiorka, Palomino, Iguíñiz Echeverría, Vega y Fleury,<br />

que nos entregan varias de sus ideas en este libro. Ésas que compartimos y que<br />

he reseñado en la primera parte de este prólogo.<br />

Fernando Calderón Gutiérrez<br />

COORDINADOR DEL INFORME DE DESARROLLO HUMANO EN BOLIVIA<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

11


MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

12 CUADERNO DE FUTURO


1. INTRODUCCIÓN<br />

TRABAJO Y TEORÍA SOCIAL:<br />

CONCEPTOS CLÁSICOS Y<br />

TENDENCIAS CONTEMPORÁNEAS *<br />

Del trabajo asalariado a la sujeción indirecta del trabajo<br />

al capital. Un ensayo <strong>sobre</strong> los cambios contemporáneos<br />

en las relaciones sociales<br />

Héctor Palomino<br />

los cambios registrados en el mundo del trabajo en Argentina durante la última<br />

década muestran cierta afinidad con procesos similares en otros países,<br />

tal como lo testimonia una abundante bibliografía. Esos cambios suscitan<br />

una reflexión más amplia <strong>sobre</strong> el significado del trabajo asalariado, <strong>sobre</strong><br />

la evolución futura del trabajo en general, así como de su rol en la definición<br />

de la naturaleza del capitalismo contemporáneo. Las transformaciones registradas<br />

en el último cuarto de siglo en los mercados de trabajo y sus consecuencias<br />

sociales constituyen la piedra de toque de estas renovadas preocupaciones.<br />

Esas transformaciones animan los estudios de numerosos investigadores<br />

en varios países y refieren las relaciones entre esos cambios y el nuevo perfil<br />

que vienen adquiriendo nuestras sociedades.<br />

La reflexión que aquí se emprende intenta la puesta en común de algunos<br />

enfoques contemporáneos con la conceptualización clásica <strong>sobre</strong> el trabajo<br />

asalariado, es decir, la incidencia de las formas contractuales en la división<br />

del trabajo social, según Marx y, según Durkheim, los mecanismos de dominación<br />

que prevalecen en las organizaciones, descritos por Weber. Esta puesta<br />

en común revela, en principio, notables afinidades en los enfoques de los<br />

clásicos de la sociología <strong>sobre</strong> el trabajo asalariado, aspecto que podría ser<br />

considerado en cierto modo trivial de no mediar la larga tradición de corrientes<br />

diferentes y opuestas en la historia de la disciplina. La afinidad señalada<br />

reside centralmente en la complementariedad de sus enfoques más que en la<br />

comunidad de conceptos, habida cuenta de sus diferentes preocupaciones<br />

teóricas y tradiciones.<br />

* Febrero de 2000 Documento presentado al congreso de ALAST. Mayo 2000. Buenos Aires.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

13


La indagación propuesta no se ciñe a una exégesis bibliográfica, sino a la elaboración<br />

conceptual de algunos problemas sociales contemporáneos que constituyen<br />

nuestro punto de partida. Buscamos, en tal sentido, la comprensión y<br />

explicación de la realidad, alineándonos en un esfuerzo colectivo emprendido<br />

por varios sociólogos y especialistas de distintas disciplinas ocupados en relevar<br />

las cuestiones centrales del mundo del trabajo, por un lado, y en vincular<br />

sus herramientas conceptuales con la sociología general, por el otro. 1<br />

La conclusión principal a la que arribamos, aludida en el subtítulo de la ponencia,<br />

es que el capitalismo contemporáneo favorece la sujeción indirecta del<br />

trabajo al capital y desplaza las formas de sujeción directa del trabajo que prevalecieran<br />

en sus orígenes. También buscamos mostrar que esta nueva tendencia<br />

puede ser descrita a través de una serie de conceptos provenientes de la tradición<br />

de los clásicos de la sociología, en particular los que vinculan el trabajo<br />

con dos planos, el del contrato y el de la organización, cuya puesta en común<br />

facilita el análisis de los senderos contemporáneos de evolución de las relaciones<br />

laborales. En suma, esto implica que varios de los problemas actuales pueden<br />

ser formulados dentro del horizonte de aquella tradición que asignaba al<br />

trabajo un lugar central.<br />

Nuestro objetivo principal es comprender los procesos de cambio y transformación<br />

del trabajo en un período histórico singular de la sociedad argentina,<br />

pero aunque nuestra indagación se circunscriba a ella, las tendencias expuestas<br />

parecen adquirir un carácter prácticamente universal, tal como lo testimonian<br />

la bibliografía utilizada y algunos escenarios de debate social y teórico<br />

contemporáneos. 2<br />

2. LAS DOS DIMENSIONES DE LA RELACIÓN ENTRE<br />

CAPITAL Y TRABAJO: CONTRATO Y ORGANIZACIÓN<br />

El trabajo asalariado es definido comúnmente en el campo del derecho del trabajo<br />

mediante dos nociones complementarias pero diferentes. La primera noción se<br />

refiere a la dependencia económica que involucra la figura de un trabajador cuyo<br />

medio único o principal de ingreso es su fuerza de trabajo. En este plano, la relación<br />

de dependencia se refleja en un contrato que estipula el intercambio de trabajo<br />

por dinero, es decir, una relación salarial que puede asumir múltiples formas.<br />

La segunda noción alude a la dependencia jurídica, esto es, al hecho de tra-<br />

1 De la Garza, Enrique (Comp.): Los retos teóricos de los estudios del trabajo hacia el siglo XXI. Ed. CLACSO- ASDI. Buenos Aires. 1999. Los<br />

estudios incluidos en este volumen surgieron de las ponencias presentadas en el seminario del Grupo de Trabajo de CLACSO <strong>sobre</strong> “Trabajo,<br />

sujetos y organizaciones laborales”, realizado en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, México. 7-8 de octubre de 1999. Ver en especial<br />

la presentación de Emilio Taddei y las ponencias de Lais Abramo, Enrique de la Garza y Adalberto M. Cardoso.<br />

2 Véanse por ejemplo los debates suscitados en el seno de la Organización Internacional del Trabajo a propósito del “trabajo en régimen de<br />

subcontratación” durante el mes de junio de 1998.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

14 CUADERNO DE FUTURO


ajar bajo las órdenes de otro. En este plano, la dependencia involucra una dimensión<br />

organizativa en la realización del trabajo en el curso del cual el trabajador<br />

asalariado se coloca “bajo la dirección y supervisión” del empleador. 3<br />

Esta distinción del Derecho del Trabajo se corresponde puntualmente con las<br />

nociones de “subsunción formal” y “subsunción real” del trabajo al capital, utilizadas<br />

por Marx para definir la naturaleza del capitalismo de su época. En la<br />

“subsunción formal” el vínculo del trabajo asalariado con el capital se establece<br />

sólo en el plano contractual, mientras que en la “subsunción real”, que prevalece<br />

en la gran industria, el trabajo asalariado se somete además a “la función<br />

de dirección, de vigilancia y de mediación” del capital, 4 en el plano de la organización<br />

del trabajo. 5<br />

2.1. La dimensión del contrato<br />

En los inicios del capitalismo la conversión de la fuerza de trabajo en una mercancía<br />

–su intercambio por dinero en una relación salarial– encontraba un límite<br />

económico en las condiciones de reproducción social de los trabajadores,<br />

en el sentido de que el precio/salario de esa mercancía no podía descender por<br />

debajo del límite de su reproducción. Al mismo tiempo, las condiciones de uso<br />

de la fuerza de trabajo en el seno de una organización industrial subordinaban<br />

a los trabajadores al despotismo del capital. Las condiciones de vida y de trabajo<br />

vigentes en el siglo XIX en Inglaterra –un foco de las descripciones de Marx<br />

contenidas en El Capital– mostraban la dificultad de precisar tanto los límites<br />

de la reproducción social de los trabajadores como los de su explotación en las<br />

fábricas, que se agudizaban con las crisis capitalistas que amenazaban el orden<br />

y la cohesión social. Precisamente el desarrollo del derecho del trabajo vino a<br />

imponer instituciones y fijar normas en el “caos contractual” entre capital y<br />

trabajo.<br />

Para Durkheim, la sociedad “no puede ser reducida a un caos de formas contractuales”.<br />

6 En su análisis de las condiciones de la solidaridad orgánica, elemento<br />

que asegura la cohesión en las sociedades modernas, Durkheim presupone<br />

la existencia de normas superiores a los contratos que reflejarían los la-<br />

3 Pueden verse las ponencias que <strong>sobre</strong> el tema “Actualidad y contenido del concepto de dependencia laboral” fueron presentadas a las XII<br />

Jornadas Nacionales de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, realizadas en septiembre de 1995 por la Asociación Argentina de Derecho<br />

del Trabajo y de la Seguridad Social.<br />

4 Marx, Karl. El Capital, Tomo I, Cap. XIII, pág. 328. Edit. Cartago. Buenos Aires. 1973.<br />

5 Esta notable homología entre las nociones jurídicas y la conceptualización de Marx no debería ser llevada al extremo de pensar que los abogados<br />

laboralistas son marxistas, sino más bien que los primeros estudios de Marx se concentraron en el derecho.<br />

6 Durkheim, E.: La División del Trabajo Social. Ed. Colofón S.A. México. 1997. Esta cita es comentada por Giddens, Anthony: El capitalismo y la<br />

moderna teoría social. Ed. Labor. Barcelona. España. 1994. Y también por Emilio de Ipola, compilador de La crisis del lazo social. Durkheim, cien<br />

años después. Ed. Eudeba. Buenos Aires. 1998.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

15


zos sociales “previos” a la pura vigencia de reglas contractuales que, a su vez,<br />

pautan las relaciones sociales. Observando las intensas luchas sociales de su<br />

tiempo entre las fuerzas del capital y del trabajo originadas en su desigualdad<br />

de origen, luchas que amenazaban la cohesión social, Durkheim suponía esas<br />

situaciones como transitorias y preveía que podían ser resueltas por la doble<br />

vía de la organización “profesional” de las fuerzas sociales –como “corporaciones”<br />

basadas en comunidades de intereses– y por la imposición de normas generales,<br />

“morales”, <strong>sobre</strong> la forma de los contratos. 7<br />

Más allá de las discusiones teóricas suscitadas por este planteo, no cabe duda<br />

que Durkheim parece haber anticipado con su enfoque el decurso del Derecho<br />

del Trabajo en el siglo XX, esa compleja construcción jurídica que a través<br />

del reconocimiento del derecho colectivo y de las garantías otorgadas a los contratos<br />

individuales de trabajo, convirtió al trabajo asalariado en un verdadero<br />

“status” en varias sociedades occidentales. El itinerario de esa construcción jurídica<br />

puede ser seguido de cerca en Argentina, donde constituye una historia<br />

viva y presente puesta de relieve por las discusiones actuales en torno a la flexibilidad<br />

laboral. Asimismo, la obra de Robert Castel dedicada a la metamorfosis<br />

del salariado en Francia 8 constituye un verdadero modelo para orientar la<br />

descripción de ese itinerario en diversos países. Por último, las discusiones actuales<br />

<strong>sobre</strong> la vigencia de cláusulas sociales en el seno de la OMC y de los estándares<br />

laborales en la OIT, en franca continuidad con el desarrollo paralelo<br />

de reglas comerciales y derechos laborales posteriores al Tratado de Versalles<br />

–en la salida de la Primera Guerra Mundial en 1919–, testimonian el alcance<br />

prácticamente universal de estos vínculos entre, para decirlo en palabras de<br />

Durkheim, normas morales y contratos. Este decurso testimonia también la<br />

continuidad del enfrentamiento entre capital y trabajo como eje conflictivo de<br />

las sociedades capitalistas.<br />

Es <strong>sobre</strong> estos vínculos entre normas morales y contratos donde se sitúan actualmente<br />

las estrategias empresarias de flexibilización laboral que, en nombre<br />

de la disminución de los costos laborales, erosionan paulatinamente las garantías<br />

y protecciones erigidas por el Derecho del Trabajo, proceso favorecido, sin<br />

duda, por el debilitamiento de la fuerza colectiva de los trabajadores y de sus organizaciones.<br />

Las regulaciones <strong>sobre</strong> la extensión de la jornada de trabajo, <strong>sobre</strong><br />

la duración de los contratos, <strong>sobre</strong> los costos de “salida” del trabajo –indemnización<br />

por despido, por ejemplo–, <strong>sobre</strong> la articulación del empleo con servicios de<br />

salud y seguros previsionales, etcétera, son comprometidas por estas estrategias.<br />

En este contexto, la eficacia del Derecho del Trabajo se va desdibujando por<br />

diversas vías, no tanto por la derogación de las antiguas regulaciones, que per-<br />

7 Durkheim precisa este planteo en el Prefacio de la 2da. edición de La División del Trabajo Social, incluida en la obra aquí citada, págs. 7-56.<br />

8 Castel, Robert: La metamorfosis de la cuestión social: una crónica del salariado. Ed. Paidós. Buenos Aires. 1997.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

16 CUADERNO DE FUTURO


manecen, sino más bien, como opinan algunos autores aludiendo a la situación<br />

actual de la legislación francesa –situación que guarda cierta semejanza a la argentina–,<br />

por un fenómeno de “hiperreglamentación (…) que produce el mismo<br />

efecto que la supresión de las reglas”. 9 Es decir, que junto a las antiguas regulaciones<br />

va emergiendo lo que Alain Supiot denomina un “derecho del trabajo de<br />

segundo tipo” con menores garantías e institutos de protección que sancionan<br />

jurídicamente un proceso de creciente precarización laboral.<br />

2.2. La dimensión organizativa<br />

La noción de autonomía constituye la piedra de toque de algunos debates actuales<br />

acerca de las nuevas modalidades de gestión en la organización del trabajo<br />

de las grandes empresas. La nueva consigna empresarial impuesta a los<br />

empleados: “yo le pago un salario pero maneje esto como si fuera su propio negocio”,<br />

es interpretada por los cultores del management como una postura liberadora<br />

10 y, por sus detractores, como un fraude tendiente a aumentar la explotación<br />

en el trabajo. 11 Pero si se trascienden los enfoques apologéticos y detractores<br />

del debate, tal como lo vienen haciendo actualmente algunos economistas,<br />

12 se facilita la comprensión de esta dimensión de autonomía como una<br />

de las tendencias presentes en el mundo del trabajo.<br />

En El Capital, Marx enfatizaba dos aspectos del trabajo asalariado. El primero<br />

de ellos se relaciona con el vínculo fetichista o alienante del trabajo con el capital,<br />

por el cual el trabajador veía aparecer ante sí el fruto de su trabajo como<br />

una fuerza externa –el capital– al cual se sometía. Marx concebía la dependencia<br />

del trabajo como una constricción basada en ilusiones, ya que “el trabajador ve<br />

erigirse frente a él al capital como una fuerza ajena, cuando en realidad no es<br />

más que su producto, el fruto de su trabajo”. Es decir que si la capacidad productiva<br />

depende del trabajo, no existe, stricto senso, una subordinación absoluta al<br />

diktat del capital. Este enfoque funda la posibilidad de la emancipación del trabajo<br />

en la medida que puede entenderse ésta como una “liberación del yugo del<br />

capital”, una “reapropiación” del fruto de su trabajo. Pero el supuesto clave aquí<br />

es la dimensión de profunda autonomía asignada al trabajo, el hecho de que, en<br />

el fondo, el capital no es más que trabajo acumulado y que las herramientas con<br />

las que opera el trabajador no son más que “trabajo pasado, muerto”, diferente<br />

al trabajo vivo puesto en obra durante el proceso productivo.<br />

9 Coutrot, Thomas: Trabajo, empleo, actividad. Papéis do Trabalho do RP GT-CUT Nº 7. Rio de Janeiro, Brasil. Marzo de 1999. Pág. 15. Este artículo<br />

fue tomado de la versión editada por la revista Viento Sur, de octubre de 1998. Madrid, España.<br />

10 Peters, Tom: Liberation Management. Editado en castellano por Granica. México. 1995.<br />

11 Ver al respecto los argumentos discutidos por André Gorz en Miserias del presente. Op. cit.<br />

12 Coutrot, Thomas: L’entreprise néo-libérale, nouvelle utopie capitaliste? Ed. La Découverte. París. Francia. 1998.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

17


Sin embargo, frente a esta concepción de una autonomía radical del trabajo,<br />

la coordinación productiva puesta en ejecución por los capitalistas en las fábricas<br />

devenía en una relación despótica, de sometimiento del trabajo al capital.<br />

La dominación del capital se establece <strong>sobre</strong> la apropiación de los frutos del trabajo,<br />

digamos en el carácter contractual de la relación social capitalista, siendo<br />

la dominación existente en la organización del trabajo un carácter derivado<br />

de aquélla. En este punto se establecen dos posiciones teóricas que no son ajenas,<br />

obviamente, a la evolución histórica. Una de esas posiciones concibe la subordinación<br />

del trabajo en términos del despotismo del capital en las fábricas<br />

y, en cierto sentido, era lo que observaba Marx en las condiciones de trabajo que<br />

prevalecían en el capitalismo del siglo XIX.<br />

La observación “sociológica” <strong>sobre</strong> el despotismo del capital en las condiciones<br />

de trabajo de la industria del siglo XIX se convirtió en el enfoque predominante<br />

<strong>sobre</strong> la organización del trabajo en el capitalismo, tanto en las<br />

corrientes marxistas como en otras corrientes sociológicas. El propio Weber<br />

señalaba, a propósito del interés en obtener “los mayores rendimientos posibles<br />

y calculables (óptimo) en el trabajo a ejecutar, que (…) el óptimo en la inclinación<br />

al trabajo (…) siempre ha estado condicionada o por un fuerte interés<br />

propio en el éxito o por la coacción (…) /La coacción puede consistir a)<br />

en la amenaza inmediata de violencia física u otros perjuicios, o b) en la probabilidad<br />

de perder los medios de vida en caso de rendimiento insuficiente./<br />

Y puesto que la segunda forma, esencial en la economía de cambio se dirige<br />

(…) con mayor intensidad al propio interés (…) opera con mayor racionalidad<br />

formal (en el sentido del óptimo técnico) que toda coacción inmediata al<br />

trabajo. Condición previa es que los trabajadores se encuentren expropiados<br />

de los medios de producción y abandonados a la competencia por las probabilidades<br />

de salario; por consiguiente, supone la protección coactiva de la<br />

apropiación de los medios de producción llevada a cabo por los propietarios<br />

(…) Aquí (...) no se obstruye (...) la inclinación positiva al trabajo como ocurre<br />

(...) en caso de trabajo servil; aunque limitándola ciertamente, cuando se<br />

trata de especialización técnica intensiva en tareas sencillas (taylorizadas) y<br />

monótonas, a las probabilidades puramente materiales del salario (…) En el<br />

orden lucrativo del capitalismo, la inclinación al trabajo está condicionada<br />

fundamentalmente por las probabilidades del salario a destajo y por el peligro<br />

de despido”. 13<br />

Para Weber, la carencia de otros medios de vida constituía por sí misma un<br />

elemento coactivo para el trabajador asalariado, y es lo que explica el sometimiento<br />

en el ejercicio de sus tareas bajo la dirección del propietario del capital,<br />

13 Weber, Max: Economía y Sociedad. Ed. Fondo de Cultura Económica. 2da. edición. México.1969 (la versión corresponde a la 4ta. edición<br />

alemana, de 1964). § 25, págs. 120-121.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

18 CUADERNO DE FUTURO


al punto que su situación evoca, en las modalidades de organización y control<br />

“tayloristas”, el trabajo servil. Esta conexión entre relación salarial y sometimiento<br />

organizativo es absolutamente afín al enfoque de Marx, posiblemente<br />

porque el modelo clave de subordinación organizativa era por ese entonces la<br />

fábrica. Weber observaba que el despotismo del capital en ella disminuía el incentivo<br />

para el trabajo y alentaba la ruptura violenta de la coacción: “La inclinación<br />

al trabajo del obrero de fábrica estuvo condicionada originariamente<br />

por una combinación del hecho de descargar en él el riesgo de su propio futuro<br />

con una coacción muy fuerte de carácter indirecto; y ha continuado permanentemente<br />

orientada por la garantía coactiva implícita en el orden de la propiedad,<br />

como ha demostrado el deterioro contemporáneo de aquella disposición<br />

en virtud de la quiebra del poder coactivo operada por la revolución”. 14 La<br />

concepción <strong>sobre</strong> el despotismo del capital predominó en varias corrientes del<br />

pensamiento social y fue sostenida hasta épocas recientes 15 aun cuando ya desde<br />

los años 70 fue puesta en cuestión por los estudiosos norteamericanos del<br />

control en el trabajo, como Burawoy.<br />

La posición contraria es comúnmente atribuible también a Weber, cuyo concepto<br />

de órdenes legítimos de dominación no presupone necesariamente el<br />

uso de la fuerza como en los regímenes despóticos, sino un consentimiento de<br />

los subordinados bajo la forma de legitimidad de las relaciones de poder, que<br />

puede establecerse en términos del apego a normas originadas en la tradición,<br />

el carisma o un orden racional/burocrático. Al transferir esta concepción a la<br />

relación de trabajo inserta en un marco organizativo, capitalista o no, siempre<br />

es dable observar “grados” de subordinación o autonomía en el trabajo, posición<br />

congruente con la observación del carácter de las relaciones de dominación<br />

actuales en la organización del trabajo. La subordinación del trabajador<br />

se verifica tanto en el cumplimiento de órdenes, indicaciones y normas, así como<br />

en distintos esquemas más o menos objetivos de control y supervisión en<br />

la realización de su trabajo. Su autonomía en cambio se revela en indicios tales<br />

como la posesión de matrículas habilitantes, calificaciones más o menos<br />

formalizadas, saberes y habilidades, e incluso autorregulación de la intensidad<br />

y/o calidad de su trabajo realizado cotidianamente fuera de todo esquema<br />

de control externo de su tarea.<br />

14 Idem, pág. 123.<br />

15 Esta concepción llega hasta pensadores como Polanyi, para quien una de las contradicciones básicas de las sociedades occidentales en el siglo<br />

XX era la coexistencia de reglas de juego opuestas en la sociedad y en la empresa: la regla de juego democrática en la sociedad y la regla<br />

despótica en la fábrica. Esta contradicción se manifestaba claramente en la posibilidad que otorgaba la regla democrática para el desarrollo de<br />

sindicatos, cuya acción apuntaba a denunciar y erosionar la regla despótica en las fábricas. Para Polanyi ésta era una contradicción básica cuya<br />

resolución histórica fue o bien eliminar la regla despótica en las fábricas como en el socialismo, o bien sostenerla y profundizarla como en el<br />

fascismo y el nazismo, pero en ambos casos estas soluciones históricas implicaron la supresión de la regla democrática en la sociedad.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

19


La concepción “weberiana”, que coincide con la de algunas corrientes actuales<br />

de la sociología 16 y de la economía, 17 propone un acercamiento más realista<br />

al análisis del trabajo en la organización que la visión más simplista anclada<br />

en la concepción que alude al despotismo a ultranza del capital. Si en la<br />

organización del trabajo se trata siempre de “grados” de subordinación o autonomía,<br />

resulta difícil deslindar situaciones y configurar tipos ideales a los<br />

cuales remitir los casos concretos. En suma, resulta difícil deslindar, de<br />

acuerdo con la terminología propuesta al principio, el registro de la dependencia<br />

jurídica.<br />

2.3. Diversas formas de inserción laboral<br />

El intercambio de trabajo por dinero bajo la forma de una relación salarial y la<br />

subordinación del trabajador en un esquema organizativo presidido por el capital<br />

constituyen el trabajo asalariado como significado central de la relación<br />

capital/trabajo. Aun cuando esta forma sea predominante, no es la única, ya<br />

que existen otras en las que o bien se verifican otras formas de intercambio de<br />

trabajo con el capital distintas a la relación salarial, o bien aun existiendo relaciones<br />

salariales, no existe necesariamente una subordinación organizativa.<br />

Es necesario puntualizar que no toda relación salarial implica un vínculo con<br />

el capital, al menos de manera directa, ni todo trabajo supone relaciones de dependencia.<br />

Por eso, al vincular las nociones expuestas con las definiciones jurídicas<br />

se puede trascender, y por lo tanto situar, las relaciones capital/trabajo localizándolas<br />

en un ámbito más amplio de relaciones de trabajo. Procederemos entonces<br />

a relevar algunas dimensiones generales establecidas en las definiciones jurídicas<br />

del trabajo, para retornar luego al análisis de la relación capital/trabajo.<br />

En primer lugar, existen formas de realización del trabajo que aun cuando se<br />

establezcan <strong>sobre</strong> la relación salarial y tengan un carácter subordinado no suponen<br />

una sujeción directa con el capital, como por ejemplo la relación de los<br />

empleados públicos con el Estado, sea en la administración o en los servicios<br />

públicos. En el plano organizativo, la subordinación del trabajo agrega aquí<br />

sentidos diferentes: se trata de la sujeción a un cuadro normativo e institucional<br />

de orden público, además de la subordinación en un esquema jerárquico de<br />

16 Bordieu, Pierre: La double vérité du travail. Actes de la Recherche en Sciences Sociales, Nº 68 de noviembre de 1996. París. Francia. Págs. 89-<br />

90. Versión modificada de una comunicación presentada en el coloquio “Les conflicts du travail” realizada en la Maison des Sciences de<br />

l’Homme, París, 2-3 de mayo de 1975. En este artículo Bourdieu plantea la necesidad de superar el falso dilema entre “subjetivismo” y<br />

“objetivismo” en el análisis de las relaciones de trabajo.<br />

17 Coutrot, Thomas: L’entreprise néo-libérale, nouvelle utopie capitaliste? Op. cit. El interés de este libro en este punto preciso es que desarrolla<br />

desde una perspectiva marxista la concepción que nosotros denominamos aquí “weberiana”, atribuyéndola al propio Marx con argumentos<br />

convincentes, lo cual vendría a proponer cierta afinidad de criterios entre los clásicos de la sociología.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

20 CUADERNO DE FUTURO


gestión. En Argentina, el empleo público está regulado por normas ad-hoc diferentes<br />

de las que rigen en los contratos privados, aun cuando existan similitudes<br />

en los contenidos de esas normas. La incidencia del empleo público en las<br />

sociedades contemporáneas es de tal magnitud que merece un análisis particularizado<br />

que no podemos emprender aquí, pero nos importa enfatizar la diferencia<br />

existente entre la sujeción a un orden público, como el que vincula a los<br />

empleados estatales, de la sujeción a un orden de gestión privado, como el que<br />

rige en las empresas capitalistas, aun cuando este último esté mediado también<br />

por normas públicas que intervienen en la regulación organizativa (en<br />

particular, en Argentina, la Ley de Contrato de Trabajo).<br />

Asimismo, existen otras formas de subordinación del trabajo en las que aun<br />

cuando puedan reconocerse los rasgos de una sujeción al capital, no siempre es<br />

reconocible una relación salarial. Este es el caso de los trabajadores familiares<br />

definidos censalmente como “trabajadores sin remuneración fija”, localizados<br />

comúnmente en el agro, el pequeño comercio y actividades de servicios diversos.<br />

La subordinación del trabajo supone aquí la sujeción a estructuras familiares<br />

en muchas de las cuales es dable observar formas de dominación patriarcal.<br />

Pese a que en estas estructuras puede establecerse el intercambio de trabajo por<br />

dinero, éste se integra en un esquema de economía doméstica y no adquiere la<br />

forma de una relación salarial. Estas formas de trabajo alcanzan una gran extensión<br />

en varios países de América Latina, donde fueron objeto de numerosos<br />

análisis dedicados a la economía “informal”. Asimismo, algunas tendencias actuales<br />

del capitalismo, como la de integrar y reproducir en su dinámica redes y<br />

organizaciones sociales, parecen favorecer la expansión de estas formas de trabajo<br />

familiar. Éste es el caso, por ejemplo, de las tareas de armado de circuitos<br />

electrónicos realizadas mediante el trabajo en talleres organizados por unidades<br />

domésticas familiares en la mayoría de países donde se localiza esta actividad,<br />

tanto en el Sudeste de Asia como en México y Estados Unidos.<br />

Por último, numerosos estudios recientes dedicados al desarrollo del denominado<br />

“tercer sector”, integrado por organizaciones de la sociedad civil, informan<br />

del volumen creciente de trabajo realizado bajo formas diversas de voluntariado.<br />

Estas formas, aun cuando supongan el intercambio de trabajo por<br />

dinero, no están fundadas centralmente <strong>sobre</strong> relaciones salariales, y aun<br />

cuando circule poder en ellas, tampoco reposan centralmente <strong>sobre</strong> los esquemas<br />

organizativos de subordinación propios de las empresas de capital privado.<br />

El crecimiento de este “tercer sector”, al que algunos observadores le otorgan<br />

una gran importancia para la expansión futura del empleo, 18 ha sido estimulado<br />

en las últimas dos décadas en América Latina por el “retiro” del Esta-<br />

18 Rifkin, J.: El fin del trabajo. Ed. Paidós. Buenos Aires. 1996.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

21


do del cumplimiento de algunas de sus funciones básicas, especialmente en el<br />

terreno del sostenimiento del consumo y de la provisión de servicios públicos.<br />

Asimismo, ese crecimiento parece congruente con la tendencia, mencionada<br />

en el párrafo anterior, que favorece la dinámica de reproducción de redes y estructuras<br />

sociales en el capitalismo contemporáneo.<br />

GRÁFICO I: FORMAS CONTEMPORÁNEAS DE INSERCIÓN LABORAL<br />

Mercado<br />

El trabajo realizado fuera de los esquemas de la relación salarial o de la subordinación<br />

organizativa al capital no parece originar formas novedosas, ya que<br />

éstas, en líneas generales, han estado presentes en los regímenes capitalistas<br />

desde el inicio. Lo que parece haber variado es el enfoque que preside su análisis.<br />

Dentro de la visión de Marx, la expansión del trabajo asalariado suponía que<br />

ésta llegaría a ser la forma predominante de incorporación del trabajo en el capitalismo,<br />

cosa que ocurrió efectivamente en numerosos países. Aún hoy, la<br />

proporción de asalariados en la población económicamente activa sigue siendo<br />

concebida como un indicador clave para indagar tanto el grado de “avance” del<br />

capitalismo como la configuración de una sociedad de clases. Sin embargo, en<br />

las últimas tres décadas se observa, incluso en los países de industrialización<br />

avanzada, la emergencia progresiva de formas de inserción laboral que eran<br />

asignadas, comúnmente, a formas “precapitalistas”. Esas formas parecían destinadas<br />

a desaparecer en la medida de la extensión de las relaciones capitalistas<br />

de producción, pero la evolución reciente de las ocupaciones parece indicar un<br />

“retorno” a las formas de inserción laboral que prevalecían en sus inicios. En lugar<br />

de la destrucción de las formas “precapitalistas”, el capitalismo contemporáneo<br />

parece favorecer la reproducción de diversas estructuras y redes sociales,<br />

“colonizándolas” en favor de su expansión.<br />

En el nuevo contexto, entonces, el trabajo asalariado se localiza, por un lado,<br />

en mercados de trabajo en los que la relación salarial trasciende el orden privado<br />

y se extiende al sector público, mientras que, por otro lado, coexiste con<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

22 CUADERNO DE FUTURO<br />

Relación salarial<br />

Privado Público<br />

Economía<br />

doméstica/<br />

familiar<br />

Estado<br />

Tercer<br />

sector<br />

Otras formas de intercambio


otras formas de intercambio de trabajo por dinero, no salariales, y con formas<br />

de realización e intercambio no monetarias, o no exclusivamente monetarias.<br />

En el Gráfico I se busca caracterizar las diversas formas de inserción laboral en<br />

términos muy generales, clasificándolas según el orden público/privado que<br />

las regula y según la preeminencia del intercambio de dinero por trabajo como<br />

forma de realización. Más allá del esquematismo de la descripción, debe tenerse<br />

en cuenta que las fronteras entre estas diferentes formas de inserción laboral<br />

son permeables en varios sentidos.<br />

Por un lado, el Estado juega un rol central en la regulación de la relación salarial<br />

en el mercado de trabajo privado, así como sostiene a muchas de las organizaciones<br />

del denominado “tercer sector”, sea a través de regulaciones o a través<br />

de transferencias directas (subsidios). Por otro lado, las organizaciones familiares<br />

están insertas en el mercado, al tiempo que se integran en las mismas redes<br />

sociales que dan origen a muchas organizaciones del tercer sector. Resulta habitual<br />

también que el sector privado sostenga cierto tipo de organizaciones del tercer<br />

sector, al mismo tiempo que el Estado incorpora un volumen importante de<br />

trabajo a través de diversas formas mercantiles de prestación de servicios. Por último,<br />

las organizaciones del tercer sector generan un volumen creciente de prestaciones<br />

destinadas a su intercambio en el mercado, por lo que el intercambio que<br />

se realiza en su seno no se refiere exclusivamente a la satisfacción de “necesidades<br />

sociales” de sus miembros.<br />

3. LAS FORMAS DE INSERCIÓN LABORAL EN EL MERCADO<br />

Si se consideran ambas dimensiones, contrato y organización, como variables<br />

cuyos valores se combinan para conceptualizar el trabajo asalariado, surge la<br />

posibilidad de explorarlas al mismo tiempo en su extensión y en otras combinaciones<br />

posibles. La dicotomización de ambas variables nos permitirá iniciar<br />

esta exploración, delimitando las diversas formas que van adquiriendo las relaciones<br />

de trabajo.<br />

En la dimensión contractual se distingue entre “dependencia” e “independencia”.<br />

La relación de dependencia configura la forma típica del trabajo asalariado<br />

y establece el carácter laboral del vínculo para el derecho del trabajo. La<br />

relación contractual como “independiente”, en cambio, se concibe como una relación<br />

que se sustrae, en principio, de las regulaciones laborales, lo cual facilita<br />

su derivación al ámbito comercial y de las regulaciones mercantiles. Esta diferencia<br />

es esencial, ya que el Derecho del Trabajo concibe ambas partes del<br />

contrato en posiciones asimétricas: en la medida en que el trabajador carece de<br />

otros medios de vida que su fuerza de trabajo, se sitúa en una posición de debilidad<br />

frente a su empleador, por lo que la regulación jurídica aporta una fun-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

23


ción de tutela o protección del trabajador a través de garantías diversas. En el<br />

derecho comercial, en cambio –aun cuando existen excepciones al respecto–, se<br />

tiende a concebir ambas partes del contrato en un pie de igualdad, es decir, como<br />

un contrato entre iguales, por lo que está ausente aquí la protección o tutela<br />

que el Derecho del Trabajo proporciona a los trabajadores en relación de dependencia.<br />

En la dimensión organizativa se distingue entre el carácter “subordinado” o<br />

“autónomo” del trabajo realizado. Como ya se indicó, la “subordinación” a las<br />

reglas impuestas por quienes dirigen la organización fue concebida como la<br />

forma típica de inserción de los asalariados en la gran industria, en palabras<br />

de Marx, la “subsunción real” del trabajo al capital. La “autonomía” supondría,<br />

en cambio, la prescindencia del control o supervisión en el curso de la realización<br />

del trabajo, por lo que el trabajador sería evaluado por los resultados concretos<br />

alcanzados más que por el tiempo insumido, las modalidades o los contenidos<br />

de las tareas realizadas.<br />

La combinación entre las dimensiones contractual y organizativa de las relaciones<br />

de trabajo y sus respectivas diferencias internas estructura las relaciones<br />

de trabajo según cuatro campos en cada uno de los cuales prevalecen<br />

modalidades diferentes: 19<br />

a) El campo que combina la dependencia contractual y la subordinación organizativa<br />

define la modalidad típica del trabajo asalariado.<br />

b) El campo que combina la independencia en la relación contractual y la subordinación<br />

organizativa define la modalidad de lo que se denomina comúnmente<br />

subcontratación.<br />

c) El campo correspondiente a la independencia contractual y la autonomía en<br />

la organización define una modalidad que denominamos “prestación de servicios”,<br />

para aludir <strong>sobre</strong> todo al carácter comercial que adquiere aquí la relación<br />

de trabajo.<br />

d) El campo constituido por la autonomía organizativa y la dependencia contractual<br />

contiene tanto a las viejas modalidades de “subsunción formal” del<br />

trabajo al capital como también modalidades de gestión del trabajo que prevalecen<br />

en las modernas formas de organización empresaria.<br />

19 Estas modalidades fueron descritas sintéticamente en dos estudios que realizamos durante 1998: Palomino, Héctor. Articulaciones entre<br />

formalidad e informalidad en la Industria de la Construcción, presentado en el Foro de Informalidad y Exclusión Social, organizado por OIT/<br />

SIEMPRO en Buenos Aires, agosto de 1998. Mimeo. (En edición por OIT/SIEMPRO). Palomino, Héctor y Díaz Aloy, Viridiana: Sobre las fronteras<br />

jurídicas y sociales del trabajo asalariado en Argentina. Análisis realizado <strong>sobre</strong> una selección de fallos de la jurisprudencia laboral en Argentina<br />

entre 1993 y 1997. Buenos Aires, diciembre de 1998. Mimeo. Una versión de este estudio fue presentada en el Congreso de la Asociación<br />

Latinoamericana de Sociología –ALAS– en Concepción, Chile, octubre de 1999.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

24 CUADERNO DE FUTURO


GRÁFICO II: CLASIFICACIÓN DE LAS MODALIDADES DE TRABAJO<br />

EN EL MERCADO SEGÚN LAS RELACIONES CONTRACTUALES<br />

Y LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO<br />

Subordinación<br />

Estable/ protegido<br />

Dependencia<br />

Trabajo asalariado<br />

Inestable/precario<br />

Contrato<br />

Prestación de servicios<br />

Subcontratación<br />

ORGANIZACIÓN<br />

3.1. Dependencia contractual y subordinación<br />

organizativa: el trabajo asalariado<br />

Autonomía<br />

Variedades:<br />

- Subsunción formal del<br />

trabajo al capital<br />

- Nuevas modalidades<br />

de gestión.<br />

-Independencia<br />

El contrato de trabajo “no es un simple intercambio mercantil entre dos individuos<br />

[asalariado y empleador], incluso muy específico, incluso esencialmente<br />

incompleto; [sino que] debe analizarse como una relación social, la relación salarial,<br />

determinada por la estructura de la relación capitalista de producción y<br />

por su inserción social en un haz de instituciones, de convenciones y normas<br />

situadas históricamente por los actores sociales, con el fin de regularizar a la<br />

vez la inserción en el trabajo (producción de una fuerza de trabajo), la organización<br />

y el control del trabajo (uso de la fuerza de trabajo) y los salarios y normas<br />

de consumo (reproducción de la fuerza de trabajo)”. 20<br />

La definición expuesta, tomada por T. Coutrot de Robert Boyer, 21 plantea, en<br />

los términos típicos de la escuela de los economistas franceses de la “regulación”,<br />

los aspectos centrales del contrato de trabajo. El interés de una definición<br />

de este tipo para el enfoque aquí adoptado reside, en primer lugar, en que<br />

diferencia el contrato de trabajo de los “simples” intercambios mercantiles; en<br />

segundo lugar, en que diferencia los aspectos contractuales de los organizativos<br />

(el sometimiento formal del sometimiento real del trabajo al capital); y en<br />

tercer lugar, en que insiste en la intervención de instituciones, normas y convenciones<br />

<strong>sobre</strong> la regulación capital/trabajo.<br />

20 Coutrot, Thomas: L’entreprise néo-libérale... Op cit., Pág. 151 (la traducción es nuestra).<br />

21 Boyer, Robert: La flexibilidad del trabajo en Europa. Ed. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de España. Madrid. 1987.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

25


Las instituciones, normas y convenciones que regulan el contrato de trabajo<br />

proceden formalmente del orden público. En términos históricos, ese “haz”<br />

normativo se ha concentrado en las normas del Derecho del Trabajo, orientadas<br />

esencialmente a la protección del trabajo asalariado, dotándolo de garantías<br />

diversas. En términos de Robert Castel, 22 el trabajo asalariado devino en<br />

status, es decir, en una posición social y en sujeto de derecho, en el siglo XX,<br />

tanto en Francia como en Argentina. En términos más clásicos, los de Durkheim,<br />

23 podría decirse que esta evolución permitió atenuar los efectos nocivos<br />

que <strong>sobre</strong> la solidaridad orgánica opera la desigualdad social entre trabajadores<br />

y capitalistas, a través de la constitución de normas superiores –sean de<br />

protección o de ciudadanía– al intercambio puramente mercantil de trabajo.<br />

Los cambios registrados por el trabajo asalariado en las últimas dos décadas<br />

en Argentina vienen siendo analizados de modo preponderante con la noción<br />

de “precarización”. 24 Ésta alude simultáneamente a la pérdida de estabilidad en<br />

el empleo de una proporción creciente de asalariados así como a la creciente<br />

desvinculación del salario de los institutos de seguridad social, cobertura de<br />

salud y otros con los que estaba tradicionalmente articulado. A esto se agrega<br />

la emergencia, en los años 90, de elevadas tasas de desocupación abierta y subocupación<br />

que presionan los salarios hacia la baja e inducen a un deterioro de<br />

las condiciones de trabajo de una vasta proporción de los ocupados, y también<br />

generan y/o refuerzan tendencias de exclusión social. 25<br />

De este modo, el campo del trabajo asalariado tiende a escindirse entre un segmento<br />

–cada vez más reducido– que conserva garantías de estabilidad en el empleo<br />

e institutos de protección social, y otro segmento –creciente– de trabajadores sujetos<br />

a la inestabilidad y desvinculados de aquellos institutos, entre los cuales se localizan<br />

también formas de trabajo “clandestino” o “no registrado”. Esta segmentación<br />

es acentuada por las estrategias empresarias de flexibilización que operan<br />

tanto <strong>sobre</strong> la dimensión contractual como <strong>sobre</strong> las organizativas. 26 El desdoblamiento<br />

del campo del trabajo asalariado entre un segmento “estable y protegido” y<br />

un segmento “inestable y precario” es representado en el Gráfico II a través de una<br />

línea que lo escinde en esas dos dimensiones. Trasladado al plano de la organización<br />

del trabajo en los establecimientos, esto implica una escisión entre un “núcleo<br />

estable” de trabajadores protegidos y una “periferia” de trabajadores precarizados.<br />

22 Castel, Robert: La metamorfosis de la cuestión social. Op. cit.<br />

23 Durkheim, Emile: De la división del trabajo social. Op. cit.<br />

24 Para una temprana y amplia aproximación al tema, ver especialmente los trabajos contenidos en Galín, P. y Novick, M.<br />

La precarización del empleo en Argentina. Ed. CEAL/CIAT-OIT/CLACSO. Buenos Aires. 1990. En lo que va de la década los estudios <strong>sobre</strong> el<br />

tema se han multiplicado.<br />

25 Sautu, Ruth: Reestructuración económica, política de ajuste, y su impacto en los patrones de ocupación-desocupación de la mano de obra del<br />

área metropolitana de Buenos Aires. 1991-96. Estudios del Trabajo Nº 14. Revista de ASET. Buenos Aires. 1997.<br />

26 Boyer, Robert (Comp.). La flexibilidad del trabajo en Europa. Op.cit.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

26 CUADERNO DE FUTURO


Este corte interno entre los asalariados inducido por su precarización creciente<br />

viene siendo analizado, en un plano más general, por sus efectos <strong>sobre</strong><br />

su status jurídico-social y la fragmentación de grupos y clases sociales. Este<br />

fenómeno promueve elaboraciones conceptuales en múltiples campos del saber<br />

y en diversos países. Entre los juristas ha surgido la noción de un derecho de<br />

trabajo “degradado” o “de segundo tipo” 27 para dar cuenta de los cambios contemporáneos<br />

en el status de los asalariados. Entre los sociólogos, estos cambios<br />

son analizados como los de una verdadera “metamorfosis” que pone en<br />

cuestión la “sociedad salarial”, 28 como una “casualización” 29 del empleo originada<br />

en la intermitencia creciente de las trayectorias laborales de los trabajadores<br />

precarios, y también como las “dificultades crecientes de transformación<br />

del trabajo en empleo” concebidas como un rasgo típico del nuevo “capitalismo<br />

informacional”. 30 A través de estos enfoques emergen dos tipos de cuestiones<br />

que involucran problemas a la vez políticos y teóricos.<br />

Una primera cuestión puede formularse como un problema de “regulación”,<br />

aludiendo al hecho de que, con la precarización, el empleo y el salario se desarticulan<br />

de la protección social. Los efectos de esta tendencia son particularmente<br />

graves en Argentina, donde varios de los principales institutos de protección<br />

estaban articulados con el salario, por lo que la precarización combinada<br />

con el incremento del desempleo desemboca en la exclusión de vastos grupos<br />

sociales de la cobertura previsional, de servicios de salud y otros. Este problema<br />

también se ha planteado con fuerza en algunos países europeos, aunque<br />

en ellos varios de los institutos del llamado “Estado de Bienestar” proporcionan<br />

protección social independientemente de la inserción laboral. Pese a esto,<br />

han surgido allí propuestas de política tendientes al cambio de las reglas de<br />

juego del sistema que van desde la redistribución del trabajo existente hasta la<br />

instalación de un ingreso o renta de carácter universal. 31<br />

La segunda cuestión tiene un carácter más teórico y alude a las consecuencias<br />

del declive del trabajo asalariado <strong>sobre</strong> la constitución de las clases sociales y de<br />

su rol en la definición de la naturaleza del capitalismo. Por un lado, el capitalismo<br />

actual no favorece, y más bien parece erosionar, las bases de constitución de<br />

actores colectivos en el plano de la producción, lo cual se refleja en el debilitamiento<br />

de los sindicatos. Por otro lado, fenómenos tales como la desocupación,<br />

la “incorporación” de trabajo en las empresas a través de contratos mercantiles,<br />

