RENE CHAR - Dirección General de Bibliotecas - Consejo Nacional ...
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más común <strong>de</strong> los antólogos. Se<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñan así las preferencias populares<br />
con el argumento <strong>de</strong> que<br />
no todo lo que le gusta a mucha<br />
gente <strong>de</strong>be ser necesariamente<br />
bueno y que, en muchos casos,<br />
no sólo no es bueno sino inclusive<br />
pésimo.<br />
Entre estas posturas encontradas<br />
<strong>de</strong> los antólogos, podria<br />
darse un término medio <strong>de</strong> equilibrar<br />
la apreciación estética lo<br />
más objetivamente posible y la<br />
preferencia histórica o <strong>de</strong> época<br />
que <strong>de</strong>termina muchas veces que<br />
un texto permanezca vivo pese al<br />
tiempo transcurrido. Este tipo <strong>de</strong> eclecticismo<br />
pue<strong>de</strong> ser visto como un signo <strong>de</strong> pusilanimidad<br />
<strong>de</strong>l antólogo, sobre todo por aquellos que consi<strong>de</strong>ran<br />
lo antologable como un <strong>de</strong>ber egoísta <strong>de</strong><br />
la soberanía personal.<br />
La libertad <strong>de</strong>l antólogo por excelencia, que<br />
está pensando en los textos que le gustan y en<br />
los que cree por encima <strong>de</strong> todo, supone, en ese<br />
arranque <strong>de</strong> severo optimismo que habrá al menos,<br />
en una población <strong>de</strong> millones, tres millares<br />
o acaso cinco, <strong>de</strong> lectores parecidos a él, que<br />
estarán encantados <strong>de</strong> encontrar una antología<br />
como a cada uno <strong>de</strong> ellos les hubiera gustado<br />
hacerla, o leerla.<br />
Caso contrario el <strong>de</strong>l antólogo ecléctico, pues<br />
piensa, con cierto pesimismo y no sin algo <strong>de</strong><br />
razón, que no pue<strong>de</strong>n ser tantos los lectores con<br />
similar arbitrio y que, por tanto, habrá que conciliar<br />
entre lo "objetivo" y lo "popular" para que<br />
una antología responda verda<strong>de</strong>ramente a lo<br />
que buscan diversos lectores que, sin embargo,<br />
esperan encontrar en una antología las páginas<br />
(no siempre las mismas para todos) que quisieran<br />
releer.<br />
A veces, en el colmo <strong>de</strong> nuestro optimismo<br />
individualista, justificamos nuestras inclusiones<br />
y les llamamos, pomposamente, apuestas. Se trata<br />
<strong>de</strong> textos que no son ni apreciados por la multitud<br />
ni prestigíados por la élite, pero que nos<br />
encantan a nosotros que somos los antologadores.<br />
Hay que preguntarnos cuántas antologías,<br />
a lo largo <strong>de</strong>l tiempo, han conseguido hacer<br />
fructificar sus "apuestas". A veces se convierte<br />
en l1n experimento <strong>de</strong>scorazonador revisar diversas<br />
antologías don<strong>de</strong> aparecen nombres <strong>de</strong><br />
60<br />
818l10TECA OE MÉXICO<br />
autores <strong>de</strong> los que ya nadie se<br />
acuerda, con textos que ya nadie<br />
lee y que probablemente sólo<br />
leyó con entusiasmo, en su momento,<br />
el antologador que por<br />
ellos "apostó" .<br />
¿Quién cree hoy realmente<br />
que Las cíen mejores poesías líricas<br />
<strong>de</strong> la lengua castellana, que canonizó,<br />
en su tiempo, don Marcelino<br />
Menén<strong>de</strong>z y Pelayo (1856-1912),<br />
son en efecto las cien mejores? De<br />
esas cien piezas elegídas por "el<br />
mejor critico e historiador <strong>de</strong> la<br />
literatura que produjo España en<br />
el siglo XIX" (según el Diccionario<br />
Oxford <strong>de</strong> la literatura española), ¿cuántas han sobrevivido<br />
siquiera? ¿De veras se podía creer que<br />
Fe<strong>de</strong>rico Balart, Manuel <strong>de</strong>l Palacio, Pablo Piferrer,<br />
Vicente W. Querol, Ventura Ruiz Aguilera,<br />
Eulogio Florentino Sanz, José Selgas y Gabriel<br />
García Tassara, por sólo mencionar a algunos<br />
ahí incluidos, habria escrito, cada quien, al menos<br />
una <strong>de</strong> las cien mejores poesías líricas <strong>de</strong> la<br />
lengua castellana? Si don Marcelino Menén<strong>de</strong>z<br />
y Pelayo lo creyó realmente al llevar a cabo su<br />
crestomatía, el tiempo terminó por <strong>de</strong>rrotarlo,<br />
precisamente por culpa <strong>de</strong> sus contemporáneos,<br />
porque, por el contrario, y como era <strong>de</strong> esperarse,<br />
no fue víctima <strong>de</strong> la equivocación (¡cómo<br />
podía serlo!) con autores como Gutierre <strong>de</strong> Cetina,<br />
San Juan <strong>de</strong> la Cruz, Andrés Femán<strong>de</strong>z<br />
<strong>de</strong> Andrada, Luis <strong>de</strong> Góngora, Jorge Manrique,<br />
Francisco <strong>de</strong> Quevedo, Garcilaso <strong>de</strong> la Vega y<br />
Lope <strong>de</strong> Vega.<br />
Ciertamente, le tuvo temor a la historia y, para<br />
protegerse - y para no comprometerse tambiénexcluyó<br />
<strong>de</strong> modo <strong>de</strong>liberado a los autores vivos,<br />
y hasta se disculpó un tanto por la parte <strong>de</strong>l gusto<br />
individual que había puesto en su tarea. Para<br />
compensar ese sentimiento <strong>de</strong> culpa, explicó que<br />
había procurado "no omitir ninguna <strong>de</strong> las poesías<br />
ya consagradas por la universal admiración,<br />
ni dar entrada a ninguna que no tenga a nuestros<br />
ojos mérito positivo, aunque no siempre llegue a<br />
la absoluta perfección formal".<br />
Que en su oficio <strong>de</strong> antólogo don Marcelino<br />
temió el juicio <strong>de</strong> la historia, lo prueba el hecho<br />
<strong>de</strong> que, por si las dudas, se curó en salud:<br />
"Nuestra tarea era relativamente fácil tratándose<br />
<strong>de</strong>l siglo XVIII, el más prosaico <strong>de</strong> nuestra his-