RENE CHAR - Dirección General de Bibliotecas - Consejo Nacional ...

RENE CHAR - Dirección General de Bibliotecas - Consejo Nacional ... RENE CHAR - Dirección General de Bibliotecas - Consejo Nacional ...

dgb.conaculta.gob.mx
from dgb.conaculta.gob.mx More from this publisher
12.05.2013 Views

JUAN DOMINGO ARGÜELLES LAS ANTOLOGIAS POÉTICAS MEXICANAS Y SUS PROPUESTAS Para realizar una antología se debe tener conocimiento y disponer de información al respecto, como una ley de sentido común. Justo es advertir también que con esto no es suficiente. Son importantes inteligencia y sensibilidad. Y tampoco son suficientes. Porque habría que añadir una serie de factores, subjetivos unos y objetivos otros, respecto de las obras y los autores incluidos u omitidos: el desprejuicio ante los prestigios y ante la falta de ellos; la plena valoración literaria de los escritos y la despreocupación por los presuntos valores políticos e ideológicos. Es necesario también no dejarse impresionar por e! peso de las simpatías y las antipatías, y quién sabe cuántas cosas más que hay que tomar en cuenta y que, en general, no es posible abarcar y que casi fatalmente se confabulan en ausencia para que las más de las veces se produzca una antología más, otra entre tantas o, lo que es peor, que argumentando el gusto personal se incluya a hermanos, parientes, amigos y favoritos, sin preocuparse en absoluto por el juicio de los lectores. Tal ha sido e! drama de los antólogos: no escapar a estas imposiciones o aquellas limitaciones, dando como resultado antologías que serán rebatidas, desdeñadas, atacadas, insultadas, aborrecidas e incluso elogiadas por quienes de haberlas emprendido las hubieran realizado, probablemente, muy similares a las que desdeñan o muy diferentes a las que elogian. El drama de las antologías es que, como una vez lo señaló Gabriel Zaid, quieren asumirse como el juicio final, que es el cese de todo juicio y por lo mismo de todo posible diálogo. Con un 58 ilillOmA Ol M[XlCO concepto un poco más claro de la justicia y de la modestia, las antologías deberian presentarse como propuestas mínimas de lectura para quienes a partir de uno o unos pocos textos, especialmente atractivos o interesantes, puedan buscar las páginas de! autor que les llamó la atención o los sedujo en algún momento. Habrá que observar que no siempre los textos antológicos llevan a los lectores a otros de un mismo autor; a veces, por ejemplo, por lo que respecta a la poesía, hay autores con algunas piezas que se consideran antológicas per se y que son las mismas de siempre porque dicho autor no dejó otras de la misma calidad. Incluirlas en una antología cumple con el propósito de ofrecerlas al lector para que al menos sepa dónde encontrarlas cuando las quiera releer. Zaid sugirió un remedio luego de adelantar el diagnóstico acerca de una enfermedad que, más de treinta años después, sigue cobrando víctimas: "Hay que desmitificar las antologías, convertir ese deseo y terror del Juicio Final, en buen juicio dialogante, para no acabar sumidos a esa injusticia inherente, benévola o terrible de la Posteridad Absoluta. Pero no depende de uno solo. La sumisión está en e! ambiente. Nuestros pequeños dedócratas literarios surgen de las expectativas colectivas. En cuanto se deja de creer en que hay auténticos lectores (y hay tan pocos), ¿en qué se va a creer sino en el Dedo Señalador? Desde esta perspectiva, hacer crítica pertenece a la peor especie de acto surrealista: sacar el Dedo y tirar contra la multitud. Lo pide el inconsciente colectivo, si no la porra. (¡A comprometerse, valientes! ¡Juicios! ¡Nombres!). Acaban por creerlo los críticos." ,