27 Supiot, Alain. ¿Por qué un derecho del trabajo? Documentación Laboral Nº 39. Ed. Universidad de Alcalá de Henares. España. 1993.<br />

28 Castel, Robert: Op.cit.<br />

29 Crompton, Rosemary (Comp.): Changing forms of employement. Ed. Routledge. Londres. 1997.<br />

30 Castells, Manuel: The Network Society. Cap. 4,Vol. I de The Information Age. Economy, Society, and Culture. Ed. Blackwell. Londres. 1996.<br />

31 Offe, Claus: Precariedad y mercado laboral. Un análisis a medio plazo de las respuestas disponibles. En ¿Qué Crisis? Retos y transformaciones<br />

de la sociedad del trabajo. Ed. Gakoa. Tercera Prensa. España. 1997. Para una propuesta local ver Lo Vuolo, R.M.: Estabilización, Ajuste<br />

estructural y Política social. En Bustos, P. (Comp.): Más allá de la estabilidad. Ed. Fundación F. Ebert. Buenos Aires. 1995.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

27


así como nuevas formas de gestión del trabajo en las empresas posibilitadas por<br />

el cambio organizacional y tecnológico, sugieren que el capital tiende a prescindir<br />

del trabajo asalariado en su sentido clásico. Esto desplaza la pregunta <strong>sobre</strong><br />

la vigencia de la relación capital/trabajo como rasgo constitutivo del sistema capitalista,<br />

al menos en el sentido que la formulara Marx.<br />

3.2. Independencia contractual y subordinación<br />

organizativa: la subcontratación<br />

El campo que combina la independencia contractual con la subordinación organizativa<br />

se vincula con las modalidades contemporáneas de la subcontratación,<br />

que puede definirse como un mecanismo de incorporación de trabajo en<br />

las empresas a través de la mediación de otras empresas. En la subcontratación<br />

el trabajador se sitúa bajo una doble sujeción: a la empresa que constituye el locus<br />

donde se realizan las tareas y a cuyas reglas de organización se subordina<br />

por un lado, y a la empresa que lo contrata en forma directa y con la cual establece<br />

su dependencia contractual por otro.<br />

La subcontratación ha constituido desde siempre una forma típica de inserción<br />

laboral 32 en actividades como las de cosecha agrícola, 33 los trabajos de estiba<br />

en los mercados y en el transporte, y en la industria de la construcción. 34 Se<br />

trata de actividades en las que prevalecen requerimientos temporarios de mano<br />

de obra, en virtud de los cuales se movilizan estacionalmente trabajadores<br />

en disponibilidad “flotantes” (ocupados y subocupados).<br />

Las cadenas de subcontratación se difundieron en las últimas dos décadas en<br />

múltiples actividades industriales, comerciales y de servicios, al ritmo impuesto<br />

por las tendencias de cambio organizativo en las empresas. Los diversos enfoques<br />

y estudios que dan cuenta de esta difusión de la subcontratación pueden<br />

clasificarse, de acuerdo con su énfasis temático, en dos grandes áreas: i) como<br />

una extensión de los estudios de precarización laboral, y ii) como un componente<br />

de las nuevas modalidades de gestión empresaria, por lo general vinculadas<br />

con el impacto de las nuevas tecnologías de información <strong>sobre</strong> los procesos<br />

productivos. Esta distinción es analítica ya que algunos estudios interrelacionan<br />

ambos enfoques. 35<br />

32 Jacoby, Sanford: El desarrollo de los mercados internos de trabajo en las empresas industriales americanas. En Osterman, P. (Comp.): Los<br />

mercados internos de trabajo. Edit. MTSS. España. 1988.<br />

33 Benencia, R.: Formas de relación contractual y precarización del empleo en el mercado de trabajo hortícola. Documento presentado en el 3º<br />

Congreso Nacional de Estudios del Trabajo de la Asociación Argentina de Estudios del Trabajo (ASET). Buenos Aires. 1996.<br />

34 Panaia, Marta: Los trabajadores de la Construcción. Ed. IDES. Buenos Aires.1985<br />

35 Esquivel, Valeria: La flexibilización laboral en tiempos de reestructuración económica. Un estudio <strong>sobre</strong> las estrategias de flexibilización laboral<br />

en firmas grandes del sector industrial. Estudios del Trabajo Nº 14. Revista de ASET. Buenos Aires. 1997. Cohen, Daniel: Riqueza del mundo,<br />

pobreza de las naciones. Ed. FCE. Buenos Aires.1998. Rifkin, Jeremy: El fin del trabajo. Op. cit.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

28 CUADERNO DE FUTURO


En los estudios <strong>sobre</strong> precarización laboral se enfatiza el corte interno entre<br />

los asalariados que trabajan en un mismo establecimiento, de modo similar al<br />

reseñado para el campo anterior, pero en el que las diferencias de remuneraciones<br />

y condiciones de trabajo son formalizadas por su disímil dependencia contractual.<br />

El personal de las empresas subcontratistas cuenta por lo general con<br />

menor estabilidad, protección e ingreso que los trabajadores contratados directamente<br />

por la empresa donde se realiza el trabajo. 36 En esta perspectiva se<br />

diferencia un “núcleo estable” de personal contratado en forma directa y una<br />

“periferia” de personal subcontratado perteneciente a otras empresas (que se<br />

diferencia, a su vez, de la “periferia” descrita en el punto anterior conformada<br />

por “contratados directos bajo modalidades precarias”). 37<br />

En Argentina la Ley de Contrato de Trabajo establece la figura de “solidaridad”<br />

entre empresas en relación con las condiciones de trabajo, de protección<br />

social y de remuneraciones entre subcontratados y los contratados directos<br />

por la empresa donde realizan su trabajo, que involucra la responsabilidad de<br />

ésta en la “igualdad de trato” hacia ambas categorías de trabajadores. Sin embargo,<br />

durante los años 90 la jurisprudencia laboral fue modificando en la<br />

práctica esta norma, 38 acotando la aplicación del criterio de solidaridad y favoreciendo<br />

de esta manera la extensión de la subcontratación.<br />

El análisis de la subcontratación fue incorporado también en diversos estudios<br />

de los que da cuenta una muy extensa bibliografía <strong>sobre</strong> los cambios de<br />

gestión y organización empresariales. En estos estudios no se analiza la subcontratación<br />

aisladamente, sino como un componente de las relaciones más<br />

amplias que establecen las empresas con sus proveedores y clientes. Los estudios<br />

<strong>sobre</strong> el tema en Argentina se multiplicaron en los últimos años en vinculación<br />

con los cambios introducidos por las privatizaciones en las grandes<br />

empresas de servicios públicos, 39 con los cambios registrados en la industria<br />

automotriz 40 y otros sectores, con las respuestas sindicales y el cambio de las<br />

relaciones laborales ante la reestructuración de empresas. 41<br />

36 Alaluf, Mateo: Modernización de las empresas y política de empleo. En Empleo y globalización. La nueva cuestión social en la Argentina<br />

(págs.469-491). Edit. Universidad Nacional de Quilmes. 1997.<br />

37 Tema recurrente desde la década de los años 80, tal como lo atestiguan varios trabajos reunidos en Castillo, Juan. J. (Comp.): Las nuevas formas<br />

de organización del trabajo. Ed. MTySS de España. Madrid. 1988.<br />

38 Palomino, H. y Díaz Aloy, V.: Op.cit. y Palomino Héctor: Articulaciones entre formalidad e informalidad en la Industria de la Construcción: Op.cit.<br />

39 Walter, J. y Senén González, C.: Modernización tecnológica sistémica, políticas de recursos humanos y relaciones laborales en la telefonía<br />

argentina tras la privatización. Documento presentado en el II Congreso Latinoamericano de Sociología do Trabalho. Sao Paulo. Diciembre de<br />

1996.<br />

40 Novick, M. y Catalano, A. M.: Reconversión productiva y relaciones laborales en la industria automotriz argentina, en Estudios del Trabajo Nº 11.<br />

Revista de ASET. Buenos Aires. 1996. Novick, M., Miravalles, M. y Senén G.,C.: Cambios en las relaciones inter-firmas y competencias requeridas<br />

en los nuevos perfiles de puestos. Los sectores automotriz y telecomunicaciones. 3º Congreso de ASET. Buenos Aires. 1996.<br />

41 Palomino, H. y Senén González, C: Emergencia de subsistemas de relaciones laborales en las empresas: sus impactos socioculturales. Revista<br />

Relaciones Nº 11-12. Ed. Universidad Autónoma Metropolitana. México. 1995.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

29


También en la profusa bibliografía internacional <strong>sobre</strong> el tema, la subcontratación<br />

se incluye en análisis más amplios <strong>sobre</strong> los cambios de gestión y de organización<br />

del trabajo en las empresas contemporáneas. Algunos hitos de esta bibliografía<br />

pueden situarse en los diversos análisis del “modelo japonés”, 42 de los “distritos<br />

industriales” del norte de Italia, 43 del “post-fordismo”, 44 del “capitalismo desorganizado”<br />

45 e, incluso, en la literatura <strong>sobre</strong> el management contemporáneo<br />

dedicada al “outsourcing”, la “re-ingeniería”, el “dawnsizing” y otras formas de<br />

reestructuración de empresas. 46 En estos estudios se da cuenta de las tendencias<br />

a la constitución de empresas “livianas” (lean organization) y de “redes” de empresas<br />

vinculadas a través de cadenas de subcontratación. La tendencia creciente<br />

a la subcontratación se enfoca a través de dos hipótesis básicas, una orientada<br />

<strong>sobre</strong> el cambio organizacional y otra <strong>sobre</strong> el cambio tecnológico.<br />

La hipótesis del cambio organizacional puede formularse, muy sintéticamente,<br />

a partir de un principio de especialización por el cual las empresas<br />

adoptan la estrategia de desagregar sus procesos entre aquellos que constituyen<br />

el núcleo central de su actividad, y que son conservados en el “interior” de<br />

la empresa, y aquellas actividades no esenciales que son derivadas a terceros o<br />

externalizadas a través de subcontratistas y proveedores. 47 Para formularlo en<br />

los términos de Williamson, se trata de resolver la asignación de los recursos<br />

empresarios a través de su coordinación por la “jerarquía” de la organización<br />

o de la adquisición a través del “mercado”. La hipótesis del cambio tecnológico<br />

alude <strong>sobre</strong> todo a las posibilidades de control “a distancia” de los procesos productivos,<br />

comerciales, de administración, etcétera, brindados en forma creciente<br />

por la difusión de las nuevas tecnologías informáticas, que facilitan la<br />

deslocalización y la recombinación de actividades diferentes. 48<br />

Si bien estos cambios tecnológicos acompañan comúnmente los organizativos<br />

y, de hecho, los posibilitan, no se confunden con éstos últimos. Más allá de<br />

las motivaciones de estos cambios, sus efectos prácticos se resumen en la “desagregación”<br />

del colectivo de trabajadores en las empresas, lo cual adquiere<br />

una innegable connotación política, al erosionar las posibilidades de organización<br />

y de identificación de intereses comunes entre trabajadores vinculados<br />

contractualmente con empresas diversas. 49<br />

42 Coriat, Benjamín: Pensar al revés. Ed. Siglo XXI. Buenos Aires. 1996.<br />

43 Piore, M. y Sabel, Ch.: La segunda ruptura industrial. Ed. Alianza Editorial. Madrid. 1995.<br />

44 Neffa, Julio (Comp.): La teoría de la regulación hoy. Mimeo. (Editado por Eudeba. 1997). Lipietz, Alain: El postfordismo y sus espacios. Las relaciones<br />

capital trabajo en el mundo. Serie Seminarios de Investigación. Documentos de Trabajo Nº 4. Ed. PIETTE CONICET/FCE UBA. Buenos Aires. 1994.<br />

45 Lash, Scott y Urry, John: The End of Organized Capitalism. Ed. Cambridge: Polity. Londres. 1987.<br />

46 Thurow, L.: El futuro del capitalismo. Edit. Javier Vergara. Buenos Aires. 1996.<br />

47 Williamson, O.E: Mercados y jerarquías: su análisis y sus implicaciones antitrust. Ed. FCE. México.1991.<br />

48 Castells, M. Op.cit.<br />

49 Schvarzer, J.: Implantación de un modelo económico. La experiencia argentina entre 1975-2000. Ed. AZ. Buenos Aires. 1998.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

30 CUADERNO DE FUTURO


3.3. Independencia contractual y autonomía<br />

organizativa: la “prestación de servicios”<br />

Uno de los senderos de transformación contemporánea de las relaciones entre capital<br />

y trabajo atraviesa las fronteras entre el trabajo asalariado y el campo de lo<br />

que en el Gráfico II se denomina “prestación de servicios”. El término “servicios”<br />

utilizado aquí es sin duda ambiguo y, sea que se acuda a los enfoques clásicos o a<br />

los “modernos” para su definición, es probable que la ambigüedad subsista irremediablemente.<br />

Lo que nos importa señalar es cierta identidad entre los términos<br />

“trabajo” y “servicio” tal como la expresada por algunas definiciones de Weber<br />

que, en ocasiones, los utilizaba indistintamente. 50 El interés de la distinción<br />

weberiana reside en su énfasis <strong>sobre</strong> el contenido de los servicios, que centralmente<br />

es el de “trabajo humano”. Ese contenido de trabajo prevalece también en lo que<br />

las clasificaciones administrativas denominan “ocupaciones de servicios” (como<br />

en el nomenclador conocido como CIUO –Clasificador Internacional Uniforme de<br />

Ocupaciones– comúnmente utilizado en censos de población y de actividades económicas),<br />

para diferenciarlas de las ocupaciones industriales y agrarias. 51 E incluso<br />

actualmente, el sentido de lo que Weber denominaba “uso del término justificado<br />

por motivos sociales”, es común hallarlo en la autodefinición de actividades<br />

por parte de los agentes económicos, como en el agro argentino, por ejemplo, donde<br />

se denomina “trabajo” a la actividad realizada por el productor agrícola propietario<br />

de su parcela, y se denomina “servicio” a la misma actividad desempeñada<br />

por un contratista o subcontratista.<br />

Lo característico del trabajo concebido como “servicio” es su diferencia con el<br />

trabajo asalariado: mientras que a través de la relación salarial el capital adquiere<br />

la disposición de la fuerza de trabajo, mediante un contrato regulado por<br />

el Derecho del Trabajo, la adquisición de un “servicio” (de trabajo) es similar a la<br />

adquisición de un bien. Esto implica que el intercambio de trabajo por dinero no<br />

se regula aquí por el Derecho del Trabajo sino por un contrato mercantil que<br />

puede adoptar formas diversas: un contrato comercial de compra-venta en el<br />

que la transacción se realiza por el fruto del trabajo, regulado por el derecho co-<br />

50 Weber, Max: Op. cit. En la Primera Parte, Capítulo II: “Las categorías sociológicas fundamentales de la vida económica” §15 se señala: “Toda<br />

forma típica de acción social económicamente orientada y de proceso asociativo de carácter económico... significa en alguna extensión una<br />

manera particular de distribuir y coordinar los servicios humanos para el fin de la producción de bienes. La realidad de la acción económica nos<br />

muestra siempre una distribución entre hombres diversos de los servicios más distintos y una coordinación de éstos en tareas comunes en<br />

combinación, en extremo diversa, con los medios materiales de producción... / Los servicios humanos de naturaleza económica pueden<br />

distinguirse en: a) de disposición, o b) orientados por disposiciones: trabajo (con semejante sentido preciso es como emplearemos en lo<br />

sucesivo esta palabra)./ El servicio de disposición es también, evidentemente ‘trabajo’ en la medida más intensa que quepa pensar, cuando<br />

trabajo equivale a absorción de tiempo y esfuerzo..., el uso del término... está justificado por motivos sociales y en lo sucesivo se le empleará<br />

en este particular sentido. En general se hablará, sin embargo, de ‘servicios’ [!!!]... Dentro de un grupo de hombres las distintas maneras en<br />

que pueden realizarse servicios y trabajos se distinguen típicamente...”. Págs. 87-88.<br />

51 Este contenido del término se acerca bastante al componente “inmaterial”–a diferencia de la industria y el agro– explícito en la célebre definición<br />

de los servicios dada en un artículo de la revista británica The Economist: “Servicio es todo lo que no se te cae <strong>sobre</strong> los pies”.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

31


mercial; un contrato de “locación de servicios” o de “locación de obra”, regulados<br />

por el derecho civil; o, en fin, y como ejemplo de algunos casos límites, un<br />

contrato de “locación de cosas” en donde se borra de la transacción el trabajo<br />

mismo y el eje del intercambio pasa por el usufructo temporal de un bien. 52<br />

El campo que combina la independencia contractual con la autonomía organizativa<br />

incluye varias figuras ocupacionales. La noción sintética de “prestación<br />

de servicios” que utilizamos para designar este campo alude al carácter comercial<br />

del vínculo entre el trabajador individual y el “cliente” para el cual realiza<br />

el trabajo. Este vínculo se basa en un contrato comercial bajo el cual se realiza<br />

la venta de “servicios” y no de un contrato de trabajo, como en las modalidades<br />

que estructuraban los campos descritos previamente.<br />

La tendencia en años recientes a derivar contratos de trabajo asalariado hacia<br />

esta modalidad de “prestación” o “provisión” de servicios por parte de muchas<br />

empresas, como parte de una estrategia de flexibilización laboral, se vincula<br />

comúnmente con una tendencia más general a la “mercantilización” progresiva<br />

de las relaciones sociales. Estos trabajadores deben cubrir por sí mismos<br />

su aporte a la seguridad social y su cobertura médica, ya que son clasificados<br />

administrativamente como “autónomos”. Esta “autonomía”, como se indicó<br />

más arriba, sustrae su contrato de la esfera de la negociación y del derecho<br />

colectivos, por lo que constituye un ejemplo extremo de la tendencia de “individualización”<br />

de las relaciones de trabajo.<br />

Las figuras ocupacionales que integran este campo son variadas, ya que van<br />

desde las modalidades típicas de contratación de profesionales mediante contratos<br />

de “locación de servicios” o “locación de obra”, hasta los trabajadores<br />

por “cuenta propia” asignados tradicionalmente a la esfera del trabajo “informal”.<br />

Estos últimos han sido objeto de numerosos estudios de los que da cuenta<br />

una amplia literatura dedicada al sector informal en América Latina. A través<br />

de diversos enfoques se analizan aspectos tales como el componente funcional<br />

de la informalidad, como mecanismo de compensación del desempleo –como<br />

en los estudios de PREALC-OIT–, el componente jurídico-institucional y la<br />

articulación entre formalidad e informalidad. 53<br />

Hacia fines de los años 80 y principios de los 90, algunos estudios 54 comenzaron<br />

a aplicar también la noción de informalidad para el análisis de los mercados<br />

52 Éste es el caso típico de los actuales conductores de taxi en Argentina que “alquilan” el vehículo a su propietario; de hecho desempeñan las<br />

mismas tareas que los antiguos “peones” de taxi (asalariados) de dos décadas atrás, sin embargo ahora son concebidos por los propietarios de<br />

vehículos, y se autodefinen ellos mismos, como verdaderos entrepreneurs.<br />

53 Portes, Alejandro: En torno a la informalidad: Ensayos <strong>sobre</strong> teoría y medición de la economía no regulada. Ed. FLACSO y Grupo Editorial Miguel<br />

Ángel Porrúa. México. 1995. La clasificación expuesta se ha tomado de este autor. López, N. y Monza, A.: Un intento de estimación del sector<br />

informal urbano en la Argentina. <strong>Desarrollo</strong> Económico. Vol. 35 Nº 139. Buenos Aires. 1995.<br />

54 Castells, Manuel y Portes, Alejandro: El mundo debajo: orígenes, dinámica y efectos de la economía informal. En Víctor Tokman, Comp.: El sector<br />

informal en América Latina: dos décadas de análisis. Edit. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México. 1991.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

32 CUADERNO DE FUTURO


de trabajo y la estructura social de las sociedades “avanzadas”. Estos estudios se<br />

aplicaron más recientemente –por ejemplo en la Inglaterra “post-Thatcher”– al<br />

análisis de la prestación de algunos servicios y, en particular, al de la expansión<br />

del trabajo por cuenta propia, verdadera novedad para una sociedad que en las<br />

décadas de los 60 y 70 era considerada como un ejemplo mayúsculo de “salarización”.<br />

Si en aquella época se imaginaba que el desarrollo económico produciría<br />

una convergencia de las sociedades latinoamericanas con las avanzadas, a través<br />

de la expansión del trabajo asalariado, los años 90 aportan la novedad de que la<br />

convergencia tiende efectivamente a producirse, pero en un sentido exactamente<br />

inverso al que se suponía anteriormente.<br />

El análisis de los trabajadores “autónomos” e “independientes” se ha integrado<br />

tradicionalmente en Argentina dentro de los estudios <strong>sobre</strong> el “cuentapropismo”,<br />

orientados generalmente al análisis de su significativo papel en la conformación<br />

de la estructura social y las actividades económicas urbanas. 55 En años recientes,<br />

los análisis se orientaron también a las actividades primarias, en virtud de la evolución<br />

reciente del agro pampeano que induce la expansión de los servicios agropecuarios<br />

56 y del interés suscitado por las modalidades prevalecientes de contratación<br />

en la producción de quintas y granjas destinada al consumo urbano. 57 En<br />

estos estudios se observa la tendencia a contratar trabajadores independientes o<br />

“autónomos”, sean éstos productores propietarios o arrendatarios.<br />

La contratación de trabajadores autónomos e independientes puede vincularse<br />

con la hipótesis de Castells y Portes acerca de la tendencia del capitalismo<br />

contemporáneo a desarrollarse siguiendo la “geometría” de las redes sociales,<br />

es decir, bajo la forma típica de la economía informal. Esta forma, que supone<br />

la reproducción de las relaciones sociales existentes, se diferencia netamente<br />

del viejo capitalismo industrial que, “arrancando” a los trabajadores de<br />

sus raíces sociales, los modelaba en sus fábricas.<br />

3.4. Dependencia contractual y autonomía organizativa: antiguas y nuevas<br />

formas de gestión en la organización del trabajo<br />

La evolución reciente de este campo ofrece una particular complejidad, en la<br />

medida que en él se sitúan desde las antiguas formas constitutivas de la “sub-<br />

55 Germani, Gino: Estructura social de la Argentina. Ed. Raigal. Buenos Aires. 1955. Murmis, Miguel: Tipos de capitalismo y estructura de clases.<br />

Ed. La Rosa Blindada. Buenos Aires. 1972. Villarreal, Juan: Estructura social de una sociedad dependiente. Edit. Siglo XXI. México. 1980.<br />

Palomino, H.: Cambios ocupacionales y sociales de la Argentina. 1947-1986. Ed. CISEA. Buenos Aires. 1987. Torrado, S.: Estructura social de<br />

la Argentina. 1945-1983. Ediciones de la Flor. Buenos Aires. 1992.<br />

56 Palomino, H.: Cambios en las relaciones entre capital y trabajo en la sociedad argentina contemporánea. Ed. Cuaderno de Gredes Nro. 26. Salta.<br />

Diciembre 1996.<br />

57 Benencia, R.: Op. cit.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

33


sunción puramente formal del trabajo al capital”, hasta las modernas modalidades<br />

de gestión del trabajo en las grandes empresas y en empresas organizadas<br />

“en red” para la prestación de determinados servicios. La regla básica que<br />

estructura este campo es que si bien existe una relación de dependencia contractual,<br />

el empleador o, en palabras de Marx, el capital, ya no cumple aquí “la<br />

función de dirección, de vigilancia y de mediación” <strong>sobre</strong> el trabajo. Es decir, el<br />

trabajador es “autónomo” en la organización de su trabajo, autonomía que se<br />

vincula con diversas dimensiones.<br />

En primer lugar, esta autonomía se relaciona con el locus del trabajo. Éste es<br />

el caso típico de actividades como la confección en la que predominan los “trabajadores<br />

a domicilio” que realizan su trabajo fuera del control y supervisión<br />

directa del empleador. En el mismo sentido, pueden considerarse varias actividades<br />

de transporte y distribución que, por definición, sólo pueden ser supervisadas<br />

por sus resultados y no en el ejercicio mismo de las tareas. En muchos<br />

casos, esta autonomía se asocia también con la posesión de herramientas o capital<br />

de trabajo por parte del trabajador, por lo que su inserción laboral es limítrofe<br />

con la figura del campo anterior (“prestación de servicios”). Cabe señalar<br />

que en Argentina ambas figuras ocupacionales –trabajadores a domicilio y trabajadores<br />

del transporte– son objeto de una regulación jurídica ad-hoc. Además<br />

de estas figuras tradicionales, se constata en diversos estudios la creciente<br />

expansión de diversas formas de “trabajo a distancia” facilitadas por el desarrollo<br />

de las tecnologías de información y comunicación, incluso en actividades<br />

dinámicas o “de punta” como la producción de bienes electrónicos.<br />

En segundo lugar, la autonomía de quien realiza el trabajo deriva de la posesión<br />

de una matrícula técnica o título profesional habilitante. Existen aquí<br />

varias figuras típicas entre las que pueden mencionarse las que articulan su<br />

actividad a través de “redes de derivación”, tales como por ejemplo los responsables<br />

de reparación o instalación de servicios públicos (v.gr.: gasistas matriculados),<br />

y los profesionales médicos que trabajan en diversas clínicas e incluso<br />

en su propio consultorio como parte de una organización en red del servicio<br />

que prestan. En el caso de los médicos, un estudio <strong>sobre</strong> la jurisprudencia<br />

laboral de los años 90 en Argentina 58 muestra la diversidad de criterios de los<br />

jueces en la consideración de los profesionales médicos y cómo, pese a que se<br />

atestiguan similares condiciones de inserción, son considerados alternativamente<br />

como asalariados (dependientes) o bien como prestadores de servicios<br />

(independientes).<br />

En tercer lugar, se trata de algunas de las tendencias contemporáneas de<br />

gestión en las grandes empresas que se sitúan en el centro del debate ideológi-<br />

58 Palomino, H. y Díaz Aloy, V.: Op.cit.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

34 CUADERNO DE FUTURO


co y cultural <strong>sobre</strong> los significados del trabajo. 59 En los años 90 en Argentina<br />

–y desde fines de los 70 en Europa y Estados Unidos– las grandes empresas vienen<br />

incorporando métodos de gestión del trabajo cuya orientación central es la<br />

de transferir grados crecientes de autonomía a su personal. El modelo de base<br />

en esta orientación en Argentina es aportado en primer lugar por el toyotismo<br />

y luego por diversos modelos de management que constituyen derivaciones o<br />

reformulaciones de aquél. Estos modelos promueven diversas prácticas de “delegación”<br />

o empowerment, de “transferencia de responsabilidad hacia abajo”<br />

en la escala jerárquica de la organización, redefiniéndola por medio de la constitución<br />

de módulos, grupos o equipos de trabajo dotados de relativa autonomía.<br />

En algunos casos, <strong>sobre</strong> todo en aquellos en los que la autonomía del equipo<br />

de trabajo se alinea con la “deslocalización” respecto del centro de decisiones<br />

de la empresa, llegan a constituirse formas moleculares de autogestión<br />

que definen horarios, rotación y contenido de las tareas, licencias, etcétera.<br />

El debate cultural ha estado presente en el origen mismo del desarrollo de estas<br />

modalidades de gestión que transforman la organización del trabajo. 60 En<br />

principio, la crítica a estas modalidades se basa en acotar el significado mismo<br />

de la noción de “autonomía”, en la medida que el trabajo sigue mediado por la<br />

dependencia contractual, por lo que es percibida como una forma contemporánea<br />

de “alienación”. En esta línea argumental se alude al discurso empresario<br />

que vehiculiza la instalación de estas nuevas formas de organización, centrado<br />

<strong>sobre</strong> la “individualización” y “mercantilización” del trabajo, que suponen<br />

argumentos tales como “hacerse responsable de la tarea como si fuera el propio<br />

negocio”. 61<br />

Por otro lado, la crítica se establece en el terreno de la reformulación de las<br />

relaciones laborales que supone la ampliación de la agenda de “recursos humanos”<br />

gestionados por las empresas. Al constituir nuevos “subsistemas de relaciones<br />

de trabajo” que desplazan el viejo esquema de negociación colectiva centralizada,<br />

las nuevas modalidades de gestión adquieren un matiz decididamente<br />

político, ya que prescinden de los sindicatos y buscan construir nuevos interlocutores<br />

de la dirección de las empresas. 62<br />

Por último, se han analizado algunas consecuencias prácticas de estas modalidades<br />

de gestión en el plano del empleo y en la segmentación interna de la<br />

mano de obra. Por un lado, las nuevas formas de organización del trabajo eliminan<br />

varias categorías de supervisión ancladas en la antigua organización<br />

59 Gorz, André: Miserias del presente, riqueza de lo posible. Cap. 2, pag. 37 y ss. Ed. Paidós. Buenos Aires. 1998.<br />

60 Castillo, J.: Op.cit.<br />

61 Gorz, A.: Op.cit.<br />

62 Martínez, L. y Simpson, D.: La dimensión social de las nuevas prácticas de gestión y su relevancia para la crisis de las relaciones laborales.<br />

Revista Sociología del Trabajo Nº 18. Madrid. 1993. Esquivel, Valeria: Op.cit.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

35


del trabajo; por otro, se destinan los mayores recursos de formación y capacitación<br />

al “núcleo estable” del personal, lo cual refuerza su distancia social con<br />

la “periferia” del personal menos calificado y/o precarizado.<br />

En un estudio reciente, a propósito de lo que denomina “régimen neoliberal<br />

de movilización de la fuerza de trabajo”, T. Coutrot 63 vincula el enfoque de Weber<br />

con los de Habermas y diversas corrientes económicas alternativas al enfoque<br />

económico ortodoxo, buscando explicar teóricamente la paradoja actual de<br />

las estrategias empresarias que, al mismo tiempo que propugnan el empowerment<br />

y la delegación en el trabajo, es decir componentes de autonomía laboral,<br />

inducen un disciplinamiento basado en la flexibilidad contractual. Dicho más<br />

directamente, se trata del doble mensaje expresado en la exigencia de compromiso<br />

e involucramiento de los trabajadores en sus tareas, con la amenaza de<br />

despido impuesta por las condiciones de competencia salvaje. En términos de<br />

la dimensión analizada aquí de subordinación/autonomía, la paradoja se resuelve<br />

por la vía de la subordinación a un orden superior: la exigencia de interiorizar<br />

como regla interna de la organización las condiciones de competitividad<br />

de los mercados. En esta explicación, se trata del sometimiento del trabajo<br />

al mercado más que a la organización gestionada por el capital.<br />

4. CONCLUSIONES: DE LA SUJECIÓN DIRECTA A LA<br />

SUJECIÓN INDIRECTA DEL TRABAJO AL CAPITAL<br />

La indagación <strong>sobre</strong> las fronteras del trabajo asalariado con otras modalidades<br />

laborales, y su elaboración mediante algunos conceptos tradicionales de la sociología,<br />

permite replantear algunas tesis clásicas.<br />

En primer lugar, se trata de las relaciones de producción capitalistas fundadas<br />

<strong>sobre</strong> el trabajo asalariado, núcleo central de la teoría de Marx. De acuerdo<br />

con las descripciones que anteceden, aun cuando el trabajo asalariado siga predominando<br />

como forma típica de las relaciones de producción, la evolución de<br />

las sociedades contemporáneas ofrece una variedad relativamente extensa de<br />

modalidades de inserción laboral que no se adscriben a la forma típica de la relación<br />

salarial. Asimismo, el propio trabajo asalariado viene siendo transformado<br />

por procesos de precarización que desarticulan el salario de las garantías<br />

e institutos que lo conformaran a lo largo del siglo XX. Es decir, que la relación<br />

salarial misma se transforma rápidamente.<br />

En segundo lugar, se trata de la tendencia del capitalismo a subordinar la<br />

fuerza de trabajo que, aun cuando siga vigente en las nuevas modalidades, en<br />

63 Coutrot, T.: L’entreprise néolibéral... Op. cit.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

36 CUADERNO DE FUTURO


varias de ellas no induce ya una sujeción directa del trabajo al capital, sino una<br />

“sujeción indirecta”. La noción de “sujeción indirecta” alude básicamente a que<br />

el trabajo realizado bajo las nuevas modalidades aparece mediado por contratos<br />

mercantiles, no laborales. Esto se expresa claramente en la subcontratación<br />

–mediada por contratos mercantiles entre empresas– y en lo que aquí denominamos<br />

“prestación de servicios”, en las que la relación del trabajo con el<br />

capital adquiere la forma de un intercambio no salarial. La noción de “sujeción<br />

indirecta” también se expresa, aunque menos claramente, en las nuevas modalidades<br />

de gestión de la fuerza de trabajo en las grandes empresas que, si bien<br />

se siguen sustentando en contratos salariales, éstos aparecen mediados por la<br />

interiorización en las organizaciones de las reglas del mercado, subordinando<br />

a los trabajadores a éste más que a la propia organización. En este último caso,<br />

los trabajadores son inducidos a “asumir el riesgo” del capital puesto en juego.<br />

En tercer lugar, se trata de los cambios registrados en una de las funciones<br />

básicas del capital, su “modelación” de la fuerza de trabajo, “arrancándola” de<br />

su medio social de pertenencia. Si bien esta función sigue cumpliéndose <strong>sobre</strong><br />

el personal contratado directamente por las grandes organizaciones, las modalidades<br />

de “sujeción indirecta” suponen por el contrario la reproducción “externa”<br />

a la empresa. Este fenómeno tiene varias caras. Por un lado supone la<br />

“individualización” del trabajo, particularmente nítida en la “prestación de<br />

servicios”; por otro lado supone la sujeción cada vez mayor del trabajo a regulaciones<br />

provenientes de códigos profesionales externos, fenómeno paralelo a<br />

las mayores exigencias de “profesionalización”; por último, supone también la<br />

“colonización” de redes y estructuras sociales por parte del capital, que las reproduce<br />

en su beneficio. En la medida en que la “socialización” de la fuerza de<br />

trabajo es cada vez más externa a la fábrica, un autor contemporáneo llega a la<br />

conclusión de que el capitalismo moderno termina convirtiendo a la propia sociedad<br />

en una fábrica. 64 En suma, si en períodos anteriores del capitalismo la<br />

modelación de la fuerza de trabajo constituía una función directa de las formas<br />

cooperativas y subordinadas en la organización del trabajo, actualmente esa<br />

función se distribuye entre el discurso y las prácticas empresarias, las regulaciones<br />

establecidas en los contratos mismos (v.gr.: la subcontratación en la industria<br />

de la construcción), las trayectorias laborales y/o de formación de los<br />

propios trabajadores y sus redes sociales de inserción.<br />

En cuarto lugar, el antiguo capitalismo industrial favorecía las posibilidades<br />

de constitución de poderosos actores sociales, mientras que el capitalismo contemporáneo<br />

parece favorecer su desagregación. Bajo las nuevas modalidades de<br />

inserción laboral resulta mucho más difícil el alineamiento automático de los<br />

64 Esta imagen fue tomada de un artículo de Tony Negri, editado recientemente en Buenos Aires.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

37


adversarios del capital, facilitado antes por las grandes concentraciones obreras<br />

en la industria. Ese aspecto interesa especialmente a los sindicatos, para los<br />

cuales el declive del trabajo asalariado implicó mayoritariamente la pérdida de<br />

efectivos y debilitamiento organizativo. Esto conduce a la pregunta <strong>sobre</strong> las<br />

condiciones que posibilitarían una agregación de fuerzas sociales capaces de intervenir<br />

en la orientación de la economía y la sociedad.<br />

Por último, los cambios contractuales y organizativos plantean graves problemas<br />

de gestión del mercado de trabajo. Si en épocas de pleno empleo esa gestión<br />

se articulaba entre la regulación estatal y las prácticas empresarias, ni<br />

una ni las otras la asumen actualmente. La hipótesis que orienta esta investigación<br />

es que se ha operado una ampliación del espacio para las regulaciones<br />

específicamente sociales del mercado de trabajo. El conocimiento de sus modalidades<br />

constituye un primer paso para la elaboración de nuevas formas de intervención<br />

social y política.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

38 CUADERNO DE FUTURO


1. EL PROBLEMA<br />

DIVERSIDAD, IGUALDAD Y EXCLUSIÓN<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA:<br />

PROMESAS Y PROBLEMAS*<br />

Juan Enrique Vega<br />

En verdad, no es un problema. Son varios, para decir lo menos. Los<br />

principales son el escepticismo, la desesperanza, el fatalismo. Muchas<br />

veces parece que las situaciones de crisis, estancamiento, marginación<br />

e inseguridad en las que vive una parte significativa de la humanidad son<br />

estados sin alternativas, sin salidas. Frente a ellas, sólo cabe la rabia, la protesta,<br />

la resignación, cuando no la negación y la indiferencia. Sin embargo, pareciera<br />

que prevalece, en el sentido común hegemónico, la idea de que “hay lo que<br />

hay”, qué sólo existe un cauce “natural” para moverse en el mundo actual que<br />

responde a la ecuación: más mercado, más comercio, menos Estado y <strong>democracia</strong><br />

política conforme el “modelo clásico” (?) occidental. Éste sería, finalmente,<br />

el camino de la modernización “realmente existente”, a pesar de sus costos políticos<br />

y sociales. Ni modo. No existe otro, por lo menos que atienda a una visión<br />

“natural” de lo que sucede. Las desviaciones de esta vía no sólo están destinadas<br />

al fracaso, son incluso patologías o perversiones sociales.<br />

La imagen –y en verdad, en parte, la realidad– es la de un irrefrenable proceso<br />

de globalización que tiene un cierto modelo de ocurrencia: a su paso homogeniza<br />

mercados e ideologías, desplaza Estados, concentra conocimiento y riquezas<br />

y, <strong>sobre</strong> todo, hace que una parte del tiempo de las diferentes sociedades<br />

ocurra simultáneamente, expandiendo y encogiendo espacios a la vez. Esa<br />

imagen también señala quiénes son los ganadores y quiénes los perdedores<br />

(winners and loosers). Paralelamente, en cada lugar emergen formas de particularismos<br />

en los que se refugian los seres humanos en busca de un cierto amparo<br />

ante las incertidumbres cognitivas y/o materiales que origina la marcha,<br />

al parecer desbocada, de esta suerte de máquina sin conductor.<br />

* Trabajo preparado para el <strong>Informe</strong> de <strong>Desarrollo</strong> <strong>Humano</strong> del Programa de Naciones Unidas para el <strong>Desarrollo</strong> (PNUD) de Bolivia. Diciembre 2003.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

39


La idea universalista, propia del mundo moderno y de la Ilustración, aparece<br />

reconvertida. Analíticamente, está más cerca de las Cruzadas que de la secularización,<br />

independientemente de la radicalización del individualismo, uno de<br />

los núcleos de la modernidad y lo secular, que expresa. Al contrario, de manera<br />

semejante a los núcleos reaccionarios que en su tiempo resistieron al avance<br />

del mundo moderno, actualmente tanto los que se sienten “víctimas” de la<br />

imposición de los “nuevos” ideales como aquellos que viven el desasosiego de lo<br />

desconocido se refugian o se instalan en imaginarios que invocan una especificidad<br />

esencial identitaria.<br />

En el curso de esta travesía, sin embargo, lo que se ha producido es una multitud<br />

de explosiones, arriba y abajo, con muertos y heridos. Por lo pronto, la idea<br />

de que existían “proyectos” de emancipación de los seres humanos se encuentra<br />

en coma; muerto “el sujeto de la transformación revolucionaria”: malheridos,<br />

desde el concepto mismo, los actores principales salvo, por cierto, el empresariado;<br />

agónico el “Estado-nación”. Existen zonas y regiones del mundo en camino<br />

de desaparición del imaginario global, particularmente las pobres y excluidas.<br />

Aunque, realmente, lo último, no es exacto; tienden a esfumarse como lugares<br />

de esperanza de sociedades mejores, para transformarse en lugares en los que<br />

“el mal” puede encarnarse con facilidad; por lo demás, en la práctica, no aparece<br />

con frecuencia en casi ninguna parte que esté desarrollada o en la que exista<br />

bienestar. La identidad convertida en esencia, en fundamento de una dignidad<br />

pérdida, atropellada por la pobreza y exclusión, sirve de base para defensas cerradas<br />

de un pasado en el cual todo fue mejor, de un origen que es la promesa de<br />

un futuro. Así, por lo menos, se termina creyendo o fabulando.<br />

La paradoja es que, finalmente, parecieran quedar dos universales opuestos.<br />

Por una parte, los ideales válidos para todos, destinados a encabezar la emancipación<br />

del genero humano: el proyecto de la modernidad, parte de una “gran narración”,<br />

encarnado en la extensión permanente de los derechos y la ciudadanía.<br />

Por la otra, una multitud de historias que encarnan una multiplicidad de<br />

“nosotros” <strong>sobre</strong>vivientes, que afirman lo que las diferencia, que se enquistan<br />

en su “identidad” y que pretenden que cada una de ellas se universalice como<br />

verdad única, obligatoria de “los otros”. Sólo podrán resistir y salvarse los que<br />

sean capaces de imponer que lo que son es lo que los demás deben ser. La misma<br />

estructura intelectual para el discurso de los polos: el que significa el máximo<br />

poder y el que personifica la extrema exclusión. Sólo que unos son numéricamente<br />

notablemente menores que los otros.<br />

Entonces, ¿cuáles son nuestros problemas? El principal, una pregunta:<br />

¿existe algún espacio para la esperanza de los excluidos que no se construya<br />

<strong>sobre</strong> nuevas exclusiones? No hablamos de una promesa o predicción, sólo de<br />

un espacio medianamente razonable para la esperanza.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

40 CUADERNO DE FUTURO


La pregunta alude inmediatamente a la relación entre lo construido y constituido<br />

históricamente y lo “natural”. ¿Será la desigualdad una condición propia<br />

de la diversidad y de la libertad? ¿O exactamente lo inverso? Si sólo existe lo “naturalizado”,<br />

a los seres humanos simplemente les cabe la lectura y la interpretación<br />

de los cursos inevitables, imposibles de alterar sin afectar lo que realmente<br />

son. La idea de actores sociales, por tanto, se complica de <strong>sobre</strong>manera. Los<br />

protagonismos serían sólo individuales. No hay proyectos colectivos ni acción<br />

pública que vayan más allá de las técnicas sociales de gobierno. Murieron los actores,<br />

sólo quedan los procesos. El principal, el de la globalización, lo engulle todo.<br />

No la globalización como un proceso que contiene la posibilidad de formas<br />

diversas o múltiples alternativas de transcurso, sino la globalización sólo como<br />

extensión de la simetría entre simultaneidad, mercado y libertad. Todo lo demás<br />

son detalles que no afectan a lo sustantivo, que no importan. La igualdad, la justicia<br />

social, la solidaridad, el desarrollo equitativo, etcétera, aparecen como arcaísmos<br />

o, por lo menos, como simples buenas intenciones.<br />

Pero aun en circunstancias de una cierta automaticidad e inevitavilidad de los<br />

procesos, subsiste una relativización de ese carácter. Esas circunstancias suceden<br />

siempre en un contexto, bajo distintas formas culturales (cultura: construcción<br />

humana), desde los más amplios, como las civilizaciones, hasta los locales o<br />

grupales. Entonces, el problema se instala en la convivencia y el tipo de interacción<br />

que se da entre esas culturas, en el nivel de que se trate. Así, cualquier idea<br />

de esperanza tendría que inscribirse en el principio de “<strong>multiculturalismo</strong>”, que<br />

en su manifestación más radical supondría una suerte de indiferencia ante los<br />

contenidos transculturales de cada sociedad. Dicho así, se trataría de una esperanza<br />

“específica” para cada una de las identidades particulares.<br />

En todo caso, para que haya esperanza se necesita garantizar un mínimo vital<br />

de existencia: una canasta básica de bienes simbólicos y materiales. ¿Quiénes<br />

gestionan esa canasta, dónde y cómo? ¿Cuál es el rol de un actor conocido,<br />

aunque notablemente erosionado, como el Estado-nación? ¿O de los poderes locales,<br />

con más prestigio pero de conducta y resultados irregulares? ¿Forma<br />

parte la <strong>democracia</strong> de esa canasta básica o es la que posibilita que llegue a<br />

existir? ¿Qué <strong>democracia</strong>? Todo depende, sin embargo, de la posibilidad de<br />

constituir, ante todo, voluntades colectivas capaces de gestionar la esperanza.<br />

Tenemos hipótesis, aunque antes que ellas, sin engaños, un punto de vista,<br />

orientaciones normativas. Sin imaginar que es posible algo distinto a la exclusión,<br />

a la pobreza y a la inseguridad del fundamentalismo individualista o del<br />

autoritarismo de comunitarismos identitarios cerrados, será muy difícil, cuando<br />

no imposible, que las realidades existentes cambien para mejor, así sea sólo<br />

un poco. Para ello, lo primero que hay que presumir es que esas realidades son<br />

una construcción histórica y que tal como fueron constituidas pueden ser re-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

41


constituidas. Y que normativamente, no sólo sociológicamente, se necesitan actores.<br />

Éstos, para desplegarse, tienen que hacerlo desde el material socialmente<br />

existente hoy, haciendo uso de la posibilidad/necesidad de pensar lo distinto,<br />

lo nuevo, desde el imaginario de lo otro posible. Y esto es lo que se llama política,<br />

en su sentido más clásicamente moderno. Incluso en las condiciones actuales<br />

de gran adversidad, la reinstalación y reconstitución de la política es parte<br />

sustantiva de la posibilidad de la esperanza.<br />

Finalmente, para resumir, en palabras siempre lúcidas y delicadas de Norbert<br />

