descargar - Dirección Cultural UIS - Universidad Industrial de ...

Apenas Juan González de Mentola fue alcanzado por
la flecha, corrió la noticia de que un indio había robado su
alma endemoniada. Si bien no hay que dar todo el crédito a
las Crónicas, pues unas se hicieron para ensalzar las hazañas,
otras para ocultar las bajezas, lo cierto fue que esa vez le
correspondió al soldado Juan Mentola –a quien así llamaban
en la hueste– cargar con el peso de la infamia.
Unas líneas sólo le dedica fray Pedro Simón a este soldado en
sus Noticias Historiales; la mujer que anuda la historia apenas
es referida dos veces, los demás cronistas ni la mencionan.
Es de sobra conocido que fray Pedro Simón hizo de oídas
gran parte de sus crónicas, por eso es difícil dar crédito a éste
y otros relatos; sin contar con toda la carga y sesgos de una
pluma –ya se ha advertido–, como la que diera origen a las
crónicas de aquellos tiempos. ¿Acaso una aventura de amor y
ambición? Los rasgos de los personajes no se definen, menos
los terrores que anidan en ellos, tampoco el drama que nos
lleve a sentirnos implicados con su desdicha. Es preferible
dejarlos así, entre ese halo de misterio y leyenda. Habiendo
quedado libre de empresa alguna y sin fortuna que amasar,
Juan Mentola se enlistó con su mujer, bailaora de profesión,
a la pacificación de los temibles indios muzos, los que no
habían dejado de agraviar a sus enemigos de siempre, los
moscas, y atacar los repartimientos de indios encomendados en
el pueblo de Susa.
9