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descargar - Dirección Cultural UIS - Universidad Industrial de ...

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Resistieron, a fe que resistieron los envalentonados soldados,<br />

y no pocos fueron los indios que Mentola y su mujer, en aquel<br />

estado, dieron <strong>de</strong> baja. Era tal la malicia <strong>de</strong> Quirimaca, que<br />

muchos soldados murieron por el envenenamiento que sus<br />

indios habían hecho <strong>de</strong> todos los frutos <strong>de</strong> los árboles y <strong>de</strong> la<br />

sal <strong>de</strong> los pozos que abastecían la sitiada fundación.<br />

Sólo algunos soldados se abrieron paso hacia la selva, entre<br />

los que se contaban Juan Mentola y su esposa. En su huída,<br />

el letal veneno <strong>de</strong> una flecha atravesó el pecho <strong>de</strong> su mujer<br />

antes <strong>de</strong> recibirla él en su hombro, en el instante en que ella<br />

se disponía a dar a luz en aquella tierra abundantísima en sal<br />

y esmeraldas. Nunca jamás se había visto, por aquellos lares<br />

inhóspitos, mortal veneno que los indios preparaban con tres<br />

serpientes venenosas, un animal ponzoñoso llamado tiro,<br />

arañas gran<strong>de</strong>s, sapos y leche <strong>de</strong> Ceiba en abundancia; los<br />

animales se <strong>de</strong>jaban en una gran olla <strong>de</strong> barro para que se<br />

pudrieran y luego una anciana india los cocinaba hasta que<br />

salía un líquido espeso como la melaza.<br />

Cuando la mujer <strong>de</strong> Mentola cayó herida por aquel mortal<br />

veneno, Quirimaca se echó sobre ella y con un cuchillo le<br />

sacó el niño <strong>de</strong> sus entrañas. Entonces Mentola, rabiando su<br />

agonía, embistió con los últimos soldados, a los que pronto<br />

se sumaron refuerzos, en una batalla que se prolongó por<br />

muchos días, hasta que Quirimaca, al ver rodar por el suelo<br />

a sus capitanes Note y Vatabi y dos mil muzos más, se retiró<br />

cargando al hijo <strong>de</strong> Mentola en su espalda, amarrado en una<br />

estrecha cuna, bocabajo y con los pies hacia lo alto, tal como<br />

solían cargar las indias muzos a sus hijos recién paridos.<br />

Durante dos inviernos y tres estaciones secas, Juan Mentola<br />

y los soldados navegaron por el río Negro y el gran<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

la Magdalena, hasta los valles y cresterías <strong>de</strong> las temibles<br />

provincias <strong>de</strong> la nación pijao. A Quirimaca nunca se le volvió<br />

a ver y <strong>de</strong>l hijo <strong>de</strong> Juan González <strong>de</strong> Mentola tampoco jamás<br />

se supo.<br />

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