Lechner:<br />

“En medio del clima posmoderno defiendo una conquista de la modernidad:<br />

la perspectiva. Ella requiere, al decir de Zaiki Laïki, primero, tomar distancia.<br />

Hay que desprenderse del quehacer cotidiano para poder levantar la mirada<br />

más allá de lo inmediato. La perspectiva presupone, segundo, un punto<br />

de vista desde donde mirar. No existe una mirada neutra: toda perspectiva<br />

está posicionada, es interesada. Y ella implica, tercero, un proyecto; o sea<br />

una intencionalidad respecto del futuro. La perspectiva prepara una acción<br />

intencional en relación con un “mundo por hacer”… Crear una perspectiva<br />

es crear un relato que sitúa el presente con relación al pasado y al futuro”. 1<br />

2. COMUNIDAD, INDIVIDUO Y ORDEN POLÍTICO EN AMÉRICA LATINA<br />

La década de los sesenta del siglo XX fue considerada en el mundo como un período<br />

revolucionario. En América Latina lo fue particularmente. Los grandes<br />

proyectos globales de transformación precedieron e inundaron la vida de la región.<br />

Estaban destinados a refundar socialmente los Estados-naciones y a culminar<br />

los procesos de independencia nacional. Los horizontes eran amplios y había<br />

actores absolutamente definidos y predecibles. Pero, cuando los horizontes y los<br />

actores fueron enfrentados no resistieron; ambos iniciaron la crisis que terminaría,<br />

en el contexto mundial, con la caída de muro de Berlín. Entonces, un vasto<br />

espectro de dictaduras y dictadores variopintos –más o menos crueles, eficientes<br />

y fanáticos– cubrió el continente; y la <strong>democracia</strong>, en lugar de ser la “nueva sociedad”,<br />

se transformo en el horizonte inmediato a conquistar. De paso, se abrió<br />

lugar el llamado clima posmoderno que, en medio del cambio acelerado y las revoluciones<br />

más reales de la ciencia y tecnología, empezó a cuestionar toda idea de<br />

grandes arquitecturas sociales. Salvo, naturalmente, la única posible, el producto<br />

de la nueva utopía: el mercado. La cultura anglosajona, siempre distante y escéptica<br />

de las visiones globales e inclusivas, apegada al pragmatismo y al empirismo,<br />

fue la cuna de esta nueva visión paradigmática y comprensiva.<br />

1 Lechner (2003), p. 16.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

42 CUADERNO DE FUTURO


En su excelente libro El espejo de Próspero, R. Morse 2 observa el mecanismo<br />

intelectual por el cual, en América Latina, cada vez que se quiere explicar un<br />

fenómeno social se lo hace, necesariamente, a partir de una reflexión totalizadora.<br />

Este modo de aproximación a la realidad forma parte de una tradición orgánica<br />

y totalizadora de origen hispánico que, procesada por la cosmovisión<br />

de las comunidades originarias del Nuevo Mundo, fundamentó una organización<br />

cultural que concibió a la sociedad como un todo cerrado de gran articulación<br />

interna. Producto de esta genealogía cultural es esa suerte de obsesión<br />

colectiva que busca leer y comprender en cada uno de los hechos analizados en<br />

qué forma somos parte y producto de una historia colectiva, con un origen y<br />

un sentido perfectamente determinados. Esta tradición hispánica tiene como<br />

centro una idea de comunidad orgánica y jerárquica que actúa como protectora<br />

de la libertad colectiva del grupo y de sus identidades básicas.<br />

Esta concepción cultural, que se organiza a partir de la noción de comunidad,<br />

se articula de manera contradictoria y crítica con las tradiciones de origen anglosajón<br />

que se levantan <strong>sobre</strong> la idea de individuo. Por su parte, el desarrollo<br />

de la idea de individuo ha sido el que ha constituido el núcleo central a partir del<br />

cual se ha desenvuelto el concepto de ciudadano moderno. La ciudadanía constituye<br />

el elemento central de las experiencias democráticas modernas consideradas<br />

clásicas, toda vez que permite concebir la <strong>democracia</strong> representativa como<br />

la forma más avanzada de articulación de la pluralidad y la diversidad social<br />

en función del gobierno de la sociedad. La igualación de los individuos por nacimiento<br />

ante la ley positiva, en cuanto ley fundada en el consenso, significó,<br />

precisamente, el fin de toda jerarquía natural. Esta igualación, producto de la<br />

erosión de las viejas formas de pensamiento, hizo surgir la política moderna como<br />

un fenómeno radicalmente nuevo frente a la política de los antiguos, como<br />

una actividad totalmente autónoma y distinta de la religión, de la moral y de la<br />

filosofía. Permitió, en principio, reconocer el nacimiento de un ente radicalmente<br />

diferente a la comunidad originaria, el Estado, impensable en ella por la falta<br />

de distinción entre vida individual, social y política.<br />

Las tradiciones hispánica y anglosajona se confrontaron y articularon difícilmente<br />

en el espacio originario del Nuevo Mundo, porque en éste prevaleció<br />

durante largos períodos la idea de comunidad. En América Latina, la participación<br />

social y el gobierno formaron parte de una idea de libertad colectiva,<br />

que era la libertad de una comunidad frente a otra. Difícilmente, a pesar de la<br />

influencia de las ideas liberales en muchos de los líderes fundadores, la vida colectiva<br />

asumió una concepción de libertad individual o de igualdad de las personas<br />

dentro de los límites de la comunidad política. Lo que prevaleció, más<br />

bien, fue una imagen de las comunidades tradicionales que, si bien no recono-<br />

2 Morse. (1999)<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

43


cían la libertad y creatividad del individualismo, aseguraban pertenencia, protección<br />

e identidad.<br />

En este terreno, la constitución de la <strong>democracia</strong> representativa fue, por lo<br />

tanto, casi siempre precaria y las luchas por la ciudadanía adquirieron un contenido<br />

ambiguo; implicaban simultáneamente y muchas veces de manera contradictoria<br />

contenidos sociales y políticos. El establecimiento de formas de gobierno<br />

ciudadano chocaba con las estructuras comunitarias jerarquizadas de<br />

carácter sagrado; se buscaba solucionar esta situación a través de la identificación<br />

de la cabeza del gobierno con la de un liderazgo carismático que sintetizaba<br />

las dimensiones tradicionales autoritarias, paternales y políticas. Así, la<br />

participación no se estructuraba a partir de los individuos sino de los grupos<br />

orgánicos. La <strong>democracia</strong> se basaba en un pueblo integrado retóricamente por<br />

pobres y orgánicamente por sindicatos u organizaciones agrarias que eran comunidades<br />

reconvertidas antes que un pueblo de ciudadanos.<br />

El efecto secularizador e individualizador de los procesos de modernización en<br />

América Latina erosionó radicalmente la dimensión comunitaria. Con ello, se deterioró<br />

el espacio de integración de los sectores marginados. Éstos se trasladaron<br />

progresivamente desde el ámbito protegido pero carente de autonomía individual<br />

de las identidades originarias al ámbito del capitalismo salvaje, donde empezaron<br />

a ser invocados en su individualidad como consumidores que deben decidir<br />

solitariamente tanto su opción de compra como su opción de voto. Esta erosión<br />

dio nacimiento a sociedades simultáneamente diversas y fragmentadas.<br />

La diversidad y la fragmentación son fenómenos radicalmente distintos.<br />

Uno admite la integración y el otro la repele. En nuestras realidades, reiteradamente<br />

se cometió el error de confundir diversidad con fragmentación. La diversidad<br />

es producto de la complejización, del reconocimiento del desarrollo<br />

del individuo por medio de distintas posibilidades; mientras que la fragmentación<br />

es el aislamiento de personas que no son reconocidas individualmente como<br />

sujetos sino como seres amputados de su dimensión autoemancipatoria,<br />

que en el mejor de los casos se convierten en objeto de políticas que exteriormente<br />

buscan sacarlos de su situación de marginalidad. Las sociedades que<br />

buscan articular la diversidad se constituyen desde la diversidad misma, mientras<br />

que las sociedades fragmentadas se organizan desde la cima, que es la única<br />

dotada para buscar un principio de organización de lo desagregado.<br />

La modernización, por lo tanto, superpuso procesos en los que el desarrollo<br />

del capitalismo diversifica a la vez que fragmenta. Ésta fue la base de la enorme<br />

dificultad para constituir sistemas políticos y económicos participativos<br />

relativamente estables. Antes de morir, en su último trabajo, Gino Germani 3<br />

3 Germani (1985).<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

44 CUADERNO DE FUTURO


señalaba que la modernización pasaba por el cuestionamiento de los núcleos<br />

sagrados, por la secularización de la vida comunitaria. Este hecho traía consigo<br />

fuertes situaciones de incertidumbre cognitiva y emocional. La incapacidad<br />

para articular las dimensiones tradicionales comunitarias con la realidad<br />

ciudadana propia de cualquier <strong>democracia</strong> en forma no permitió construir<br />

una cultura de instituciones que garantizara una igualdad básica efectiva.<br />

Todas las grandes instituciones elementales de la vida en sociedades relativamente<br />

integradas adquieren generalmente un sentido instrumental, y les<br />

cuesta mucho hacerse culturalmente sustantivas, en particular a los grupos<br />

dirigentes.<br />

La situación descrita está en la base de la eterna discusión <strong>sobre</strong> la crisis en<br />

América Latina. El tema ha sido un tópico recurrente, permanentemente discutido<br />

y, según los tiempos, alcanza dimensiones diferentes. Crisis económica,<br />

crisis política, crisis social, crisis cultural, crisis de identidad, hoy crisis del<br />

Estado-nación; en fin, siempre crisis. Sin embargo, la crisis principal en América<br />

Latina siempre ha sido la crisis de integración social, la exclusión que ha<br />

mantenido o aumentado la distancia interna entre sus habitantes, constituyendo<br />

sociedades en las que la distancia material y simbólica entre los pobres<br />

y los ricos es demasiado grande.<br />

Los procesos de internacionalización y globalización que se instalaron en la<br />

región, con distintas velocidades según los países y su identificación con una<br />

ideología y práctica totalizante de alta agregación, como el neoliberalismo, pusieron<br />

nuevamente como centro de cualquier intento de progreso el problema<br />

de la integración. Es, precisamente, la coexistencia de la fragmentación y la diversidad,<br />

con la consiguiente inestabilidad social, la que plantea la urgencia de<br />

comprender que la demanda social se vincula con la necesidad de órdenes significativamente<br />

más ciertos que los actuales. Esta demanda ha precedido a los<br />

actuales imaginarios que impulsan los efectos de la globalización.<br />

Cambio y estabilidad, reconocimiento de la autonomía individual y seguridad<br />

colectiva, igualdades básicas reales y pertenencia a identidades que<br />

otorgan sentidos son algunas de las necesidades que conlleva la demanda<br />

de orden. Por lo mismo, el problema democrático en América Latina se ha<br />

mostrado, simultáneamente, como una demanda de individualidad (ciudadanía),<br />

como una demanda de comunidad (pertenencia) y como una demanda<br />

de la seguridad que debería proporcionar el Estado; autonomía y certidumbre<br />

que sólo pueden articularse a través de instituciones culturalmente<br />

reconocidas por todos. En el sustrato de las desconfianzas prácticas que<br />

suscita la <strong>democracia</strong>, tanto en las llamadas clases políticas como en la población<br />

en general, se encuentra la tensión generada por la experiencia y la<br />

imagen de comunidades en disolución, con sus efectos consecuentes en las<br />

identidades colectivas.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

45


Junto a esta imagen de comunidades en disolución está la percepción de<br />

que las ofertas de integración y logro sólo se pueden adquirir por la vía mercantil,<br />

por medio del acceso al mercado de bienes materiales y simbólicos a<br />

los cuales la gente concurre como consumidor antes que como ciudadano.<br />

Presenciamos así un conflicto entre una demanda y necesidad de comunidad,<br />

la impotencia de los actuales Estados para gestionar la relación entre globalización<br />

y políticas internas y el deterioro del sistema democrático representativo,<br />

cuyo centro es el concepto de individuo que es invocado sólo en su carácter<br />

de consumidor.<br />

En menos de 20 años se han modificado radicalmente no sólo las estructuras<br />

económicas sino también las relaciones sociales, las actitudes y los valores predominantes.<br />

Ha emergido una nueva configuración de las sociedades de la región<br />

que corresponde en lo económico a sociedades de mercado, integradas<br />

parcialmente, aunque decisivamente, a un mundo global que cuestiona tanto<br />

al Estado como a las relaciones sociales. Simultáneamente, de una manera todavía<br />

confusa, se recrea en la conciencia pública la idea del Estado. Todo esto<br />

sucede en un contexto de pérdida de centralidad de la política, que difícilmente<br />

puede asumir bajo sus formas actuales el desafío de recrear los lazos societales<br />

en instituciones ciudadanas y de elaborar las identidades comunes que<br />

otorgan pertenencia y seguridad.<br />

La situación descrita plantea grandes problemas para la gobernabilidad democrática<br />

que ponen en peligro, a su vez, la posibilidad de desarrollo. La sociedad<br />

genera tendencias que se manifiestan en una mezcla explosiva de descontento<br />

con la política y los políticos con una demanda estatista. Al mismo tiempo<br />

que se desconfía de la política y de los políticos, se espera que el Estado resuelva<br />

todos los problemas pendientes. Este fenómeno se expresa hasta en los<br />

grupos más neoliberales. Paradójicamente, los aparentes rasgos de mayor autonomía<br />

individual que producen las transformaciones en curso generan altos<br />

grados de incertidumbre, agudizando una “demanda de protección”. Estabilidad<br />

y protección son demandas que están en el sustrato mismo de la necesidad<br />

de conducción y Estado que se presentan en las sociedades latinoamericanas.<br />

Nos encontramos, así, ante la situación paradójica de que las capacidades estatales<br />

de conducción han disminuido al mismo tiempo que las demandas de conducción<br />

aumentan.<br />

En este contexto, reaparece un imaginario de comunidades originarias simbólica<br />

y prácticamente maltratadas en todo el proceso de constitución del Estado-nación.<br />

Reclaman derechos; en el camino, en muchos casos, este reclamo se<br />

transforma en una demanda que tiene un proyecto que se basa en “esencias”<br />

identitarias, que son el supuesto fundamento de sus políticas.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

46 CUADERNO DE FUTURO


3. LAS NUEVAS CONDICIONES DEL QUEHACER POLÍTICO<br />

La crisis de la política y de los partidos políticos se ha convertido en un lugar<br />

común. El descrédito es la forma más familiar para caracterizar a la política, y<br />

se expresa principalmente en la desconfianza hacia quienes se dedican a este<br />

trabajo como actividad preferente. Éste es un dato tanto del sentido común como<br />

de expertos y analistas. Quizás como nunca antes, se divulgan ideas e imágenes<br />

que rebajan la política a un nivel de rémora social, a una actividad que<br />

detiene el progreso o lo complica innecesariamente.<br />

Por su parte, la globalización, la planetarización, la internacionalización y<br />

muchos otros términos semejantes también forman parte del imaginario y patrimonio<br />

lingüístico contemporáneo. Con estos términos se intenta describir<br />

múltiples y complejos procesos económicos culturales y políticos relacionados<br />

con el empequeñecimiento del mundo y la ampliación de las fronteras en todas<br />

esas dimensiones, salvo las referidas a los movimientos de población y de la<br />

fuerza de trabajo.<br />

En América Latina, la crisis de la política y de los partidos políticos es un tema<br />

de larga data. Innumerables golpes de Estado, asonadas y cuartelazos, con<br />

la emergencia de caudillos y caudillejos, se han llevado a cabo en nombre de la<br />

crítica a los políticos y la política. Esta tradición adquirió un particular énfasis<br />

en los países que afrontaron experiencias dictatoriales o autoritarias en las<br />

últimas décadas del siglo recién terminado. Golpes, asonadas y cuartelazos<br />

atacaron –con mayor o menor intensidad– a la política, justificando el autoritarismo,<br />

entre otros elementos, por el agotamiento de los sistemas y actores<br />

políticos pero, <strong>sobre</strong> todo, por la descalificación de la política misma.<br />

El retorno o la transición hacia sistemas democráticos, si bien levantó por un<br />

breve tiempo el valor de la actividad política, derivó rápidamente en nuevas<br />

erosiones de su capacidad de conducción social. En efecto, producto de situaciones<br />

de ingobernabilidad de la economía en diversos países, se generaron<br />

nuevos ataques contra la actividad política, representada como responsable de<br />

esas situaciones. En esas circunstancias, emergieron nuevos liderazgos, cuyo<br />

origen se situaba aparentemente fuera de los ámbitos de la política tradicional.<br />

Expresiones de estos liderazgos son los “neopopulismos” de derecha, como los<br />

de Collor de Mello y Fujimori o, más recientemente, de izquierda como el de<br />

Chávez. En el mismo grupo se pueden ubicar figuras de distinto origen político,<br />

ideológico o social como las de Menen en Argentina, de algunos dirigentes<br />

en Bolivia (el compadre Palenque, Max Fernández) o de Chile (el antiguo seguidor<br />

de Pinochet, Lavín).<br />

En la última década, el problema que más ha afectado el prestigio social de la<br />

actividad pública ha sido la corrupción. Altas autoridades políticas y líderes de<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

47


opinión han estado involucrados en acciones de protección, encubrimiento o<br />

complicidad de actividades ilegales. Rápidamente se ha extendido la imagen que<br />

asimila la política con la corrupción, el tráfico de influencias y, entre otros, la utilización<br />

del Estado como fuente de acumulación privada. El fenómeno de la corrupción<br />

aparece, por otra parte, vinculado con una cierta internacionalización<br />

del crimen organizado a través del narcotráfico y el comercio ilegal de armas.<br />

La crítica de la política se levanta <strong>sobre</strong> factores reales. El mundo actual ha<br />

sufrido un conjunto de transformaciones gigantescas, de carácter civilizatorio.<br />

Tres son, por lo menos, las mutaciones centrales que han afectado decisivamente<br />

a la política:<br />

- Ha cambiado el espacio nacional. Es simultáneamente más pequeño, menos<br />

autónomo, pero su campo de acción es necesariamente más amplio, es el<br />

mundo. Esto significa el agotamiento de las formas y capacidades del Estado-nación<br />

moderno.<br />

- Se han producido grandes modificaciones en la esfera pública: Parlamento,<br />

medios de comunicación, espacios de deliberación.<br />

- Se ha desarrollado una nueva noción del tiempo. Existe una notable asincronía<br />

entre el tiempo de la economía y la sociedad globalizada (la sociedad de la<br />

información, los mercados financieros) y el tiempo de la ejecución y de la deliberación<br />

democrática.<br />

Según Norbert Lechner, 4 existen cuatro megatendencias que están modificando<br />

el estatuto de la política en el mundo actual:<br />

- El fin del sistema bipolar que genera el debilitamiento de los clivajes políticos<br />

que ordenaban las identidades y los conflictos sociales.<br />

- Los procesos de globalización y segmentación que, simultáneamente, profundizan<br />

la participación asimétrica en el nuevo orden mundial y agrandan<br />

las distancias dentro de cada sociedad.<br />

- El auge de la sociedad de mercado y la reorganización del Estado, donde los<br />

procesos de globalización aceleran la modernización de las sociedades a un<br />

grado de diferenciación y complejidad tal que el Estado encuentra dificultades<br />

crecientes para representar y regular la diversidad de los procesos sociales.<br />

- Finalmente, la emergencia de un nuevo clima cultural caracterizado por la<br />

llamada “cultura postmoderna”.<br />

Bajo todos estos hechos subyace la emergencia de una nueva problemática del<br />

quehacer en los espacios públicos. Lo que se ha puesto en cuestión son las formas<br />

con las que se pensaba la vida colectiva y se entendía la interacción entre los seres<br />

humanos. Al decir de Manuel Antonio Garretón, 5 la vida actual está desafiada por<br />

4 Lechner (1996).<br />

5 Garretón (1998).<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

48 CUADERNO DE FUTURO


dos procesos: un estallido de la sociedad “por arriba”, constituido por la globalización,<br />

y un estallido de la sociedad “por abajo”, marcado por la multiplicación de las<br />

identidades sociales. El primero hace que las sociedades pierdan su “centro” de decisión<br />

y el segundo consiste en la explosión de los particularismos e identidades,<br />

cuya referencia básica deja de ser el Estado o la sociedad y pasa a ser la experiencia<br />

subjetiva en torno a categorías de adscripción.<br />

Probablemente, una de las primeras señales externas de transformación de las<br />

formas que tradicionalmente asumía la actividad política es la creciente exigencia<br />

que enfrenta para convertirse en una actividad de espectáculo. Esta transformación<br />

deriva, en gran parte, del rol que juegan actualmente los medios de comunicación<br />

masivos, como la televisión. La imagen ha pasado a ser uno de los capitales<br />

más significativos que deben poseer todos aquellos que aspiran a desempeñar<br />

funciones públicas. Simultáneamente, la asimilación de la idea de comunidad<br />

política a la de un mercado de ciudadanos ha conducido a que la discusión<br />

<strong>sobre</strong> los bienes públicos se asemeje, cada vez más, a una elaboración de ofertas<br />

en las que el ciudadano es entendido simplemente como consumidor.<br />

Uno de los problemas sustantivos detrás de la supuesta decadencia de la política<br />

y de los partidos políticos es el deterioro de la idea de “futuro”. En efecto,<br />

la emergencia del mundo moderno se caracterizó por el desarrollo de una racionalidad<br />

que permitía proyectar el futuro y afirmar la posibilidad de actuar<br />

en su configuración a partir del presente. Independientemente del origen de la<br />

acción que sustentaba la práctica política –la ciencia, los valores, los ideales,<br />

los sueños, los deseos y el progreso–, los hombres creían que a través de ella podían<br />

transformar la realidad en función de la construcción de un futuro mejor.<br />

En este sentido, los partidos políticos, además de agrupaciones de intereses,<br />

eran asociaciones voluntarias de personas (notables o comunes) que se reunían<br />

para impulsar determinadas políticas públicas a partir de valores o ideales<br />

comunes y de un diagnóstico relativamente compartido de lo que acontecía<br />

en el presente. Los partidos eran, en definitiva, una forma de comunidad que<br />

adquiría su definición determinante en la imagen que portaba del futuro que<br />

quería impulsar. El conocimiento era el mecanismo fundamental de esta idea<br />

de apropiación del futuro, que se estructuraba en paradigmas que permitían<br />

ordenar y jerarquizar los acontecimientos y fenómenos sociales a partir de rigurosos<br />

conceptos de verdad o falsedad, de naturaleza o historia, de corrección<br />

o incorrección.<br />

La modernidad, en su momento más desarrollado, produjo dos grandes paradigmas<br />

omnicomprensivos y sistémicos: el capitalista y el socialista, ambos<br />

mutuamente referidos. La crisis y la debacle del “socialismo real”, materializado<br />

históricamente en determinadas sociedades, trajeron consigo el cuestionamiento<br />

generalizado de las imágenes de futuro y de la propia idea de progreso<br />

que estaba en su base. Así, el agotamiento de los paradigmas y de la racionali-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

49


dad que históricamente se expresaron en el socialismo real significó también,<br />

como consecuencia, que se abrieran nuevos cuestionamientos a las lógicas que<br />

fundaron la modernidad capitalista.<br />

Para algunos, con el triunfo definitivo de una de las posiciones que se encontraban<br />

en pugna, ha llegado el “fin de la Historia”, y el futuro se ha transformado<br />

en un presente continuo. Para otros, los llamados postmodernos, la Historia<br />

ha perdido su sentido y sus sujetos y se ha convertido en una infinidad de historias<br />

caracterizadas por su diversidad y multitud de sentidos. La existencia de este<br />

pluralismo histórico de sentidos habría constituido, en todo caso, siempre la<br />

realidad de los fenómenos sociales, enmarcada y sublimada en “grandes relatos”,<br />

como el cristianismo, el liberalismo o el marxismo. Estos sistemas dotaron al<br />

quehacer humano de “un cuento”, en virtud del cual se sacrificaron las grandes<br />

o pequeñas diferencias y las especificidades culturales y humanas.<br />

El dato central de estos análisis es la constatación de la aceleración creciente<br />

del tiempo. La magnitud y velocidad de los cambios que se han desplegado en<br />

las últimas décadas se expresan en todas las dimensiones de la vida humana,<br />

desde la globalización de la economía, los nuevos descubrimientos científicos y<br />

tecnológicos y la revolución en las comunicaciones y la información hasta las<br />

crisis del socialismo real y de las <strong>democracia</strong>s liberales. Esto ha traído como resultado<br />

un socavamiento de “nuestras coordenadas de tiempo y espacio y, por<br />

ende, (de) las claves mediante las cuales interpretamos la realidad social”. De<br />

esta manera, “carecemos de brújula con la cual orientarnos en un mundo cada<br />

vez más complejo. ¿Cómo estructurar y acotar una realidad que nos desborda?<br />

El ser humano no soporta demasiada realidad. Ello nos afecta en la existencia<br />

cotidiana pero también en el quehacer político. Se han destruido los ‘mapas cognitivos’<br />

que ayudaban a fijar las coordenadas y seleccionar las rutas posibles”. 6<br />

Esta aceleración del tiempo, su devenir en un presente continuo, parece ser<br />

una de las características sustantivas de la globalización, producto de su capacidad<br />

para convertir importantes dimensiones de la vida actual en un tiempo<br />

simultáneo, donde el despliegue imaginario de un pasado, presente y futuro<br />

parece imposible. Paradójicamente, esta expansión del tiempo contrae la historia,<br />

la reduce, le quita énfasis y matices; la focaliza en el tiempo simultáneo<br />

donde se instala la competencia. Gana el que “innova con mayor rapidez, el que<br />

ocupa las posiciones estratégicas, los segmentos porteadores o los mercados<br />

solventes”. 7 El espacio de la toma de decisiones se estrecha, mientras las armazones<br />

simbólicas globales se articulan en un aparente único sentido sin sentido.<br />

Esto radicaliza las incertidumbres. Sin embargo, la historia nunca ocurre<br />

6 Lechner (1996).<br />

7 Laïki (1997).<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

50 CUADERNO DE FUTURO


como historia global, siempre transcurre como historias particulares, individuales,<br />

locales o nacionales; se subjetiviza en actores vinculados a un lugar.<br />

Éstos ven que incluso la posibilidad de manejo de sus políticas de vida les es expropiada;<br />

su tiempo particular está amenazado por la dinámica del tiempo global,<br />

su cotidianidad parece no tener resolución por ellos mismos. La política<br />

queda, así, huérfana de uno de sus principales contenidos: la imaginación y el<br />

cálculo de lo que vendrá o podría venir.<br />

En esta situación, la política pierde sentido y, por ende, también los partidos<br />

en su concepción moderna. En la visión del triunfo final y definitivo del capitalismo,<br />

los partidos se reducen a un instrumento más de los ciudadanos para<br />

la maximización técnica de eficiencias en la administración de los problemas<br />

públicos. Ahora carecen de un contenido finalista dramático; en su acción no<br />

está en juego la definición de las orientaciones globales de la vida social. En el<br />

clima posmoderno, los partidos constituyen una entelequia de intereses particulares.<br />

Son imposibles como mecanismos de generalización o universalización<br />

de un sentido histórico o de sentidos generales nacionales, toda vez que<br />

éstos son inexistentes. Los partidos son, simplemente, un grupo más entre los<br />

infinitos actores que operan en la sociedad.<br />

La política enfrenta, entonces, un inmenso desafío. Está vitalmente cuestionada<br />

en una de las misiones fundamentales que ha cumplido en el mundo moderno:<br />

entregar certezas de conductas objetivas para la vida individual y social.<br />

Si la sociabilidad emergente es heterogénea y volátil, caracterizada por la<br />

incertidumbre y la atomización de las antiguas estructuras, sus espacios tradicionales<br />

no sólo son menores sino que, además, cualitativamente distintos.<br />

Sin embargo, esto no significa que no hayan surgido o se estén generando espacios<br />

nuevos que exigen una elaboración colectiva de la vida pública y de la<br />

constitución de normas que sustenten, flexiblemente y con capacidad de adaptación<br />

en el tiempo, órdenes sociales indispensables para la convivencia humana.<br />

Ellos, por cierto, son los materiales que vienen a nutrir los sentidos más<br />

permanentes del quehacer político.<br />

4. CASA E IDENTIDAD. ¿DÓNDE NOS SENTIMOS EN CASA?<br />

¿QUÉ ES LO IDENTITARIO?<br />

El tema de las certidumbres es clave. Las seguridades cognitivas y emocionales<br />

vinculadas a otras seguridades materiales básicas constituyen un umbral<br />

mínimo de existencia humana. Existe una imagen reiterada de que la casa, el<br />

hogar, es el lugar donde se puede encontrar el refugio contra la inseguridad;<br />

donde, además, se puede ser plenamente auténtico. Para que esto sea verdad,<br />

se requiere, en primer lugar, que esta casa exista.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

51


En un bello artículo, “¿Dónde nos encontramos en casa?”, la filósofa húngara<br />

Agnes Heller 8 relata una conversación, hace treinta años, con un hombre,<br />

dueño de una trattoria en el Campo del Fiori en Roma, a quien le pregunta por<br />

el camino más corto para llegar a la Porta Pia. “Lo siento, pero no puedo ayudarla”,<br />

le contesta, “la verdad es que nunca, nunca en mi vida he salido del<br />

Campo del Fiori”. Quince años después, conversando a bordo de un Jumbo Jet<br />

rumbo a Australia con una señora de mediana edad, empleada de una firma internacional,<br />

que habla cinco idiomas y es propietaria de tres departamentos en<br />

tres lugares diferentes, le pregunta: “¿Dónde se siente como en su casa?” Ella<br />

le responde: “Quizá donde vive mi gato”. Para el primero, pasado, presente y<br />

futuro estaban en el Campo del Fiori. Para la segunda, la tierra no tenía centro.<br />

“Ella era geográficamente promiscua”. 9<br />

Estas anécdotas sirven a Heller para reflexionar <strong>sobre</strong> las casas de los seres<br />

humanos y las esferas sociales que éstas abarcan. La que ilustra el hombre es<br />

la que se ubica en un lugar, en un espacio, es la “casa espacial”. La segunda, la<br />

de la mujer, está en el tiempo, es la “casa temporal”. La espacial existe en un lugar,<br />

una ciudad, un país. En la otra, este espacio fijo es reemplazado por un espacio<br />

indeterminado, “el cual es, en un principio, un espacio inquietante”. 10<br />

La relación tiempo-espacio, que la modernidad alteró de manera radical, y la<br />

tensión entre la experiencia de la “casa espacial” y la experiencia de la “casa<br />

temporal” constituyen uno de los núcleos de la constitución del yo y del nosotros.<br />

“Mi hogar asignado es el lugar donde nací. Yo hago lo que mis padres hicieron”.<br />

En la experiencia espacial del hogar, las impresiones sensoriales están<br />

cargadas de significados extraídos de los elementos cognitivos-evaluativos de<br />

disposición emocional. “Esta clase de experiencia espacial en la casa no puede<br />

ser transformada en una experiencia temporal en el hogar”. Son olores, sabores<br />

y colores. “El segundo elemento es el lenguaje: la lengua madre, el dialecto<br />

local, los lugares comunes… las pequeñas costumbres… Donde el silencio no<br />

es una amenaza nos encontramos realmente en casa”. Por su parte, la casa provista<br />

de cualquier discurso universal, sea éste funcional o transfuncional, se<br />

localiza en el tiempo y no en el espacio. Se participa en ella dejando atrás las experiencias<br />

sensoriales que constituyen la casa en el espacio. “La tendencia actual<br />

es retirarse de la experiencia espacial hacia la experiencia de la casa temporal.<br />

La mera experiencia del espacio casa ya no es posible”. 11<br />

Tiempo y espacio como referentes tensos de la modernidad. Por cierto, siempre<br />

que se intenta saber quién es uno se incluye tácitamente o expresamente<br />

8 Heller (1997) p. 7.<br />

9 Idem. p. 8.<br />

10 Idem. p. 11.<br />

11 Idem. p.13.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

52 CUADERNO DE FUTURO


una interrogante <strong>sobre</strong> el sentido. Este sentido fue definido rigurosamente como<br />

encarnación de la modernidad, en su expresión europea, por la Ilustración,<br />

constituyendo, en palabras de Heller, la “casa del espíritu absoluto”. La religión<br />

es uno de los aspectos de la “casa espacial”. La aceleración contemporánea<br />

del tiempo hace estallar, simultáneamente, la idea de espacio y la de sentido; paradójicamente,<br />

sin suprimirlas sino más bien comprimiéndolas.<br />

En esta tensión, forzando las imágenes e ideas de Heller, caben las preguntas:<br />

¿Dónde soy yo? ¿Dónde nosotros? ¿Dónde se constituye la identidad? ¿En<br />

el espacio, en el tiempo, en el sentido o en una particular relación entre ellos?<br />

Z. Bauman, 12 escribiendo <strong>sobre</strong> el <strong>multiculturalismo</strong>, cuenta que, justo antes<br />

de la última guerra mundial, en un censo de población en Polonia, en ese entonces<br />

sociedad multiétnica habitada por una mezcla de grupos étnicos, confesiones<br />

religiosas, costumbres y lenguajes, se procuró buscar información referente<br />

a todos los aspectos de autodesignación de los nativos del Estado polaco,<br />

lo que hoy se llamaría “identidad nacional o étnica”. En más de un millón de casos<br />

la indagación fracasó. Las personas no eran capaces de entender qué era<br />

“una nación” y en qué consistía “eso de tener una nacionalidad”. Las únicas<br />

respuestas que tenían sentido eran: “somos lugareños”, “somos de la zona”.<br />

Los administradores del censo, finalmente, se rindieron y agregaron “lugareños”<br />

a la lista oficial de naciones. 13<br />

Durante la mayor parte de la historia de las sociedades humanas, las relaciones<br />

sociales permanecieron firmemente reducidas al ámbito próximo, al de la<br />

“casa espacial”. Varios años después de este censo, “una investigación francesa<br />

demostraba que, tras dos siglos de arduo proceso de construcción de la nación,<br />

para mucha gente del campo le pays tenía sólo veinte kilómetros de diámetro,<br />

cinco más o cinco menos. 14 Fue necesaria la lenta desintegración y reducción<br />

de la capacidad de control del vecindario, sumada a la revolución del<br />

transporte, para que se abriera el espacio que permitió que surgiera el tema de<br />

la identidad como un problema y, ante todo, como una tarea.<br />

El concepto de identidad y, en particular, el de identidad nacional no se gestaron<br />

ni inscribieron en la experiencia humana de “manera natural”; llegaron<br />

con el mundo moderno como una ficción, como un deber ser. La idea de “identidad”<br />

surgió de la crisis de pertenencia y del esfuerzo provocado por ésta para<br />

vencer la distancia entre lo que “debería ser” y lo que “es”. Se trataba de elevar<br />

la realidad de los niveles que tenía, rehaciéndola a semejanza de la idea. 15<br />

12 Bauman (2003b), pp. 4-13.<br />

13 Idem. p .4.<br />

14 Idem. p .4.<br />

15 Idem. p. 5.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

53


El problema de la identidad fue modelado como una tarea aún no realizada,<br />

no terminada, del naciente Estado moderno. Necesitó coerción y persuasión<br />

para transformarse en la única realidad imaginable; en el relato del nacimiento<br />

y maduración del Estado moderno. Sin embargo, los actuales problemas de<br />

la identidad provienen, por el contrario, del abandono del principio nacional,<br />

de la dificultad que tiene o de la falta de interés en su aplicación y de la ineficacia<br />

de su promoción en el caso de que se la intente. Dado que la identidad ha<br />

perdido los vínculos sociales que la hacían parecer “natural”, predestinada e<br />

innegociable, la identificación se vuelve cada vez más importante para los individuos<br />

que buscan desesperadamente un “nosotros”.<br />

El ámbito de la casa temporal proveía, en su primera expresión, seguridad,<br />

un espacio cierto, conocido y previsible, pero no una identidad. El “nosotros”<br />

estaba ahí, en el entorno. Su ampliación al Estado-nación es el que exige un<br />

imaginario colectivo de pertenencia y antagonismo, de pertenencia y separación.<br />

Eso es lo que está detrás de la creación del concepto de “fronteras”.<br />

Las fronteras de los países fueron definidas materialmente a partir de los<br />

procesos de constitución del Estado-nación. Esta definición fue precisamente<br />

uno de los ingredientes que animó el proceso de institución de identidades nacional-estatales.<br />

Sin embargo, las fronteras existieron siempre. Eran, más que<br />

una línea material, un límite subjetivo. El límite con “el otro”, cercano pero desconocido,<br />

desconfiable. En realidad, “el otro” era la encarnación de “lo otro”, de<br />

lo ajeno, portador de una incertidumbre en cuanto representaba no un sentido<br />

distinto sino un sin sentido, una sin razón, un desorden. No hay orden porque<br />

no es mi orden y no es mi orden el que yo no puedo manejar y regularizar. Todo<br />

orden que no es el mío está más allá de la frontera “del orden”. Es allí donde<br />

se ubican los conceptos de fronteras externas e internas, los que identifican lo<br />

conocido con el poder del orden y lo que está fuera de la frontera como lo oscuro,<br />

como una amenaza indeterminada e indiscriminada.<br />

La definición de las identidades colectivas se vincula, así, con la definición de<br />

lo “propio” y lo “ajeno”, remite a una subjetividad en la que están presentes sistemas<br />

de valores y visiones del mundo. La cultura se encuentra, entonces, en el<br />

fundamento de toda identidad, aunque no constituya en sí misma un fenómeno<br />

identitario. La pertenencia al grupo otorga al individuo rasgos de identidad<br />

propios y, al mismo tiempo, cuando los individuos se identifican sólidamente<br />

con el grupo, éste adquiere una identidad colectiva en la medida en que el grupo<br />

tenga atributos y un devenir común que lo diferencie de otro.<br />

Toda identidad es relacional en cuanto involucra la forma cómo los individuos<br />

se definen a “sí mismos” pero también cómo son definidos por los otros<br />

con quienes entablan relaciones. La afirmación de la identidad es, simultáneamente,<br />

la afirmación de la diferencia. La identidad colectiva implica una con-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

54 CUADERNO DE FUTURO


ciencia del “nosotros” en la que los rasgos distintivos comunes configuran un<br />

sentido de pertenencia que excluye la “alteridad”. Así, necesariamente, el “nosotros”<br />

no existe sin el “otro”, el cual, a pesar de su posible cercanía física, permanece<br />

remoto y distante. Identidad y alteridad constituyen, por lo tanto, dos<br />

polos de una misma tensión, en la cual las representaciones de la identidad se<br />

caracterizan por no ser inmutables: están sujetas a constante reinterpretación,<br />

son susceptibles de variar históricamente en relación con el tiempo y el contexto<br />

social. 16<br />

La pregunta por la identidad, entonces, ha de ser corregida, ya que lo decisivo<br />

no es quién/qué soy, sino qué soy en relación con los demás, quiénes y cómo<br />

llegamos a ser en/por/como consecuencia de nuestra relación. No hay nada<br />

más colectivo (más social) que la construcción de la identidad. 17 El “nosotros”<br />

es un frente a otros. Este proceso se lleva a cabo mediante una “operación” basada<br />

en el juego de las semejanzas y las diferencias, un proceso continuo de formación,<br />

transformación y conservación. Como individuo soy en otros; como<br />

nosotros, ante los otros. No existen esencias identitarias totales, estáticas, excluyentes,<br />

esenciales, mediante la identificación de atributos constantes, estables,<br />

constitutivos de entidades inmutables.<br />

Las identidades responden a necesidades y deseos concretos, no a la fatalidad<br />

de la esencia cultural. Por eso son dinámicas y múltiples, lo mismo que la identidad<br />

individual. El problema es, como lo ha señalado Taylor, el giro individualista<br />

de la modernidad:<br />

“El sujeto moderno está lejos de ser en realidad un agente independiente,<br />

atómico. Puede serlo en relación con su colectividad local, pero no en relación<br />

con la sociedad en su conjunto. Al contrario, el individuo es sostenido,<br />

por un lado, por la cultura que crea y preserva el vocabulario de su autocomprensión<br />

y, por el otro, por la sociedad en la cual su estatus corresponde a su<br />

subjetividad. Este estatus comprende cuatro elementos: el de titular de derechos,<br />

el ser igual que los demás, el de productor y el de ciudadano. Estos cuatro<br />

elementos forman parte de su identidad de individuo libre (…) El conjunto<br />

de hábitos gracias a los cuales la sociedad define mi condición de titular<br />

de derechos, de ser igual que los demás, de agente económico y de ciudadano<br />

(…) se apoya en una concepción de la persona y de sus relaciones con la<br />

sociedad que refleja la identidad moderna y las concepciones correspondientes<br />

del bien”. 18<br />

16 Kristeva (1991).<br />

17 De Lucas (2003), p. 27.<br />

18 Taylor citado en De Lucas (2003), p. 24.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

55


La identidad se presenta como una aporía: la contradicción, como plantea<br />

también Taylor, entre identidad individual y colectiva. Se levanta <strong>sobre</strong> el hecho<br />

de que muchas de nuestras sociedades liberales contemporáneas son “repúblicas<br />

de ciudadanos cuya dimensión de la vida moderna está amenazada por tendencias<br />

atomistas”, es decir, por la ruptura de la tensión entre los dos polos que<br />

permiten la conjugación de las identidades y el mantenimiento de la identidad<br />

común imprescindible. Ellos son, de acuerdo al mismo Taylor: “por un lado, las<br />

instituciones de participación y, por el otro, la pertenencia étnica nacional”. 19<br />

Éste es, según muchos, el quid de la crisis de identidad asociada con el<br />

proceso de globalización, el que exacerba la lógica de un “individuo blindado”,<br />

20 que conduce necesariamente a una individualidad descentrada, que<br />

rompe cualquier forma de conexión entre individuo y comunidad. El costo<br />

de esta ruptura es la pérdida de la cohesión social, por lo menos su desestabilización,<br />

que no sólo afecta al lazo social, en el plano prepolítico, sino indudablemente<br />

al mismo contrato social, a los mecanismos de agregación de<br />

la sociedad política. 21<br />

El tema de la identidad está vinculado al de su crisis. Hobsbawm 22 apunta que<br />

en la Enciclopedia de Ciencias Sociales del año 1968 el término está ausente.<br />

Recién comienza a ser replanteado en el marco del reflujo de los paradigmas<br />

dominantes en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado. A partir de<br />

ahí, el sujeto social podía ser definido de una manera absolutamente objetiva.<br />

Frente a la imagen de un actor social encarnado en el determinismo de situaciones<br />

o sistemas, nuevas concepciones recuperan su subjetividad y la visión<br />

que él elabora <strong>sobre</strong> sí mismo.<br />

Se dan nuevas modalidades de conflictos sociales no centrados ya en la explotación<br />

económica, ni en el desarrollo de movimientos sociales que revindican<br />

su autonomía identitaria; las movilizaciones se producen en pos de los derechos<br />

a la diferencia. Según Melucci, 23 la emergencia de los nuevos movimientos<br />

colectivos tiene como eje central las demandas y necesidades individuales,<br />

que se constituyen en el ámbito donde se redefine la identidad colectiva y se<br />

proporciona a los individuos un puente de referencia para su reconstrucción.<br />

De acuerdo a Jack Young, citado por Bauman, “la identidad se inventa justo<br />

cuando colapsa la comunidad”. “Es un sucedáneo de la comunidad: de ese supuesto<br />

hogar natural o de ese círculo que se mantiene cálido por fríos que sean<br />

19 Idem. p. 25.<br />

20 De Lucas (2003), p. 25.<br />

21 Idem.<br />

22 Hobsbawm (1996).<br />

23 Melucci (1999).<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

56 CUADERNO DE FUTURO


los vientos del exterior… brota en el cementerio de las comunidades, pero florece<br />

gracias a la promesa de la resurrección de los muertos”. 24<br />

Por otra parte, si se examina la formulación de la identidad como vínculo social<br />

y político, hay un aspecto particularmente importante, la ecuación: exclusión/inclusión.<br />

En la época moderna, lo que importaba al imperialismo era la conquista de<br />

territorios para aumentar el volumen de mano de obra sometida a la explotación<br />

capitalista. Las tierras conquistadas eran puestas bajo la administración<br />

de los conquistadores, de forma que los nativos pudiesen ser reprocesados como<br />

mano de obra susceptible de ser vendida. “Y esto corroboraba clamorosamente<br />

la elección de la clase como principal factor de identidad social. A largo<br />

plazo, sin embargo, se ha hecho más evidente que una dimensión más espectacular…<br />

ha sido la lenta, aunque incesante, globalización de la producción de<br />

desperdicios humanos, o más exactamente de ‘humanos desperdiciados’, humanos<br />

que han dejado de ser mercancías para completar el ciclo económico y a<br />

los que es, por tanto, imposible acomodar dentro del marco social de la economía<br />

capitalista”. 25<br />

El problema del capitalismo, la más flagrante y potencialmente explosiva<br />

disfunción de la economía capitalista, se ha trasladado de la explotación a la<br />

exclusión. Es ésta, más que la explotación, como hace un siglo y medio refería<br />

Marx, la que subyace hoy en los casos más claros de polarización social, de desigualdad,<br />

de pobreza y humillación humana.<br />

En el caso de las dimensiones culturales, la exclusión desplaza el territorio determinado<br />

de la explotación, como la fábrica, a un espacio inicialmente oscuro u<br />

opaco. Y, en éste, como un acto de defensa, se produce una refundación con la invocación<br />

de algún mito originario reelaborado desde las necesidades del presente.<br />

Se produce, así, un cierto acto de creación de una comunidad que podría tener<br />

una certeza razonable de supervivencia en “una casa temporal” del pasado,<br />

en un imaginario que dignifica e incluso explica el “crimen en defensa propia”.<br />

