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sido abandonada la primera ciudad de Cartago, o la antigua
Cartago, se edificaría allí la villa de Pereira, un 30 de agosto de
1863. Así que en esas hondas excavaciones debía conservarse
algo de esa mudanza.
Los restos óseos no evidenciaban traumas que indicaran
posibles causas de muerte. Dicen los primeros cronistas de
la ciudad, recuerda Sara haber leído, “que muy seguramente
en 1608, un prodigioso acontecimiento que la fe descalza y
sin rodeos de los moradores de Cartago calificó de milagroso,
vino a cambiar el rumbo del convento franciscano y a fijar para
siempre una de las tradiciones más caras de los cartagüeños:
Nuestra Señora la Virgen, por permisión de Dios, habría
demostrado su predilección por aquellas gentes, revelando su
imagen en un maltratado lienzo, cuyas roturas a la vez que
se fueron restaurando solas, iban dejando ver con vívidos
colores la semblanza de Nuestra Señora del Rosario”. Leyó
ese texto en el hotel, mientras tomaba cerveza con uno de sus
colegas, interesado en su “labor pastoral”, le dijo él, casi ebrio,
en tono irónico. Era un relato tomado del libro Cartago y su
templo de San Francisco, cuya fuente resultó ser un manuscrito
del capitán Jerónimo de Granados, fechado en 1780. Pese a
la cal que se esparcía por la osamenta, ya casi visible del todo,
Sara se atrevió a inferir que el cuerpo tenía unos treinta años.
Éste había sido depositado en un ataúd. Habían identificado
varios clavos oxidados y señalado la huella húmeda en la tierra
de lo que alguna vez fue madera. El temblor en las manos no
le permitió hacer bien su trabajo esa tarde.
“¿Uno más?”, preguntó con sorna la directora de la
reconstrucción, cuando ya el cuerpo entero reclamaba una
identidad. Eran unos huesos suaves, casi del mismo tamaño
de los otros restos, pero más suaves. “Sí, uno más”. Sara le
respondió sin mirarla a la cara, para evitar que sus afectadas
palabras delataran en ella su deseo de darle pronto a esos
vestigios un nombre, un rostro, una historia. Sometería el
cráneo a un análisis bioantropológico y con la ayuda de los
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