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el instinto, recorre las avenidas y disfruta la arquitectura de la piedra. Cuando avistes el interior de alguna iglesia, en los altos relieves, como los de la Catedral, verás la lanza contra el moro y la pata del caballo sobre su cabeza. Y allí mismo, en la nave de salida, encontrarás a los mercaderes del templo que alguna vez Jesús expulsó y el fasto de una época en souvenirs. Así reafirmarás que la historia la santifican los vencedores y que los horrores y tragedias pasan facturas de cuenta desde el principio de los tiempos. Cuando vayas a La Alhambra, asegúrate de estar en los palacios nazaríes cuando te toque la hora, es por turnos y no te dejarán entrar después. Están al lado del palacio de Carlos V, justo en medio del complejo moro. Te decepcionarán las salas deshabitadas. Dicen que no toques las paredes, pero cuando nadie observe, pon las manos en los azulejos y piensa en el esplendor del lugar cuando era habitado por los musulmanes, en el llanto del rey cuando Granada le fue arrebatada. Imagina que las corrientes de agua son las lágrimas de las princesas abandonando La Alhambra. Déjate llevar por los corredores y haz un alto en la Sala de la Justicia, en la de los Secretos. “Sólo Alá es vencedor”, dicen los escudos y los libros plúmbeos. Detente en el foso de la cárcel y eleva una plegaria por todos los que allí fueron enterrados en vida. Piensa que debajo de tus pies hay pasadizos, que soldados árabes y cristianos los transitaron; tal vez aún puedas escuchar la plegaria de amor de una reina infiel. Regocíjate de los baños árabes y la desnudez. Son esos baños las más antiguas estructuras de la fortaleza roja. No olvides que en aquellos techos y paredes deben estar impregnados todos los sabores y olores de una época. La Alhambra ya no es de nadie. Fue del moro, de los invasores, del Imperio, de gentes sin casa ni abrigo y ahora de los turistas. Asómate en la Torre de la Vela, y observa Granada desde lo alto, pasa por la Puerta del Vino, compra un pedazo de clavo 116
o azulejo original, o al menos una imitación tipo imán para la nevera. Algo es algo. Cuando vayas a la Catedral y Capilla Real (Gran vía de Colón), donde están enterrados Fernando e Isabel, además de Juana la Loca y Felipe el Hermoso, aprovecha la ruta para ver la plaza Bib Rambla, justo detrás, y el ayuntamiento que está en la Avenida de los Reyes Católicos, uno de los ejes comerciales modernos. El corte inglés, el correo, la zona bancaria, en fin. Frente a la Facultad de Educación de la Universidad de Granada está el Monasterio La Cartuja de la Asunción de Nuestra Señora, muy barroco para mi gusto, pero impresionante: a Dios el oro, jade y mármol, al pecador la mazmorra. Las pinturas, los retablos del monasterio te contarán la historia de unos monjes que asistían a la tortura y el martirio plácidos. Descubre al pintor. Si tienes suerte, te ofrecerán una visita guiada por el Hospital Real, y si la vida te da una oportunidad, verás la nieve hacerse en un patio de blasones con águilas bicéfalas. Aprovecha la ruta de la universidad para ver las librerías. Están La Babel y Picasso, calle San Juan de Dios y Gran Capitán y Hurtado. Habrá muchas otras. La editorial de la Universidad de Granada tiene una librería detrás del BBVA, en la esquina de Reyes Católicos y la entrada a Plaza Nueva. Róbate unos poemas de Lorca, si puedes. Debes recorrer la calle Elvira, desde la puerta, cerca del hotel El Triunfo, y andarla hasta la Plaza Nueva: encontrarás tabernas, bares y tiendas de antigüedades. En las casas de té, bebe uno de la India y otro de Marruecos. Hay un bar llamado Marrakech, en el que sirven tapas, cuscús de vegetales. Saborea una y otra vez los dátiles azucarados. Ah, se me hace la boca agua. Todo en un ambiente bereber, con mobiliario típico de Marruecos. Las chawarmas, que las consigues donde quieras, son ricas y baratas. Las tabernas inglesas son buenísimas, música de los setenta y ochenta y buen ambiente. La Plaza Nueva es el centro turístico de Granada. 117
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Page 137: A PROPÓSITO DE ESTOS RELATOS
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