En este mundo de desenfrenada individualización, las identidades tienen sus<br />

pros y sus contras. Oscilan entre un sueño y una pesadilla y es imposible saber<br />

cuándo uno se convertirá en la otra. La mayoría de las veces ambas modalidades<br />

de identidad cohabitan, incluso se radican en distintos niveles de la conciencia.<br />

Por esta vía circula uno de los ejes de la defensa y las críticas al rol que<br />

éstas juegan en las sociedades actuales. Este tema se vincula, ciertamente, tanto<br />

a las manifestaciones fundamentalistas de identidades acosadas o radical-<br />

24 Bauman (2003a), p. 22.<br />

25 Bauman (2003b), p. 10.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

57


mente excluidas como a las demandas de reconocimiento de las minorías que<br />

se instalan en diferentes sociedades, principalmente las desarrolladas, como<br />

resultado de la migración o las llamadas “identidades nómadas”.<br />

En este último caso, la reivindicación de las identidades aparece muchas veces<br />

estigmatizada al ser considerada adversaria del universalismo, de la <strong>democracia</strong>,<br />

del laicismo y como portadora de una etnicidad que sacrifica los derechos<br />

individuales.<br />

El hecho es que en la medida en que las antiguas historias de pertenencia<br />

grupal pierden verosimilitud aumenta la demanda de “historias de identidad”,<br />

de narraciones en las que nos contemos a nosotros mismos de dónde venimos,<br />

qué somos ahora y dónde vamos. La urgencia de esas historias tiene que ver<br />

con la posibilidad de reestablecer la seguridad, construir la confianza y hacer<br />

posible una interacción con otros que tenga sentido, independientemente que<br />

sea positiva o negativa o de atracción o rechazo. Y, antes que nada, con la posibilidad<br />

de tener dignidad, un bien mal valorado en los mercados pero increíblemente<br />

apreciado en la vida de los excluidos.<br />

En este clivaje es donde se ha instalado la discusión <strong>sobre</strong> las perspectivas y<br />

políticas multiculturalistas.<br />

Desde un punto de vista sociológico, Castells 26 propone la definición de las<br />

identidades como “proceso de constitución de sentido atendiendo a un atributo<br />

cultural o a un conjunto relacionado de atributos culturales, al que se le da<br />

prioridad <strong>sobre</strong> el resto de las fuentes de sentido. Para un individuo determinado<br />

o actor colectivo puede haber una pluralidad de identidades. No obstante, tal<br />

pluralidad es fuente de tensión y contradicción tanto en la representación de<br />

uno mismo como de la acción social”. 27<br />

Como la identidad, tal cual se ha visto anteriormente, tiene lugar como una<br />

construcción social en un contexto marcado por las relaciones de poder, Castells<br />

distingue tres formas y orígenes de constitución de la identidad:<br />

- Identidades legitimadoras: introducidas por las instituciones dominantes de<br />

la sociedad para extender y racionalizar su dominación frente a los actores<br />

sociales.<br />

- Identidades de resistencia: generadas por aquellos actores que se encuentran<br />

en posiciones/condiciones devaluadas o estigmatizadas por la lógica de<br />

dominación, por lo que constituyen trincheras de resistencia y supervivencia<br />

basándose en principios diferentes u opuestos de los que impregnan las<br />

instituciones de la sociedad.<br />

26 Castells (1997), pp. 28-34.<br />

27 Idem.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

58 CUADERNO DE FUTURO


- Identidades proyectos: cuando los actores sociales, basándose en los materiales<br />

culturales de que disponen, construyen una nueva identidad que redefine<br />

su posición en la sociedad y, al hacerlo, buscan la transformación de toda<br />

la estructura social.<br />

“Las identidades de resistencia pueden inducir proyectos y, también, con el<br />

transcurso de la historia, convertirse en dominantes en las instituciones de la<br />

sociedad, con lo cual se vuelven identidades legitimadoras para racionalizar su<br />

dominio”. 28<br />

“Cada tipo de proceso de construcción de las identidades conduce a un resultado<br />

diferente en la constitución de la sociedad”.<br />

“Las identidades legitimadoras generan una sociedad civil, es decir, un conjunto<br />

de organizaciones e instituciones, así como una serie de actores sociales<br />

estructurados y organizados, que reproducen, si bien a veces de un modo conflictivo,<br />

la identidad que racionaliza las fuentes de dominación...”.<br />

Las “identidades para la resistencia conducen a la formación de comunas o<br />

comunidades… Puede que éste sea el tipo más importante de constitución de<br />

identidades en nuestra sociedad. Construye formas de resistencia colectiva<br />

contra la opresión, de otro modo insoportable, por lo común atendiendo a identidades<br />

que aparentemente estuvieron bien definidas por la historia, la geografía<br />

o la biología, facilitando así que se expresen como esencia las fronteras de<br />

resistencia”.<br />

“La identidad de proyecto produce sujetos… Los sujetos no son individuos<br />

aun cuando estén compuestos por individuos. Son el actor social colectivo mediante<br />

el cual los individuos alcanzan un sentido holístico en su experiencia. En<br />

este caso, la construcción de la identidad es un proyecto de una vida diferente;<br />

quizás basado en una identidad oprimida, pero que se expande hacia la transformación<br />

de la sociedad como la prolongación de este proyecto de identidad”. 29<br />

5. LA CIUDADANÍA COMO MODELO DE IGUALDAD.<br />

DERECHOS INDIVIDUALES, POLÍTICOS Y SOCIALES<br />

La primera identidad social inducida fue parte propia de la constitución del Estado-nación.<br />

Correspondía al modelo ideal universalista de la Ilustración, a la<br />

construcción de la “casa del espíritu” en las instituciones políticas. Articulaba<br />

la “realización” del deber ser de las virtudes republicanas y la necesidad de ha-<br />

28 Idem.<br />

29 Idem.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

59


cer que el Estado fuera irresistible en un determinado territorio. Esa identidad<br />

tenía dos elementos centrales, el individuo y lo público. De ahí surge el modelo<br />

cívico vigente en la mayor parte de las sociedades actuales, que reposa <strong>sobre</strong><br />

una muy peculiar definición de lo público y <strong>sobre</strong> un tipo humano específico: el<br />

ciudadano. La idea de lo público está estrechamente vinculada con las nociones<br />

de política y gobierno. De hecho, en muchas oportunidades, se utilizan los términos<br />

como sinónimos, lo que si bien expresa la estrecha relación entre estos<br />

conceptos no es correcto. La noción de espacio público es la de un conjunto de<br />

mecanismos para tratar los problemas colectivos. Lo público es, por así decirlo,<br />

una solución inevitable, casi espontánea, de los problemas que supone la<br />

coexistencia pacífica entre los seres humanos.<br />

El espacio público, en un proceso de siglos, se fue afirmando y configurando<br />

como algo distinto del espacio privado: separado, ajeno al poder y a la organización<br />

del Estado. Y sólo mucho tiempo después, cuando en ese margen privado<br />

se consolidó el aparato del mercado y se definieron derechos y mecanismos<br />

de participación, sólo entonces las personas privadas se reunieron en calidad<br />

de público.<br />

En estas condiciones, es fácil entender que lo público en el modelo cívico tiene<br />

una estructura individualista. Lo forman los individuos que ha creado el mercado.<br />

Esta organización del espacio público también ha necesitado una imagen<br />

de hombre y una moral. Así ha surgido el ciudadano. La idea de ciudadanía se<br />

levanta <strong>sobre</strong> un conjunto de valores y supuestos del individualismo. El ciudadano,<br />

antes que nada, es un individuo, y como tal, es la realidad básica de la vida<br />

social. Frente a él, las instituciones y todas las formas de organización sólo<br />

son “residuos”, que son explicados por los intereses y acciones individuales.<br />

En todo esto no hay nada natural. El individuo como valor, como idea, es el<br />

producto de una configuración histórica muy particular que depende del desarrollo<br />

del mercado y de la soberanía estatal. El individuo se construye en<br />

contra de las fórmulas jerárquicas y corporativas, transformando la trama<br />

entera de las relaciones políticas. De entrada, se hace necesaria una noción<br />

de contrato para explicar la autoridad. Ella es producto de un acuerdo entre<br />

los hombres que tiene un carácter contractual. Además, cambia simultáneamente<br />

el papel del gobierno. Su tarea es velar por la protección de los derechos<br />

e intereses individuales. El espacio público no es ocupado por estamentos<br />

y corporaciones, sino por individuos o por organizaciones de representación<br />

de sus intereses. El público de los ciudadanos modernos surge, así, una<br />

vez que se ha afirmado la esfera privada en su autonomía y, no pocas veces,<br />

con una superioridad moral.<br />

En este panorama, la vida pública viene a ser una “alternativa” a la vida privada.<br />

Sin embargo, las instituciones políticas están construidas <strong>sobre</strong> la hipótesis<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

60 CUADERNO DE FUTURO


de la ciudadanía como condición permanente, como disposición moral genérica.<br />

Esto trae, inevitablemente, problemas. Se genera un conflicto ineludible entre<br />

intereses individuales –egoístas, urgentes, limitados– e intereses comunes.<br />

El ciudadano vive en esa tensión, obligado a atender su supervivencia como individuo<br />

privado y a vigilar por el bien común, en tanto miembro del público. El<br />

deslinde no siempre resulta sencillo. La idea original era mucho más gloriosa,<br />

tenía como antecedentes remotos a los modelos de virtud de la Roma republicana,<br />

como lemas “el amor a la República” de Montesquieu y la “voluntad general”<br />

de Rousseau, y como imagen fundadora la apasionada vida cívica de la Revolución<br />

Francesa. Con esto, interesa llegar a una afirmación muy simple: el espacio<br />

público es una creación histórica. Puede tener, y ha tenido, estructuras muy<br />

diversas y se puede apoyar en organizaciones de valores igualmente dispares.<br />

En el contexto de las afirmaciones anteriores, se ha desarrollado una larga y<br />

apasionada reflexión <strong>sobre</strong> los modelos de <strong>democracia</strong>. Hay por lo menos dos<br />

esquemas o modelos ideales que han estado presentes como inspiración o como<br />

consecuencia de las experiencias históricas que ha vivido la humanidad: los<br />

llamados de carácter comunitario y los llamados de carácter liberal.<br />

El primer modelo se vincula a las ideas de autonomía, autogobierno, voluntad<br />

general y participación igualitaria. Se origina en la tradición abierta por<br />

Rousseau, arraigándose en la propuesta de construir una “voluntad general”,<br />

a partir de la renuncia de los individuos a sus intereses particulares. En este<br />

modelo, el individuo deja atrás los egoísmos de sus cálculos de utilidades, elaborando<br />

un “bien común”, una norma y un fin pos-súper individual. Aquí lo público<br />

aparece con una existencia propia e independiente de lo privado. El ejercicio<br />

democrático es la participación igualitaria de todos en la construcción de un<br />

bien valor total y de un gobierno totalizador, expresivo y encargado de ese bien<br />

público trascendente y orgánico. Esta idea de <strong>democracia</strong>, como proyecto de vida<br />

buena, más allá del egoísmo y de la lucha intestina, exige una suerte de conversión<br />

moral, de tránsito de la política a la ética, un hombre nuevo.<br />

El segundo modelo, liberal, si bien no es excluyente con el primero, genera<br />

ópticas, comportamientos y énfasis diversos. Su premisa es el hecho de que<br />

existimos en una asociación de naturaleza política, en un Estado, por tanto, bajo<br />

condiciones políticas de individualidad y libertad, de pluralidad y divergencia,<br />

competencia y conflictos. En una sociedad de incansables alternativas y<br />

opciones acerca de decisores y decisiones, de políticos y de políticas. Por esta<br />

razón, es necesario y relevante elegir. Para hacerlo será indispensable establecer<br />

reglas que normen y garanticen la libertad general de elección, respetando<br />

los resultados del acto político de elegir. No se trata de una elección puramente<br />

moral por el bien general, único, de la comunidad. Se trata de una elección<br />

entre diversos programas de organización y gestión del Estado que distintos<br />

grupos proponen al conjunto de la sociedad. Si el primer modelo exige una po-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

61


sición de índole moral, el segundo plantea una elección según criterios de utilidad,<br />

casi de costo-beneficio. El mercado, más que la comunidad, es la forma<br />

propia de pensar sociedad y Estado.<br />

Las construcciones ideales e históricas de la <strong>democracia</strong> han variado desde<br />

acercamientos relativamente puros a uno de estos modelos, hasta combinaciones<br />

en distintas proporciones de elementos de cada uno de ellos. Los intentos de realización<br />

integral de cualquiera de ellos han traído, sin embargo, resultados que<br />

dejan mucho que desear. Por una parte, las ideas de “comunidad integral” y de<br />

“voluntad general” han tenido aterradoras consecuencias históricas en términos<br />

de libertad individual, de respeto a los derechos humanos y de desarrollo económico.<br />

Por la otra, la absolutización de una concepción mercantil de la <strong>democracia</strong>,<br />

con individualización extrema de la vida pública, ha tenido también horribles<br />

consecuencias en términos de la marginación de grandes mayorías del ejercicio<br />

de derechos básicos, la producción de profundas desigualdades y de condiciones<br />

de jerarquía que alertan contra los mismos principios ciudadanos. La noción de<br />

ciudadanía en este contexto se ha hecho imaginaria y abstracta.<br />

Ello no quiere decir que, en el primer caso, las aspiraciones de autonomía,<br />

autogobierno y participación hayan dejado de ser relevantes y que, si bien la<br />

totalización de la idea de comunidad sea una generalización riesgosa, las comunidades<br />

hayan dejado de existir como una realidad que otorga pertenencia<br />

e identidad. En el segundo, las insuficiencias en términos de justicia e igualdad<br />

no desvalorizan, por el contrario relievan, la importancia del individuo,<br />

su autonomía y la competencia en el desarrollo humano.<br />

T. H. Marshall en Ciudadanía y clase social 30 se interesa en la ciudadanía y su<br />

influencia en la desigualdad social. Para analizar esta relación, comienza por<br />

trazar la evolución de los derechos de ciudadanía, desde la consolidación de los<br />

derechos civiles en el siglo XVIII, pasando por los derechos políticos y su reconocimiento<br />

progresivo durante el siglo XIX, hasta llegar a los derechos sociales<br />

característicos del siglo XX.<br />

Son derechos civiles todos aquellos derechos necesarios para la libertad individual:<br />

libertad de la persona, de expresión, de pensamiento y religión, derecho<br />

a la propiedad y a establecer contratos válidos y derecho a la justicia. Los derechos<br />

políticos están dados por el derecho a participar en el ejercicio del poder político<br />

como miembro de un cuerpo investido de autoridad política o como elector<br />

de sus miembros. Finalmente, los derechos sociales comprenden todo el espectro<br />

que va desde el derecho a la seguridad y a un mínimo de bienestar económico,<br />

hasta el de compartir plenamente la herencia social y vivir la vida de un ser<br />

civilizado, conforme a los estándares predominantes de la sociedad.<br />

30 Marshall (1950).<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

62 CUADERNO DE FUTURO


La historia de los derechos civiles y políticos se caracteriza por la inclusión<br />

gradual de nuevos derechos en un estatus ya existente que se consideraba propio<br />

de los miembros adultos (varones) de la sociedad. Los primeros avances de<br />

la inclusión amplían la gama de adultos considerados ciudadanos eliminando<br />

restricciones económicas para el pleno goce de estos derechos. En una etapa<br />

muy posterior, la inclusión se hace extensiva también a las mujeres. Así, ya en<br />

el siglo XVIII, en las ciudades los términos libertad y ciudadanía se hacen intercambiables.<br />

Todos los hombres libres son ciudadanos y como tales poseen,<br />

primero, derechos civiles y, luego, a medida que se amplía la <strong>democracia</strong> (siglo<br />

XIX), derechos políticos.<br />

En esta etapa de la evolución de la ciudadanía no existen aún derechos sociales.<br />

De hecho, señala Marshall, las leyes de pobres en Inglaterra no constituyen<br />

un reconocimiento incipiente de los derechos sociales, como creen otros<br />

autores, sino, al contrario, la negación de estos derechos. La poor law no trataba<br />

los derechos de los pobres como parte integrante de los derechos del ciudadano,<br />

sino como una alternativa a ellos, como una aspiración que sólo se podía<br />

satisfacer a cambio de la renuncia a ser ciudadano en un sentido auténtico. El<br />

objetivo de la preocupación “social” durante el siglo XIX era aliviar la molestia<br />

de la pobreza sin alterar el modelo de desigualdad.<br />

Sólo en el siglo XX, tras el surgimiento de los Estados de bienestar, es posible<br />

encontrar juntos los tres elementos de la ciudadanía que, siempre de<br />

acuerdo con el autor, se define como “aquel estatus que se concede a los miembros<br />

de pleno derecho de una comunidad. Sus beneficiarios son iguales en<br />

cuanto a los derechos y obligaciones que implica”. 31<br />

El debate teórico contemporáneo en torno a la ciudadanía es tributario de la<br />

tradición iniciada por Marshall, en la cual la distinción entre derechos civiles,<br />

políticos y sociales constituye un referente analítico fundamental. El principal<br />

legado de Marshall consiste en la incorporación de los derechos sociales al ámbito<br />

de los derechos de ciudadanía, que anteriormente estaban integrados exclusivamente<br />

por los derechos civiles y políticos. La inclusión de los derechos<br />

sociales no hace sino vincular la ciudadanía a los Estados de bienestar, que se<br />

constituyen en promotores de la igualdad social a través de la prestación de un<br />

conjunto de servicios sociales que se conceptualizan como derechos sociales o<br />

derechos de segunda generación.<br />

En la actualidad, es posible constatar al menos tres tipos de problemáticas<br />

que pueden poner en jaque la supuesta relación entre derechos sociales de ciudadanía,<br />

Estado de bienestar e igualdad, desde la que se estructuran las sociedades<br />

democráticas avanzadas en Europa:<br />

31 Marshall y Bottomore (1992), p. 27.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

63


- la inexistencia de esta relación en parte importante del mundo, conformada<br />

por las sociedades subdesarrolladas o en vías de desarrollo, donde no existen<br />

Estados de bienestar desarrollados, donde ni siquiera el reconocimiento formal<br />

de los derechos sociales está asegurado y donde la promoción real de la<br />

igualdad está lejos de ser una realidad;<br />

- la incorporación al debate de los llamados derechos de tercera generación,<br />

que relevan temas de identidad, diferencias culturales y étnicas y derechos<br />

de las minorías;<br />

- la crisis de los Estados de bienestar, con sus repercusiones económicas relativas<br />

a las posibilidades de financiamiento de los servicios sociales de bienestar<br />

y políticas relativas a la legitimidad de un sistema que hace a los individuos<br />

dependientes de la oferta estatal de servicios.<br />

De estos temas se levanta un conjunto de interrogantes relativas a la posibilidad<br />

de compatibilizar el reconocimiento formal de derechos con su ejercicio<br />

real, a dar cabida a la expresión de nuevas demandas de ciudadanía, al tipo de<br />

obligaciones que deben cumplir los ciudadanos con el Estado, o a la posibilidad<br />

de motivar a los individuos para una mayor participación en los asuntos públicos.<br />

Estos temas se sitúan en el núcleo de los actuales debates <strong>sobre</strong> la ciudadanía<br />

en los países desarrollados.<br />

Las respuestas a estas cuestiones son diversas y dan cuenta de distintas posiciones<br />

teóricas. Desde las vertientes liberales extremas, la solución a la crisis<br />

de los Estados de bienestar se plantea como una vuelta al liberalismo del siglo<br />

XIX, en el cual se reduce al máximo la intervención estatal y sólo los derechos<br />

civiles y económicos son constitutivos de la ciudadanía. Desde los teóricos de<br />

vertiente comunitaria, se apuesta por un redescubrimiento de los valores de la<br />

comunidad de referencia y se propone un nuevo equilibrio entre derechos y deberes,<br />

enfatizando la importancia de los deberes para la construcción y mantenimiento<br />

del orden social. Finalmente, como respuesta a estas interrogantes<br />

surge una tercera vertiente, de corte republicana, que retoma al concepto de<br />

virtud de la <strong>democracia</strong> clásica y propone adaptarla a la sociedad contemporánea<br />

a través de una <strong>democracia</strong> participativa conformada por ciudadanos interesados<br />

en la promoción del bien común.<br />

6. NEOLIBERALES, LIBERALES SOCIALDEMÓCRATAS,<br />

COMUNITARIOS Y REPUBLICANOS 32<br />

En el origen del liberalismo político se encuentra la exaltación de la autonomía<br />

y la libertad individuales. Eso es lo que tienen en común, con mayor o menor<br />

32 El contenido de esta parte es deudor de los apuntes de María Ignacia Fernández.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

64 CUADERNO DE FUTURO


énfasis, las distintas vertientes del pensamiento liberal; todas parten de la afirmación<br />

del individuo, y no del Estado o de la comunidad, como el actor fundamental<br />

de la sociedad.<br />

En cuanto a la ciudadanía, la diferencia crucial entre los pensadores liberales<br />

y los liberales socialdemócratas se sitúa en el valor que unos y otros le<br />

atribuyen a los derechos sociales. Mientras que los primeros niegan que éstos<br />

formen parte constitutiva de los derechos de ciudadanía, los segundos<br />

fundamentan su definición de ciudadanía precisamente en la existencia y<br />

reconocimiento de esos derechos.<br />

El argumento del liberalismo extremo es claro desde la crítica de la nueva derecha<br />

al Estado de bienestar. Esta crítica acusa a la <strong>democracia</strong> social y a la teoría<br />

de la ciudadanía tributaria de Marshall de haber comprendido mal el conjunto<br />

de derechos individuales para protegerlo. 33 Los máximos exponentes de<br />

esta crítica son Hayek y Nozick, quienes proponen una vuelta al liberalismo<br />

clásico del siglo XIX para contrarrestar los efectos perversos que, a su juicio,<br />

habría provocado el Estado de bienestar.<br />

Para los teóricos neoliberales, los derechos sí son fundamentales. Pero, a<br />

diferencia con los socialdemócratas, no consideran que el acceso a bienes y<br />

servicios básicos de bienestar constituya un derecho que pueda ser catalogado<br />

bajo la categoría de los derechos sociales. Para ellos, un derecho se refiere<br />

necesariamente a la libertad y, por lo tanto, a la no intervención, a no<br />

recibir. Un derecho supone, además, una obligación, por lo que los derechos<br />

sociales no serían derechos por la supuesta imposibilidad de precisar quiénes<br />

soportan la obligación.<br />

Constituyen derechos de ciudadanía única y exclusivamente los derechos civiles<br />

y políticos, que aseguran la libertad individual del ciudadano frente al Estado,<br />

la igualdad formal de todos los ciudadanos ante la ley y la participación<br />

de los individuos en el ejercicio del poder político a través del voto. El Estado, a<br />

través del parlamento y los tribunales de justicia, se constituye en el encargado<br />

de velar por la satisfacción de estos derechos para todos los ciudadanos; pero<br />

en ningún caso interfiere en los resultados de la acción del mercado, asociado<br />

a la (desigual) distribución de bienes y servicios.<br />

En cambio, para el pensamiento liberal socialdemócrata de derecha e izquierda,<br />

el reconocimiento de derechos civiles y políticos resulta insuficiente para<br />

asegurar la libertad e igualdad de los ciudadanos. La ciudadanía plena sólo estará<br />

asegurada si los individuos disfrutan de un mínimo de seguridad material<br />

y tienen acceso a servicios de educación, salud y otras prestaciones socia-<br />

33 Harris (1990).<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

65


les. Tanto porque la carencia de derechos sociales atenta contra el pleno reconocimiento<br />

de los derechos civiles y políticos como por el valor intrínseco que<br />

se le otorga a los derechos sociales, la ciudadanía no está completa si no es, además<br />

de civil y política, social.<br />

Este consenso normativo se traduce en el ámbito institucional en la existencia<br />

de un Estado de bienestar que vela por los derechos sociales de los ciudadanos.<br />

En las críticas a la tradición socialdemócrata cabe poner en relieve por lo menos<br />

seis aspectos: I) crítica a la forma cómo se materializa el principio de igualdad social<br />

en los Estados de bienestar, II) crítica al modelo de <strong>democracia</strong> que impera en<br />

las sociedades de bienestar, III) crítica al carácter excesivamente formal de este<br />

modelo de ciudadanía en contraposición con alternativas de ciudadanía sustantiva,<br />

IV) crítica a la exclusión que hace este modelo de otros problemas sociales relevantes<br />

distintos de la pobreza, V) crítica al énfasis excesivo en el concepto de derechos<br />

en contraposición con las obligaciones, y VI) crítica al resultado “pasivo”<br />

que genera este modelo en contraposición con alternativas de ciudadanía activa.<br />

El comunitarismo, por su parte, es una construcción teórica que se define<br />

por oposición y crítica al liberalismo. Como señala Thiebaut, 34 el origen del debate<br />

se sitúa en 1971 cuando se publica Una teoría de la justicia de John Rawls.<br />

En esta obra, el autor sostiene que en una <strong>democracia</strong> moderna los principios<br />

de justicia deben derivarse con independencia de toda concepción moral, religiosa<br />

o filosófica y que deben servir como marco para determinar qué concepciones<br />

particulares de bien son aceptables. Rawls afirma, en consecuencia, la<br />

prioridad del derecho <strong>sobre</strong> el bien, es decir, que no se pueden sacrificar los derechos<br />

del individuo en nombre del bienestar general y que los principios de<br />

justicia imponen restricciones a las concepciones permisibles del bien que los<br />

individuos están autorizados a perseguir. Ésta es una perspectiva eminentemente<br />

pluralista que se caracteriza por la ausencia del bien común sustancial. 35<br />

Los comunitarios critican este argumento. Entienden que el ciudadano no<br />

puede ser entendido al margen de las vinculaciones sociales que lo constituyen<br />

como sujeto, y ponen énfasis en la idea de comunidad como la única dimensión<br />

normativa desde la cual adquiere sentido la legitimidad política.<br />

Dos elementos son fundamentales en esta crítica y, por lo tanto, característicos<br />

del comunitarismo. En primer lugar, el rechazo del individualismo liberal<br />

y la importancia de la comunidad; y, en segundo término, el rechazo de la primacía<br />

del derecho <strong>sobre</strong> el bien y la importancia de los valores y la construcción<br />

de un proyecto moral en el espacio público.<br />

34 Thiebaut (1998).<br />

35 Mouffe (1992), Thiebaut (1998), Etzioni (1999).<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

66 CUADERNO DE FUTURO


En La nueva regla de oro Etzioni 36 se pregunta ¿qué es lo que constituye una<br />

buena sociedad? El autor se responde que “la tarea comunitaria (...) estriba en buscar<br />

la manera de combinar elementos de tradición (un orden basado en las virtudes)<br />

con elementos de modernidad (una autonomía bien protegida). Esto, a su vez,<br />

implica hallar un equilibrio entre los derechos individuales universales y el bien<br />

común (que demasiado a menudo se ven como conceptos incompatibles), entre el<br />

yo y la comunidad, y, <strong>sobre</strong> todo, la manera de lograr y sostener ese equilibrio”.<br />

La nueva regla de oro “respeta y defiende el orden moral de la sociedad de la misma<br />

manera que harías que la sociedad respetara y defendiera tu autonomía”. 37<br />

Se tiene, en consecuencia, que la buena sociedad combina autonomía y orden<br />

social, libertad y responsabilidad social, en el lenguaje (liberal) de la ciudadanía<br />

que busca un equilibrio entre derechos y deberes.<br />

Etzioni señala que, a diferencia de lo que creen los liberales, la necesidad básica<br />

de un orden social denso, que contenga un conjunto de valores compartidos,<br />

es inobjetable. Una buena sociedad requiere un orden coherente con los<br />

compromisos morales de sus miembros, un orden compartido, no impuesto.<br />

Pero también es necesaria la autonomía que, según la entiende Etzioni, no es<br />

exactamente un sinónimo de la libertad que proclama el liberalismo, sino más<br />

bien una autonomía socialmente construida. Las personas se constituyen socialmente<br />

y llevan siempre consigo una carga de cultura y de influencias sociales<br />

y morales, por lo que la caracterización de la autonomía que requiere la buena<br />

sociedad no es sólo una virtud individual, sino, centralmente, un atributo o<br />

virtud social.<br />

Los elementos constitutivos de la tradición comunitaria permiten diferenciarla<br />

claramente de las teorías liberales en sus distintas versiones. En lo que<br />

respecta a la ciudadanía, las principales diferencias están dadas por el énfasis<br />

relativo de derechos y obligaciones en uno y otro caso; y por el rol que otorga<br />

el comunitarismo a la comunidad como garante del orden y la concreción de la<br />

autonomía de los sujetos. Este último aspecto repercute también en el rol del<br />

Estado, que en las posturas comunitarias es subsidiario: el Estado interviene<br />

sólo cuando la comunidad no es capaz de mantener el orden social.<br />

El comunitarismo señala que para sostener el orden social comunitario es preciso<br />

que todos los miembros de la sociedad compartan un compromiso con un conjunto<br />

de valores. Etzioni ensaya diferentes alternativas para justificar la selección<br />

de los valores que compartirá una buena sociedad. Propone diversos criterios: la<br />

comunidad como árbitro, el establecimiento de diálogos morales intersectoriales,<br />

36 (1999).<br />

37 Etzioni (1999), pp. 17 y 18.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

67


la comunidad global. Pero todos ellos presentan deficiencias por lo que termina<br />

apelando a la compulsividad moral de ciertos conceptos “en y por sí mismos”.<br />

Este tipo de argumentos constituye uno de los principales blancos de ataque<br />

al comunitarismo de parte de todos los pensadores que abogan por el pluralismo<br />

social. Una sociedad que impone a sus miembros un conjunto de valores<br />

compartidos para la vida buena es una sociedad que no permite la expresión de<br />

diferencias y que impone en el espacio público una visión particular (privada)<br />

<strong>sobre</strong> el bien.<br />

Para los comunitaristas el pluralismo se presenta como atomismo desintegrador<br />

del cuerpo político que pierde el armazón de sus valores morales articuladores.<br />

Quienes lo critican señalan que no tienen en cuenta que no vivimos en<br />

comunidades de interpretación y valoración homogéneas. 38<br />

El traslado de los valores al plano de lo público atenta no sólo contra el pluralismo,<br />

sino también contra la igualdad formal de los sujetos de cara al Estado.<br />

Mientras que en el ámbito de la ciudadanía liberal la participación y<br />

los derechos se obtienen por pertenencia a una entidad política, en las instituciones<br />

comunitarias la distribución se basa más bien en el afecto y la costumbre;<br />

la arbitrariedad y la falta de universalidad constituyen importantes<br />

impedimentos para las aspiraciones igualitarias y universalistas de la ciudadanía.<br />

39<br />

En directa relación con lo anterior, el comunitarismo también es criticado<br />

por su escasa valoración de la libertad o, más bien, por las notorias restricciones<br />

a la libertad que generan las comunidades. Organizar la vida social exclusivamente<br />

en torno a una idea sustancial de bien común implica, desde la perspectiva<br />

crítica, el sacrificio necesario de la libertad individual.<br />

El republicanismo cívico se constituye como una nueva elaboración teórica<br />

que ofrece una alternativa al liberalismo clásico y socialdemócrata para la comprensión<br />

de la <strong>democracia</strong> y la ciudadanía contemporáneas. Pero el origen teórico<br />

del republicanismo no es nuevo, se remonta a la antigüedad greco latina y<br />

toma, también, elementos de la tradición republicana inglesa de la commonwealth<br />

(siglo XVIII) y de los federalistas y republicanos (constituyentes) de la<br />

independencia norteamericana.<br />

Uno de los principales exponentes del republicanismo cívico contemporáneo<br />

es Petit. Este autor, en su libro Republicanismo. Una teoría <strong>sobre</strong> la libertad y<br />

el gobierno 40 presenta a la libertad como no dominación. Éste es el principio<br />

38 Thiebaut (1998).<br />

39 Crouch (1999).<br />

40 Petit (1999).<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

68 CUADERNO DE FUTURO


fundamental del republicanismo que lo distingue del liberalismo y de otras<br />

posturas que Petit llama populistas y que capacita a todos los ciudadanos para<br />

mirar de frente a los demás.<br />

La libertad como no dominación se define como “el estatus social de estar relativamente<br />

a salvo de la interferencia arbitraria de otros, y de ser capaz de<br />

disfrutar de un sentido de seguridad y de paridad con ellos”. 41 Se plantea como<br />

una tercera definición de libertad, distinta de la ya clásica distinción entre<br />

libertad negativa y libertad positiva de Isaiah Berlin. Mientras que la libertad<br />

negativa entraña ausencia de interferencia, entendiendo por interferencia<br />

una intervención más o menos intencional, la libertad positiva requiere<br />

que los agentes tomen parte activa en el control y dominio de sí mismos. La<br />

libertad como no dominación es la posibilidad intermedia, donde la libertad<br />

consiste en una ausencia (como la concepción negativa) pero en una ausencia<br />

de dominio de otros, no en una ausencia de interferencia (como la concepción<br />

positiva, porque el foco está puesto en la dominación, no en la interferencia).<br />

La distinción más importante de precisar es, sin embargo, la que se establece<br />

entre la libertad (liberal) como no interferencia y la libertad (republicana) como<br />

no dominación. Mientras que en el primer caso se valora la cantidad de opciones<br />

disponibles, en el segundo lo que interesa son las opciones de calidad, es<br />

decir, las opciones no dominadas. De acuerdo con el ideal de la libertad como no<br />

dominación, puede haber no interferencia con dominación, y éste es el punto<br />

clave para establecer la diferencia entre ambos tipos de libertades. Mientras<br />

que la libertad republicana requiere necesariamente que alguien no esté sujeto<br />

al poder arbitrario de otros, para la libertad negativa (liberal, como no interferencia)<br />

ése mismo alguien es libre si es que nadie interfiere en su vida, aun<br />

cuando tenga poder para hacerlo si lo desea.<br />

Así las cosas, la no dominación representa una forma de poder; cuando se la<br />

disfruta se está en una posición tal que nadie tiene poder de interferencia arbitraria<br />

<strong>sobre</strong> uno, siendo ésta la medida del propio poder.<br />

A partir del principio de la libertad como no dominación se construye el resto<br />

de la teoría republicana de Petit. Un aspecto importante de este principio es<br />

la distinción entre interferencia arbitraria y no arbitraria. Hay pérdida de libertad<br />

sólo cuando se es sujeto de una interferencia arbitraria.<br />

El caso más emblemático de interferencia no arbitraria lo constituyen las leyes.<br />

El derecho no sólo es una forma de interferencia en sí misma no dominante,<br />

sino que, además, crea la libertad que disfrutan los ciudadanos en la medida<br />

en que norma las distintas formas posibles de dominación.<br />

41 Idem. p.12.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

69


Dado el importante rol que juegan el derecho y su aplicación para asegurar<br />

la libertad de los ciudadanos, los republicanos están abiertos a las posibilidades<br />

de intervención estatal. “Allí donde haya una sociedad civil vital y tolerante,<br />

donde los individuos y los grupos sean capaces de construir compromisos infrapolíticos<br />

que reduzcan o desafíen directamente a las posibilidades de dominación,<br />

el Estado tendrá menos que hacer; allí donde esa proteica sociedad civil<br />

no consiga cristalizar, pero donde aún sea posible la formación de un Estado,<br />

quedará más por hacer”. 42<br />

Quizás el Estado republicano tenga que cargar con un amplio abanico de<br />

responsabilidades y, en ese sentido, puede aparecer hinchado a los ojos de las<br />

posturas neoliberales, pero el gobierno republicano no debería tener un amplio<br />

abanico de poderes discrecionales y, en ese sentido, es un Estado mínimo.<br />

De esta idea de Estado se deriva una concepción de las políticas públicas. De<br />

acuerdo a ésta, es deseable que el Estado promueva la independencia socioeconómica<br />

de la gente porque así defiende a los ciudadanos de formas de dominación<br />

a las que, de otro modo, sucumbirán, al tiempo que facilita opciones no dominadas<br />

a los socioeconómicamente dependientes.<br />

Aquí radica una importante diferencia entre el republicanismo cívico y el liberalismo<br />

socialdemócrata. De acuerdo con la perspectiva republicana, las políticas<br />

sociales de los Estados de bienestar no han sido capaces de posibilitar el<br />

disfrute real de los derechos formalmente reconocidos. Dicho en otras palabras,<br />

el reconocimiento formal de los derechos de todos los ciudadanos no ha<br />

podido romper con los espacios de dominación privados. 43<br />

El ideal de <strong>democracia</strong> republicana también es distinto al de la <strong>democracia</strong> liberal<br />

en lo que refiere al rol que le asigna a los ciudadanos en el espacio público.<br />

Mientras que la <strong>democracia</strong> liberal es representativa y se construye <strong>sobre</strong> la<br />

base del consentimiento, la <strong>democracia</strong> republicana es participativa y se construye<br />

<strong>sobre</strong> la posibilidad de la disputa.<br />

Que la posibilidad de la disputa ocupe el lugar del consenso significa que, en<br />

lugar de que el gobierno haga lo que le dice el pueblo, el pueblo pueda siempre<br />

controvertir y oponerse a lo que haga el gobierno. Lo que se requiere para que<br />

no haya arbitrariedad no es el consentimiento real a ese poder, sino la permanente<br />

posibilidad de ponerlo en cuestión, de disputarlo. A menos que la posibilidad<br />

de disputa esté garantizada, el Estado puede fácilmente llegar a tener<br />

una presencia dominante para los miembros de una etnia, una cultura o un<br />

género que se encuentren marginados. 44<br />

42 Idem. p. 196.<br />

43 Montagut (2002).<br />

44 Petit (1999).<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

70 CUADERNO DE FUTURO


Posibilidad de disputa es sinónimo de deliberación. Ambos conceptos aluden<br />

a un proceso de toma de decisión donde no se impone un consenso negociado<br />

en función del poder de convencimiento relativo de los negociadores, sino donde<br />

se imponen las decisiones más justas, las mejores, en función de la argumentación<br />

y contra argumentación de los deliberantes. 45<br />

Así, la toma pública de decisiones atiende a los intereses e interpretaciones<br />

de los ciudadanos y no representa una imposición arbitraria a sus ojos; los ciudadanos<br />

se identifican con las decisiones porque han participado en ellas.<br />

Cualquier cosa que ocurra con la política forma parte de la vida pública y es<br />

esencial para la libertad de la gente que la esfera pública esté bien ordenada,<br />

que no haya dominación asociada con el imperium del Estado. La no dominación<br />

sólo está garantizada en la medida en que queda registrada en la conciencia<br />

común de la vida pública. 46 Se entiende, entonces, por qué para los teóricos<br />

republicanos es tan importante la promoción de una ciudadanía activa, comprometida,<br />

interesada en los asuntos públicos.<br />

Estableciendo una vez más diferencias respecto del liberalismo, la ciudadanía<br />

activa trasciende el énfasis prioritario en los derechos del ciudadano para<br />

poner el acento en la responsabilidad social, en la participación de los ciudadanos<br />

en la esfera pública. Habermas se vale de las aportaciones de Charles Taylor<br />

para establecer esta diferencia. El liberalismo se centra en los derechos individuales,<br />

en la igualdad de trato y en el desempeño gubernamental que tiene<br />

en cuenta las preferencias ciudadanas. Eso es lo que debe ser asegurado. La capacidad<br />

del ciudadano consiste en asegurar esos derechos, la igualdad de trato<br />

y la efectiva toma de decisiones; las instituciones tienen un valor instrumental<br />

y no se le otorga ningún valor a la participación. En contraste, el modelo republicano<br />

define la participación como la esencia de la libertad, como parte de<br />

lo que debe ser asegurado. La participación plena es vista como la capacidad de<br />

tomar parte en la formación de consensos con los cuales uno puede identificarse<br />

frente a los otros. Regular y ser regulado significa que al menos en algunos<br />

momentos los gobernantes pueden ser “nosotros” y no siempre “ellos”. 47<br />

Lo que se propone es un equilibrio entre derechos y deberes de ciudadanía,<br />

pero de un modo distinto al comunitarismo. 48 Aquí la responsabilidad social<br />

45 Ovejero (2001).<br />

46 Petit (1999).<br />

47 Habermas (1994).<br />

48 Por éste y otros aspectos, algunos autores establecen un vínculo conceptual entre el comunitarismo y el republicanismo cívico, llegando a<br />

tratarlos como dos variantes de la misma postura teórica (Mouffe, 1992; Van Gunsteren, 1999). Así, por ejemplo, Van Gunsteren define la<br />

ciudadanía republicana como una variante de la idea comunitaria donde una comunidad en particular, la comunidad pública, juega un rol<br />

principal. Estas posturas tienen que ver con la dificultad de delimitar claramente las fronteras entre las diversas aproximaciones teóricas al<br />

debate <strong>sobre</strong> la ciudadanía. El propio Petit (1999) señala que el republicanismo es un ideal comunitario, pero hace una aclaración fundamental:<br />

al andar en pos de un formato relativamente neutral para el Estado, que no lo vincule a ninguna concepción particular del bien común, el<br />

republicanismo hace frente común con el liberalismo y se opone al comunitarismo.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

71


no está asociada a mantener el orden. El republicanismo acepta y valora la diversidad<br />

que se construye como respuesta a un compromiso activo de parte de<br />

los ciudadanos con el bienestar de la sociedad.<br />

Finalmente, es importante precisar que el ideal republicano se define a sí<br />

mismo como compatible con formas de sociedad modernas y pluralistas. 49 La<br />

principal crítica al republicanismo pasa por alto esta cuestión y confunde, como<br />

se señaló anteriormente, esta postura teórica con el comunitarismo.<br />

Habermas 50 introduce una distinción que puede ser útil a este respecto: la diferenciación<br />

entre ética y política. Mientras que el comunitarismo alude a una<br />

comunidad ética, el republicanismo se sostiene <strong>sobre</strong> la base de una comunidad<br />

política. No serán los fines colectivos sino los procedimientos democráticos los<br />

que expresarán sus formas de auto-entendimiento. Para el republicanismo (de<br />

Habermas) la política no sólo tiene una función mediadora sino conformadora<br />

del proceso de constitución de la sociedad.<br />

Si la comunidad de referencia es ética, necesariamente se impone en el espacio<br />

público una visión de la vida buena, como en el comunitarismo; pero si<br />

la comunidad de referencia es política, lo que se comparte es una cultura política,<br />

no una forma de vida. Por lo tanto, “(un Estado) puede preservar la<br />

identidad de la comunidad política que no debe ser afectada por la inmigración,<br />

dado que la identidad de una nación de ciudadanos está vinculada a los<br />

principios constitucionales que se anclan en la cultura política y no en las<br />

orientaciones éticas básicas de una forma de vida cultural concreta que prevalezca<br />

en el país”. 51<br />

7. MULTICULTURALISMO, DIFERENCIA Y RECONOCIMIENTO<br />

Hablar de <strong>multiculturalismo</strong> es típicamente moderno, más estrictamente<br />

contemporáneo. Ésta es una expresión que sirve de paraguas, bajo ella caben<br />

muchos temas; el más específico que la caracteriza alude a que los Estados<br />

modernos tienen interés, necesidad y obligación de establecer criterios y procedimientos<br />

que reconozcan sus diferencias culturales internas como parte<br />

sustantiva de los derechos ciudadanos.<br />

El problema se puede delimitar históricamente en la relación conceptual<br />

entre derechos y ciudadanía. Es por ello que en el debate actual <strong>sobre</strong> el <strong>multiculturalismo</strong><br />

se redefine críticamente la concepción del Estado-nación y se<br />

49 Petit (1999).<br />

50 Citado por Thiebaut (1998).<br />

51 Idem.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

72 CUADERNO DE FUTURO


earticulan los derechos ciudadanos. Habermas 52 se orienta en esa dirección<br />

cuando señala:<br />

“Esta formación del Estado aseguró las condiciones bajo las cuales el<br />

capitalismo podía desarrollarse mundialmente. El Estado-nación<br />

proveyó tanto la infraestructura de la administración racional, como<br />

el marco legal para la acción libre individual y colectiva. Más aún, y<br />

esto es lo que más interesa aquí, el Estado-nación propuso como sus<br />

fundamentos las ideas de homogeneidad étnica y cultural <strong>sobre</strong> la base<br />

de lo que entonces se consideraban las posiciones más democráticas,<br />

más progresistas, aun cuando ello fue conseguido al costo de excluir<br />

a las minorías étnicas”.<br />

Capitalismo y <strong>democracia</strong> hallaron convergencia en sus intereses acerca de<br />

la propuesta de transformación social de un Estado-nación que integraba los<br />

diferentes grupos sociales dentro de un todo homogéneo. Las “identidades” heredadas,<br />

producto de sociedades jerarquizadas y conceptualmente desiguales<br />

como la aristocracia, desaparecieron. En lugar de ellas surgió una concepción<br />

igualitaria que reconoce a los individuos su papel de ciudadanos libres e iguales<br />

frente a la ley. La sociedad homogénea e igualitaria se convirtió en el signo<br />

progresista de la <strong>democracia</strong> como mecanismo de transformación social. En el<br />

mismo sentido, el nacionalismo se convirtió en el fenómeno moderno de integración<br />

cultural. Recién en el siglo XVIII se equiparó el término nación con la<br />

interpretación que lo describía como “conjunto de gente políticamente organizada”.<br />

