descargar - Dirección Cultural UIS - Universidad Industrial de ...
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sostenían los cadáveres contra el árbol. El primero en ser<br />
tirado a la fosa fue Ochoa, le siguió Cortés; a Víctor lo <strong>de</strong>jaron<br />
todavía amarrado al árbol. Jaime sintió otra vez sus párpados<br />
pesados, pero se contuvo. La mirada glacial <strong>de</strong> un adolescente,<br />
casi un niño, que todo el tiempo había estado junto a él <strong>de</strong><br />
guardia, se le clavó en la frente. Jaime bajó los ojos. A él, como<br />
a Cortés y Víctor, también se le recriminaba por no adaptarse<br />
a las largas caminatas, bajar precipicios, escalar pendientes. El<br />
barro y las plagas estaban por todos lados; conseguir leña era<br />
casi imposible, pues los árboles permanecían hume<strong>de</strong>cidos.<br />
Las nubes <strong>de</strong> zancudos pringadores le hacían la vida imposible,<br />
aunque no era nada comparado con la picadura <strong>de</strong>l temible<br />
pito que <strong>de</strong>scomponía la carne allí don<strong>de</strong> se posaba y al<br />
poco tiempo la herida quemaba como un hierro caliente las<br />
entrañas.<br />
Unos campesinos guerrilleros habían comenzado a echarle<br />
tierra a las fosas don<strong>de</strong> yacían los cuerpos <strong>de</strong> Ochoa y<br />
Cortés, mientras otros <strong>de</strong>sataban a Víctor. Cuando pasaron<br />
frente a Jaime, casi arrastrando el cuerpo, lo miraron. Su<br />
pali<strong>de</strong>z era evi<strong>de</strong>nte. Los campesinos odiaban todo lo que él,<br />
Cortés y Víctor representaban. Creían que con sus palabras<br />
enrevesadas habían conducido a Ochoa también a la muerte.<br />
Los intelectuales poco o nada podían hacer en la selva. Eran<br />
un estorbo para los campesinos guerrilleros. Los “doctorcitos”<br />
no valían nada en el monte; lo único real era empuñar un fusil<br />
y meterse a la joda.<br />
Los campesinos lanzaron a Víctor en la fosa más alejada.<br />
Antes <strong>de</strong> caer, Jaime vio cómo las moscas habían inundado su<br />
mano gangrenada, al igual que su vestido ver<strong>de</strong> oliva, abierto<br />
en el pecho ensangrentado, en el que ya pululaban moscas<br />
<strong>de</strong>l mismo color <strong>de</strong>l uniforme y <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong><br />
su <strong>de</strong>do meñique. Víctor siempre había sido el compañero<br />
incondicional <strong>de</strong> Jaime en las luchas estudiantiles. Impulsado<br />
por una fuerza extraña, Jaime se dirigió hacia la tumba <strong>de</strong><br />
Víctor, antes <strong>de</strong> que los campesinos comenzaran a rellenar<br />
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