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–¿Quién es? ¿De quién se trata esta vez?
–Nadie importante, créeme.
La mujer ha perdido la cuenta de las veces en que ha debido
responder al mismo interrogatorio. Ya no sabe qué palabras
usar y cómo apaciguar la situación. Guarda el celular en el
bolso, se alisa el cabello y abre la ventana del auto. El aire
cálido del valle la reconforta.
–¿Nadie importante?
El hombre se contrae, no esperaba esa respuesta. La mujer cae
en la cuenta de lo dicho, pero ya es tarde. Eso no era lo que
pretendía decir, pero lo dijo y se maldice. Quería buscar otras
palabras, cansada como está de repetirle lo mismo. Tal vez, sin
quererlo, ahora sí intentaba crear un motivo verdadero para la
discusión.
–Digo, nada importante. Era un mensaje de mi tío. Si quieres
te lo muestro.
–¿Sabes la hora que es? Te suena el celular y de inmediato te
transformas. Lo percibo en tus ojos.
–Son apenas las ocho, Bernardo. Estás paranoico. Ves lo que
quieres ver y me tienes hasta aquí con tanto cuestionamiento.
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