Este concepto devino en constitutivo de la identidad política de un ciudadano<br />

dentro de la <strong>democracia</strong>. Al mismo tiempo, esta dimensión concibió la<br />

noción de ciudadanía, ya no derivando su contenido a partir de las propiedades<br />

culturales compartidas o a través de una etnia común, sino como praxis de los<br />

ciudadanos que activamente ejercen y delimitan sus derechos y responsabilidades<br />

civiles.<br />

La homogeneidad como signo de modernización, sin embargo, fue sólo una<br />

primera parte importante de la creación de los Estados-nación. Su camino<br />

apuntó hacia un mayor desarrollo y exposición de sus diversidades y diferencias.<br />

Así, progresivamente, quedó exhibida una heterogeneidad estructural.<br />

En los países más pobres, la superposición del patrón de la exclusión con el de<br />

la discriminación racial hacia los grupos étnicos originarios, mayoritarios y<br />

minoritarios, quedó expuesta con fuerza, paradójicamente, por los procesos de<br />

internacionalización y globalización. Vastos movimientos de población, portadores<br />

de conquistadores hasta esclavos, se desenvolvieron con velocidad creciente.<br />

Estos movimientos llevaron gente, primero, de Europa a América del<br />

52 Habermas (1994).<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

73


Norte, América Latina, África, Asia y Oceanía; después, reordenaron su dirección<br />

de estas regiones y continentes hacia Estados Unidos y Europa. La modernización<br />

aumentó la secularización y, al mismo tiempo, el individualismo moral.<br />

Todo ello contribuyó a una mayor diversificación. Y emergieron luchas por<br />

una ciudadanía que tuviese un marco de reconocimiento de derechos. Este proceso<br />

llevó a algunos autores53 a ubicar el reconocimiento de los derechos culturales<br />

como la culminación, tomando como punto de partida a Marshall, de la<br />

conquista de los derechos civiles.<br />

Durante las últimas décadas del siglo XX, a partir primero de las demandas<br />

del feminismo y luego de otros movimientos sociales, las críticas a la versión dominante<br />

de la ciudadanía comenzaron a enfocarse desde una perspectiva distinta.<br />

Esta perspectiva reivindica los temas de la identidad y de las diferencias socioculturales<br />

como aspectos que deben ser incluidos en la discusión teórica y empírica<br />

<strong>sobre</strong> la ciudadanía.<br />

Estos temas ocupan hoy un lugar tan relevante que parecen alternativos, e<br />

incluso más importantes, que los de distribución. 54 Ya no se trata de cuestionar<br />

la posesión efectiva o la posibilidad de ejercicio de los derechos de ciudadanía<br />

entre “iguales” sino el grado en que, incluso formalmente, las distintas sociedades<br />

amparan el derecho a que se reconozca públicamente la identidad propia<br />

y protegen los derechos de las minorías.<br />

El <strong>multiculturalismo</strong> como política surgió en Estados Unidos en los años setenta.<br />

Fue una respuesta al fracaso del modelo del melting-pot que buscaba la<br />

homogeneización cultural en torno a la tradición liberal anglosajona. La lucha<br />

en pos de la ciudadanía de los movimientos civiles feministas, antirracistas y<br />

antidiscriminatorios, encabezada por M. L. King en los años sesenta, hizo que<br />

la sociedad incorporara crecientemente la demanda de reconocimiento de las<br />

diferencias culturales. Esta lucha expresaba que la injusticia cultural era la<br />

otra cara de la injusticia distributiva.<br />

Las bases teóricas de las políticas multiculturales eran la concepción ilustrada<br />

de la tolerancia y el principio de diferencia del liberalismo político. La tolerancia<br />

ilustrada era planteada como una virtud ética de lo público, aludía así a<br />

la disposición y capacidad de respetar las diferencias. Esta disposición era históricamente<br />

construida: “Es una virtud pública que consiste en no colocar las<br />

creencias propias como condición absoluta de la convivencia del otro”.<br />

Se distinguen dos formas de ejercicio de la tolerancia: la negativa y la positiva.<br />

La primera se refiere a la capacidad de soportar la diferencia y/o la discrepancia<br />

en función de algo que se considera más importante: la convivencia con<br />

53 Lara (2000).<br />

54 García y Lukes (1999), Procacci (1999).<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

74 CUADERNO DE FUTURO


el otro en decisiones que surjan de la deliberación racional común y no de la imposición<br />

irracional de la posición o creencia de una de las partes. Se tolera lo<br />

que no se comparte.<br />

La tolerancia no debe ser confundida, sin embargo, con la aceptación pasiva<br />

de lo éticamente intolerable; significa no excluir al otro del debate público porque<br />

no comparte nuestros valores o nuestras creencias culturales, significa incluir<br />

al otro en el espacio de deliberación común. El espacio público propio de<br />

las sociedades auténticamente democráticas no debe ser culturalmente homogéneo,<br />

nadie debe estar excluido del debate y de la deliberación común porque<br />

sus creencias, valores o costumbres contradigan o cuestionen las nuestras. Pero<br />

ello no conduce a la parálisis del juicio moral; por el contrario, la inclusión<br />

del culturalmente otro en el espacio del debate público es necesaria, precisamente,<br />

para ejercer la crítica reflexiva mutua.<br />

La tolerancia positiva consiste en situarse en el lugar del otro para comprender<br />

sus creencias y valoraciones desde adentro. “Comprender al otro, salir de<br />

nosotros mismos, nos permite también comprendernos a nosotros mismos de<br />

manera distinta de la habitual”, 55 permite recrear nuestras creencias y costumbres.<br />

“La tolerancia modifica la manera de entendernos a nosotros mismos”. 56<br />

El mecanismo, racional y moral de “darle al otro un lugar” –un mecanismo estrictamente<br />

paralelo al de “ponernos en lugar de otros”– es la modificación estructural<br />

que induce a la tolerancia positiva.<br />

La “comprensión del otro”, siempre mediatizada por nuestra situación inicial,<br />

no es sinónimo de justificación moral, es la antesala de la crítica ilustrada.<br />

La tolerancia es una virtud cívica inseparable del ejercicio de la libertad de<br />

pensamiento y la solidaridad social. Este ejercicio es la condición de la convivencia<br />

en <strong>democracia</strong>.<br />

El <strong>multiculturalismo</strong> anglosajón como política pública operativiza la tolerancia<br />

ilustrada en sus dimensiones negativa y positiva. Incorpora a los diferentes<br />

como interlocutores válidos en el debate público, asegurándoles equidad<br />

en el ejercicio de los derechos reconocidos jurídicamente.<br />

Como ya hemos apuntado, el liberalismo político y la teoría de la <strong>democracia</strong><br />

constitucional moderna se inspiran en la idea ilustrada del “contrato social”<br />

como condición de convivencia política razonable. Como parte de la universalización<br />

del reconocimiento de la ciudadanía, característica de las <strong>democracia</strong>s<br />

modernas, se amplía el derecho a tener derechos. Esta concepción<br />

de la ciudadanía está en la base de las políticas de dignidad igualitaria de los<br />

55 Thibeaut, (1999).<br />

56 Idem. p. 68.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

75


Estados nacionales modernos. En la Ilustración, la ciudadanía pasa a ser un<br />

reconocimiento formal. El <strong>multiculturalismo</strong> anglosajón de los setenta y las<br />

políticas de la diferencia que le son propias se pueden interpretar desde este<br />

punto de vista como el último gran intento del siglo XX para hacer de la ciudadanía<br />

un universal concreto, una realidad en ejercicio. La ciudadanía griega<br />

es una ciudadanía monocultural, la ciudadanía ilustrada es una ciudadanía<br />

multicultural.<br />

El <strong>multiculturalismo</strong> responde al interés, necesidad y obligación de establecer<br />

criterios y procedimientos que reconozcan las diferencias culturales existentes<br />

en las distintas sociedades. Para que la ciudadanía deje de ser un universal<br />

abstracto y se transforme en un universal concreto es preciso construir una<br />

cultura política pública intercultural. Esta cultura debe ser capaz de inducir<br />

las diversas perspectivas valorativas de la pluralidad de naciones que convergen<br />

en el espacio soberano del Estado nacional. Las políticas multiculturales<br />

buscan generar relaciones de equidad entre los diferentes, no construyen cultura<br />

política pública ni interculturalizan los saberes.<br />

Las políticas multiculturales son políticas públicas que buscan hacer realidad<br />

los principios de igualdad y de diferencia del liberalismo político. En los<br />

países desarrollados, a través de cuotas sociales y de género, se promueven legislaciones<br />

antidiscriminatorias que buscan, con criterios cuantitativos, generar<br />

a corto plazo y de manera transitoria tolerancia negativa y equidad de oportunidades<br />

para las minorías excluidas. No promueven cultura política pública:<br />

éste es su límite. Acortan brechas sociales: éste es su aporte. Paradójicamente,<br />

fortalecen los prejuicios y los estereotipos negativos entre los diferentes: éste<br />

es el problema que generan. No fomentan relaciones interculturales de integración<br />

positiva.<br />

De hecho, el <strong>multiculturalismo</strong> es y puede ser utilizado para soslayar los problemas<br />

de pobreza de las poblaciones discriminadas y de injusticia distributiva<br />

que se derivan de la aplicación del modelo económico actualmente hegemónico<br />

en el mundo globalizado. Éste es el uso ideológico del <strong>multiculturalismo</strong>.<br />

García y Lukes señalan que el reemplazo de la agenda socioeconómica (debate<br />

<strong>sobre</strong> la distribución) por la agenda políticocultural (debate <strong>sobre</strong> la identidad)<br />

es más aparente que real. “Donde se plantean exigencias de reconocimiento<br />

de identidades, frecuentemente en nombre del derecho de ciudadanía, raras<br />

veces están muy por debajo de la superficie los temas de justicia redistributiva<br />

y de participación democrática. Los movimientos reclaman participación en el<br />

diseño de políticas redistributivas amén de más justicia social”. 57<br />

57 García y Lukes (1999) p. 1.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

76 CUADERNO DE FUTURO


Un debate central se ha desarrollado en torno a la relación entre ciudadanía<br />

e identidad. Los teóricos del <strong>multiculturalismo</strong>, encabezados por Kymlicka,<br />

mantienen una discusión al margen del debate <strong>sobre</strong> la ciudadanía social y<br />

abogan por el reconocimiento de derechos multiculturales, es decir, por la<br />

protección pública de derechos colectivos para mantener una cultura o una<br />

religión minoritaria. Este autor distingue entre multinacionalismo y polietnicidad.<br />

El primero se refiere a la presencia de varias naciones o pueblos dentro<br />

de un Estado; mientras que la polietnicidad alude al Estado que cobija la<br />

presencia de gente proveniente de otras naciones y cuyo origen es de gran importancia<br />

para sus descendientes. De la misma forma, desarrolla tres clases<br />

de derechos diferenciados: los derechos de autogobierno, los poliétnicos y los<br />

especiales de representación. En la línea liberal, no atribuye a la cultura ningún<br />

valor intrínseco; por el contrario, su sentido es instrumental y consiste<br />

en proveer al individuo de opciones relevantes y permitirle desarrollar su capacidad<br />

reflexiva para hacer elecciones inteligentes. De acuerdo a esta visión,<br />

Kymlicka hace una evaluación de la superioridad a aquellas culturas que permiten<br />

la autonomía y la elección frente a otras que la impiden.<br />

Los comunitaristas, por su parte, han tenido siempre como preocupación el<br />

fracaso o los dilemas generados por el liberalismo. El aporte más relevante de<br />

esta orientación al <strong>multiculturalismo</strong> es el de Taylor. 58 En su Política del reconocimiento<br />

59 argumenta que existen dos formas de liberalismo: el “liberalismo<br />

1” que es homogeneizador y el “liberalismo 2” que se corresponde con su propuesta<br />

de Estado comunitario. El liberalismo 1 es una teoría sólo procedimentalista<br />

que desconoce los fines colectivos. El liberalismo 2, en cambio, concibe<br />

un interés de la esfera pública en la supervivencia y el florecimiento de formas<br />

nacionales, religiosas y culturales, sin que ello impida cierta defensa de los derechos<br />

individuales, y promueve activamente, desde la esfera pública, una política<br />

de reconocimiento <strong>sobre</strong> la base de fines colectivos definidos por la defensa<br />

de la propia identidad cultural. En este argumento, Taylor examina, por un<br />

lado, los valores liberales que, para él, chocan con la idea de neutralidad del Estado<br />

y, por otro lado, la forma paradójica y contradictoria cómo la ley impone<br />

a todos un tratamiento formal de ciudadanos iguales. La defensa de la protección<br />

de los derechos de las identidades colectivas rechaza la noción individualista<br />

con la que están definidos los derechos humanos así como la prioridad del<br />

valor libertad en que están sustentados.<br />

La mayor crítica a Taylor tiene que ver con su concepción de “cultura” como<br />

bien intrínseco, ignorando la capacidad crítica de las culturas modernas<br />

58 Aunque hay autores para quienes Taylor ubica algunas de sus posiciones dentro del republicanismo cívico.<br />

59 Taylor (2001).<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

77


que les permite discriminar entre culturas. En todo caso, el tono más preciso<br />

lo pone otro comunitarista “crítico”, Bauman, 60 cuando comentando a Castoriadis<br />

señala:<br />

“El reconocimiento del ‘derecho humano’, el derecho a exigir reconocimiento,<br />

no equivale a firmar un cheque en blanco y no significa la aceptación<br />

a priori de la forma de vida para la que se reclama o se va a reclamar<br />

el reconocimiento. Antes bien, el reconocimiento de tal derecho es una invitación<br />

a un diálogo, en cuyo curso se podrán discutir los méritos y deméritos<br />

de la diferencia en cuestión y (cabe esperar) se podrá llegar a un<br />

acuerdo <strong>sobre</strong> ellos, y por ello, difiere radicalmente del fundamentalismo<br />

universalista que se niega a reconocer la pluralidad de las formas que puede<br />

adoptar la humanidad, sino también del tipo de tolerancia que promueven<br />

ciertas variedades de una denominada política ‘multiculturalista’ que<br />

presume la naturaleza esencialista de las diferencias y, por lo tanto también,<br />

la vanidad de la negociación entre diferentes formas de vida”.<br />

Y agrega:<br />

“La perspectiva que sugiere Castoriadis tiene que defender su punto de<br />

vista en dos frentes: frente al compromiso que adopta la forma de cruzadas<br />

culturales y homogeneización opresiva, por un lado, y frente a la altanera<br />

y cruel indiferencia de la desvinculación, por otra”.<br />

8. INTERCULTURALISMO. ALGUNAS BASES TEÓRICAS<br />

PARA SU DISCUSIÓN: EL DEBATE HABERMAS-TAYLOR 61<br />

Parece oportuno volver a Taylor y al debate <strong>sobre</strong> sus posiciones con Habermas;<br />

en él podrían encontrarse valiosos elementos que sustenten teóricamente<br />

una propuesta todavía fofa como el “interculturalismo”. En su obra más documentada<br />

y difundida, Fuentes del yo, 62 Taylor desarrolla una argumentación<br />

para demostrar que en las condiciones de la “identidad moderna” pueden fundarse<br />

criterios éticos comunes a comunidades y culturas particulares. Efectivamente,<br />

para este autor, aun aceptado el moderno pluralismo de creencias, es<br />

posible hacer valer una ética (sustancialista) del bien o de la vida buena y, desde<br />

este punto de vista, capaz de privilegiar un determinado modo de vida. Una<br />

concepción procedimental de la moral, desvinculada de una ética, sostiene Taylor,<br />

impide comprender las motivaciones profundas que tenemos para actuar<br />

cuando actuamos moralmente y dificulta la importancia, el significado exis-<br />

60 Bauman (2003a).<br />

61 Este apartado es deudor de los apuntes que gentil y solidariamente me ofreció Eduardo Rojas C.<br />

62 Taylor (1989).<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

78 CUADERNO DE FUTURO


tencial, que adquiere el ser moral. En la modernidad ya no es posible dotar a la<br />

moral de razones universalmente válidas. Entonces, para Taylor, encontrar<br />

fuentes válidas para la moral, adquirir convicciones morales que no respondan<br />

a preferencias subjetivas, se asemeja antes que a un ejercicio filosófico crítico,<br />

como fue siempre el caso, a una exploración personal e intuitiva, estética, como<br />

la que realiza el poeta o el novelista:<br />

“nos engañaríamos si pensáramos que el lenguaje filosófico o crítico para<br />

estas materias es de alguna forma más acerado y más libre que el del índice<br />

personal que poseen los poetas y novelistas. El tema no permite un lenguaje<br />

que escape de la resonancia personal.<br />

O exploramos esta área con ese lenguaje o no la exploramos en absoluto.<br />

Por eso, descartar esa clase de exploración acarrea importantes consecuencias<br />

morales. Los defensores de la razón desvinculada o de la realización<br />

subjetiva abrazan alegremente esas consecuencias. Ahí no hay fuentes morales<br />

que explorar. Los críticos ‘de raíz y rama’ de la modernidad añoran los<br />

antiguos órdenes públicos, y asimilan personalmente visiones catalogadas<br />

en un simple subjetivismo [...] (Parece que) una manera de afianzar esa clase<br />

de tesis consiste en adoptar una concepción procedimental de la moral.<br />

Habermas y Hare, por ejemplo, tienen teorías de esa clase [...] Pero un estudio<br />

de la identidad moderna debería dejarnos descontentos de todas esas<br />

posiciones. No es que los parámetros morales básicos de la modernidad<br />

concernientes a los derechos, la justicia, la benevolencia dependan de esta<br />

exploración; más bien dependen de los bienes a los que no tenemos acceso a<br />

través de la sensibilidad personal. Pero existen otras importantes cuestiones<br />

de la vida que sólo cabe resolver a través de esta clase de intuición; por<br />

ejemplo, por qué es importante y qué significa tener un entorno humano de<br />

más profunda resonancia y, aún más, mantener afiliaciones con cierta hondura<br />

en tiempo y compromiso. Son interrogantes que sólo podemos esclarecer<br />

explorando la situación existencial humana, el modo en que estamos<br />

situados en la naturaleza y entre los demás, como lugar de fuentes morales.<br />

Cuando las tradiciones públicas de la familia, la ecología, incluso la polis<br />

son minadas o barridas, necesitamos nuevos lenguajes de resonancia<br />

personal para hacer que los bienes humanos cruciales cobren vida”. 63<br />

A partir de la convicción de que es posible encontrar fuentes éticas para una<br />

moral común en sociedades pluralistas, la idea “comunitarista” desarrolla su<br />

afirmación fundamental: las libertades y derechos individuales quedan sometidos<br />

a las condiciones que les pone la ética compartida por la sociedad, capaz<br />

de satisfacer las demandas de cohesión e integración que ésta necesita para<br />

preservar su existencia:<br />

63 Taylor (1989), pp. 534 y 535.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

79


“podemos llamar comunitaristas aquellas posiciones que se basan en la<br />

suposición de que una sociedad basada simplemente en la garantía de derechos<br />

fundamentales de tipo individual –liberales, sociales y democráticos–<br />

no puede generar un equivalente del ‘poder unificador de la religión’;<br />

para ello sería más bien menester una concepción compartida del bien, que<br />

resultase vinculante y fundadora de identidad, un horizonte de valores y<br />

de comprensión colectivamente vinculante y unificador que normativamente<br />

estuviese por encima de todos los derechos individuales y que, por<br />

así decir, fuera el que empezase definiendo los límites y las pretensiones legítimas<br />

de esos derechos”. 64<br />

Siguiendo esta concepción, el pensamiento de Taylor <strong>sobre</strong> el liberalismo de la<br />

sociedad democrática es bastante más complejo que una pura afirmación de la<br />

necesidad ética de restricciones a los derechos individuales. Influido por la experiencia<br />

de Québec <strong>sobre</strong> estos temas, lugar de donde es originario, este autor desconfía<br />

fuertemente del modelo procesal del derecho para revisar y dirimir los<br />

conflictos de valores, en particular aquéllos que definen el valor integridad de<br />

una subcultura. Su análisis se dirige a definir, como señalamos anteriormente,<br />

un tipo de liberalismo (el “liberalismo 2” de la controversia) y a configurar una<br />

“política del reconocimiento”. Ésta tendría que superar las tendencias del liberalismo<br />

propiamente tal a desconocer “las diferencias” y a evitar su “resistencia a<br />

la sociedad distinta”, cuya diferenciación la entiende como atentatoria de la carta<br />

constitucional del Estado unificado. La fórmula de Taylor consiste en utilizar<br />

su noción comunitaria de la ética para distinguir los derechos individuales fundamentales,<br />

“que nunca deben ser infringidos”, de otros que no son tales:<br />

“Hay que distinguir las libertades fundamentales, las que nunca deben<br />

ser infringidas y por tanto deben encontrarse al abrigo de todo ataque, por<br />

una parte, de los privilegios y las inmunidades que a pesar de su importancia<br />

se pueden revocar o restringir por razones de política pública –aun<br />

cuando necesitaríamos una buena razón para hacerlo–, por la otra.<br />

Según esta opinión, una sociedad con poderosas metas colectivas puede<br />

ser liberal siempre que también sea capaz de respetar la diversidad, especialmente<br />

a aquellos que no comparten sus metas comunes, y siempre<br />

que pueda ofrecer salvaguardias adecuadas para los derechos fundamentales.<br />

Indudablemente habrá tensiones y dificultades en la búsqueda<br />

simultánea de esos objetivos, pero tal búsqueda no es imposible, y los<br />

problemas no son, en principio, mayores que aquellos con que tropieza<br />

cualquier sociedad liberal que tenga que combinar, por ejemplo, libertad<br />

e igualdad, prosperidad y justicia. [...] Hay una forma de la política<br />

del respeto igualitario, consagrada en el liberalismo de los derechos,<br />

64 Wellmer (1996), pp. 79-80, el énfasis es suyo.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

80 CUADERNO DE FUTURO


que no tolera la diferencia, porque a) insiste en una aplicación uniforme<br />

de las reglas que definen esos derechos, y b) desconfía de las metas<br />

colectivas. Desde luego esto no significa que esta modalidad del liberalismo<br />

trate de abolir las diferencias culturales. Tal acusación sería absurda.<br />

Pero he afirmado que es intolerante con la diferencia porque en<br />

ella no tiene cabida aquello a lo que aspiran los miembros de las distintas<br />

sociedades, que es la supervivencia. Esta es b) una meta colectiva,<br />

que a) casi inevitablemente exige que se modifiquen los tipos de leyes<br />

que nos parecen permisibles de un contexto cultural a otro, como claramente<br />

lo muestra el caso de Québec. Sin embargo, por fortuna existen<br />

otros modelos de sociedad liberal que adoptan una línea diferente ante<br />

a) y b). Estas formas exigen la defensa invariable de ciertos derechos,<br />

desde luego. No se trata de que las diferencias culturales determinen la<br />

aplicación, por ejemplo, del hábeas corpus. Pero sí distinguen estos derechos<br />

fundamentales de la vasta gama de inmunidades y presuposiciones<br />

del trato uniforme que han brotado en las culturas modernas de revisión<br />

judicial. Estas modalidades del liberalismo están dispuestas a sopesar<br />

la importancia de la supervivencia cultural, y optan a veces en favor<br />

de esta última. Así, a la postre, no constituyen modelos procesales<br />

de liberalismo, pero se fundamentan en buena medida en los juicios<br />

acerca de lo que es una vida buena: juicios en que ocupa un lugar importante<br />

la integridad de las culturas”. 65<br />

Habermas discute con Taylor. En uno de sus textos más difundidos y mejor<br />

escritos, en un esfuerzo para explicitar su idea de una razón que no abdica ante<br />

el contextualismo cultural sino que salva sus pretensiones de trascendencia,<br />

aunque sea débilmente y sólo como “procedimiento”, desarrolla un argumento<br />

fuerte: sólo es posible entender el “interculturalismo”, la convivencia de culturas<br />

en una comunidad, como un aprendizaje permanente, mutuo y simétrico.<br />

Este aprendizaje se realiza por medio de una interacción lingüística, de manera<br />

que en el “estancamiento” del modo cómo el otro nos entiende se hacen ostensibles<br />

no los límites de su saber sino los del nuestro. El aprendizaje intercultural<br />

excluye, de este modo, entender la convivencia entre culturas como “inclusión<br />

asimiladora”.<br />

Habermas insiste, entonces, en su tesis del uso del lenguaje (la pragmática),<br />

puesto que presupone entendimiento (si no fuera así nadie hablaría con otro),<br />

presupone también ciertos horizontes y mundos de la vida en común para los<br />

participantes. En esta comunidad se juegan diferencias profundas cuyos protagonistas,<br />

cuando interactúan, asumen la posibilidad de un consenso entendible<br />

para cada cual sólo desde el propio contexto cultural. La única respuesta<br />

65 Taylor (1989).<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

81


al contextualismo etnocéntrico a que tiende una comunidad o cultura es la posibilidad<br />

de entendimiento, siempre problemática y conflictiva, que implica el<br />

uso del lenguaje humano. Sólo situados como Dios o en su nombre podemos hablar<br />

por encima del mundo y de la historia, eliminar la simetría de las partes e<br />

imponerles verdades definitivas:<br />

“Putnam –y Thomas McCarthy 66 en una fina contribución a la controversia<br />

<strong>sobre</strong> el relativismo– se atiene, con toda razón, a que en los casos ejemplares<br />

de comprensión intercultural e histórica, donde no sólo chocan concepciones<br />

rivales sino también estándares de racionalidad en pugna, se da una relación<br />

simétrica entre ‘nosotros’ y ‘ellos’. El etnocentrismo admitido por<br />

Rorty del contextualista cuidadoso y radical, al describir el proceso de entendimiento<br />

como una inclusión asimiladora de lo extraño en nuestro horizonte<br />

de interpretación (ampliado), yerra la simetría de pretensiones y de<br />

perspectivas de todos los implicados en un diálogo. En una situación de profundo<br />

desacuerdo, no sólo ‘ellos’ tienen que esforzarse por entender las cosas<br />

desde ‘nuestra’ perspectiva, sino que también ‘nosotros’ hemos de tratar<br />

de entender las cosas desde la ‘suya’. Ni siquiera tendrían en serio la oportunidad<br />

de aprender de nosotros si nosotros no tuviéramos la oportunidad de<br />

aprender de ellos, y sólo en los estancamientos de ‘su’ proceso de aprendizaje<br />

relativo a nosotros nos tornamos conscientes de los límites de ‘nuestro’ saber.<br />

La fusión de horizontes de interpretación, a la que según Gadamer tiende<br />

todo proceso de entendimiento, no significa una asimilación a ‘nosotros’,<br />

sino siempre una convergencia entre ‘nuestras’ perspectivas y las ‘suyas’,<br />

gobernada por aprendizaje –ya sean ‘ellos’ o nosotros o ambas partes las que<br />

vayan más o menos a reformar las prácticas de justificación que les son meramente<br />

habituales– [...] Incluso en el proceso de entendimiento más difícil,<br />

todas las partes se apoyan en el punto de referencia común, aun cuando proyectado<br />

en cada caso desde el propio contexto, de un consenso posible. Pues<br />

conceptos como el de verdad, racionalidad o justificación cumplen en toda<br />

comunidad de lenguaje, aunque se interpreten en forma diversa y se apliquen<br />

según criterios diversos, la misma función gramatical.<br />

Ciertamente que algunas culturas se han ejercitado más que otras en la capacidad<br />

de distanciarse de sí mismas. 67 Pero todas las lenguas ofrecen la posibilidad<br />

de distinguir entre aquello que es verdadero y aquello que tenemos<br />

por verdadero. La pragmática de todo uso del lenguaje lleva inscrita la<br />

suposición de un mundo objetivo común. Y los roles dialógicos de cada situación<br />

de habla imponen una simetría de las perspectivas de los participantes.<br />

Abren a la vez la posibilidad de la mutua asunción de perspectivas<br />

66 McCarthy (1986 ).<br />

67 Hollis (1982).<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

82 CUADERNO DE FUTURO


entre ego y alter, así como la canjeabilidad de las perspectivas del participante<br />

y del observador. Estos presupuestos pragmáticos universales de la<br />

acción comunicativa no convidan en modo alguno a la falacia objetivista de<br />

que pudiéramos adoptar el punto de vista extramundano de un sujeto deshumanizado<br />

y servirnos de un lenguaje ideal, libre de contexto y que apareciese<br />

en singular, para hacer enunciados infalibles y exhaustivos, es decir,<br />

enunciados definitivos que detuviesen la historia de influencias y efectos,<br />

es decir, que ya no fuesen ni susceptibles de comentario ni lo hubieran<br />

menester. No es ésta la alternativa al contextualismo cuidadoso y confeso<br />

de etnocentrismo. En la propia posibilidad de entendimiento lingüístico cabe<br />

leer un concepto de razón ‘situada’ que eleva su voz en pretensiones de<br />

validez que dependen del contexto a la vez que lo trascienden...”. 68<br />

La sugerencia de Habermas es que el aprendizaje mutuo y la innovación cultural<br />

pueden ser un resultado (deseable) de la interrelación entre culturas distintas<br />

en una misma comunidad estatal. Hay en el mundo globalizado, sin duda,<br />

dice, una tendencia a la homogeneización, favorecida por la extensión del<br />

mercado y el consumo. Tendencia que proporciona un barniz de cultura común,<br />

comercializada y estandarizada no sólo a continentes lejanos sino que además<br />

nivela las diferencias al interior de los países, “de forma que los acusados perfiles<br />

de las diferentes tradiciones locales se hacen cada vez más borrosos”. Sin embargo,<br />

hay investigaciones que registran una interesante dialéctica entre nivelación<br />

y diferenciación creadora. 69 La conclusión es que las tendencias homogeneizadoras<br />

globales pueden desencadenar aprendizajes e innovaciones en las<br />

comunidades locales poniendo en discusión ciertos supuestos de los enfoques<br />

multiculturalistas. 70 El primero de estos supuestos cuestionados es aquél para<br />

el cual “el mundo social se divide claramente en culturas particulares fácilmente<br />

distinguibles, una para cada comunidad” y el otro es la creencia de que todo<br />

lo que el mundo necesita “es precisamente una de estas entidades –una cultura<br />

única y aglutinadora– para dar forma y sentido a la vida”. 71 La idea habermasiana<br />

es que en la dialéctica entre globalización y realidades locales surgen impulsos<br />

constructivos que las investigaciones empíricas empiezan a constatar:<br />

“La Antropología ha cultivado desde hace tiempo la mirada nostálgica de<br />

las culturas nativas que, supuestamente, bajo la presión de una homogeneización<br />

comercial, habrían perdido sus raíces y habrían sido expoliadas<br />

68 Habermas ( 1990), p. 178. Los énfasis son suyos.<br />

69 Acá Habermas cita a Miller D., Worlds Apart. Modernity trough the prism of the Local, Londres, 1995, “Introduction: Anthropology, modernity and<br />

consumption”, pp. 1-2.<br />

70 Habermas (2000), pp. 101-102.<br />

71 En este punto, la cita de Habermas es a Waldron J., “Minority Cultures and Cosmopolitan Alternatives”, en Kymlicka W., (comp.) The rights of<br />

Minority Cultures, Oxford, 1995.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

83


desde su pretendida autenticidad. Actualmente se pone el acento en el carácter<br />

constructivo y en la pluralidad de las respuestas innovadoras que<br />

desencadenan estímulos globales en contextos locales. Como reacción a la<br />

presión uniformizadora de una cultura material de carácter mundial se<br />

forman a menudo nuevas constelaciones que no igualan las tendencias culturales<br />

existentes, sino que crean una nueva pluralidad de formas híbridas.<br />

Esta observación no sólo es cierta cuando se refiere a Camerún, Trinidad<br />

o Belice, a un pueblo de Egipto o de Australia, 72 sino también cuando se<br />

refiere a ciudades como Moscú o Londres. Así, un estudio <strong>sobre</strong> un suburbio<br />

densamente poblado y étnicamente mezclado del oeste de Londres, en<br />

las cercanías del aeropuerto de Heathrow, constata el proceso de nacimiento<br />

de nuevas diferencias culturales. 73 El autor dirige su crítica en este contexto<br />

contra la ficción cosificadora que presenta a los grupos étnicos como<br />

si fueran totalidades coherentes con unas culturas claramente delimitables<br />

entre sí. Frente a la imagen tradicional que ha acuñado el discurso multicultural,<br />

él esboza la imagen dinámica de una incesante construcción de<br />

nuevos vínculos colectivos, subculturas y estilos de vida”.<br />

El problema es, entonces, cómo conciliar la universalidad de los principios<br />

que rigen la <strong>democracia</strong> y el Estado de derecho en el mundo moderno con la<br />

parcialidad de valores y principios que aporta la existencia de diversas identidades<br />

y culturas en una misma comunidad política. Dicho en otros términos,<br />

cómo mantener la igualdad de derechos y el igual respeto a cada sujeto individual<br />

o colectivo cuando la situación de enfrentamiento cultural hace problemática<br />

tal intención. Habermas enfrenta el dilema del “factum del pluralismo”, como<br />

él dice, desde la óptica de la “<strong>democracia</strong> deliberativa” o “<strong>democracia</strong> radical”.<br />

Como se sabe, Habermas concibe las relaciones sociales como una interacción<br />

en la cual los actores pueden llegar a entenderse sólo si aplican el procedimiento<br />

de referirse y ajustar sus pretensiones a la figura ideal de un diálogo<br />

sin restricciones. En la medida en que esta ética discursiva y no sustantiva gobierna<br />

la acción, la “<strong>democracia</strong> radical” lleva a instituciones políticas que además<br />

de representar legalmente las razones y aspiraciones de la sociedad (como<br />

toda institución legítima) son inducidas a obtener legitimidad para esa representación<br />

tomando en cuenta la crítica y el poder comunicativo generado en la<br />

base social. Frente al conflicto de comunidades, una <strong>democracia</strong> radical trataría<br />

de evitar que la habitual aspiración a una identidad colectiva común termine<br />

funcionando como mecanismo de exclusión “del otro” (grupos sociales enteros),<br />

a la vez que exigiría a todos la orientación al entendimiento antes comentada.<br />

Condición para lograrlo es, según Habermas (y en esto se enfrenta abier-<br />

72 Véase Miller, op. Cit.<br />

73 Habermas cita acá a Bauman G., Contesting Culture. Discurses of Identity in multi-ethnic, London, Cambridge. 1996.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

84 CUADERNO DE FUTURO


tamente a Taylor), que las instituciones políticas estén desprovistas de connotaciones<br />

morales fuertes, entendidas como las que se fundan en una idea ética<br />

clásica, que designa desde su óptica particular el bien y la vida buena para todos<br />

y que, en la misma medida, afecta el pluralismo de concepciones de vida<br />

propias de la existencia social moderna:<br />

“Es claro que la coexistencia en igualdad de derechos de diferentes comunidades<br />

étnicas, grupos lingüísticos, confesiones y formas de vida no se<br />

puede comprar al precio de la fragmentación de la sociedad en una pluralidad<br />

de subculturas que se desprecian mutuamente. 74 Por un lado la cultura<br />

mayoritaria tiene que desprenderse de su fusión con la cultura política<br />

general, compartida por todos los ciudadanos en igual medida, de lo<br />

contrario dicta de entrada los parámetros de los discursos de autoentendimiento.<br />

En tanto que parte, ya no debe aparentar la fachada del todo, si<br />

es que se trata de que no constituya un prejuicio para el procedimiento<br />

democrático en cuestiones relevantes para las minorías. Por otra parte,<br />

las fuerzas vinculadoras de la cultura política común tienen que seguir<br />

siendo suficientemente fuertes para no permitir el desmoronamiento de<br />

la nación de ciudadanos: ‘El <strong>multiculturalismo</strong>, al sancionar la perpetuación<br />

de varios grupos culturales en una sociedad política singular, requiere<br />

también una cultura política común. [...] Los miembros de todos<br />

los grupos culturales [...] habrán de adquirir un lenguaje político y convenciones<br />

de conducta comunes para poder participar de modo efectivo<br />

en la competición por los recursos y la protección de grupo así como por<br />

los intereses individuales en una arena política compartida’ 75 ”. 76<br />

Para entrar más directamente en la polémica, Habermas plantea la pregunta<br />

<strong>sobre</strong> si el reconocimiento de grupos étnicos diferenciados no exige garantías<br />

especiales que vulneran derechos individuales democráticos y afirma que Taylor<br />

al pretender corregir los principios liberales “cuestiona el núcleo individualista<br />

de la comprensión moderna de la libertad”. La pregunta es formulada de<br />

la siguiente manera:<br />

“¿No exige el reconocimiento de las formas de vida y tradiciones culturales<br />

que están marginadas, ya sea en el contexto de una cultura mayoritaria<br />

o en el de la sociedad mundial dominada por el Atlántico Norte o de un<br />

modo eurocéntrico, garantías de status y de supervivencia y, en cualquier<br />

caso, un tipo de derechos colectivos que hacen estallar en pedazos<br />

nuestra tradicional autocomprensión del Estado democrático de derecho<br />

74 Habermas cita acá a Puhle H. J., “Vom Bürgerrecht zum Gruppenrrecht? Multikulturelle Politik in den USA” en Baade K.J. (comp.) Menschen über<br />

Grenzen, Herne, 1995, pp. 134-149.<br />

75 Habermas cita acá a Raz J. “Multiculturalism. A Liberal Perspective”, Dissent, invierno de 1994, pp. 67-79.<br />

76 Habermas (1999), pp. 125-126.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

85


que está cortada en base al patrón de los derechos individuales y que, en<br />

este sentido, es ‘liberal’?”. 77<br />

Taylor, dice Habermas, parte de que el aseguramiento de las identidades colectivas<br />

entra en competencia con el derecho a iguales libertades subjetivas, de<br />

manera que en caso de conflicto debe decidirse por uno u otro. Para Taylor, el<br />

respeto de formas de acción y concepciones del mundo de grupos en desventaja<br />

exige la consideración de particularidades que deben ser objeto de abstracción<br />

si se quiere respetar la identidad individual de cada cual con independencia<br />

del sexo, raza o pertenencia étnica. El principio de igualdad de trato tiene<br />

que hacerse valer entonces mediante políticas contrapuestas; por un lado, las<br />

que consideren las diferencias culturales y, por otro lado, las que propugnen la<br />

universalización de los derechos subjetivos. Las primeras deben compensar el<br />

costo del universalismo igualador. El problema del tipo de intervenciones igualadoras<br />

que proponen los “comunitaristas”, dice Habermas, es que desconocen<br />

la necesaria neutralidad ética del Estado de derecho al que exigen, consecuentemente,<br />

el activo fomento de “determinadas concepciones de la vida buena”.<br />

Taylor supone al liberalismo una teoría de los derechos ciega frente a las diferencias<br />

culturales. Distingue, así, un “liberalismo 1” en el que los derechos<br />

subjetivos sólo son garantizados por vía jurídica de un “liberalismo 2”, que corrige<br />

el individualismo de aquél. La conclusión es que, en realidad, autonomía<br />

privada y autonomía pública, libertades negativas y libertades positivas se presuponen,<br />

son cooriginarias, no hay prelación de una respecto de otra:<br />

“los destinatarios del derecho sólo pueden adquirir autonomía (en el sentido<br />

dado por Kant) en la medida en que ellos mismos pueden comprenderse<br />

como autores de las leyes a las que están sometidos como sujetos jurídicos<br />

privados. El ‘liberalismo 1’ desconoce el ‘carácter igualmente originario’<br />

de la autonomía privada y de la autonomía pública [...] En última instancia,<br />

los sujetos jurídicos privados no podrán ni siquiera gozar de iguales<br />

libertades subjetivas si ellos mismos en el ejercicio conjunto de su autonomía<br />

ciudadana no logran ver con claridad los intereses y los criterios<br />

justificados y si no llegan a ponerse de acuerdo <strong>sobre</strong> los aspectos relevantes<br />

bajo los cuales lo igual ha de tratarse de forma igual y lo desigual de<br />

forma desigual [...] Las personas, también las personas jurídicas, se individualizan<br />

sólo a través de un proceso de socialización. Bajo esta premisa,<br />

una teoría de los derechos correctamente entendida reclama precisamente<br />

aquella política del reconocimiento que protege la integridad del individuo<br />

incluso en los contextos de vida que configuran su identidad. Para ello<br />

no se requiere ningún modelo alternativo que corrija el sesgo individua-<br />

77 Idem. p. 191. El subrayado es de Habermas.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

86 CUADERNO DE FUTURO


lista del sistema de los derechos mediante otros puntos de vista normativos,<br />

sino tan sólo su realización consecuente. Aunque, sin duda, dicha<br />

realización tomaría un mal cariz sin la presencia de movimientos sociales<br />

y sin luchas políticas”. 78<br />

La historia de las luchas feministas, concluye el argumento, demuestra que<br />

el paso de la igualdad jurídica a la igualdad fáctica enfrenta resistencias que<br />

deben ser vencidas políticamente. Competencias jurídicas iguales conceden libertades<br />

que pueden ser usadas de modo diferente y, por eso, no fomentan necesariamente<br />

la igualdad en los hechos de situaciones vitales o posiciones de<br />

poder. Pero si el respeto a la igualdad jurídica es aplicado debería haber condiciones<br />

para la igualdad fáctica de oportunidades. En cualquier caso el intento<br />

de igualar no puede disminuir la autonomía y libertad del beneficiario sin caer<br />

en “paternalismo”:<br />

“una nivelación de las situaciones vitales y de las posiciones de poder llevada<br />

a cabo desde este punto de vista no debería conducir a intervenciones<br />

normalizadoras tales que hicieran que los presuntos beneficiarios se<br />

vieran sensiblemente limitados en su libertad para configurar de manera<br />

autónoma la vida”. 79<br />

9. CIUDADANÍA, MULTICULTURALISMO Y EXCLUSIÓN.<br />

PRIMERAS CONCLUSIONES<br />

Las teorías de la <strong>democracia</strong>, aunque han sido efectivas para identificar las<br />

fuentes del poder democrático, la participación y la representación en los sistemas<br />

políticos, han sido incapaces de impedir la exclusión económica social de<br />

capas muy amplias de la población dentro de cada una de las sociedades. Sin<br />

embargo, el problema ha sido mayor en aquellas sociedades en las cuales ni siquiera<br />

un discurso de <strong>democracia</strong> formal acompañó a las políticas del poder. El<br />

viejo y falso dilema planteado entre ciudadanía política y ciudadanía social, entendiendo<br />

por esta última los mecanismos de inclusión y participación equitativa<br />

en bienes materiales y simbólicos (en muchos casos instalada más en una<br />

retórica del reconocimiento que en la práctica de la distribución) de cada sociedad,<br />

ha sido no pocas veces resuelto de manera inadecuada, con desastrosos resultados<br />

en términos de desarrollo humano. La idea de que la libertad precede<br />

a la igualdad ha sido tan ineficiente en términos de integración como aquélla<br />

de que la igualdad sustituye a la libertad. La experiencia del “socialismo real”<br />

es la demostración de que esta última promesa no sólo genera nuevas estructuras<br />

de privilegios (que han sido la base para la nueva estratificación capitalista<br />

78 Idem. pp. 194-195.<br />

79 Idem. p. 195. El énfasis es de Habermas.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

87


de esos mismos países), sino que paraliza la innovación social, congelando la diversidad<br />

como fuerza creadora y como potente capital social.<br />

La preocupación de Marshall, a la que hemos hecho referencia anteriormente,<br />

<strong>sobre</strong> la importancia de que los derechos sociales fueran parte vital de una sociedad<br />

que, aun siendo jerarquizada, permitiera mitigar las desigualdades y suavizar<br />

las tensiones derivadas del sistema de clases, sigue siendo valida más de 50<br />

años después. Incluso los países que vivieron el desarrollo de poderosos Estados<br />

de bienestar han tenido que pasar por ajustes de ellos mismos y de sus economías,<br />

los que han hecho surgir nuevas marginaciones en capas de su población.<br />

Algunos han denominado a estos sectores “nuevos pobres”, incorporando a ellos<br />

jóvenes desocupados, personas de la tercera edad, migrantes, etc. La situación<br />

se torna dramática cuando esta referencia se desplaza a los países subdesarrollados<br />

donde no existen las mínimas condiciones para componer una canasta de<br />

bienes básicos de <strong>sobre</strong>vivencia: agua, alimentación, vivienda, medicamentos.<br />

Éstos son bienes escasos en el ámbito local, si bien en la escala global, bien distribuidos,<br />

serían suficientes para enfrentar estos problemas elementales.<br />

Es necesario precisar, entonces, la relación entre ciudadanía y exclusión.<br />

No existe una exclusión sino varias. Las lecturas demasiado simples de éstas<br />

traen como consecuencia directa extremar categorías, aumentando el espacio<br />

intelectual que hay entre incluidos y excluidos, polarizándolo. Excluir es lo<br />

contrario de incluir, por cierto; significa dejar fuera. En una sociedad local,<br />

regional, nacional o global, significa dejar a un individuo, a un grupo, a un<br />

país o a un conjunto de países fuera de algunos aspectos del juego social, sin<br />

participación en él. El juego social supone algún tipo de relación con los<br />

otros, del que se desprende alguna forma de recompensa material o simbólica.<br />

Para la <strong>democracia</strong> moderna, el concepto de exclusión social tiene que ver<br />

con el ejercicio de la igualdad. Siendo todos iguales ante la ley, debe darse en<br />

un grado socialmente aceptable la posibilidad de participar de los mismos bienes<br />

que otros, una igualdad de posibilidades.<br />

Al formar parte de una sociedad como ciudadano se debe cumplir con ciertos<br />

deberes, respetar algunas normas comunes y tener los mismos derechos que todos<br />

en el reparto de los bienes. Exclusión y desigualdad, sin embargo, no son la<br />

misma cosa, ya que puede haber igualdad de oportunidades y existir desigualdad<br />

general. La exclusión se refiere a la falta de igualdad de oportunidades.<br />

No existe ninguna sociedad totalmente excluyente como tampoco absolutamente<br />

inclusiva. La reflexión <strong>sobre</strong> la inclusión necesita insertarse en un contexto<br />

relativo, cultural e histórico. Esta precisión contextual es indispensable<br />

para construir los instrumentos de compresión, de diseño de estrategias de<br />

igualdad y de intervención social.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

