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Mucho le dijeron a Juan Mentola que no llevara a su mujer en<br />
estado, pero él como ella hicieron oídos sordos. Mentola era<br />
un hombre alto y fuerte, poblada barba, cabello cobrizo, largo<br />
como una crin y un rostro cortado por una figura en ancla,<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el párpado <strong>de</strong> su ojo <strong>de</strong>recho hasta la línea <strong>de</strong> los labios.<br />
Sin duda, un soldado seguro y sin miedos, como todos los que<br />
se enlistaron esa vez en la hueste. La mujer <strong>de</strong> Mentola no era<br />
menos: cabello <strong>de</strong> rizos encendidos y <strong>de</strong> un rostro <strong>de</strong> nieve<br />
y <strong>de</strong> un cuerpo <strong>de</strong> mujer altiva. Al verla, nadie daba crédito a<br />
la historia <strong>de</strong> los muchos hombres que había partido con su<br />
daga.<br />
La hueste <strong>de</strong> pacificación al mando <strong>de</strong>l capitán Juan Lanchero<br />
atacó en el verano <strong>de</strong> los primeros <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong>l año <strong>de</strong><br />
mil y quinientos cincuenta y ocho. Era la quinta expedición<br />
emprendida para someter a los muzos y la segunda <strong>de</strong><br />
Lanchero, o mejor, la <strong>de</strong> su venganza. Veinte años atrás, en la<br />
primera expedición contra los muzos, el temible capitán había<br />
perdido doce infantes y fueron tantas las penas, que tuvieron<br />
que alimentarse <strong>de</strong> sus propios caballos, raíces, cachipayes y<br />
otros frutos <strong>de</strong> la tierra. Luego vinieron otras expediciones<br />
<strong>de</strong> pacificación, con peor suerte, hasta que la incursión <strong>de</strong>l<br />
temible Pedro <strong>de</strong> Ursúa llegó a fundar la ciudad <strong>de</strong> Tu<strong>de</strong>la en<br />
el propio corazón <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong> muzo, aunque no por<br />
mucho tiempo.<br />
Los muzos solían habitar las tierras que cruzaban el río<br />
Minero, lindando con saboyaes, panches, colimas y nauros.<br />
Tierras pródigas en yacimientos <strong>de</strong> sal, en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l cacique<br />
Quirimaca y pobladas <strong>de</strong> jabalíes, micos, gatos <strong>de</strong> monte,<br />
cerdos salvajes, osos hormigueros, osos negros, osos pardos<br />
y venados. Para entonces, Quirimaca ya era una leyenda y<br />
los soldados españoles le temían. En las cinco incursiones<br />
malogradas hacia el territorio <strong>de</strong> los muzos, el guerrero<br />
indio había estado siempre en la primera línea <strong>de</strong> combate.<br />
Lanchero había ofrecido la décima parte <strong>de</strong>l oro a quien le<br />
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