Para un antologo, tratar con el pasado no significa tanto problema como la valoración del presente. Lo sabe todo el mundo, estamos condenados a no saber tomar distancia de nuestros contemporáneos, a quienes por tener demasiado cerca los encuadramos desde el prejuicio de las simpatías o las antipatías, la fiíerza del prestigio o la aún más aplastante fuerza del desprestigio, la admiración o la animadversión, y toda una serie de condicionantes. En uno de los ensayos de su libro Verdad y mentiras en la literatura, el novelista y ensayista húngaro Stephen Vizinczey explica esta fatalidad del siguiente modo: "Podemos ver a los personajes desde una perspectiva clara si nuestro ego no está implicado en sus creencias y acciones, er en sus hábitos y modo de vida; en otras palabras, si i están alejados de nosotros en el tiempo y en el espacio. Puede haber grandes escritores contemporáneos, pero muy pocos grandes lectores contemporáneos; estamos demasiado inmersos en conflictos actuales, demasiado hipnotizados por las falsedades dominantes del presente, demasiado acostumbrados a lo que por casualidad está 'bien' o 'mal' en un momento dado, para poder alcanzar la perspicaz imparcialidad de la an literatura". A veces, como excepción, negando la pre­ • eminencia en del gusto que muchos aducen como razón y fundamento de toda antología, aceptamos incluir aquello que nos disgusta, pero que parece necesario para un determinado tipo de lector que incluso podría no interesarnos salvo por el juicio adverso que verterá sobre nosotros. Tal fue el caso de Jorge Cuesta, en 1928, cuando incluyó a Amado Ñervo en su Antología de la poesía mexicana moderna, a quien calificó de un modo devastador: "Fue Ñervo una víctima de la sinceridad; no sin ironía puede pensarse que éste fue su heroísmo. Nadie mejor que él puede servir de pretexto para meditar sobre esa antítesis que se ha hecho de la vida y el arte. Para quienes predican su deshumanización 'y que rompa las amarras que a la vida lo sujetan', el ejemplo de este poeta es un argumento valioso: el hombre, allí, acabó P por destruir al artista". Cuando lo desaprobaron por haber dicho e esto, Jorge Cuesta dijo aun más. En una carta de respuesta a su cuestionador Manuel Horta enfatizó: "Encuentro que tanto Amado Ñervo y IISLIOTia DE MÉXICO Rafael López, que figuran en la antología, como Manuel Gutiérrez Nájera y José de I Núñez y Domínguez que no figuran en ella, me parecen detestables poetas", y acto seguido, con magistral retórica, procedió a argumentar su compromiso con el interés y no tanto con el gusto. Así, al insistir en su apreciación sobre Gutiérrez Nájera y Ñervo, remató con otra frase de desprecio: "Aquél no vive para mi, no atrae mi interés, y éste apenas cuando me esfuerzo y me violento. Y como siempre me parece un poeta inevitablemente mediocre, no debo de atribuir mi elección a la manifestación de mi gusto, sino, como también muy acertadamente se sospecha, a la conservación de mi interés." A diferencia de Cuesta, otros argumentan lo contrario, y señalan que como se trata de sus antologías ellos están en todo el derecho de que antes que a ninguno sea a ellos a quienes les guste leerla. Por lo tanto, no incluyen nada que no sea el fruto de su gusto individual y soberano, y el que quiera otra antología que vaya y la haga y que si puede también la publique, pero que ésta es la suya y nada más, que quede bien claro. Caso extraño de conclusión si consideramos que no se están refiriendo a su original o a su copia mecanográfica sino a la edición de al menos un millar de ejemplares más sobrantes para reposición. He aquí algunos de los tropiezos y los dilemas de esta tarea. Y he aquí algunas de las soluciones que han encontrado los antólogos. Otra reflexión sería plantear, a manera de cuestionamiento, qué es lo antológico y qué lo antologable, porque el problema parece radicar en estos dos puntos donde muy pocos se ponen de acuerdo. II Hemos visto, y la historia se repite cada día, que entre todas las posibilidades del antologo para reahzar su tarea hay dos posturas muy frecuentes: la primera, cada vez más desprestigiada, es darle un poco de razón al gusto popular; la segunda, cada vez más empleada, es negarle toda verdad a ese gusto colectivo y concederle la total autoridad al gusto único y personal, por arbitr^ rio, limitado o prejuiciado que sea. En los últimos años, y sobre todo a partir de la segunda mitad de este siglo, la autoridad del gusto personal (que a veces se pretende justi| ficar como objetividad científica) es la actitua