88 CUADERNO DE FUTURO


Por lo pronto, existen varios grados de exclusión. 80 El primero supone una<br />

amenaza directa a la supervivencia; el derecho a la vida puede estar en peligro<br />

por varias causas, como el racismo, la xenofobia, la discriminación o la persecución<br />

política. Sin embargo, sin disminuir estos fenómenos, la pobreza es la<br />

fuente que afecta a un mayor número de personas en el mundo y de una manera<br />

sostenida; y, generalmente, tiende a superponerse a los primeros. El hambre,<br />

la enfermedad y la desprotección ante el peligro constituyen las principales<br />

causas de muerte. El segundo grado de exclusión recoge los casos de marginación,<br />

en sentido amplio, que suelen amenazar los derechos de las personas,<br />

independientemente de su comportamiento. El Consejo de Europa señala<br />

como ejemplo de los excluidos de fines del siglo XX a aquellos que quedan fuera<br />

de la aplicación de los derechos humanos; 81 no sólo de los derechos políticos<br />

e individuales sino también de los sociales (derecho a la vivienda, al trabajo y a<br />

la alimentación). En muchos casos, la inexistencia de esos derechos puede desplazarse<br />

del segundo grado al primero. Lo que separa al primer grado de exclusión<br />

del segundo es la gravedad de los derechos violados, la amenaza de la<br />

supervivencia. Lo que separa los dos primeros grados de exclusión del tercero<br />

es la acción del individuo. Afecta a aquellos cuya acción es causa o factor que<br />

contribuye a la exclusión. El caso más claro de esta categoría son los reclusos<br />

que sufren la merma de buena parte de sus derechos, aunque esto depende en<br />

importante medida del lugar en que nos ubiquemos, del régimen de derecho<br />

que exista en estos lugares y de la calidad del sistema de reclusión que tengan.<br />

La pobreza es, pues, una de las exclusiones más graves. Aparece vinculada a<br />

fenómenos de discriminación social, xenofobia, racismo e intolerancia. Tiene nexos<br />

estrechos con la guerra y con la paz, y éstas con el hambre. Es la más importante<br />

en los países menos desarrollados. Por otro lado, la inmigración amenaza<br />

en convertirse en el problema social más importante de los países y regiones con<br />

economías avanzadas, <strong>sobre</strong> todo en la Unión Europea y en América del Norte.<br />

No se trata solamente de que los inmigrantes constituyan una parte significativa<br />

de los “nuevos pobres” sino de que el hecho universal y atemporal de ser inmigrante<br />

cobra un sentido particularmente dramático, debido a la evolución de<br />

las sociedades modernas en las últimas décadas. Se ha pasado de una fase de “desigualdad<br />

endogámica” a otra de “desigualdad exogámica”. 82 En otras palabras,<br />

gran parte de las energías que antes se ocupaban en la lucha por la igualdad<br />

dentro de la familia, del barrio, la escuela, el trabajo quedó suspendida y se trasladó<br />

hacia “los otros”, los extraños, los “nuevos bárbaros”, pertenecientes a grupos<br />

de otro origen étnico o nacional que no parecen reunir los mismos estánda-<br />

80 Gil Villa (2002).<br />

81 Comisión Europea. “Politique sociale uropeene, une voie a suivre pour l’ Union”. 1994. Luxemburgo, citado por Gil Villa, 2002, p. 24.<br />

82 Gil Villa (2002), p. 129.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

89


es de exigencia de igualdad que instaló el mundo moderno. Aquí se produce un<br />

movimiento paradójico de negación de la igualdad por parte de las poblaciones<br />

que serían la encarnación cultural de esa tradición de igualdad moderna.<br />

Un tema central del debate es la relación entre el aumento y la disminución<br />

de la exclusión y la pobreza y los actuales procesos de globalización. Giddens 83<br />

señala que la globalización representa una serie de procesos que operan de manera<br />

contradictoria; tiene que ver no sólo con los grandes sistemas, con lo que<br />

hay “ahí afuera”, alejado del individuo, sino con los aspectos íntimos y personales<br />

de nuestras vidas; algo que no sólo presiona desde arriba, sino también<br />

desde abajo. La globalización, como proceso, tiene efectos contradictorios, incluyentes<br />

y excluyentes. Simultáneamente, abre oportunidades y cierra posibilidades.<br />

Sin entrar en la discusión más general, uno de los problemas es la<br />

imagen de que aumenta la brecha entre una minoría de personas que se mueve<br />

en un mundo único global y la mayoría que permanece atada a sus lugares<br />

de origen. Unos habitan los “espacios de flujos” y los otros los “espacios de lugares”.<br />

84 La diferencia básica reside en que los primeros no tiene la exigencia<br />

de la continuidad física para coordinar sus actividades mientras que los otros<br />

sí. Este fenómeno se instala en la base de la inclusión o exclusión del mundo.<br />

También de la constitución de la noción de pertenencia.<br />

En este sentido, es posible formular la hipótesis de que la transformación<br />

fundamentalista del recurso identitario, como mecanismo defensivo en el sentido<br />

que plantea Castells, 85 tiene que ver con las condiciones de exclusión extrema,<br />

de primer grado. En estas condiciones, la pobreza y la marginación, en diferente<br />

medida, juegan roles significativos. Esas condiciones son decisivas para<br />

cualquier intervención o posibilidad de construir políticas que busquen reconstituir<br />

los espacios públicos de integración. Y esto viene a colación a propósito<br />

del <strong>multiculturalismo</strong>. Es muy distinto un discurso multiculturalista en<br />

sociedades desarrolladas, con instituciones sólidas, en las cuales el reparto de<br />

bienes materiales y simbólicos tiene la capacidad básica de realizarse y en las<br />

que las carencias, que no son extremas, pueden ser compensadas con bienes<br />

simbólicos particulares, al mismo discurso en sociedades en las que la privación<br />

material y simbólica exige el refugio en la seguridad elemental de esencias<br />

identitarias. Éstas, al menos, permiten una casa para la dignidad.<br />

La demanda de reconocimiento se sostiene <strong>sobre</strong> una praxis de redistribución<br />

política y económica. No se puede desvincular la política cultural del reconocimiento<br />

de la política social de la igualdad:<br />

83 Giddens (1999), pp. 24-25.<br />

84 Castells (1996).<br />

85 Castells (1997).<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

90 CUADERNO DE FUTURO


Así:<br />

“Existe una veta fundamentalista difícil de rebajar; y no digamos suprimir,<br />

en cualquier reivindicación de reconocimiento, veta que tiende a hacer<br />

‘sectarias’ (…) esas demandas… Situar la cuestión del reconocimiento<br />

en el marco de la justicia social, y no en el contexto de la ‘autorealizacion’<br />

(…) puede tener un efecto desintoxicante; puede eliminar el veneno del sectarismo<br />

(…) del aguijón de las reivindicaciones de reconocimiento. Las demandas<br />

de redistribución proclamadas en nombre de la igualdad son vehículos<br />

de integración, mientras que las reivindicaciones de reconocimiento<br />

reducidas a la pura distinción cultural promueven la división, la<br />

separación y, finalmente, una quiebra del diálogo”.<br />

“reunificar las ‘guerras del reconocimiento’ con la demanda de igualdad<br />

puede detener el reconocimiento de la diferencia al filo mismo del precipicio<br />

relativista. En efecto, si el ‘reconocimiento’ se define como el derecho a<br />

la participación en la interacción social en pie de igualdad, y si ese derecho<br />

se concibe a su vez como una cuestión de justicia social, no se sigue de esto<br />

(…) que ‘todos tengan el mismo derecho a la estima social’ (en otras palabras<br />

que todos los valores sean iguales y todas las diferencias dignas de<br />

cultivarse precisamente por ser diferencias), sino sólo que ‘todos tienen el<br />

mismo derecho a perseguir la estima social en condiciones justas de igualdad<br />

de oportunidades’”. 86<br />

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ANEXO<br />

Una entrada formal a la internacionalización<br />

del tema de la diferencia:<br />

LOS MIEDOS DE LOS ESTADOS,<br />

EL MIEDO DE LAS SOCIEDADES<br />

1. DERECHOS HUMANOS Y SISTEMA INTERNACIONAL<br />

El predominio que ha adquirido, en la última década, la convergencia<br />

normativa en el sistema internacional de los temas de derechos humanos,<br />

<strong>democracia</strong>, economía, comercio y comunicaciones es parte constituyente<br />

del actual proceso de internacionalización. En el reconocimiento de<br />

derechos se incluyen crecientemente otras dimensiones distintas que las políticas,<br />

bajo la caracterización de derechos económicos, sociales y culturales.<br />

Son los llamados derechos de segunda generación. La primera está constituida<br />

por los derechos políticos e individuales. Esta segunda generación alude al<br />

componente de equidad de un proceso que, junto con las oportunidades, presenta<br />

graves tendencias a la profundización de desigualdes internacionales e<br />

internas.<br />

El Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Naciones Unidas<br />

ha sostenido reiteradamente la necesidad de asegurar que los acuerdos de<br />

la Organización Mundial de Comercio (OMC) sean compatibles con los tratados,<br />

la legislación y las políticas vigentes encaminados a promover y proteger<br />

todos los derechos humanos, atendiendo la repercusión de las políticas de esa<br />

organización en los sectores más vulnerables de la sociedad. Desde esta óptica,<br />

las esferas del comercio, finanzas e inversiones en modo alguno deberían<br />

quedar exentas de los principios de derechos humanos, y las organizaciones<br />

internacionales con responsabilidades específicas deben desempeñar una<br />

función positiva y constructiva en relación con esos derechos.<br />

Como señala David Held: “Uno de los mitos <strong>sobre</strong> la globalización es que está<br />

solamente definida por los mercados, procesos económicos y fuerzas sociales<br />

globales que escapan al control de los Estados y de los políticos. La proliferación<br />

de mercados de bienes, servicios y finanzas ha alterado, en efecto, el terreno político.<br />

Pero la historia de la globalización no hace referencia sólo a la expansión<br />

de los mercados, a la desregulación neoliberal y la abdicación de la política; es<br />

también una historia de aspiraciones cada vez mayores a un derecho y una justicia<br />

internacionales. Desde el sistema de Naciones Unidas hasta la Unión Europea;<br />

desde los cambios del derecho de guerra hasta la consolidación de los dere-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

93


chos humanos; desde la aparición de las normativas internacionales <strong>sobre</strong> medio<br />

ambiente hasta la fundación del Tribunal Penal Internacional; todo ello<br />

cuenta otra narración: un relato que intenta enmarcar de nuevo la actividad humana<br />

y afianzarla en la ley, los derechos y las responsabilidades”. 87<br />

El 11 de septiembre de 2001 ha permitido, sin embargo, un nuevo énfasis<br />

en la narrativa global, el del terrorismo que se ha constituido en el enemigo<br />

prioritario, sino único, a batir. El terrorismo encarna la principal amenaza<br />

para las personas y los Estados en todo el planeta, sin excepciones. Se ha<br />

marcado un giro dramático en la realidad. Frente al tema de las libertades se<br />

ha planteado con fuerza una perspectiva de limitación por razones de seguridad<br />

de los Estados y las personas. Se ha vuelto manifestar, ahora a escala<br />

mundial, la vieja antinomia de Hobbes entre seguridad y libertad, expresada<br />

bajo la forma de derechos y seguridad. Sus consecuencias en los debates<br />

<strong>sobre</strong> los derechos humanos han sido impactantes. La comunidad de derechos<br />

humanos, encabezada por la Alta Comisionada para los Derechos <strong>Humano</strong>s<br />

que terminó su misión en septiembre del 2002, Mary Robinson, empezó<br />

a alertar respecto de los riesgos que, para la protección de los derechos<br />

humanos, representa el creciente numero de medidas antiterroristas adoptadas<br />

a lo largo y ancho del mundo.<br />

Robinson ha enfatizado que “es fundamental para todos preservar las normas<br />

universales de derechos humanos que se crearon colectivamente. Los actos,<br />

métodos y prácticas del terrorismo tienen por objeto destruir esas normas.<br />

Por ello es esencial que todos los Estados apliquen las medidas operacionales<br />

previstas en la resolución 1373 (2001) del Consejo de Seguridad de manera<br />

compatible con los derechos humanos”. 88 Para Robinson, el derecho y el<br />

respeto de las obligaciones de derechos humanos deben estar en el centro de<br />

una estrategia global eficaz de lucha contra el terrorismo, ya que “la búsqueda<br />

de sociedades más seguras no debe generar víctimas inocentes”.<br />

El examen de las causas del terrorismo se ha convertido en un asunto altamente<br />

polémico. La Relatora Especial de la Sub-Comisión de Derechos <strong>Humano</strong>s<br />

ha recordado que mientras algunos insisten en que el terrorismo no tiene<br />

ninguna justificación y por ello no es necesario tratar de comprender sus motivos,<br />

la mayoría, en cambio, “considera insensato prescindir del examen de<br />

las causas fundamentales del terrorismo dado que, en algunas situaciones, están<br />

directa o indirectamente relacionadas con la no realización de los derechos<br />

humanos”. 89<br />

87 David Held (2002).<br />

88 <strong>Informe</strong> de la ACDH a la 58 Sesión de la Comisión de Derechos <strong>Humano</strong>s (E/CN.4/2002/18).<br />

89 Kalliopi K. Koufa, Relatora Especial. E/CN.4/Sub.2/2002/35.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

94 CUADERNO DE FUTURO


2. ¿EL RACISMO COMO “RECONOCIMIENTO”<br />

DE LA DIVERSIDAD?<br />

En los primeros días de septiembre del 2001 finalizaba en Durban, Sudáfrica,<br />

el largo y complejo ejercicio que representó la Conferencia Mundial contra el<br />

Racismo, la Discriminacion, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia<br />

(31 de agosto-8 de septiembre). Fue justo tres días antes del 11 de septiembre<br />

de Nueva York. Ambos hechos son simbólicos del mundo en que vivimos.<br />

El primero encarnaba, más allá de la discusión <strong>sobre</strong> la utilidad práctica de estas<br />

reuniones globales, la permanente amplificación que ha tendio, desde las<br />

últimas decadas del siglo XX, el debate internacional <strong>sobre</strong> los problemas raciales<br />

y sus consecuencias en el campo de los derechos. El segundo, la brusca<br />

demostración de que se estaba frente a una experiencia límite en muchos sentidos.<br />

Mostraba sin apelación la incorporación excluyente del tema de la seguridad<br />

en la agenda internacional.<br />

La reunión de Durban fue la Tercera Reunión Cumbre desde que la Asamblea<br />

General de Naciones Unidas, en 1973, convocó a su Primer Decenio de<br />

Lucha contra estos fenómenos. En 1978 y 1983 se realizaron dos Conferencias<br />

Mundiales, ambas terminaron con una sensacion de fracaso, sus resultados<br />

se obtuvieron por votacion, sin articular los consensos necesarios para<br />

el éxito de las resoluciones. La convocatoria a la Tercera planteaba la necesidad<br />

de hacer frente de una manera global a las formas contemporáneas<br />

del racismo.<br />

El ejercicio requería de un esfuerzo especial de transparencia para que los<br />

gobiernos y las sociedades identificaran las diversas manifestaciones de racismo,<br />

discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia que las<br />

afectaban. Era necesario acompañar el análisis de los fenómenos globales o regionales<br />

con una mirada interior a la propia vida colectiva. Asumir esta responsabilidad<br />

constituyó un problema que generó diferentes reacciones, desde<br />

la aceptación hasta la negación.<br />

Los conflictos que se desarrollaron en este proceso pueden servir como fotografía<br />

de las experiencias, problemas, interpretaciones y puntos de vista de las<br />

tensiones que plantea la realidad de la diversidad y la diferencia. El primero de<br />

estos conflictos se instaló en torno a la perspectiva analítica de ingreso a la discusión<br />

de los temas. Estados Unidos y la Unión Europea creían que esa entrada<br />

eran los temas generales; la educación, por ejemplo. Los países de África,<br />

Asia y América Latina, por su parte, creían que esa entrada era el reconocimiento<br />

de los actores o víctimas. Detrás del debate, que cruzó toda la fase preparatoria,<br />

se expresaba la tensión entre las demandas de los que se sentían discriminados<br />

y la respuesta de aquellos que se veían interpelados.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

95


Centrar la Conferencia en la perspectiva del reconocimiento de las víctimas o<br />

actores afectados por las actuales manifestaciones de discriminación fue definitivamente<br />

la prueba más relevante. Era el espacio donde mejor se podían articular<br />

las dimensiones universales de los derechos humanos con las experiencias<br />

y situaciones particulares. La tensión entre el mayor grado de generalización<br />

o de particularización tenía que ver precisamente con la mayor o menor<br />

disposición de los Estados para asumir sus realidades y los compromisos que<br />

se derivaban de estos reconocimientos.<br />

Las ONG’s y los actores de la sociedad civil tuvieron un papel determinante<br />

en el proceso. Obviamente, muchas de sus demandas eran difíciles de satisfacer<br />

por las lógicas estatales. Representaban la contradicción propia de cualquier<br />

proceso democrático entre sociedades civiles y Estado. La misma reunión<br />

de las ONG’s en Durban tuvo un curso accidentado. El tratamiento del<br />

problema palestino, el empleo de las palabras genocidio y apartheid para referirse<br />

a las actuaciones de Israel y la reposición de la asimilación sionismo igual<br />

racismo provocaron fuertes enfrentamientos. Por esta razón, el Caucus de las<br />

ONG’s Internacionales (Amnistía Internacional, Human Right Watch, Baha’i<br />

International Comunity, Minority Right Groups, Franciscans International,<br />

entre otros) decidió no participar en la votación del documento final. En efecto,<br />

habían solicitado incorporar al documento un preámbulo para explicar su<br />

rechazo a estos párrafos. La negativa de los demás Caucus a esta proposición<br />

originó la marginación de este grupo de las conclusiones. Pese a estos inconvenientes,<br />

el documento de las ONG’s, que fue calificado como el de la voz de las<br />

víctimas, representó un gran aporte en temas en los cuales los planteamientos<br />

estatales eran más cuidadosos. Las recomendaciones respecto a la administración<br />

de justicia, a la tolerancia religiosa y las referencias a las castas de la India<br />

y a los tibetanos como víctimas del racismo y la discriminación racial constituyeron<br />

un aporte frente al texto intergubernamental. 90<br />

3. UN EJEMPLO DE RECONOCIMIENTO DE VÍCTIMAS<br />

En el camino hacia Durban, la Conferencia Regional Preparatoria de las Américas,<br />

efectuada en Santiago en diciembre del año 2000, representó uno de los<br />

hitos significativos del proceso. Así fue reconocida reiteradamente durante el<br />

desarrollo de las siguientes Conferencias Regionales (africana en Senegal y<br />

asiática en Irán) y en la Mundial en Sudáfrica.<br />

La Declaración de Santiago tuvo el mérito de contar con una estructura clara,<br />

en la cual se identificaba a los sectores afectados por los fenómenos del ra-<br />

90 El documento del Foro de las ONG’s –Declaración Política y Plan de Acción– se encuentra en siguiente sitio web: www.racism.org.za<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

96 CUADERNO DE FUTURO


cismo y la discriminación: indígenas, afrodescendientes, migrantes y otras<br />

víctimas (mestizos, refugiados, solicitantes de asilo y desplazados internos,<br />

minorías religiosas, romaníes y sinti), así como a las víctimas de discriminación<br />

agravada o múltiple (mujeres, niños, personas infectadas y afectadas por<br />

el VIH/SIDA, pobreza).<br />

En esa Declaración, por primera vez en el sistema de las Naciones Unidas, se<br />

aprobó por unanimidad el uso de la expresión “pueblos indígenas”. Se reconoció<br />

que la esclavitud, la trata de esclavos y otras formas de servidumbre de que<br />

fueron objeto personas de origen africano y sus descendientes y los pueblos indígenas<br />

de las Américas fueron moralmente censurables, que constituyeron<br />

delitos según el derecho nacional y que, si se produjeran hoy día, serían considerados<br />

delitos de derecho internacional. Se estableció, asimismo, el derecho a<br />

ser reparados por los daños económicos, políticos y culturales causados, el que<br />

debería traducirse en políticas, programas y medidas que deberían adoptar los<br />

Estados.<br />

La discusión en torno a la expresión “pueblos indígenas” expresa la diferencia<br />

de perspectivas <strong>sobre</strong> la existencia de “derechos colectivos”. La tradición<br />

anglosajona tiene enormes dificultades para aceptar su reconocimiento. Su<br />

base hace sólo sujeto de derechos a los individuos, en ningún caso a comunidades.<br />

Cualquier aceptación de derechos colectivos alcanza a cada uno de los<br />

integrantes como un derecho individual.<br />

Posteriormente, en la Conferencia Mundial, desde la perspectiva latinoamericana,<br />

el tema indígena fue central. Durban debía unirse a otras conferencias<br />

globales que lo trataron y, en lo posible, hacer un avance respecto de la consagración<br />

de sus derechos y especificidades. El reconocimiento del concepto<br />

“pueblos” fue crucial en esta visión progresista. Sin embargo, el acuerdo de los<br />

países de las Américas sensibles al tema, que obtuvo en la Conferencia Regional<br />

de Santiago una adhesión política inédita, requirió que para la utilización<br />

de la expresión “pueblos” se debería adicionar una calificación que no prejuzgue<br />

la integridad de los derechos propios del Estado-nación ni los derechos específicos<br />

de los pueblos indígenas que debían consignarse en el Proyecto de Declaración<br />

que se está negociando en Naciones Unidas. Esta salvaguardia, después<br />

de haberse aceptado política y técnicamente por los Estados y los pueblos<br />

indígenas en la Conferencia Regional de Santiago, fue considerada insatisfactoria<br />

para algunos sectores representativos de comunidades indígenas, encabezados<br />

por Rigoberta Menchú.<br />

La incorporación a partir de esta reunión, definitiva para el proceso conjunto<br />

de la Conferencia, de la idea de actores como clave analítica e histórica y su<br />

expresión en víctimas (para América indígenas, afrodescendientes, migrantes<br />

y otros) y el reemplazo, con todas sus implicancias en cuanto a derechos, de la<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

97


expresión poblaciones por la de pueblos indígenas fueron una experiencia interestatal,<br />

en diálogo con la sociedad civil organizada en ONGs (más de 1500),<br />

de reconocimiento de la diversidad de la región y su multiculturalidad sin precedentes.<br />

Sin embargo, las posiciones más avanzadas, como la de Brasil en materia<br />

de diversidad sexual, quedaron postergadas.<br />

4. DIMENSIONES IDENTITARIAS Y ECONÓMICO-SOCIALES<br />

El proceso que precedió a la reunión involucró, además de las reuniones estatales<br />

regionales, de las sociedades civiles y de encuentros nacionales, una gran<br />

cantidad de seminarios de expertos. En este proceso se produjo una masa de<br />

acuerdos de gran dimensión. En realidad, cuando se llegó a Durban, lo que<br />

quedaba por acordar alcanzaba numéricamente no más del 15% de los textos.<br />

Estos aludían a los temas de reconocimiento del pasado –la disyuntiva entre pedir<br />

perdón o lamentar la esclavitud y el colonialismo– y a la cuestión palestina.<br />

Hubo una dimensión, sin embargo, que no ha sido suficientemente destacada:<br />

el alcance económico-social de los reconocimientos de identidades victimizadas.<br />

En el trasfondo de toda la discusión estaba, ciertamente, el problema del<br />

subdesarrollo y la pobreza.<br />

Finalmente, no fue difícil establecer un consenso en el reconocimiento de la<br />

diversidad cultural como elemento valioso para el progreso y el bienestar de la<br />

humanidad, como parte de la riqueza humana que debe disfrutar y asumir de<br />

manera permanente. La definición de las bases de esta diversidad se presentó<br />

mucho más compleja. Fueron precisamente los países africanos y asiáticos los<br />

que expresaron las mayores resistencias a ampliar estas bases a partir de las<br />

realidades contemporáneas. Participaron del consenso acerca de la raza, el color,<br />

el linaje u origen nacional o étnico, presentando oposición a incorporar en<br />

el primer nivel otras que sólo fueron admitidas como factores agravantes o de<br />

discriminación múltiple a partir de estos fundamentos. Así sucedió con el género,<br />

el idioma, la religión, las opiniones políticas o ideológicas, el origen social<br />

y la situación económica. Las opciones sexuales y las diferentes discapacidades<br />

no pudieron ser incorporadas.<br />

El rechazo de muchos países a la ampliación de las bases de los factores de reconocimiento<br />

tenía componentes culturales, religiosos y políticos. Estos últimos<br />

correspondían a una estrategia de negociación de los más pobres en las dimensiones<br />

económicas. Buscaban concentrar los problemas en función de la pobreza<br />

y el subdesarrollo. Los países ricos señalaban que éste era un proceso circunscrito<br />

a la búsqueda de medidas para enfrentar los problemas actuales que<br />

representaba el racismo, no una reunión para resolver temas de desarrollo y<br />

cooperación. Para ello existían otras instancias. El argumento de los países afri-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

98 CUADERNO DE FUTURO


canos fue que estas discriminaciones y crímenes del pasado –esclavismo y colonialismo–<br />

eran las causas de los actuales fenómenos de atraso y pobreza.<br />

Finalmente, después de negociaciones al borde del fracaso, en la hora final,<br />

se logró el párrafo 125. Lo cito completo porque habla por sí solo de la vinculación<br />

entre temas identitarios, reconocimiento y demandas económicas y sociales.<br />

En él queda planteado un verdadero programa:<br />

“La Conferencia Mundial reconoce que estas injusticias históricas han contribuido<br />

innegablemente a la pobreza, el subdesarrollo, la marginación, la<br />

exclusión social, las desigualdades económicas, la inestabilidad y la inseguridad<br />

que afectan a muchas personas en diferentes partes del mundo, <strong>sobre</strong><br />

todo en los países en desarrollo. La Conferencia Mundial reconoce la necesidad<br />

de elaborar programas para el desarrollo social y económico de esas sociedades<br />

y la diáspora en el marco de una nueva asociación basada en un espíritu<br />

de solidaridad y respeto mutuo en las siguientes esferas:<br />

- Alivio de la deuda;<br />

- Erradicación de la pobreza;<br />

- Creación o fortalecimiento de instituciones democráticas;<br />

- Fomento de la inversión extranjera directa;<br />

- Acceso a los mercados;<br />

- Intensificación de los esfuerzos para alcanzar las metas acordadas internacionalmente<br />

para las transferencias de asistencia oficial para el desarrollo<br />

(AOD) a los países en desarrollo;<br />

- Nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para cerrar<br />

la brecha digital;<br />

- Agricultura y seguridad alimentaria;<br />

- Transferencia de tecnología;<br />

- Gobernanza transparente y responsable;<br />

- Inversión en las infraestructuras de salud para hacer frente al VIH/SIDA,<br />

la tuberculosis y el paludismo, en particular a través del Fondo Mundial<br />

contra el SIDA y para la Salud;<br />

- <strong>Desarrollo</strong> de las infraestructuras;<br />

- <strong>Desarrollo</strong> de los recursos humanos, incluido el fomento de la capacidad;<br />

- Educación, capacitación y desarrollo cultural;<br />

- Asistencia jurídica mutua para la repatriación de fondos obtenidos y<br />

transferidos (acumulados) ilegalmente, de conformidad con los instrumentos<br />

nacionales e internacionales;<br />

- Tráfico ilícito de armas pequeñas y armas ligeras;<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

99


- Restitución de objetos de arte, artefactos históricos y documentos a sus<br />

países de origen, de conformidad con los acuerdos bilaterales o instrumentos<br />

internacionales;<br />

- Trata de personas, en particular de mujeres y niños;<br />

- Facilitación del ansiado regreso y reasentamiento de los descendientes de<br />

los esclavos africanos”.<br />

5. LAS CONCLUSIONES<br />

En el informe que entregó al término de la reunión, la Alta Comisionada de los<br />

Derechos <strong>Humano</strong>s, Mary Robinson, mencionó como logros concretos del proceso<br />

de Durban los siguientes:<br />

- El Medio Oriente: no es de extrañar que el Medio Oriente haya desempeñado<br />

un papel tan prominente durante el proceso preparatorio y en las discusiones<br />

finales. Nadie puede dejar de conmoverse por la tragedia humana que sigue<br />

sin disminuir en la región. Después de mi visita a la región en noviembre recién<br />

pasado, informé <strong>sobre</strong> mi impresión <strong>sobre</strong> dos pueblos que están vinculados<br />

por la historia y por la geografía, pero están separados por un inmenso y<br />

creciente abismo entre las percepciones recíprocas. La violencia ha resultado<br />

en un endurecimiento de posiciones, con poca voluntad de ambos lados para<br />

comprender o aceptar el cuento del otro. La principal conclusión que saqué –en<br />

el sentido de que el único camino hacia una paz y estabilidad duraderas pasa<br />

por la negociación pacífica, que requiere valentía y responsabilidad por parte<br />

del liderazgo de ambas partes– sigue siendo válida y es hoy aún más urgente.<br />

- El pasado estuvo muy presente en Durban. El texto adoptado relativo al pasado<br />

fue histórico en el sentido de que por primera vez en un documento<br />

acordado por la comunidad internacional, se plantearon los temas en un lenguaje<br />

llano e inequívoco. El lenguaje <strong>sobre</strong> el pasado resonará a través del<br />

mundo y particularmente entre aquellos que todavía llevan las cicatrices.<br />

Esto constituye un logro mayor del cual Durban debe estar orgulloso.<br />

- La inclusión del compromiso por parte de la comunidad internacional a integrar<br />

los países en desarrollo en la economía globalizada y de oponerse a su<br />

marginalización debe ser remarcada. Asimismo, el apoyo brindado a la Nueva<br />

Iniciativa Africana que proclama que líderes africanos se comprometen<br />

ante los pueblos de África y ante el mundo a obrar conjuntamente para la reconstrucción<br />

del continente.<br />

- Lo que he visto esta semana es una Conferencia que ha tenido lugar en distintos<br />

niveles. Por primera vez, el mundo en toda su rica variedad se ha juntado<br />

para discutir de todas las fuerzas que amenazan la diversidad. Durban<br />

ha brindado una voz a los excluidos y a los marginados.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

100 CUADERNO DE FUTURO


- Escuchamos voces de jóvenes: niños gitanos, jóvenes afrodescendientes de<br />

Latinoamérica, jóvenes que han sido víctimas de esclavitud, jóvenes indígenas.<br />

Nos impresionaron y nos conmovieron con sus relatos <strong>sobre</strong> sus vivencias<br />

de víctimas del racismo y de la discriminación. Pero también nos han dado<br />

esperanza por su determinación a <strong>sobre</strong>ponerse a estos abusos por su propio<br />

bien y por el bien de las generaciones por venir.<br />

- Durban ha prestado atención también a la dimensión de género dentro del<br />

racismo. Las conexiones entre género, racismo y pobreza se pusieron claramente<br />

en evidencia, poniendo énfasis en la urgente necesidad de abocarse a<br />

esta dimensión. Supimos más <strong>sobre</strong> la intersección entre salud, estigma, racismo<br />

y discriminación.<br />

Diversidad y miedos<br />

La Conferencia Mundial fue una difícil convocatoria global. Le tocó lidiar con<br />

los desafíos y problemas que ha generado la creciente exposición de la amplia<br />

diversidad del género humano, con los conflictos ente particularismo y universalismo.<br />

Durban fue, entonces, un ejercicio, antes que nada, <strong>sobre</strong> los derechos humanos.<br />

Pero en la práctica, fue en verdad un ejercicio <strong>sobre</strong> la amplia variedad y especificidad<br />

de los derechos humanos, muchas veces simplemente locales, de las<br />

víctimas que sufren la no aceptación de la diferencia. También de los derechos<br />

humanos en sus dimensiones individuales, políticas, sociales, económicas y culturales.<br />

Un conjunto de fenómenos nuevos ha acentuado viejos miedos y ha desarrollado<br />

nuevos temores frente a las incertidumbres que crean las pérdidas de<br />

referentes de orden, proveedores de una noción de sentido, como el antiguo Estado-nación<br />

o los proyectos colectivos racionales de futuro. Estos miedos son terreno<br />

fértil tanto para el desarrollo de identidades excluyentes como de fenómenos<br />

defensivos que se encarnan en el racismo, la discriminación racial, la xenofobia<br />

y las formas conexas de intolerancia, así como en las formas cerradas de comunidad.<br />

A su vez, la pobreza y la injusticia, la falta de igualdad son alimento de<br />

los miedos y de la demanda de elementos primarios de proteccion y seguridad.<br />

Detrás del tema de la diversidad y el reconocimiento se encuentra la realidad<br />

de los contextos culturales, el valor de las identidades, los principios de organización<br />

colectiva, la función estatal y las orientaciones de la acción pública. Y,<br />

evidentemente, la idea de <strong>democracia</strong>, el rol de la deliberación en su construcción;<br />

las razones de los individuos, de las comunidades y de los Estados; los tipos<br />

de dominación a nivel mundial, regional, nacional y local. Sobre todo, el lugar<br />

de las certidumbres y las esperanzas. La pregunta permanentemente en<br />

juego alude a la posibilidad y viabilidad de proyectos colectivos de igualdad, libertad<br />

y desarrollo humano.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

101


El éxito del proceso de Durban requería de los Estados una particular predisposición<br />

para aceptar la dimensión universal de los fenómenos. Ello suponía entender<br />

la Conferencia como un evento de derechos humanos y no como una reunión<br />

de resolución de los distintos problemas políticos que estaban planteados<br />

en el mundo actual. La perspectiva de las víctimas era la entrada específica y<br />

concreta hacia una lógica global de los derechos humanos. También un camino<br />

viable para el diseño de estrategias y programas de igualdad. Una demanda particular,<br />

importante o dramática, significaba también el planteamiento de un<br />

universo de demandas que la comunidad internacional sólo podía asumir como<br />

tal en cuanto la inscribiera en un marco normativo global que marcaba un horizonte<br />

valórico de dignidad y de defensa de derechos.<br />

Durban fue para los Estados una apuesta para establecer instrumentos por<br />

medio de los cuales pudiesen desarrollar sus responsabilidades, las de la comunidad<br />

internacional y las sociedades civiles nacionales en la implementación<br />

de estrategias y programas de igualdad. En síntesis, tenían que lograr una difícil<br />

articulación entre políticas de principios, defensa de intereses nacionales<br />

y construcción de instrumentos de políticas públicas.<br />

Para lograr esta articulación se requería que prevaleciera un proyecto, una<br />

esperanza, antes que el miedo y las conductas defensivas.<br />

Fue, sin embargo, un proceso en el que estuvieron permanentemente presentes<br />

los miedos antes que las perspectivas de futuro. También los prejuicios. De<br />

estos miedos y prejuicios no estuvo exento ningún Estado. Los Estados sembraron<br />

la desconfianza permanente <strong>sobre</strong> la demanda de los otros, aunque a veces<br />

se basaban en visiones casi ridículamente provincianas de temor a un líder o a<br />

algún pequeño grupo emergente. Otros miedos eran absolutamente reales.<br />

Una gran cantidad de los temas planteados implicaba una mirada al interior<br />

de la propia sociedad de los países involucrados. Como es más fácil ver la paja<br />

en el ojo ajeno, era necesario desviar el examen de los temas que obligaban a<br />

asumir las responsabilidades derivadas de estos cuestionamientos. En este<br />

sentido, la polarización en torno a dos o tres temas les evitó a muchos países tener<br />

que pagar el costo por el tratamiento de otros que los habrían involucrado<br />

directamente.<br />

Igualmente, la polarización en torno a dos problemas centrales –pasado y<br />

compensaciones y Medio Oriente–, relegaron a un tercer lugar el análisis de<br />

las formas contemporáneas de racismo. Esta postergación fue una de las deficiencias<br />

más graves del conjunto del proceso. El antagonismo <strong>sobre</strong> pasado y<br />

compensación y <strong>sobre</strong> el Medio Oriente actuó como un congelador de la dinámica<br />

que habría tenido que desplegar la exposición y caracterización de las víctimas<br />

contemporáneas del racismo, la discriminación racial, la xenofobia y la<br />

intolerancia.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

102 CUADERNO DE FUTURO


Entrevista a Michael Wieviorka<br />

Natasha Loayza y Hugo José Suárez<br />

Traducción: Paula Barragán Romano<br />

Queremos aprovechar tu visita a nuestro país para conversar <strong>sobre</strong> temas<br />

de interés para Bolivia y otros de carácter más general. Nos interesa, en<br />

primer lugar, saber cómo observas los procesos de transformación que está viviendo<br />

la sociedad contemporánea.<br />

Quizá la primera respuesta sea que la noción misma de sociedad ha cambiado,<br />

y quizá se trate, inclusive, de una noción muy discutible. Cuando pensamos<br />

en “la sociedad”, pensamos en un conjunto de relaciones que se producen<br />

en un marco, el marco del Estado y de la nación. Y existe, como sabemos, una<br />

gran correspondencia entre sociedad, Estado y nación. Ahora bien, yo diría<br />

que hoy vemos con claridad que esa correspondencia se ha deshecho o, al menos,<br />

se ha descompuesto. Esta es mi primera observación.<br />

La segunda observación es que continuamos, a pesar de todo, hablando de<br />

“sociedad”. Digo a pesar de todo porque está claro que todo ha cambiado en el<br />

mundo entero en una veintena o treintena de años. (Antes de seguir, debo decirles<br />

que, evidentemente, conozco mejor mi país –Francia– y las sociedades<br />

europeas, de manera que lo que vaya a decir puede resultar un poco etnocéntrico,<br />

pero en fin…)<br />

Y quizá lo central de esos grandes cambios es que ya no estamos en una sociedad<br />

industrial, ya no estamos en una sociedad en la que el corazón de la vida<br />

colectiva es el conflicto que opone al movimiento obrero y a los propietarios<br />

del trabajo. Hoy, decir que la clase obrera es el centro de la vida colectiva es simplemente<br />

una aberración: los obreros y sindicatos han sido marginalizados, lo<br />

que era el corazón de la sociedad se convirtió en el margen, en la periferia.<br />

Pero además, lo que ha cambiado no son simplemente las relaciones sociales<br />

en el trabajo y la industria, sino las instituciones. Creo que en todo lado se han<br />

producido grandes cambios en las instituciones, creo que las instituciones actuales<br />

le deben muchísimo a todo lo que se puso en pie en la época industrial.<br />

Lo que también ha cambiado enormemente es la cultura, la noción misma de<br />

cultura. Y en este punto me parece sustancial indicar tres importantes cambios.<br />

En primer lugar, los cambios que conciernen al concepto de “nación”.<br />

Hasta los años 50 ó 60, la idea de nación podía ser progresista; la nación era el<br />

cuadro simbólico y cultural en el cual se desarrollaba la vida económica, la edu-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

103


cación, la vida en general de una sociedad y, por consiguiente, su vida política,<br />

sus formas de vida democráticas o republicanas. Y si hablamos de repúblicas,<br />

la “nación” podía ser definida de manera positiva tanto al interior de las sociedades<br />

como fuera de ellas.<br />

Yo mismo provengo de un país que considera que la idea de nación es universal,<br />

que la nación francesa ofrece al mundo entero un mensaje de respeto a los<br />

derechos humanos y a la ciudadanía. Luego, a partir de los años 70 y 80, en todo<br />

el mundo el concepto de “nación” se ha convertido, cada vez más, en una noción<br />

reaccionaria, casi monopolizada por la derecha dura y <strong>sobre</strong> todo por la extrema<br />

derecha, por movimientos nacionalistas. En Europa, este último proceso<br />

se presentó muy claramente a partir del surgimiento del Frente Nacional<br />

(Front National) en Francia, del partido neo-fascista –la Liga del Norte (Ligue<br />

du Nord)– en Italia y del nacionalismo regional en Bélgica.<br />

En general, en todas partes se desarrolló una idea obscura de “nación”, una<br />

idea xenofóbica, racista, cerrada, una idea que propuso evitar la apertura de<br />

las sociedades al exterior. Y sucede que hoy, después de ocurrido ese fenómeno,<br />

vemos que la idea de nación –tal como la concebíamos inicialmente– comienza<br />

a abrirse nuevamente.<br />

Estamos, por tanto, asistiendo a un cambio en la cultura, estamos frente al<br />

empuje de una especie de idealismo moderno de dos dimensiones: la que expresa<br />

el deseo de cada uno de ser un individuo que consume, de un ciudadano que<br />

trabaja y que tiene dinero, de un individuo en la modernidad; la otra dimensión<br />

del individualista moderno es el deseo cada vez más fuerte de ser sujeto de su<br />

existencia, de construir su propia trayectoria, de elegir lo más posible su experiencia<br />

y elegir su memoria, su pasado.<br />

Lo que quiero decir es que si mañana yo decido convertirme en musulmán,<br />

estoy eligiendo no solamente una religión, sino también una historia; o si decido<br />

convertirme en budista o en cochabambino, al convertirme en cochabambino<br />

me apropio de una historia, de un pasado. Por lo tanto, el subjetivismo individualista<br />

se ha convertido, cada vez más, en un fenómeno muy importante. Pero<br />

al mismo tiempo, vivimos en una sociedad en la que no es fácil ser sujeto, y<br />

a veces hasta es imposible o prohibido, hasta el extremo que se puede ser víctima<br />

del racismo que nos niega la existencia como seres humanos o como seres<br />

iguales a los demás.<br />

Por todo esto, creo que el segundo de los grandes cambios de los que hablamos<br />

es el individualismo moderno en esa doble dimensión: un individuo que consume<br />

y un individuo que se construye o que trata de construirse como sujeto.<br />

El tercer fenómeno que ha hecho que muchas cosas cambien en la sociedad<br />

es el empuje de las identidades colectivas, la novedad de los movimientos indí-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

104 CUADERNO DE FUTURO


genas, de los movimientos de mujeres, de homosexuales y de otros campos como<br />

los movimientos regionalistas o de aquellos en los que no pensamos necesariamente,<br />

como el de los discapacitados que, por ejemplo, emiten un mensaje<br />

muy fuerte cuando nos dicen: “Tengo una desventaja física, pero quiero<br />

transformar mi deficiencia en diferencia y crear una acción colectiva”… Creo<br />

que toda clase de afirmación de identidad juega un rol muy importante en la<br />

sociedad actual.<br />

Estos son los cambios que personalmente más me apasionan en la sociedad<br />

contemporánea.<br />

• Bajo ese contexto, y tomando en cuenta los conflictos, la recomposición social<br />

y otros fenómenos nuevos que se viven en Europa, ¿cómo analizas el fenómeno<br />

de la globalización?<br />

Como sociólogo desconfío mucho de la noción de globalización porque intenta<br />

reemplazar frecuentemente la explicación. Decimos muy fácilmente que pasa<br />

esto o aquello por causa de la globalización o porque se trata de un fenómeno<br />

vinculado a la globalización. La globalización, desde mi punto de vista, es un<br />

fenómeno antes que nada financiero, es la circulación planetaria de las altas finanzas,<br />

es la apertura de mercados que funcionan a escala mundial; la globalización<br />

es también un fenómeno en materia de comunicación, pero una vez<br />

que hemos dicho eso, no se explica los fenómenos y problemas sociales, se hace<br />

una constatación muy general sin dar cuenta de los procesos sociales propiamente<br />

dichos.<br />

Y debo citar un ejemplo: cuando se habla de globalización no se habla del crecimiento<br />

de las desigualdades al interior de una sociedad o entre países (en<br />

particular entre el Norte y el Sur), no se habla del dramatismo que significa el<br />

hecho de que hoy podamos prescindir de los pobres. En el pasado, el progreso<br />

del capitalismo pasaba necesariamente por la explotación de los más pobres,<br />

del proletariado. Esto quiere decir que necesitábamos de los pobres, que creábamos<br />

una relación social con ellos porque queríamos explotarlos. Igualmente,<br />

necesitábamos a los países colonizados porque ellos aportaban recursos, dinero,<br />

poder político y diplomático a los países del centro. Hoy, en materia social,<br />

el problema es que ya no se trata de explotar a los pobres, sino de deshacerse<br />

de ellos. África puede hundirse en la pobreza o en el SIDA, y este tipo de<br />

problemas ya no son un problema desde el punto de vista de la economía globalizada.<br />

Por tanto, existe desigualdad y, <strong>sobre</strong> todo, ausencia de relaciones sociales.<br />

Este es un primer punto.<br />

Como segundo punto, en materia cultural, pienso que la globalización puede<br />

estar asociada a un doble fenómeno que es completamente contradictorio:<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

105


por una parte, la homogeneización de la cultura mundial bajo la hegemonía<br />

norteamericana, los Mc Donalds y Coca-Cola, la “macdonalización” del mundo<br />

que no es sólo el hecho de que vayamos a comprar a Mc Donalds, sino que los<br />

métodos de trabajo que emplea Mc Donalds se difundan en el mundo entero;<br />

por otra parte, tenemos al mismo tiempo procesos de fragmentación cultural,<br />

esto quiere decir que existe simultáneamente el mismo consumo de masa, la<br />

misma comunicación de masa y el empuje que ya he señalado anteriormente y<br />

que se produce en todas partes, me refiero a las identidades particulares, a la<br />

exacerbación del nacionalismo, la renovación de los fenómenos religiosos en<br />

ciertas formas, las identidades regionales, toda especie de fragmentos de identidad<br />

que circulan a veces en escala minúscula y a veces en escala mundial.<br />

Voy a dar otro ejemplo: la multiplicación de diásporas. En el pasado nos referíamos<br />

a las diásporas cuando hablábamos de los judíos, luego pensábamos en<br />

los armenios y luego un poco en los palestinos. Hoy podríamos decir que existen<br />

