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El campero frenó en seco haciendo restallar los
neumáticos contra el pavimento. Entonces él contrajo el
cuello y apretó aún más los párpados. Pero no, el tiro de gracia
no llegó. Sin quitarle la capucha y las esposas, lo sacaron a
empellones del vehículo, luego caminó por una especie de
caserón vacío donde se abrían y cerraban puertas, hasta que lo
descargaron en un sillón.
–¡Lo sabemos todo, lo mejor es que cante!
También le llamaron por su nombre y le relataron aspectos de
su vida más íntima. Después lo dejaron solo.
El lugar estaba frío. Todo había sucedido tan rápido que
hasta ese momento pudo tomar conciencia de lo ocurrido.
La cabeza le daba vueltas y por primera vez sintió el ardor de
varios raspones en los brazos.
Eran los días finales del mes de septiembre, tiempos aquellos
del Estado de Sitio, y él con los demás líderes sindicales, pese a
las prohibiciones, estaba organizando un paro cívico nacional
para el 21 del siguiente mes. Sin duda ésta era la causa de su
detención. Por la forma como los sujetos habían operado, sin
previa orden de captura, estaba casi seguro de que eran del
B-2.
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