“diásporas bolivianas” en el mundo, y hay incluso trabajos que muestran cómo<br />

una diáspora puede estar construida sin referencia a un país de origen, lo que<br />

no es el caso clásico.<br />

Entonces, lo que quiero decir es que la globalización está a la vez ligada a una<br />

cierta uniformización y al mismo tiempo a una cierta fragmentación, pero yo<br />

no explicaría todos estos fenómenos de identidad diciendo simplemente que<br />

“es la globalización”. Como investigador, iría a estudiar esos fenómenos allá<br />

donde aparecen, para ver cómo se desarrollan, se producen y se transforman.<br />

Analizaría la globalización no desde el lugar más global, sino desde el lugar<br />

más particular, es decir, desde el sujeto singular. Me preguntaría también, por<br />

ejemplo, cómo es que el sujeto singular se constituye a pesar de la pobreza y en<br />

la pobreza, o en la exclusión o precariedad social; me preguntaría cómo se<br />

construye el sujeto como mujer, como negro o como un sordomudo que quiere<br />

existir en la ciudad; me preguntaría también cómo se construye la identidad<br />

personal y la identidad colectiva en este mundo donde la racionalidad económica<br />

las deja de lado.<br />

• En este plano de individualización o individuación creciente, y al mismo tiempo<br />

de fragmentación, ¿cómo podemos entender los movimientos sociales y su<br />

transformación en “anti-movimientos”? ¿Podrías explicar la relación entre movimiento<br />

social, anti-movimiento y vida colectiva?<br />

Son dos preguntas, y voy a comenzar por la última. La noción de anti-movimiento<br />

social es la idea que remite al fenómeno siguiente: ¿qué sucede cuando un actor<br />

habla en nombre de un movimiento social del cual retoma las categorías pero<br />

transformándolas y eventualmente amalgamándolas o fusionándolas? El resul-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

106 CUADERNO DE FUTURO


tado es un anti-movimiento social. Voy a dar un ejemplo: el terrorismo. Muy a menudo,<br />

el terrorismo habla en nombre de una figura social o cultural, utiliza el terror<br />

en nombre de los palestinos o de los armenios, en nombre de tal o cual grupo<br />

indígena, o en nombre de la clase obrera y, por consiguiente, se trata de retomar<br />

las categorías de un movimiento social o cultural, pero de manera artificial.<br />

Vuelvo a mis ejemplos, personalizándolos: los armenios y los palestinos no se reconocen<br />

necesariamente en mi violencia y, por consiguiente, mientras más mi acción<br />

habla de forma artificial en nombre de un movimiento social o cultural, más<br />

me acerco o me convierto en eso que llamo un anti-movimiento social. Pienso que<br />

los fenómenos fascistas o nazis, e incluso los fenómenos de tipo totalitario, son<br />

anti-movimientos sociales. Son fenómenos de movilización donde se habla en<br />

nombre de un movimiento social pero creando lo contrario de la relación conflictual,<br />

que está en el corazón mismo del principio de un movimiento social.<br />

En esa misma línea de razonamiento, pienso que el racismo es frecuentemente<br />

un anti-movimiento social. Esto quiere decir que el racismo toma categorías respetables<br />

y conflictivas y las transforma en odio, en rechazo al otro y en un principio<br />

que totaliza tanto la identidad como la imagen del adversario. Así, la imagen<br />

de lo que está en juego está completamente fusionada por aquél que la expresa.<br />

Cito otro ejemplo: las sectas son anti-movimientos sociales porque en un movimiento<br />

social tiene que existir la capacidad de definir un adversario y, por lo<br />

tanto, una relación social. Una secta, en cambio, define no un adversario o una<br />

relación social, define lo que está dentro y lo que está fuera, y si no estamos<br />

dentro es que estamos fuera, y si no estamos fuera es que estamos dentro. En<br />

una secta no existe relación social, hay únicamente una relación de indiferencia<br />

o de amigo-enemigo, es un anti-movimiento social.<br />

Creo que el ejemplo que acabo de citar es bueno porque, por el contrario, la<br />

idea de movimiento social es la idea de conflicto. Quiero decir que cuando un<br />

actor habla, en principio, de la clase obrera y está efectivamente ligado a ella,<br />

pero finalmente termina matando a algunos obreros porque no quieren movilizarse<br />

en la acción terrorista, por ejemplo, allá ha existido un fenómeno de inversión<br />

en el cual el actor ha utilizando las categorías de movimiento social pero<br />

para hacer lo contrario.<br />

Bien, retomemos la otra pregunta: ¿cómo interpretamos hoy los movimientos<br />

sociales?<br />

Primeramente diría que la noción de movimiento social es una noción nueva.<br />

Yo he sido criado en una generación en la que no se hablaba de movimientos<br />

sociales, se hablaba de “lucha de clases” y de “relaciones de clase”. La idea<br />

de movimiento que se ha impuesto hoy es diferente, pero no podemos negar<br />

que nos remite al fenómeno histórico del movimiento obrero. Por lo tanto, no<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

107


creo que podamos hablar de movimiento social sin pensar en este paradigma,<br />

en este modelo.<br />

Pero existen diferentes maneras de definir el movimiento social. La corriente<br />

de Alain Touraine propone una definición bastante amplia que considera<br />

que un movimiento social es la acción de un actor contestatario y dominado<br />

que se opone a otro actor y, por tanto, se trata de un actor que reconoce que tiene<br />

un adversario que es un actor dominante y dirigente y que, <strong>sobre</strong> todo, considera<br />

que esta oposición, este conflicto, tiene una postura que se percibe de la<br />

misma manera por los dos lados de la relación social. Volvamos a un ejemplo:<br />

los obreros luchan contra los patrones y los patrones luchan contra los obreros,<br />

pero en los dos polos de la relación están de acuerdo en que hay que producir,<br />

en que hay que desarrollar la industria, en que hay que mejorar la productividad,<br />

que el progreso es producir más y mejor. Entonces, lo que está en juego<br />

es lo mismo para los dos. Existen, por otra parte, en la literatura de las ciencias<br />

sociales, otras definiciones. Una de ellas, por ejemplo, una corriente muy<br />

importante, es la teoría de la movilización de los recursos, que propone otra<br />

manera de aproximarse al significado del movimiento social.<br />

Por todo esto, y antes de seguir, creo que es importante ponerse de acuerdo<br />

en las palabras y adscribirse a una de las corrientes que pretenden definir<br />

lo que es un movimiento social. Yo me adscribo a la corriente de Alain<br />

Touraine y desde ahí pienso, en principio, que es un error buscar alguna cosa<br />

que en la práctica sería el equivalente hoy de lo que ha sido el movimiento<br />

obrero ayer. Definitivamente, no tendremos más ese tipo de actor que ocupe<br />

tal centralidad y no hay equivalencia entre esa centralidad perdida y los<br />

movimientos sociales actuales.<br />

Pero además, y como segundo punto, me parece que hoy, los movimientos sociales<br />

son mucho más que el movimiento obrero, definiéndolos en términos sociales<br />

y culturales. Me explico: hoy no hay dominación social que no se acompañe<br />

de desprecio, de un no reconocimiento de la identidad del actor dominado.<br />

Y a veces, lo que es más importante es ese desprecio. Los movimientos de<br />

mujeres, por ejemplo, si bien son movimientos sociales que muestran las desigualdades<br />

sociales, son también –y <strong>sobre</strong> todo– un problema de no reconocimiento,<br />

de desprecio, de dignidad no aceptada.<br />

Desde ese punto de vista, lo que es nuevo en los movimientos sociales de hoy<br />

es que tienen una carga cultural mucho más evidente que la que tenía el movimiento<br />

obrero. Me parece que hoy hay que buscar ahí donde la desigualdad y<br />

la diferencia cultural se conjugan, en los movimientos sociales, y tenemos muchos.<br />

Pero además, el problema no es que nos hacen falta, sino que hay demasiados,<br />

pero frecuentemente frágiles, débiles, fragmentados, frecuentemente<br />

prohibidos, negados, no escuchados, movimientos que no llegan a constituir-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

108 CUADERNO DE FUTURO


se. Por consiguiente, el problema del sociólogo hoy, según mi punto de vista,<br />

es, si así puedo decirlo, ayudar intelectualmente a estos movimientos a constituirse,<br />

a integrarse.<br />

Esta idea nos remite al tema del investigador y la subjetividad. En el pasado,<br />

lo que le ha costado mucho al movimiento obrero ha sido estar dominado por<br />

la política y por los intelectuales que se constituyen en la vanguardia y que no<br />

se interesaban en la subjetividad del actor obrero. Hoy, no seremos capaces de<br />

comprender un movimiento social o socio-cultural si no vemos que tiene mucho<br />

que ver con la subjetividad, incluso personal, de quienes lo constituyen.<br />

Esto último me llama a hacer una observación general: no hay que oponer el<br />

individualismo moderno a la formación de identidad colectiva o de acción colectiva,<br />

los dos van juntos, hay que articularlos. Dicho de otra manera: yo hago<br />

la elección personal de juntar tal identidad, tal actor, tal movimiento, tal lucha,<br />

y reúno o articulo mi subjetividad personal y la pertenencia a una acción<br />

colectiva; esa acción colectiva no niega mi subjetividad personal y, cuando lo<br />

hace, empieza a convertirse en una secta, en un movimiento fascista y, entonces,<br />

en un anti-movimiento.<br />

• A propósito de nuevos actores sociales, ¿cómo ves la experiencia de Chiapas<br />

y del movimiento zapatista?<br />

Pienso que la importancia del movimiento de Chiapas, de los zapatistas, es que<br />

es un movimiento “total”, pero en el buen sentido, no totalitario sino total. Ha<br />

reunido tres dimensiones fundamentales. En primer lugar, se trata de un movimiento<br />

que tiene una dimensión democrática, no política pero democrática.<br />

En líneas generales, es un movimiento que no dice “nosotros queremos hacer<br />

la revolución”, pero dice “queremos construir otra sociedad mexicana, y queremos<br />

hacerlo a través de la presión política, la discusión, la negociación”. En<br />

segundo lugar, creo que podemos decir que los zapatistas son un movimiento<br />

cultural: “Tenemos una identidad cultural, nosotros somos indios”. Y finalmente,<br />

se trata de un movimiento social: “No soportamos más la injusticia, las<br />

desigualdades, las dificultades sociales”. Son estas tres dimensiones articuladas<br />

en un movimiento que, además, habla un lenguaje nuevo –algo que me interesa<br />

de gran manera–, un lenguaje que ha tenido una muy fuerte importancia<br />

en el mundo entero, un eco, un impacto considerable.<br />

Pero al margen de esas tres dimensiones que reúne el zapatismo, hay algo<br />

central: es una “anti-guerrilla”. Esto quiere decir que ha sido una guerrilla<br />

que, muy rápido, prácticamente de inmediato, ha abandonado toda idea de violencia,<br />

de lucha armada, de revolución, de golpe relámpago, es decir, todas<br />

aquellas ideas de la guerra. Y entonces, en un mundo donde las guerrillas te-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

109


nían tal impacto intelectual, político e ideológico, he ahí un actor que tiene todos<br />

los atributos de una guerrilla pero que hace lo contrario: descarga los fusiles,<br />

ya no utiliza armas, un hecho que me parece muy importante en Chiapas,<br />

a la vista del mundo entero, pero <strong>sobre</strong> todo de América Latina. El zapatismo es<br />

el tránsito de la guerrilla a la anti-guerrilla, es decir, del anti-movimiento al<br />

movimiento. Ellos han construido un movimiento, no la violencia y la lucha armada.<br />

• Cuando uno analiza los movimientos sociales, y especialmente estas experiencias<br />

políticamente tan definidas, no puede dejar de preguntar <strong>sobre</strong> el rol<br />

del sociólogo en lo social. Tú participas de un centro de intervención sociológica<br />

y has contribuido al método de la “intervención” del sociólogo en el fortalecimiento<br />

de los actores sociales. “Intervención” es una palabra que, sin duda,<br />

abre el debate...<br />

En efecto, dirijo un centro que ha sido creado por Alain Touraine y que se llama<br />

Centro de Análisis y de Intervención Sociológica, donde la idea no es que el<br />

sociólogo intervenga “salvajemente” para modificar directamente la realidad.<br />

La intención es que este centro sea el lugar donde se hacen investigaciones que<br />

utilizan un método particular que se llama “la intervención sociológica”. Éste<br />

es un método de producción de conocimientos sociológicos, no es un método de<br />

intervención directa en la vida pública, es un método de investigación.<br />

La sociología es hoy una disciplina masiva, hay decenas de miles de sociólogos<br />

en el mundo que aportan a todo tipo de sociedades. ¿Qué aportan? Aportan<br />

la reflexibilidad, la capacidad de pensar mejor en ellos mismos. Frente a esta situación,<br />

el sociólogo puede elegir entre tres grandes posibilidades.<br />

La primera posibilidad para el sociólogo es ser hipercrítico, no solamente<br />

crítico, sino hipercrítico. Esto quiere decir que yo, como sociólogo, me sitúo<br />

fuera de las relaciones sociales y políticas y voy a tratar de examinar y denunciar<br />

esas relaciones sociales o políticas, las formas de dominación (poco importa<br />

cuáles). Quiere decir que yo, como sociólogo, voy a gritar y decir lo que<br />

no está bien en esas relaciones, voy a hacer aparecer lo que no está percibido:<br />

la injusticia, las formas extremas de dominación, la miseria o la gran pobreza,<br />

el desprecio total, el racismo. Voy a gritar para denunciarlos y, al mismo<br />

tiempo, voy a sospechar y acusar. En esta lógica, el sociólogo es un gran acusador.<br />

Es una postura en la cual el sociólogo es, <strong>sobre</strong> todo, cuidadoso de no<br />

proponer nada que sea constructivo; el sociólogo, en este caso, no está ahí para<br />

contribuir a transformar las realidades que trata, sino para denunciar. Es<br />

una posición crítica que yo llamo hipercrítica (porque cualquier sociólogo<br />

normalmente siempre es crítico). En otros términos, esto significa que la crí-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

110 CUADERNO DE FUTURO


tica llena completamente el espacio de actividades del investigador. En Francia<br />

–y creo también en todo el mundo–, el sociólogo que encarna mejor esta posición<br />

es Pierre Bourdieu.<br />

La segunda postura del sociólogo es completamente opuesta y consiste en<br />

decir algo como esto: “El sociólogo tiene una cultura, conocimientos, y va a utilizarlos<br />

como experto; es un experto de lo social y va a utilizar sus competencias<br />

al servicio de un poder o de un contra-poder”. En este mismo plano, existe<br />

otra manera de definir a un sociólogo: “El sociólogo es un experto, es un profesional;<br />

ejerce una profesión, tiene una cultura, y su problema consiste en<br />

funcionar únicamente al interior de su medio profesional”.<br />

Estamos, entonces, en esta segunda postura, frente a una tendencia que tiene<br />

dos variantes posibles: una variante experta, asesora, y una variante de sociología<br />

profesional, que no se preocupa absolutamente de la vida en la sociedad,<br />

que considera que la vida sociológica se juega entre sociólogos. Esta última,<br />

me parece, es la tendencia que predomina en la sociología norteamericana.<br />

En Estados Unidos, los sociólogos tienen sus coloquios, sus revistas, sus universidades,<br />

su vida profesional, intervienen muy poco en la vida pública, son<br />

profesionales y forman a sus estudiantes y tienen su universo muy cerrado.<br />

Frente a estas dos opciones –la postura hipercrítica y estas dos variantes de la<br />

profesionalización del sociólogo como experto, consejero, consultor o como profesional<br />

que vive en su mundo propio y cerrado en sí mismo–, yo defiendo una<br />

tercera postura, y creo que no soy el único. Es una postura que consiste en decir<br />

que el sociólogo está ahí para producir conocimientos, y debe producirlos de<br />

manera crítica, porque de otra manera no sirve de nada; pero, al mismo tiempo,<br />

no debe contentarse con producir los conocimientos, sino que debe preguntarse<br />

<strong>sobre</strong> el impacto de los conocimientos y <strong>sobre</strong> la difusión de los conocimientos<br />

que produce y, en consecuencia, el sociólogo tiene que ser también un intelectual,<br />

alguien que participa en la vida pública. Esto quiere decir que el investigador<br />

no es ni hipercrítico ni experto o profesional, es aquel que produce conocimientos<br />

y que interviene en el debate público a partir de los conocimientos<br />

que produce, en relación, eventualmente, a los actores que estudia.<br />

Ahí está la tercera posición posible, que no es fácil, porque se encuentra en<br />

medio de aquella sociología hipercrítica que es muy escuchada –simplemente<br />

porque el sistema de los medios de comunicación está más interesado en la<br />

gente que grita, gente que denuncia, gente que dice que la cosa va mal– y esa<br />

otra sociología de expertos que no intervienen. Nosotros pensamos que el cambio<br />

se hará gradualmente, y eso es algo que interesa menos a los medios de comunicación.<br />

Entonces, el peso de la sociología hipercrítica resulta a veces muy<br />

importante, <strong>sobre</strong> todo cuando corresponde a radicalizaciones políticas, sociales<br />

o culturales, es decir, coyunturas más bien favorables. Y por consiguiente,<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

111


para sociólogos como yo la tarea no es siempre fácil, estamos frecuentemente<br />

estancados entre la sociología hipercrítica y la sociología profesional, la sociología<br />

de los expertos.<br />

• Sin embargo, en tu experiencia como investigador, incursionando en esas<br />

arenas movedizas de la sociología “crítica” y la “profesional”, has tocado temas<br />

candentes y extremos: el racismo y el terrorismo, donde la dinámica social llega<br />

a situaciones límite. ¿Cuál ha sido tu motivación para entrar a estos espacios<br />

de la experiencia humana?<br />

Voy a darte una respuesta muy general y luego otra un poco más precisa, porque<br />

el racismo y el terrorismo son dos problemas muy distintos. Yo, efectivamente,<br />

soy un sociólogo del mal o de la desgracia, porque soy optimista. Dicho<br />

de otra manera, pienso que estudiando el mal podemos pensar más en lo que<br />

puede ser el bien o lo que puede ser lo justo. Y por lo tanto, interesándome en el<br />

terrorismo o el racismo, me intereso en formas extremadamente perturbadas<br />

y perversas de la vida pública, pero las pongo en relación con lo que podrían ser<br />

otras formas menos perversas de tratamiento de problemas que acaban en terrorismo<br />

o en racismo. Las personas no son terroristas por naturaleza, o por<br />

nacimiento, se convierten en terroristas a través de procesos y, al comienzo<br />

–frecuentemente– la gente que se convierte en terrorista es la más generosa,<br />

son los mejores. Entonces, si al inicio esa gente magnífica que quieren cambiar<br />

las cosas se convierte en terrorista es porque quizás no hay otra respuesta política<br />

posible, porque el tratamiento político e intelectual de las peticiones que<br />

elevan no pueden concretarse. Por lo tanto, pensando en el terrorismo, pienso<br />

también en las condiciones que hacen que la acción se construya de manera diferente,<br />

no a través de la violencia.<br />

El racismo es la misma cosa. Por un lado son ideologías, producciones intelectuales,<br />

pero del otro lado son los fenómenos que vienen de abajo, de la pobreza,<br />

del desprecio que uno mismo ha vivido, que vienen del miedo. Por consiguiente,<br />

si puedo explicar cómo la gente se vuelve racista, en ese momento puedo<br />

quizás introducir una reflexión <strong>sobre</strong> lo que sería más positivo introducir<br />

en el tratamiento político de los problemas sociales o de los problemas culturales.<br />

Por lo tanto, estudiar el mal es también reflexionar <strong>sobre</strong> el bien.<br />

Esa es mi respuesta un poco general. En mi caso particular, he estudiado el<br />

terrorismo casi por casualidad. Yo disponía de ese método de intervención, que<br />

es un método espectacular, y sucede que encuentro un grupo italiano terrorista<br />

refugiado en París que quería reflexionar <strong>sobre</strong> sus experiencias. Yo les dije<br />

hagámoslo, y así se produjo el encuentro con estos terroristas que me abrieron<br />

las puertas. Pero este encuentro no fue completamente el resultado de la casua-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

112 CUADERNO DE FUTURO


lidad. Mi pariente más próximo, que ha sido dirigente de una organización política,<br />

ha sido casi terrorista, y es por intermedio suyo que se ha fortalecido esta<br />

reflexión. Por todo esto, existe también una historia personal.<br />

En lo que concierne el racismo, pienso que es un problema que ha reaparecido<br />

en Francia en los años 80. Los franceses pensaban que el racismo debía desaparecer<br />

progresivamente mientras más inteligentes seamos, mientras más<br />

pensemos y evolucionemos; mientras el nivel educativo crezca, el racismo debía<br />

retroceder. Después en los años 80, sin embargo, en mi país hemos visto lo contrario:<br />

el racismo se ha desarrollado bajo una forma política, con el Frente Nacional.<br />

Por eso, en esa época de mi trayectoria, me pareció que era urgente estudiar<br />

ese problema, estudiarlo siendo sociólogo y haciendo trabajo de terreno,<br />

cuando ningún sociólogo hacía investigaciones concretas <strong>sobre</strong> el tema.<br />

• Llegando al final de nuestra charla, sin duda que en este momento atravesamos<br />

un mundo donde el porvenir es incierto, vivimos una situación de riesgo<br />

e incertidumbre. En tus textos, tenemos algunas propuestas como “Democratie<br />

à l’ épreuve” donde manifiestas un cierto sentido de optimismo, pero en<br />

otros textos más bien muestras una visión pesimista. ¿Cómo analizas el futuro<br />

social?<br />

Como todo intelectual tengo momentos, períodos de mi existencia, en los que<br />

soy más optimista y otros en los que soy menos optimista. Como en todo ser humano,<br />

hay que separar, de cierto modo, la subjetividad muy personal del investigador<br />

de su trayectoria personal. Por otra parte, trabajo en una sociedad y<br />

participo en los debates públicos en mi sociedad. En 1993, Francia era un país<br />

que se sentía muy amenazado y dudaba mucho <strong>sobre</strong> sí mismo. Fue en el comienzo<br />

de los años 90, hasta 1996 ó 1997, el período en que Francia se sentía<br />

muy inquieta por ella misma. Por esto el Frente Nacional y la extrema derecha<br />

asumen una gran importancia; es una época en que el desempleo es extremadamente<br />

elevado, el racismo es constante, es una sociedad inquieta. Mi sociedad,<br />

desde 1997 ó 1998, está menos inquieta. Francia ha ganado el campeonato<br />

mundial de fútbol, el Frente Nacional se ha dividido en dos y el desempleo ha<br />

decaído, aunque sigue siendo muy importante. Son varios los signos alentadores<br />

que permiten un poco más de optimismo. Pero más allá de estos datos, pienso<br />

que hemos entrado en una nueva era, no sólo en Francia sino en el mundo<br />

entero; creo que hemos tardado 20, 30 años en salir de un mundo antiguo, el<br />

mundo de la sociedad industrial, el mundo en el que la autoridad tenía una importancia<br />

bastante grande, ese mundo en el que se vivía una vida dura bajo la<br />

conciencia de que el mañana sería mejor. Creo que hemos entrado en un mundo<br />

que ha cambiado completamente, y esto, para el investigador, tiene que ser<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

113


apasionante, y quizá por eso se permite un poco más de optimismo. Estamos al<br />

principio de un nuevo período para el mundo entero, y por ello creo que me puedo<br />

interesar no sólo en ese viejo mundo que se destruye, sino también en el nuevo<br />

mundo que se construye. Es siempre más interesante ver nacer nuevos actores,<br />

ver nacer nuevas figuras de la protesta, nuevos juegos de la vida colectiva.<br />

Ahora estoy en ese estado de espíritu.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

114 CUADERNO DE FUTURO<br />

Cochabamba , 19 de julio de 2001.


Entrevista a Sonia Fleury<br />

Armando Ortuño<br />

¿<br />

Cómo se relacionan la política social y la necesidad de repensar o reinventar<br />

el Estado?<br />

El objetivo de las políticas sociales debería ser reinventar la relación entre Estado<br />

y sociedad. No sucede eso ahora cuando las políticas sociales están siendo<br />

tratadas como un conjunto de proyectos y no como verdaderas políticas. Creo<br />

que las políticas sociales son mucho más que proyectos orientados a beneficiar<br />

al usuario o al cliente. Son instrumentos muy útiles para la integración social<br />

y el diseño y construcción de una sociedad. A partir de ello deberíamos preguntarnos<br />

¿qué política social se está diseñando y, por lo tanto, qué sociedad se está<br />

diseñando a partir de esa política?<br />

Lo que se busca, entonces, es una reforma de la sociedad y que la política social<br />

sea un instrumento de integración y empoderamiento a fin de que se transformen<br />

las relaciones de poder en la sociedad a través de la inclusión de los que<br />

estaban excluidos y la redistribución del poder económico, social y político, es<br />

decir, formar ciudadanos de la manera más integral. Pero nosotros no tenemos<br />

un Estado para esa política, porque el que tenemos fue construido para cumplir<br />

con otro pacto y otros objetivos. Entonces, para hacer política social de esa<br />

manera, hay que rehacer el Estado.<br />

• ¿Cómo caracterizaría muy esquemáticamente el tipo de política social de pacto<br />

y la visión de sociedad que han prevalecido en América Latina en lo últimos<br />

10 o 15 años?<br />

Creo que es mejor ir un poco más atrás, porque en los últimos años sólo estamos<br />

haciendo reformas de una institucionalidad que ya estaba funcionando.<br />

La política social inaugurada a principios de siglo en algunos países estuvo<br />

centrada en el trabajo, ése era su eje. Por lo tanto, las políticas sociales fueron<br />

de exclusión, porque gran parte de la población no estaba vinculada a ese mercado<br />

formal de trabajo y en consecuencia no tenía acceso a las políticas.<br />

Esas políticas fueron hechas para grupos urbanos específicos y no se dirigieron<br />

al combate a la pobreza ni a nada de eso. Tuvieron una importante capacidad<br />

de construcción política, en el sentido del pacto de gobierno y gobernabilidad.<br />

Por eso incorporaron a algunos sectores importantes, que obtuvieron beneficios<br />

con esa política y que pasaron a formar parte del pacto de gobernabili-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

115


dad. Sin embargo, estas políticas no se generalizaron, entonces pasaron de<br />

pretender ser políticas de inclusión a ser políticas de exclusión. Cuando en<br />

América Latina se dice que “se incluye a aquellos que están en el mercado formal<br />

de trabajo”, se está diciendo al mismo tiempo que “se excluye a la mayoría<br />

de la población, y a la más pobre”. Sin embargo, estas políticas fueron importantes<br />

a fin de construir el Estado (State Craft).<br />

Por eso mi libro titula Estados sin ciudadanos, porque la política se inclina<br />

más a construir el Estado que la ciudadanía, en la medida en que ésta requiere<br />

una igualdad que no estaba pensada. Las políticas impulsaron, entonces, privilegios<br />

y no la igualdad de los ciudadanos. Luego, ese pacto de gobierno y de<br />

Estado, que es el pacto corporativo, entra en crisis y, por lo tanto, las bases <strong>sobre</strong><br />

las cuales fue montado también declinan. A partir de ahí empezamos con<br />

las reformas sociales, pero en otro contexto. Hablamos de otro pacto para la<br />

apertura de la economía a la globalización. Es uno que, desde el punto de vista<br />

de la política social, rediseña una nueva sociedad.<br />

¿Cuál es la nueva sociedad? Son algunos sectores enganchados en el proceso<br />

más dinámico. Para aquellos que se vincularon a la globalización hay un tipo<br />

de política y para los pobres otro. Ése es el diseño nuevo al que asistimos a partir<br />

de los años 70 en varios países.<br />

• Este diseño nuevo, ¿tiene una visión fragmentada de la sociedad?<br />

Claro. La política, en vez de ser una forma de integración de la sociedad, es de<br />

fragmentación. En ese sentido genera más desintegración y menos gobernabilidad.<br />

Creo que ahora que ya tenemos algunos años de reforma estamos asistiendo<br />

en varios países a una crisis de gobernabilidad, que tiene que ver con esa<br />

opción por la fragmentación de la sociedad.<br />

• Su hipótesis sería que más allá de considerar a las crisis de gobernabilidad<br />

que tenemos ahora en la región como resultados perversos o momentos de<br />

transición, en el fondo, serían resultados de la concepción de una política.<br />

Sí, porque esas políticas no crean las condiciones para llegar a consensos, no<br />

generan identidades colectivas, fragmentan, separan aún más lo que económica<br />

y políticamente ya estaba aislado; entonces, potencian no sólo la inequidad,<br />

sino también la dificultad de llegar a acuerdos. Hay, por ello, una fragmentación<br />

de la nación, de la composición de la sociedad, pero también del Estado,<br />

porque éste es un reflejo de lo anterior. El Estado se construye a través de las<br />

políticas, no es algo diferente de esas políticas y, por lo tanto, si éstas tienden a<br />

fragmentar también el Estado resulta fragmentado.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

116 CUADERNO DE FUTURO


• ¿Cómo evaluaría el hecho de que dentro de este escenario de políticas fragmentadas<br />

se hayan hecho ciertas innovaciones institucionales? Por ejemplo,<br />

en el caso de Bolivia, está la Participación Popular, es decir, políticas que tienen<br />

componentes que integran, ¿cómo ve eso?<br />

A pesar de esa orientación hegemónica en las políticas sociales, hubo sociedades<br />

mucho más dinámicas, experiencias muy novedosas relacionadas con la<br />

descentralización, es decir, procesos que se dan a escala local y territorial, aunque<br />

esto no quiere decir que éstos tuvieron necesariamente un origen local.<br />

Nacieron de una recomposición de la relación entre lo central, lo local y lo cívico.<br />

El juego entre esas tres dimensiones vivió cambios muy interesantes, que<br />

generaron experiencias muy novedosas para el fortalecimiento de la sociedad<br />

civil y la posibilidad de una cogestión entre la sociedad y el Estado. Se trataría<br />

de un Estado que puede incluir y que para hacerlo tiene que cambiar su propia<br />

institucionalidad.<br />

Esas experiencias son las que más interesan ahora, <strong>sobre</strong> todo las que fueron<br />

exitosas. ¿Cuáles fueron los factores que determinaron su éxito? Me parece que<br />

es una combinación entre el nivel técnico y el político. Deberíamos aprender<br />

cuál es esa articulación, porque no se trata simplemente de poner a la sociedad<br />

a participar en el ámbito local sin cambiar la institucionalidad material y técnica<br />

del Estado. Ese cambio más general es impulsado por dos factores:<br />

- El factor político, que se refiere a la movilización, a la organización de la sociedad<br />

o a los foros de concertación.<br />

- El factor interno dentro del Estado. Ahí se crean nuevas reglas de una articulación<br />

entre lo técnico y lo político, que sean capaces de generar políticas<br />

de inclusión social y cambio en términos estatales, tanto en su sentido material<br />

como más abstracto, que es el pacto de poder.<br />

• En ese sentido, ¿considera, entonces, que si bien se tienen que promover políticas<br />

más incluyentes de participación en la toma de decisiones públicas, además<br />

es necesario impulsar la concertación y el diálogo social y construir la capacidad<br />

institucional del Estado para gestionar estos procesos?<br />

El cambio político del Estado es primero en este proceso y está antes de lo técnico.<br />

Allí donde los recursos están tan desigualmente distribuidos, uno no<br />

puede esperar que la sociedad se organice por sí misma y que venga a demandar<br />

al Estado con gran capacidad.<br />

La propia inexistencia de una igualdad social mínima requiere una postura<br />

activa del Estado en la promoción de la ciudadanía y no una posición pasiva<br />

consistente en esperar que las demandas entren como “inputs”. Creo que los<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

117


sin voz o quienes no tienen capacidad de organización requieren un Estado, el<br />

poder público, para crear condiciones mínimas para organizarse y ése es un<br />

rol político a desarrollar.<br />

Esto no es sencillo, porque el riego es siempre caer en un neo corporativismo,<br />

en la medida en que el Estado distribuye recursos para movilizar a la sociedad<br />

también la puede fragmentar, y allí donde antes estuvieron los obreros encontremos<br />

a los miserables organizados a través del propio Estado.<br />

¿Qué posibilidad hay de que al necesitar al Estado para crear una mayor capacidad<br />

organizacional de los grupos más débiles y marginales, éstos mantengan<br />

su autonomía frente a aquél y se constituyan en sociedad civil? La sociedad<br />

civil tiene dos rasgos, debe defender sus intereses, pero además tener formas<br />

orgánicas y ser autónoma.<br />

¿Cómo mantener esas características? Que ella esté hablando de sus intereses<br />

y no de los del Estado, que esté organizada a través de recursos que pueden<br />

ser los que el propio Estado otorgó. Pero al mismo tiempo no debe convertirse<br />

en un aparato estatal, sino permanecer autónoma. Ése es el desafío.<br />

• ¿Cómo evaluaría el proceso de la Participación Popular en cuanto al rol del<br />

Estado para promover la participación?<br />

Es una de las experiencias más lindas de la región, que exactamente reordena<br />

esos tres niveles, la relación entre lo central, lo local y lo cívico a través de un<br />

fuerte liderazgo e impulso dado por el nivel central, con sus recursos técnicos,<br />

políticos y financieros. Reordena esa relación, pero no es sólo una descentralización<br />

hacia el gobierno local, sino una descentralización hacia lo local, entendido<br />

como Estado y sociedad juntos.<br />

Es un proceso de descentralización que no es sólo administrativo, es más<br />

bien la creación de la gobernabilidad en el ámbito local. Entonces, me parece<br />

muy lindo, porque aparecen todos los aspectos, los de liderazgo, del rol del Estado<br />

central que es bastante fuerte en cuanto a fortalecer la administración y<br />

la sociedad local.<br />

En el caso de Bolivia, esa descentralización se hace con la exclusión de los<br />

sectores organizados de la sociedad civil. Entonces, es una opción bastante<br />

cruel, porque el Estado abre la posibilidad de una nueva interfase con la sociedad<br />

civil, pero deja afuera grupos que también son sociedad, y que tal vez<br />

estuvieron más organizados fuera del propio Estado o junto con el Estado,<br />

vinculados, pero en otro momento. El resultado es que esa sociedad civil organizada<br />

fue aislada de ese nuevo diseño y va a cobrar su participación en algún<br />

momento.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

118 CUADERNO DE FUTURO


• Volvamos al tema de la transformación interna del Estado, la importancia del<br />

liderazgo o de las capacidades técnicas que se tienen que generar para poder<br />

impulsar estas transformaciones. ¿Cómo es la experiencia latinoamericana en<br />

ese sentido, es decir, cuáles son los incentivos que ve en las experiencias que<br />

ha analizado, qué lleva a que un liderazgo político genere estas capacidades<br />

dentro del Estado para poder asumir estos cargos?<br />

Veo algunas coincidencias en las experiencias que tuvieron éxito en la región.<br />

La cuestión de liderazgo es muy importante, pero no es muy distinta de los gobiernos<br />

burocrático-autoritarios que, a veces, también tenían una capacidad<br />

técnica gerencial muy fuerte y un liderazgo, pero era tecnocrático, cerrado,<br />

dentro de la cúspide del Estado y con alguna interacción a través de anillos burocráticos<br />

con sectores más privilegiados de la sociedad.<br />

Acá es diferente, porque se requiere un liderazgo fuerte, una capacidad técnica<br />

que concibe que su ejercicio es la división del poder con la sociedad y una<br />

idea de que la división no resta poder, sino que lo aumenta, y que eso tiene que<br />

ver con una concepción de <strong>democracia</strong> y de gobernabilidad muy interesante.<br />

El liderazgo y el rol técnico son muy importantes, en el sentido de que no basta<br />

con poner a la población a participar y discutir y después que eso sea meramente<br />

absorbido por un Estado con su capacidad técnica, sin que el propio Estado<br />

transforme su visión burocrática. Se trata de un cambio en dos sentidos,<br />

lo político y lo técnico que se vinculan y cambian la planificación. Esa planificación<br />

ya no es más tecnocrática, se hace junto a la sociedad y cambia los mecanismos<br />

de control social, en el sentido de que la sociedad no sólo entra con<br />

sus demandas, sino que entra dentro del Estado para corregir la gestión de los<br />

procesos, lo que aumenta su capacidad de control <strong>sobre</strong> la cosa pública. Éste es<br />

un proceso de creación de sociedad y Estado al mismo tiempo, de una esfera pública<br />

democrática que no conocemos.<br />

• En referencia a estos casos donde se están construyendo al mismo tiempo Estado<br />

y sociedad como ya ocurre en Bolivia o Brasil, ¿cuáles serían las causas o<br />

los factores a los cuales atribuye el hecho de que, por ejemplo, estas experiencias<br />

locales no puedan subir a niveles más elevados del Estado? En Bolivia, hay<br />

un cierto consenso en que los cambios no se han dado en el nivel central, que<br />

tiene limitaciones para reformarse a sí mismo. Esta incapacidad del Estado<br />

central para reformarse puede ser un obstáculo para que todo lo que se está generando<br />

en el ámbito local vaya más lejos.<br />

Mi impresión es que los actores políticos tradicionales en América Latina fueron<br />

centrales y siguen siéndolo en el nivel central, donde hay más resistencia<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

119


al cambio. Éste todavía sigue enclaustrado en un pacto que ya tiene pocas condiciones<br />

de gobernabilidad y no ha roto con sus compromisos y sus alianzas a<br />

ese nivel. Ése es un problema, porque las experiencias locales tienen que trascender<br />

ese nivel y llegar más arriba.<br />

Hay muchas experiencias también novedosas de cómo el nivel local se está<br />

aglomerando y aglutinando. Aunque eso no sea exactamente cambiar el nivel<br />

central, puede ser un eslabón en esa dirección. Así, lo local no se queda tan aislado.<br />

Entonces, hay municipalidades que empiezan a asociarse, a proponer leyes<br />

y a darse cuenta de que los problemas son comunes. La experiencia de<br />

alianzas o consorcios, por ejemplo, a favor de la salud en el Brasil es muy interesante,<br />

porque eso no estaba en el diseño de la ley.<br />

Hay una dinámica desde lo local que se empieza a agregar a un nivel meso y<br />

que ojalá pueda llegar a un nivel macro nacional, pero creo que ese nivel es el<br />

más resistente todavía.<br />

• ¿Considera que el nuevo Estado puede sustentarse <strong>sobre</strong> una asociación de<br />

entidades locales en esa lógica de asociarse y mancomunarse? ¿Cree que eso es<br />

suficiente?<br />

Hoy hay un gran debate en torno de ese punto. Incluso se piensa que la planificación<br />

nacional puede llegar a ser la agregación más o menos espontánea de<br />

lo que se diseña en el plano local. Yo no comparto esa idea. Creo que esta opción<br />

debilita aún más al Estado nacional, que finalmente está sufriendo fuertes<br />

cambios por la descentralización y la existencia de poderes supranacionales a<br />

los cuales se subordina. Pienso que sólo un Estado fuerte va a poder representar<br />

mejor los intereses nacionales en los foros supranacionales.<br />

La pregunta de ahora es ¿cuál es un Estado nacional fuerte? Creo que éste no<br />

está en el nivel local aunque éste vaya a fortalecerse y generar gobernabilidad<br />

al considerar las aspiraciones e intereses locales. Sin embargo, ésta no es una<br />

mera agregación de lo local, es una dirección y las experiencias de fortalecimiento<br />

del nivel local que estamos viendo son muchas veces impulsadas por el<br />

nivel central. ¿Cómo recuperar entonces esa dinámica para nuevamente conseguir<br />

un “feedback” que provoque un cambio en el nivel central?<br />

Estamos por lograrlo y es un nivel central nuevo, basado en una gobernabilidad<br />

que tiene que ver con lo local. Pero este hecho no debe restar la inteligencia<br />

y la conducción de un nivel central para pensar el Estado nación y representar<br />

la soberanía y los intereses en el ámbito supranacional.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

120 CUADERNO DE FUTURO


• Si este Estado central implica también la invención de un nuevo tipo de tecnología,<br />

de gestión, administración y planificación, ¿cuál es su balance de las<br />

experiencias en cuanto a generación de este nuevo tipo de tecnología?<br />

De las experiencias que conozco, muchas de ellas están asociadas a desarrollos<br />

locales o departamentales. Algunas, como la Ley de Participación Popular, tienen<br />

una tecnología blanda, que es un nuevo formato de gestión en términos de<br />

recursos y prioridades. Es una manera distinta de gerentar el Estado. Ella viene<br />

del nivel central.<br />

Hay un conjunto de formas nuevas por las que el Estado se relaciona, sea con<br />

la ciudadanía o con los gobiernos locales, que no hay que dejar de considerar.<br />

Eso es a veces un poco difícil de explicar, pero no hay que olvidar la contribución<br />

que las reformas liberales del Estado se hicieron en los años 70 y 80 bajo<br />

la idea de acercar el Estado al consumidor. A mí me parece que la perspectiva<br />

de un consumidor del Estado, que es alguien a quien se tiene que rendir cuentas<br />

y quien debería tener la posibilidad de elegir los servicios, fue una contribución<br />

importante.<br />

Lo malo de esas reformas fue que redujeron al individuo a un mero consumidor,<br />

mientras las reformas democráticas subrayaron el hecho de que un ciudadano<br />

tiene que participar no sólo en las elecciones de políticas ya definidas, sino<br />

también en la definición de la política misma. De todos modos, aun en el nivel del<br />

consumo hay diferentes experiencias que creo que están transformando un poco<br />

el Estado en varios sectores en América Latina. Pero, desde mi punto de vista,<br />

hay que combinar las dos cosas. Esa transformación es de empoderamiento y<br />

promueve condiciones de cogestión y control, con una perspectiva de un Estado<br />

más eficiente que satisfaga mejor a los que consumimos bienes públicos.<br />

• ¿No será también que el relativo éxito de este tipo de iniciativas e innovaciones<br />

en el nivel local tiene que ver con que estos niveles son espacios donde es<br />

más fácil encontrar esta articulación entre Estado y sociedad? ¿Hasta qué punto<br />

se pueden cambiar con esa lógica las decisiones del gobierno central y hasta<br />

qué punto son viables estas innovaciones solamente en espacios locales?<br />

Creo que hay menos resistencia en el nivel local, porque éste permite una relación<br />

más personalizada y eso es importante. Como el Estado central no había<br />

llegado a muchas partes del territorio, entonces ahora lo está haciendo dentro<br />

de una nueva perspectiva. Es distinto cambiar una perspectiva que ya existía<br />

que allí donde no. En el nivel central están no sólo los pactos de poder centralizados<br />

y los grandes actores dado que el Estado central es la materialización<br />

de su presencia, entonces hay un efecto de resistencia en todo eso.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

121


Por ello, el nivel local es mucho más permeable a los cambios, aunque esté<br />

más descalificado técnicamente. Y hay que cualificar ese nivel, para que el pueblo<br />

pueda ser no sólo democrático sino también eficiente en la provisión de los<br />

bienes públicos. No es imposible, pero hay más resistencia, aunque sí es posible<br />

cambiar. A pesar de que muchas de esas reformas tuvieron su origen en el<br />

nivel central, no hay que abandonarlo como un espacio, una arena de lucha para<br />

un cambio en el Estado.<br />

• Quisiera que me hable un poco de su relación con Bolivia y su visión actual<br />

del país.<br />

Mi relación con Bolivia siempre fue de mucha atracción. Yo empecé a conocerla<br />

un poco más cuando hacía mi doctorado <strong>sobre</strong> la Revolución del 52. Entonces<br />

comencé a conocer su historia, que era muy distinta de la de mi país en<br />

cuanto a la capacidad de los actores de mantenerse durante un período en el<br />

que América Latina vivió un tiempo muy negro.<br />

Entonces yo era comunista y me encontré en Moscú con un líder, que no es<br />

que ya no sea comunista ahora, pero su pasión comunista se acabó. Me encontré<br />

en la clandestinidad con un líder minero y tuve mucho contacto con él<br />

para discutir y aprender un poco <strong>sobre</strong> las radios de los mineros. Eso me apasionó,<br />

el hecho de que ese grupo se mantuviera unido con el dominio de un<br />

recurso de poder tan importante como las radios. Entonces, tengo esa historia<br />

de pasión por Bolivia, por conocer sus actores políticos y la manera de organización<br />

de esta sociedad.<br />

Volví después, ya durante las reformas liberales. Vine como consultora para<br />

estudiar la descentralización del sistema de salud. Era una consultoría del Ministerio<br />

de Planificación, en una época muy dura, porque todos esos mineros<br />

estaban en la calle, ahí en El Prado, sentados, porque habían perdido sus empleos.<br />

Fue una época muy complicada. Bolivia venía de una inflación y se recomponía<br />

toda.<br />

Me apasioné por Bolivia estudiando el 52 y después la conocí durante el gran<br />

cambio post 52, en el 85. Tuve la oportunidad de ver cómo, de alguna manera,<br />

se descomponía toda una estructura y se recomponía otra. Y vuelvo ahora a ver<br />

cómo las cosas se arreglaron después de todo ese tiempo.<br />

Cuando yo estaba en el BID, en Estados Unidos, tenía mucho interés en entender<br />

la Ley de Participación Popular, que me parecía una de las cosas más interesantes<br />

e importantes en esa reingeniería de las relaciones entre Estado y<br />

sociedad. Entonces tuve la posibilidad de contratar a Philips Oxford, un investigador<br />

canadiense. Él no vivía acá ni tenía ningún interés particular en Boli-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

122 CUADERNO DE FUTURO


via. Yo le dije: te vas a apasionar. Y le sucedió. Hizo un lindo estudio <strong>sobre</strong> la<br />

Ley de Participación Popular, que pasó a ser parte de las clases del INDES. Es<br />

el caso que se estudia en la discusión <strong>sobre</strong> reforma de Estado y gobernabilidad.<br />

De alguna manera he estado cercana a Bolivia durante todos estos años.<br />

• ¿Cómo se llamaba ese dirigente clandestino que conoció?<br />

Ah, perdón. No sé, éramos clandestinos, teníamos cuatro nombres y no sé.<br />

(Risas).<br />

• ¿Cuál es su balance del 52? ¿Cuál ha sido la originalidad de la revolución boliviana<br />

y qué queda ahora de ese proceso?<br />

La estudié cuando era estudiante, hace mucho tiempo. Lo que impresiona es el<br />

rol de los campesinos. México y Bolivia eran notables, dos países que tuvieron<br />

ese tipo de revolución, en la cual ese actor queda completamente excluido hasta<br />

hoy. El problema del 52, que es la incorporación de los indígenas y campesinos<br />

a la comunidad nacional, a la comunidad política de derechos, no está resuelto.<br />

• ¿Cómo ve usted desde Brasil las posibilidades de Bolivia de integrarse a la<br />

mundialización?<br />

Creo que Bolivia hizo su tarea en el sentido de buscar una inserción económica<br />

a través de los sectores más dinámicos de la economía. Desafortunadamente,<br />

ese crecimiento económico, la estabilización, el control de la inflación, todo eso<br />

no ha propiciado una disminución de la pobreza. Entonces, el dilema que estamos<br />

viviendo es cómo insertarse en la economía mundial sin fragmentarse internamente,<br />

y la solución puede ser fácil desde el punto de vista económico pero<br />

no desde el político.<br />

¿Quién va a gobernar? Finalmente se gobierna hacia afuera o hacia adentro,<br />

las condiciones de gobernabilidad tienen que considerar lo interno, y las opciones<br />

de inserción que estamos asumiendo están marginando todavía más a la<br />

gente. Creo que hay que repensar la inserción.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

Agosto, 2001.<br />

123


Aportes de la perspectiva del <strong>Desarrollo</strong> <strong>Humano</strong> 1<br />

Javier Ma. Iñiguíz Echeverría 2<br />

Es un honor poder expresar a nombre de nuestra universidad las razones<br />

del otorgamiento del grado de Doctor Honoris Causa al Sr. D.<br />

Mark Malloch Brown. Para el honroso fin que nos convoca podríamos<br />

presentar un discurso <strong>sobre</strong> los campos de la preocupación humanista y el trabajo<br />

en el terreno en los que nuestro invitado ha sido un extraordinario líder.<br />

Derechos <strong>Humano</strong>s y refugiados son algunos de los campos en los que la maestría<br />

del Sr. Malloch Brown se ha puesto en evidencia a los ojos del mundo.<br />

Sin embargo, en esta oportunidad, nos parece que corresponde poner de relieve<br />

lo que entendemos que son algunos de los principales aportes de la perspectiva<br />

denominada comúnmente “desarrollo humano” que impulsa con denuedo<br />

el Programa de Naciones Unidas para el <strong>Desarrollo</strong> (PNUD) desde hace<br />

tres lustros y cuyo esfuerzo es promovido y dirigido por el Doctor Malloch<br />

Brown. Junto a las ideas nuevas resulta invalorable una gestión que las aprecia,<br />

acoge, enriquece y propone al mundo exterior.<br />

Obviamente, esa perspectiva es resultado de muchas contribuciones que se<br />

han realizado desde mucho antes y con otras denominaciones; nosotros nos vamos<br />

a referir a lo que consideramos que son los aportes de las versiones más<br />

recientes de esa perspectiva en el campo del desarrollo de las sociedades y sus<br />

miembros. Esta delimitación se hace necesaria en un ambiente multdisciplinario<br />

como el presente para dejar de lado otras aproximaciones al desarrollo humano<br />

como son las que provienen, por ejemplo, de la educación o la sicología.<br />

Estrictamente, deberíamos hablar del aporte de dicho esfuerzo a la perspectiva<br />

del desarrollo humano en sentido amplio.<br />

La perspectiva del desarrollo humano en la que profundizaremos está insertándose<br />

dentro de la cultura de las sociedades porque responde a las ansias de<br />

libertad y búsqueda de creciente participación de los pobres, y lo hace gracias<br />

a la sensibilidad de muchos intelectuales que aportan al diseño conceptual y a<br />

la gestión necesarios para dicha inserción. Es un reconocimiento hacia ese esfuerzo<br />

el que nos reúne. Mis palabras van a estar muy estrechamente asocia-<br />

1 Discurso de orden para distinguir al Sr. Mark Molloch Brown como Doctor Honoris causa de la (PUCP).<br />

2 Profesor principal del Departamento Académico de Economía de la Pontifícia Universidad Católica de Perú (PUCP).<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

125


das a las de Amartya Sen, Mahbub ul Haq, Paul Streeten, Francis Stewart, Richard<br />

Jolly, Denis Goulet y muchos otros que han construido el fundamento<br />

argumental y la red de relaciones del PNUD durante los últimos lustros.<br />

1. LAS MANERAS DE ENTENDER EL DESARROLLO<br />

Estamos, sin duda, ante lo que el Doctor Malloch ha denominado bien “una filosofía<br />

y un enfoque” y pretendemos que esta disertación se sitúe entre esos<br />

dos términos. Por ello, nos preguntaremos ante el claustro universitario por<br />

las preguntas que presiden dicho enfoque empezando, para hacer más visibles<br />

sus peculiaridades, por las de aquellos a los cuales critica y prolonga con el fin<br />

de acentuar la centralidad del ser humano en el desarrollo de los países.<br />

En el campo social, desarrollo es un término que ha sido entendido desde su<br />

connotación económica como creación de riqueza. La manera de entender el desarrollo<br />

a partir de sus objetivos ha recorrido varias etapas que no se descartan<br />

entre sí y que se yuxtaponen pero que también profundizan cada vez más en la<br />

naturaleza de las aspiraciones y de la libertad humanas. La más común visión del<br />

desarrollo económico es la que presta especial atención al esfuerzo humano para<br />

lograr las cosas que necesita. El desarrollo entendido como aumento de la productividad<br />

es importante porque debe conducir a la reducción del “sudor de la<br />

frente” necesario para lograr los bienes y servicios necesarios para la subsistencia<br />

y el bienestar familiar. La pregunta de este enfoque es <strong>sobre</strong> la riqueza, esto<br />

es, <strong>sobre</strong> la cantidad y calidad de cosas que el ser humano produce con su actividad.<br />

El trabajo es la actividad principal en la vida de las mayorías y su objetivo social<br />

es el aumento de dicha riqueza. Es pobre en este enfoque quien tiene que sudar<br />

mucho para lograr el pan, sea por la calidad de sus recursos, sea por la repartición<br />

del producto que genera. Esto nos permite pasar al segundo enfoque.<br />

En efecto, una de las más importantes críticas a esa manera de entender el<br />

progreso es la que pone de relieve un proceso que avanza junto al aumento de<br />

la riqueza y es la desigualdad en la repartición de sus resultados. Muchas veces,<br />

la desigualdad en la distribución del ingreso en los países llega a ser excesiva<br />

para una mentalidad moderna y para la creciente conciencia de la gente<br />

<strong>sobre</strong> su dignidad. La misma crítica es la que apunta a una desigualdad económica<br />

entre países que aumenta sin detenerse en ningún momento desde hace<br />

más de dos siglos. Un verdadero desarrollo debía incluir, por lo tanto, una mejor<br />

distribución de la riqueza. Las preguntas del desarrollo se amplían incorporando<br />

así una <strong>sobre</strong> la manera de distribuir esa cantidad y calidad de los bienes<br />

y servicios producidos. En esta mirada, las mayorías de la sociedad empiezan<br />

a existir, o lo hacen más explícitamente, como los destinatarios de la riqueza<br />

y no en cuanto sus productores. Por ello, se es pobre cuando se recibe personalmente<br />

una parte muy pequeña de la riqueza social.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

126 CUADERNO DE FUTURO


El tercer enfoque del desarrollo pone el acento en las llamadas necesidades<br />

básicas, y constituye un paso más hacia la centralidad del ser humano en el desarrollo.<br />

La manera de hacerlo puede pasar desapercibida pero, no por ello, es<br />

menos poderosa. Al establecer las necesidades básicas como referencia de calidad<br />

de vida se pone por delante de la riqueza a otro dato, el de tales necesidades.<br />

Ya no basta con suponer que si aumenta la riqueza y se reparte mejor la vida<br />

mejorará. Es necesario especificar en qué consiste dicha vida y este enfoque<br />

da un paso decisivo en esa dirección. Ya no basta repartir bien los bienes y servicios<br />

sino que se pregunta por su finalidad de una manera más directa. El progreso<br />

se evalúa desde requerimientos de los seres humanos que se buscan en<br />

la biología y en la comunicación o la cultura y que son, en buena medida, independientes<br />

del proceso económico. Se pone así más en evidencia que en los enfoques<br />

anteriores la finalidad de las cosas.<br />

Entre las maneras de ver el desarrollo, las que ponen la mirada en la productividad<br />

o en la igualdad de poder adquisitivo de cosas confían en que un “más”<br />

en el terreno de las cosas derivará en un mejor en calidad de vida. En el caso del<br />

enfoque de las necesidades básicas la pregunta a la que se responde no es si se<br />

está mejor que antes o mejor que otros, sino si se está bien. No es igual estar mejor<br />

al haber pasado de una fiebre de 40 grados a una de 39 grados, que ya estar<br />

bien. Decir que estar bien es situarse en los alrededores de los 37 grados es ya<br />

poner por delante la naturaleza de aquello que interesa, el ser humano. Para reiterar,<br />

ese “estar bien” nos parece que constituye una manera de valorar la creación<br />

de riqueza desde el ser humano, desde un criterio en gran medida ajeno a<br />

la economía. Así, el carácter instrumental de la riqueza y del proceso que la genera<br />

está siendo claramente establecido. Ninguna conversación <strong>sobre</strong> el progreso<br />

puede acabar ya en los logros de aumento o de nivel de los bienes poseídos.<br />

Además, al poner la mirada en las necesidades llamadas básicas, se pone la<br />

puntería en los que no logran satisfacerlas, en los pobres del mundo a quienes<br />

se pone como referencia para aquilatar el progreso logrado. Esta vez, pobre es<br />

quien sufre de desnutrición o carece de vivienda o vestido adecuados.<br />

Desde esa trayectoria intelectual, nos parece que el cuarto enfoque del desarrollo,<br />

que es la materia principal de esta presentación, el desarrollo entendido<br />

como aumento de la libertad o aumento de capacidades resulta ser un paso<br />

más en la dirección que hace de la creación y el uso de la riqueza principalmente<br />

instrumentales, pero que avanza especialmente en el enriquecimiento de la<br />

comprensión de la naturaleza de los humanos a quienes la economía se debe.<br />

Ya no se trata solamente de los requerimientos para la supervivencia sino de la<br />

ampliación del campo de acción de las personas y del creciente reconocimiento<br />

de los demás. La calidad de la vida se asocia a lo que la gente puede ser y hacer<br />

y no a lo que tiene. La riqueza adquiere así definitivamente un valor estrictamente<br />

instrumental.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

127


A la gama de opciones realmente existentes de realización en la vida se la denomina<br />

capacidades. El desarrollo implica el ensanchamiento y enriquecimiento<br />

de esas posibilidades de optar. Se trata de mirar detenidamente a lo que<br />

se puede ser y a lo que se puede hacer de hecho en esa sociedad y no sólo en el<br />

sentido de lo que está permitido hacer porque no está prohibido o a lo que las<br />

normas establecen.<br />

Una confusión común es la que utiliza indistintamente capacidades y habilidades.<br />

No se entiende por capacidades a las habilidades por dos razones. Una<br />

porque las habilidades son uno de los muchos factores que contribuyen a la libertad<br />

de las personas; otra, conceptualmente más importante para el mundo<br />

de la economía, que las habilidades son generalmente vistas como medios, como<br />

instrumentos, como “capital”. Las capacidades, en cuanto libertades, son<br />

principalmente fines; las habilidades son, en gran medida, medios.<br />

Un subconjunto del vector de opciones de lo que se puede ser y hacer, esto es,<br />

de las capacidades, es lo que de hecho se es y se hace, y ambos conforman los desempeños,<br />

concepto fundamental de este enfoque. 3 Mirando desde los fines y no<br />

de los medios, Sen destacará, insistimos, la importancia de lo que el ser humano<br />

es y hace en contraposición a lo que tiene. Sentado esto, un concepto que adquiere<br />

gran importancia es, como hemos indicado, el de desempeños. Dentro de<br />

la restricción que supone el vector de capacidades en un momento determinado,<br />

las personas tienen los criterios para decidir cuán autónomos y libres son y<br />

cuán bien hacen lo que hacen. Los desempeños son más fácilmente observables<br />

que las capacidades y junto a la libertad para escoger entre las distintas opciones<br />

existentes constituyen lo que podemos llamar calidad de vida. Pero esos desempeños<br />

pueden resultar forzados por las circunstancias o por la decisión de<br />

otros como, ocurre, en su versión más extrema con los animales de trabajo y ello<br />

no hablaría mucho de la libertad propia del ser humano. La ampliación de la libertad<br />

incluye, además de la mayor gama de alternativas en cuanto a maneras<br />

de ser y de actuar, la de poder escoger entre esas oportunidades la particular forma<br />

de expresarse e interactuar en sociedad. Para desempeñarse adecuadamente,<br />

esto es, de acuerdo a las maneras de vivir que son valiosas y corresponden a<br />

las propias inclinaciones, vocación y proyecto de las personas, es necesario haber<br />

podido escoger entre las distintas maneras de vivir.<br />

La libertad, de ese modo, tiene dos aspectos: el que proviene de la mayor o menor<br />

amplitud de la gama de maneras de ser y de campos de acción posibles en la<br />

vida de una persona y el que resulta de la posibilidad de escoger libremente entre<br />

ellas las que se desea ejercer. El paso dado por este cuarto enfoque nos parece<br />

que consiste en añadir a la pregunta <strong>sobre</strong> si los bienes y servicios así como<br />

3 En inglés fuctionings. Preferimos el término que hemos usado al de “funcionamiento” que se usa en muchas traducciones al castellano.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

128 CUADERNO DE FUTURO


los derechos al alcance de las personas son suficientes para vivir, aquella que inquiere<br />

<strong>sobre</strong> lo que las personas logran ser y hacen en su vida con dichos bienes<br />

y derechos. Pero no es una cuestión de sumar elementos homogéneos en status,<br />

la segunda pregunta es más importante que la primera.<br />

Tenemos así entre manos dos conceptos de eficiencia. El primero, más conocido<br />

porque corresponde al primer enfoque del desarrollo, se fija en la mayor<br />

o menor cantidad de recursos utilizados para producir cierta riqueza. Volvemos<br />

a la productividad del trabajo, esto es, a la conversión de actividades en cosas,<br />

de lo que uno hace, pues ése es el trabajo, en lo que uno obtiene. Manteniéndonos<br />

en los marcos del diálogo con la economía, el segundo es el que apunta<br />

al uso de esa riqueza para ampliar el horizonte de lo posible para las personas,<br />

a la ampliación de su libertad. Si la productividad nos lleva de lo que uno hace,<br />

trabajar, a lo que uno tiene, el producto, el enfoque de las capacidades nos recuerda<br />

el paso contrario que consiste en convertir los recursos que uno tiene<br />

en ampliaciones de lo que uno puede hacer y hace. Recursos y actividades intercambian<br />

sitios e importancia. El supuesto del PNUD en el diseño del Índice<br />

de <strong>Desarrollo</strong> <strong>Humano</strong> es que la riqueza es más generadora de libertad cuando<br />

los aumentos ocurren en países pobres que cuando ocurren en países ricos.<br />

Los países ricos serían menos eficientes en la conversión de la nueva riqueza<br />

en nueva libertad para sus personas que los países pobres.<br />

En el diálogo con el enfoque que pone el acento en la equidad, la nueva propuesta<br />

se pregunta por la eficiencia de la mayor equidad económica en la consecución<br />

de mayor libertad y de mayor igualdad en las libertades que se disfrutan,<br />

esto es, las disponibles y las realmente ejercidas. En el caso de la conversación<br />

con el enfoque que mira a las necesidades básicas, la pregunta correspondiente<br />

es <strong>sobre</strong> cómo las personas se desempeñan efectivamente en la vida con el apoyo<br />

que significa tener sus necesidades satisfechas y gozar de derechos o, como ocurre<br />

en situaciones de pobreza, <strong>sobre</strong> cómo las carencias de bienes y derechos reducen<br />

la libertad en los dos sentidos indicados. En este enfoque, la pobreza es,<br />

por lo menos, una doble restricción a la libertad y se expresa en una estrechez de<br />

opciones de vida y en la incapacidad para escoger entre las pocas que se tienen<br />

debido a prejuicios o discriminaciones o a los riesgos que supone para la supervivencia<br />

familiar el dedicarse a buscar la que se considere mejor. Un país subdesarrollado<br />

es aquel en el que demasiadas personas están en labores que no corresponden<br />

con su vocación, habilidad o con el reconocimiento social que merecen.<br />

Un país pobre es aquel en el que sus miembros no tienen más remedio que<br />

aferrarse a las actividades a las que han logrado acceder y en el que no tienen<br />

más remedio que aceptar un status social que consideran denigrante.<br />

Esperamos estar mostrando el proceso que coloca a un ser humano cada vez<br />

más rico en calidades en el centro de la discusión <strong>sobre</strong> el desarrollo. Ésa es la<br />

profundidad que permite, por ejemplo, un mayor dialogo interdisciplinario.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

129


Es ella también la que permite destacar la producción del PNUD y los méritos<br />

de la labor del Dr. Malloch.<br />

En este marco, demás está señalar que esa libertad requiere de recursos y<br />

que entre ellos están los alimentos, el vestido y otros bienes, pero también de la<br />

ausencia de discriminaciones, del aprecio de los demás, del reconocimiento como<br />

interlocutores en los asuntos públicos, de la existencia de instancias de participación<br />

personal y social. Los <strong>Informe</strong>s de <strong>Desarrollo</strong> <strong>Humano</strong> del Programa<br />

de Naciones Unidas para el <strong>Desarrollo</strong>, el PNUD, estimulan a seguir la pista de<br />

los diversos indicadores que expresan esa libertad. Vivir no es sólo un desempeño<br />

que se evalúa ex-post, es también un acto de libertad que permite la vida<br />

porque ese acto se renueva permanentemente. El pobre no vive, simplemente,<br />

también decide vivir, y vive para seguir viviendo y ampliar sus opciones de vida<br />

y <strong>sobre</strong> todo la de sus descendientes.<br />

Las consideraciones que acabamos de hacer vienen al caso porque el enfoque<br />

de las capacidades obliga a nuevas miradas <strong>sobre</strong> el significado de la vida humana<br />

y de las condiciones necesarias para lograrla. Por ejemplo, la Esperanza<br />

de Vida al Nacer (EVN), uno de los tres componentes del Índice de <strong>Desarrollo</strong><br />

<strong>Humano</strong> (IDH), es un indicador de diversas cosas que sirven para dialogar con<br />

aproximaciones a la vida desde diversas disciplinas del saber. La EVN es, en<br />

primer lugar, un indicador de la medida en que las personas dejan de vivir antes<br />

del tiempo que una sociedad determinada logra para el grupo de sus más<br />

longevos. Éste es un asunto en sí mismo importante antes de averiguar a qué<br />

se ha debido. Pero puede quedarse en lo cuantitativo como cuando se cuentan<br />

las cabezas de ganado después de un desastre. En segundo lugar corresponde<br />

preguntarse <strong>sobre</strong> algunas de sus causas. El acortamiento de la vida puede ser<br />

entendido como el resultado de un accidente fatal, de la violencia, de la desnutrición<br />

o, en general, de circunstancias externas a la voluntad humana de las<br />

personas afectadas. Estaríamos entonces ante un indicador de las condiciones,<br />

en gran medida aunque no sólo, contextuales en las que viven las personas y<br />

está bien que sea utilizado en ese sentido. Esas condiciones son las que impiden<br />

la prolongación de la vida en muchísimos casos.<br />

Pero nos parece oportuno recordar, en tercer lugar, que damos demasiado fácilmente<br />

por supuesto que la mayor parte de las vidas que acaban prematuramente<br />

finalizan contra la voluntad de los que mueren como si el prolongar la<br />

vida fuera un acto automático, mero resultado de algún instinto. Sin embargo,<br />

la decisión de vivir no es poca cosa, como sabe bien quien decide soportar, sin<br />

deprimirse y sin fugar, el sufrimiento familiar que resulta de la miseria y de<br />

las muchas humillaciones y el desprecio que ella conlleva. La EVN no es, pues,<br />

sólo un indicador de condiciones de vida, también lo es de un desempeño psicológico<br />

individual. Pero lo que hemos tratado de decir en varias partes anteriores<br />

de nuestra exposición es que vivir la vida es un desempeño que es, hasta<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

130 CUADERNO DE FUTURO


cierto punto, decidido por la persona y, en cuanto tal, escogido. En efecto, muchos<br />

pobres escogen, muchas veces en su vida, vivir, seguir viviendo. Es la última<br />

de esas elecciones por la vida la que frustra la muerte prematura involuntaria.<br />

En cuarto lugar, la muerte no sólo corta un desempeño humano, también<br />

hace irrelevante la gama de opciones que tiene una persona, incluida la de<br />

no vivir y, así, corta las capacidades en el sentido de Sen. La muerte corta la vida<br />

pero también frustra un deseo de ejercer lo más ampliamente posible las posibilidades<br />

que se expresan en el vector de capacidades. De ese modo, la EVN<br />

es un indicador de la medida en que se está en condiciones de ejercer esa libertad,<br />

de la vigencia de esa libertad en el tiempo de las personas. Creemos que sólo<br />

después de aclarar ese sentido de la esperanza de vida podemos aceptar sin<br />

ambages que ese indicador es, en quinto lugar, instrumental en el sentido de<br />

que es el prerrequisito de otras libertades.<br />

En general, nos parece que podemos entender los indicadores del desarrollo<br />

humano, el IDH en concreto, como una manera muy simplificada, sin duda,<br />

muy reducida, de dar cuenta de los resultados de aplicar recursos a la ampliación<br />

de la duración y la diversidad de la vida que es posible para las personas<br />

y, al mismo tiempo, como una expresión del ejercicio de las libertades más básicas<br />

y sutiles.<br />

Además, al poner el acento en la libertad como objetivo se pone de manifiesto<br />

la doble importancia de las múltiples nuevas formas de participación social<br />

de diversos conjuntos humanos en instituciones más o menos formalizadas alrededor<br />

del planeta. Por un lado, esa participación es en sí misma una expresión<br />

de la ampliación de maneras de ser y actuar en la vida. En segundo lugar,<br />

al participar se escoge entre distintas opciones de acción pública. La eficacia<br />

de algunas de dichas prácticas para lograr cambios en las políticas públicas regionales,<br />

nacionales y multinacionales constituye una razón de esperanza.<br />

Confiamos haber dejado entrever a nuestro claustro la naturaleza del pensamiento<br />

que configura el mundo es en el que se ubica el Dr. Malloch Brown. Sin<br />

embargo, debemos pasar a asuntos más prácticos o más cercanos a la práctica<br />

del desarrollo que se derivan de tal enfoque. Para ese fin se hace necesario añadir<br />

a lo anterior la naturaleza de las estrategias para el desarrollo.<br />

2. LAS ESTRATEGIAS PARA EL DESARROLLO HUMANO<br />

Pero, entonces, ¿cómo se avanza en el camino del desarrollo? El esfuerzo analítico<br />

realizado, en el más puro estilo de la ética de los fines, apunta al diseño de estrategias<br />

que permitan alcanzarlos. A nuestro juicio, esas estrategias tienen como<br />

características principales la de abrir las opciones de acción y la de definir<br />

bien los objetivos finales. Para ello, nos parece que resultan cruciales dos movi-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

131


mientos: la mayor claridad posible en la distinción entre fines y medios y la aceptación<br />

de la multidimensionalidad de ambos. En esa distinción, la riqueza debe<br />

ser cada vez más claramente un medio y en lo que toca a la multidimensionalidad<br />

se debe ampliar el horizonte de las posibilidades de ser y actuar para enriquecer<br />

la vida pero también para diseñar estrategias que, sin renunciar a la profundidad<br />

de objetivos, permitan muchos caminos de desarrollo personal y colectivo.<br />

Permítasenos esbozar una lectura del proceso de afinamiento de fines y estrategias<br />

en el que considero que nos encontrarnos en este campo del conocimiento.<br />

Partimos, como en el caso de las concepciones del desarrollo, de la perspectiva<br />

de la creación de riqueza por medio de riqueza parafraseando un título clásico<br />

en la disciplina económica. En ella, el objetivo es económico y los medios<br />

también. Al nivel de los países, las estrategias de desarrollo que le corresponden<br />

han sido materia de muchos volúmenes y debates, particularmente en las<br />

tres décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial y no nos detendremos<br />

en ellas. Todavía son la materia de muchos textos de enseñanza.<br />

Un enriquecimiento reciente de esta perspectiva básicamente económica ha<br />

consistido en un doble y parcialmente contradictorio proceso que consiste en<br />

añadir dimensiones a los medios para el aumento de la riqueza, pero encerrándolas<br />

dentro del mundo de la economía. Así, el conocimiento, la apariencia física,<br />

las relaciones sociales, la vivienda familiar, la cultura política, la naturaleza,<br />

la religión, etc., etc., etc. son convertidos en “capital” y son valorados en<br />

la medida en que colaboran a la generación de riqueza. A ese nivel, la estrategia<br />

consiste en promover la capitalización de las personas, la ampliación y<br />

“puesta en valor” de sus atributos y relaciones. En el plano de los países, esa capitalización<br />

consiste en introducir todos los recursos posibles al circuito de la<br />

acumulación de capital. Demás está decir que la frondosidad de “capitales”, social,<br />

político, natural, humano, etc., etc., es parte de ese movimiento reduccionista<br />

que el PNUD ha combatido toda la década pasada. En resumen, en esta<br />

perspectiva, el fin es la riqueza de las familias y los países, y el medio privilegiado<br />

es la conversión en fuente de renta de todo lo que esté a mano.<br />

Este panorama economicista se abre cuando se reconoce que los fines son<br />

más amplios que la acumulación de la riqueza personal o social y que el proceso<br />

para acercarse a esos fines vale en sí mismo porque es lo que constituye nada<br />

menos que la vida misma. Los pasos concretos que se están dando en esa dirección<br />

son conocidos y el impulso del PNUD es muy importante para avanzar.<br />

La insistencia en que la riqueza es un medio y no un fin no es sólo útil para sacar<br />

a la economía de su ensimismamiento sino que es de enormes consecuencias<br />

estratégicas, pues depura los fines y permite dirigirse a ellos por rutas<br />

que dependen y, esto es lo nuevo, que no dependen de la economía.<br />

Una consecuencia de esa búsqueda de ampliación de las características de la<br />

vida es que la definición operativa de desarrollo y, más aún la de pobreza, tien-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

132 CUADERNO DE FUTURO


de a no incluir el ingreso o los activos. El camino de la “deseconomización”, si<br />

se puede decir así, de los fines no es fácil en un mundo como el actual que incentiva<br />

a la conversión de toda decisión humana en un asunto de racionalidad<br />

económica y, en consecuencia, instrumental y, casi siempre, orientada a la obtención<br />

de nueva riqueza. Somos testigos de las tendencias que buscan introducir<br />

esos criterios en la práctica jurídica y hemos aprendido a tomar con naturalidad<br />

la inclusión de una racionalidad casi exclusivamente instrumental<br />

en las decisiones de emparejamiento, de educación, y de otras esferas de la vida,<br />

incluyendo las religiosas.<br />

Al respecto, el PNUD se encuentra en medio de una batalla por poner ciertas<br />

cosas en su sitio. Una expresión simple pero reveladora de ello es la manera cómo<br />

se construyen el Índice de <strong>Desarrollo</strong> <strong>Humano</strong> (IDH) y el Índice de Pobreza<br />

Humana (IPH). En el caso del IDH se incorpora el ingreso como uno de sus<br />

componentes a pesar de que en el espíritu de la medida no está incluir indicadores<br />

de medios junto a indicadores de fines como son la duración de la vida y<br />

la educación. ¿No produce esa inclusión una incoherencia en el indicador de<br />

bandera del PNUD? ¿No está mezclando fines y medios? Consideramos que tal<br />

duda surge del mantenimiento de la perspectiva tradicional que concibe el ingreso<br />

de una manera que no expresa plenamente los atributos instrumentales<br />

de esa variable. Estamos así en un territorio conceptual delicado que ha dado<br />

lugar a diversas críticas al IDH y que merece reflexión. Nos vamos a permitir<br />

una interpretación de ese indicador de desarrollo humano, como hicimos con<br />

la EVN.<br />

El ingreso o renta se introduce en el IDH previa transformación cuantitativa<br />

que permite escapar a lo que podríamos llamar la neutralidad social de ese<br />

dinero o de las mercancías que representa y, por lo tanto, a la autonomía de su<br />

valor de mercado respecto de las necesidades y libertades humanas. Las necesidades<br />

humanas de por sí no son un aspecto de la economía. Keynes nos recordó<br />

hace varias décadas que es la demanda efectiva, la que se hace presente en<br />

el mercado con algún valor de cambio, la que cuenta. Al alterar la magnitud del<br />

ingreso que entra a formar parte del indicador, su “poder adquisitivo” deja de<br />

tener una vida económica propia. En concreto, para el PNUD, el valor del ingreso<br />

que es parte del IDH depende de cuán pobre o rico es el país que lo posee.<br />

Es más valioso para unos que para otros porque contribuye a distintos logros<br />

de libertad. En ese sentido, creemos poder entender ese ingreso transformado<br />

como un indicador indirecto del grado de libertad que se adquiere con las mercancías<br />

que el dinero permite adquirir. Estamos hablando de un dinero o de<br />

mercancías cuyo valor depende de lo que se hace con lo que se adquiere con él<br />

o de lo que se hace con ellas. Estamos así, ante la segunda conversión mencionada<br />

antes. El ingreso tal y como está estimado para el IDH no es, pues, un indicador<br />

de medios para otros fines, sino que es ya un fin en sí al consistir en lo<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

133


que se ha logrado con él en términos de desarrollo humano. Por lo tanto, la variable<br />

“económica”, el ingreso, tiene un valor que no depende plenamente de<br />

condiciones generales de la economía, del poder adquisitivo socialmente indiferenciado<br />

de las cosas. Creemos que es una manera inteligente de des-economizar,<br />

parcialmente, ese componente del IDH.<br />

En ese camino, tanto de esclarecimiento de fines y medios como de campaña<br />

para que las sociedades se concentren en los fines antes que en los medios, el<br />

PNUD ha sacado totalmente el ingreso del indicador de la pobreza. El Índice de<br />

Pobreza Humana (IPH) suma a la EVN y a la educación un grupo de variables<br />

que incluye el acceso a servicios de salud y de agua potable, así como el peso de<br />

los niños menores de cinco años.<br />

De ese modo, entendemos que la primera parte de la estrategia de desarrollo<br />

consiste en aclarar los fines. Una vez que ello ocurre, la economía vuelve en toda<br />

su magnificencia y su poder pero como instrumento que tiene que rendir<br />

cuentas a la sociedad y no simplemente para convencernos que toda riqueza es<br />

buena, que toda es igualmente buena, y que siempre más de ella es conveniente<br />

para todos y para todas las esferas de la vida. El PNUD ha insistido hasta el<br />

cansancio en la importancia de la creación de riqueza. Pero, eso sí, poniéndole<br />

por delante la responsabilidad que tiene empezando por la erradicación de las<br />

más masivas y en cuanto tal peores restricciones a la libertad humana que son<br />

las que resultan de la pobreza. Más allá, el mundo de los fines se abre sin límite<br />

y está lleno de ambigüedades que el propio Sen valora pues no concibe que<br />

desde una perspectiva que enarbola la libertad se especifiquen fines que adquieran<br />

un valor independiente de la deliberación social y de la diferenciación<br />

de las personas. El reto de operacionalizar el enfoque de las capacidades proviene<br />

en buena medida de esa ambigüedad tan cuidadosamente cultivada. De<br />

ese modo, además, la última palabra no la tienen los intelectuales o un organismo<br />

multilateral sino la población de distintas culturas y de acuerdo a los objetivos<br />

que se propone lograr en cada circunstancia. Trasladémonos un paso<br />

más <strong>sobre</strong> el valor práctico de esta perspectiva.<br />

3. EL SENTIDO PRÁCTICO DE LA COMPLEJIDAD<br />

La multidimensionalidad del desarrollo no es una justificación para la confusión,<br />

para escoger el aspecto del reto que más le conviene a un gobernante u organismo<br />

de promoción del desarrollo. Un gran mérito de esa complejización de<br />

la mirada al desarrollo es que no renuncia al sentido práctico de las cosas. Especifiquemos<br />

algunos rasgos de esa visión multidimensional que aportan a ello.<br />

Junto a la amplitud de dimensiones del desarrollo, que es propia a la propuesta<br />

del PNUD, viene con claridad y desde las distintas vertientes que dan origen<br />

a este enfoque o perspectiva una clara jerarquización que es la que está expre-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

134 CUADERNO DE FUTURO


sada por el término “básico” y que ha sido prestada del enfoque “necesidades básicas”.<br />

La vida en cuanto oposición a muerte está muy claramente en el lugar<br />

primero; pero no se trata de la muerte biológica de un ser biológico cualquiera<br />

sino de la vida y la muerte de personas enteras, de calidades de vida y no sólo de<br />

cantidades, de dignidad y no sólo subsistencia física. Además, esa jerarquización<br />

coloca claramente a la economía en cuanto actividad destinada a producir<br />

las cosas necesarias para la vida en el status instrumental que le corresponde.<br />

No es, pues, una multidimensionalidad que lleva a la confusión de fines y medios.<br />

En esa jerarquía, ya lo hemos indicado antes, la libertad para poder desempeñarse<br />

en aquello que las personas, como miembros de sociedades y culturas<br />

concretas, consideran valioso y corresponde con sus vocaciones ocupa un lugar<br />

destacado. Obviamente, el trabajo es una actividad importantísima.<br />

Además de jerarquías, el enfoque del desarrollo humano fundamenta los esfuerzos<br />

sinérgicos en la lucha contra lo que Heilbroner llamaba con fineza “la<br />

pobreza y el desdén”. Gracias a dicha sinergia, los avances en cada dimensión<br />

pueden ser convertidos en un factor que, por sí solo, contribuye al progreso en<br />

otros. La educación también cura y la salud también educa. La información eleva<br />

la autoestima y ésta impulsa a la nueva pregunta. Por eso, la integralidad<br />

en los programas contra la pobreza es una señal de seriedad y revela la sinceridad<br />

con la que enfrenta un problema. Lo contrario es conocido: aislamiento<br />

de esfuerzos, desinterés por la coordinación de acciones, cosa que abunda en<br />

las feudalizadas administraciones públicas de nuestros países.<br />

Pero, en términos prácticos, la multidimensionalidad de este enfoque facilita<br />

algo sumamente importante y es que, gracias a la también existente autonomía<br />

entre los distintos frentes de ataque a la miseria y la violación de los derechos<br />

humanos, es posible avanzar en la superación de situaciones inhumanas sin esperar<br />

que todo esté en su lugar, en el lugar que deseamos. Por ejemplo, es muy<br />

importante saber y comprobar que es posible avanzar en la erradicación de ciertas<br />

enfermedades o del analfabetismo sin esperar que la riqueza de los países y<br />

las familias llegue a niveles cercanos a los de países ricos. Sabemos bien que la<br />

EVN ha mejorado incluso en medio de las peores crisis económicas. No todo depende<br />

de la economía, se puede ser mucho más eficiente en el segundo sentido<br />

dado antes al término. Así lo demuestran diversos números del <strong>Informe</strong> de <strong>Desarrollo</strong><br />

<strong>Humano</strong>. Más generalmente, la libertad no tiene que esperar a la riqueza<br />

para ejercerse a plenitud en casi todas y en las más importantes esferas de la<br />

vida humana.<br />

4. LO TRÁGICO EN EL DESARROLLO<br />

Una consecuencia de la profundización en la naturaleza de los objetivos y de esta<br />

libertad respecto de la riqueza es que la economía y sus “leyes”, y cada estra-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

135


tegia de desarrollo en particular, se hace más sometible a las miradas desde la<br />

ética. Hace ya un buen tiempo Denis Goulet nos advertía <strong>sobre</strong> la tesis de la naturaleza<br />

“irreductiblemente trágica” del desarrollo económico. Todas las experiencias<br />

de desarrollo económico habrían tenido ese componente de sufrimiento<br />

y, por lo tanto, en el momento de decidir qué hacer se presentaba el dilema de<br />

tener que optar entre el sufrimiento del subdesarrollo y el de las supuestamente<br />

inevitables crueldades en el intento de salir de él. En efecto, un aporte más de<br />

la filosofía y el enfoque que denominamos desarrollo humano es que al distinguirse<br />

las dimensiones del desarrollo y al establecer el carácter instrumental<br />

de las mercancías es posible empezar a deslindar más finamente entre aquello<br />

de lo que la economía es responsable moralmente y aquello de lo que no lo es.<br />

Es en este campo que encontramos otro de los grandes aportes de la perspectiva<br />

que nos convoca y consiste en que ella afloja la camisa de fuerza de algunos<br />

de los dilemas que la teoría económica tiende a construir con gran refinamiento<br />

formal y que legitiman sufrimientos humanos innecesarios. Después<br />

de todo, ¿quién no ha oído y terminado aceptando las palabras de algún Ministro<br />

de Economía y Finanzas en el sentido de que para salir de una crisis hay que<br />

profundizarla más, inicialmente?<br />

En la medida en que el sufrimiento sea considerado inevitable durante el crecimiento<br />

de la producción o durante la estabilización de la economía, se facilita<br />

la evasión de la responsabilidad moral de quienes tienen responsabilidad en<br />

el mundo de la economía. Donde no hay libertad, no hay responsabilidad. Éste<br />

es un territorio intelectual y moral que requiere, sin duda, de reflexión y distinciones<br />

conceptuales más finas. Creemos, por ejemplo, que hay enfoques teóricos<br />

de la realidad económica que construyen y ponen en altorrelieve inevitabilidades<br />

que no son parte tan importante de dicha realidad y que predisponen<br />

a la aceptación de costos graves, <strong>sobre</strong> todo cuando son incurridos por otros.<br />

Como, además, estamos culturalmente condicionados a aceptar el sudor como<br />

condición para ganar el pan ¿quién no tiende naturalmente a aceptar el carácter<br />

trágico del desarrollo?<br />

En esa línea de reflexión, el enfoque de las capacidades o de la ampliación de la<br />

libertad aporta una mirada que afloja la camisa de fuerza y permite avizorar vías<br />

hacia logros valiosos y sin tantos costos humanos. Como hemos indicado antes,<br />

lo que el enfoque del desarrollo humano muestra con una enorme acumulación<br />

de evidencia es que, en primer lugar, es posible avanzar en el logro de ciertas bondades<br />

de la vida antes de que las economías de los países o de las familias lleguen<br />

a niveles de riqueza cercanos a los de los países ricos. No todo debe esperar a la<br />

economía y se puede ser mucho más eficiente que en la actualidad en términos de<br />

buena vida por unidad de riqueza. Pero, además, autores como Sen nos muestran<br />

que el camino hacia ese progreso no tiene por qué suponer los grandes sacrificios<br />

que él ejemplifica con el “sangre, sudor y lágrimas” de Winston Churchill. En<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

136 CUADERNO DE FUTURO


concreto, y a manera de ilustración, los niveles de los países ricos en Esperanza<br />

de Vida al Nacer o en alfabetización pueden alcanzarse antes y con muchos menos<br />

costos que aquellos en los que incurrieron dichos países. La ruta que han recorrido<br />

para llegar a esos objetivos ha terminado siendo eficaz pero muy ineficiente<br />

tanto en términos de recursos económicos utilizados, de naturaleza destruida<br />

irreversiblemente como de sufrimientos humanos.<br />

5. LA RESPONSABILIDAD MORAL EN EL DESARROLLO<br />

Nos encontramos así ante un enfoque que parece demasiado bueno. Al llamar la<br />

atención <strong>sobre</strong> objetivos distintos a la riqueza, <strong>sobre</strong> objetivos que son más importantes<br />

y, a la vez, más fáciles de lograr no se puede evitar el recuerdo de la fábula<br />

del zorro y las uvas verdes. ¿No será que estamos menospreciando la economía<br />

por el mero hecho de no poder progresar en sus términos todo lo que quisiéramos?<br />

¿No estaremos aceptando muy fácilmente una evasión del objetivo<br />

económico ante la dificultad para alcanzarlo? Pero si, además, estamos reduciendo<br />

el status de la riqueza y de la economía que la genera ¿no estaremos minimizando<br />

su responsabilidad moral? Después de todo acabamos de decir que<br />

hay importantes dimensiones del desarrollo humano cuyo progreso no depende<br />

tanto de la posesión y del crecimiento de la riqueza. Eso quiere decir que no<br />

se le puede asignar a la economía tanta responsabilidad moral de las carencias<br />

evitables que sufren los pobres como una mirada economicista le asignaría.<br />

Habiendo disminuido el status del mundo de la economía nos corresponde<br />

por un momento recordar su enorme importancia. Su carácter instrumental<br />

no reduce en lo más mínimo su responsabilidad. Una buena distribución de la<br />

riqueza e incluso sólo de sus aumentos facilita enormemente la lucha por la vida<br />

de las familias. El mundo social que decide en los asuntos de mayor impacto<br />

económico es hoy más responsable de lo que no hace con los recursos que<br />

dispone, de las posibilidades que no facilita, que de lo que hace contra los pobres,<br />

que no es poco. Como ha señalado Sen recientemente, el recuerdo de esto<br />

es también un aporte de la perspectiva del desarrollo humano.<br />

La deuda de la economía con la sociedad es grande y conocida y más aún en<br />

América Latina, el continente con los países más desiguales del mundo. A esa<br />

economía hay que exigirle más. Desde los debates en los que estamos inmersos<br />

en el Perú de hoy me atrevo a señalar que en países con la desigualdad que nos<br />

caracteriza no es posible que la única vía, la condición, para crear riqueza y empleo<br />

y reducir la pobreza económica sea no pagar más impuestos y no aumentar<br />

las remuneraciones. Ésa es, justamente, la ruta ineficiente hacia el desarrollo<br />

humano.<br />

Una visión economicista <strong>sobre</strong> los fines y los medios reduce el campo de acción<br />

de la lucha contra la pobreza, al estrechar los objetivos y, además, al endio-<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

CUADERNO DE FUTURO<br />

137


sar la actividad económica abandona muchos instrumentos. El camino necesario<br />

en el campo de la ética del desarrollo nos parece que es, paradójicamente, el<br />

que exige más a la economía pero le quita centralidad. Un camino que será doblemente<br />

resistido por el mundo de los principales agentes económicos y sus<br />

intelectuales que reivindican el derecho a un gran protagonismo pero no asumen<br />

las grandes responsabilidades que les corresponden. Como el “perro del<br />

hortelano”, ni cumplen con su papel ni dejan que otros lo cumplan.<br />

6. FINALMENTE<br />

En conclusión, una notable ventaja práctica de esta aproximación al desarrollo<br />

es que con su inspiración se orienta el esfuerzo hacia objetivos más finales<br />

y valiosos que la riqueza y que, a la vez, muchos de ellos son objetivos más fáciles<br />

de lograr. La crítica a la autosuficiencia del mundo de la economía que<br />

pretende establecerse a sí misma como único cauce hacia la felicidad humana<br />

es fácil de adivinar. Por la relativa autonomía indicada antes es posible avanzar<br />

en nutrición, en escolaridad, en salud y en otros aspectos fundamentales<br />

de la vida incluso en países y regiones muy pobres. Es posible avanzar en muchos<br />

frentes especialmente importantes para la vida humana sin esperar a ser<br />

ricos e incluso durante los momentos en los que las crisis destruyen el poder<br />

adquisitivo de las familias. El crecimiento económico es necesario para reducir<br />

la pobreza porque no estamos dispuestos a compartir sino una parte del aumento<br />

de la producción y, por eso mismo, es mucho menos eficiente de lo que<br />

debiera para reducir los principales factores de sufrimiento humano.<br />

En última instancia, nuestro aprecio por el enfoque del desarrollo humano<br />

no deriva de los refinamientos conceptuales a los que nos impulsa sino de que<br />

pone un acento poco común en la importancia de la libertad de los pobres del<br />

mundo. Ya lo indicamos al tratar <strong>sobre</strong> la jerarquía de los asuntos en esta perspectiva<br />

del desarrollo. Me permito desear al Dr. Malloch el mayor de los éxitos<br />

en esa difícil causa y agradecer su labor. Al difícil ejercicio de mirar la realidad<br />

desde esa inquietud es a lo que nos ha motivado la Comisión de la Verdad y Reconciliación<br />

y todo esfuerzo marcado por esa sensibilidad es de un valor incalculable<br />

para quienes desde esta universidad buscamos comunicarnos con<br />

nuestros tan distantes semejantes.<br />

Lima, 20 de abril del 2004.<br />

MULTICULTURALISMO Y DEMOCRACIA<br />

138 CUADERNO DE FUTURO


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