Para un antologo, tratar con el pasado no<br />

significa tanto problema como la valoración <strong>de</strong>l<br />

presente. Lo sabe todo el mundo, estamos con<strong>de</strong>nados<br />

a no saber tomar distancia <strong>de</strong> nuestros<br />

contemporáneos, a quienes por tener <strong>de</strong>masiado<br />

cerca los encuadramos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el prejuicio <strong>de</strong> las<br />

simpatías o las antipatías, la fiíerza <strong>de</strong>l prestigio<br />

o la aún más aplastante fuerza <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sprestigio,<br />

la admiración o la animadversión, y toda una<br />

serie <strong>de</strong> condicionantes.<br />

En uno <strong>de</strong> los ensayos <strong>de</strong> su libro Verdad y<br />

mentiras en la literatura, el novelista y ensayista<br />

húngaro Stephen Vizinczey explica esta fatalidad<br />

<strong>de</strong>l siguiente modo: "Po<strong>de</strong>mos ver a los personajes<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> una perspectiva clara si nuestro ego<br />

no está implicado en sus creencias y acciones,<br />

er en sus hábitos y modo <strong>de</strong> vida; en otras palabras,<br />

si i están alejados <strong>de</strong> nosotros en el tiempo y en<br />

el espacio. Pue<strong>de</strong> haber gran<strong>de</strong>s escritores contemporáneos,<br />

pero muy pocos gran<strong>de</strong>s lectores<br />

contemporáneos; estamos <strong>de</strong>masiado inmersos<br />

en conflictos actuales, <strong>de</strong>masiado hipnotizados<br />

por las falseda<strong>de</strong>s dominantes <strong>de</strong>l presente, <strong>de</strong>masiado<br />

acostumbrados a lo que por casualidad<br />

está 'bien' o 'mal' en un momento dado, para<br />

po<strong>de</strong>r alcanzar la perspicaz imparcialidad <strong>de</strong> la<br />

an literatura".<br />

A veces, como excepción, negando la pre­<br />

• eminencia en <strong>de</strong>l gusto que muchos aducen como<br />

razón y fundamento <strong>de</strong> toda antología, aceptamos<br />

incluir aquello que nos disgusta, pero que<br />

parece necesario para un <strong>de</strong>terminado tipo <strong>de</strong><br />

lector que incluso podría no interesarnos salvo<br />

por el juicio adverso que verterá sobre nosotros.<br />

Tal fue el caso <strong>de</strong> Jorge Cuesta, en 1928, cuando<br />

incluyó a Amado Ñervo en su Antología <strong>de</strong> la<br />

poesía mexicana mo<strong>de</strong>rna, a quien calificó <strong>de</strong> un<br />

modo <strong>de</strong>vastador:<br />

"Fue Ñervo una víctima <strong>de</strong> la sinceridad; no<br />

sin ironía pue<strong>de</strong> pensarse que éste fue su heroísmo.<br />

Nadie mejor que él pue<strong>de</strong> servir <strong>de</strong> pretexto<br />

para meditar sobre esa antítesis que se ha hecho<br />

<strong>de</strong> la vida y el arte. Para quienes predican su<br />

<strong>de</strong>shumanización 'y que rompa las amarras que<br />

a la vida lo sujetan', el ejemplo <strong>de</strong> este poeta<br />

es un argumento valioso: el hombre, allí, acabó<br />

P por <strong>de</strong>struir al artista".<br />

Cuando lo <strong>de</strong>saprobaron por haber dicho<br />

e esto, Jorge Cuesta dijo aun más. En una carta<br />

<strong>de</strong> respuesta a su cuestionador Manuel Horta<br />

enfatizó: "Encuentro que tanto Amado Ñervo y<br />

IISLIOTia DE MÉXICO<br />

Rafael López, que figuran en la antología, como<br />

Manuel Gutiérrez Nájera y José <strong>de</strong> I Núñez y<br />

Domínguez que no figuran en ella, me parecen<br />

<strong>de</strong>testables poetas", y acto seguido, con magistral<br />

retórica, procedió a argumentar su compromiso<br />

con el interés y no tanto con el gusto.<br />

Así, al insistir en su apreciación sobre Gutiérrez<br />

Nájera y Ñervo, remató con otra frase <strong>de</strong> <strong>de</strong>sprecio:<br />

"Aquél no vive para mi, no atrae mi interés,<br />

y éste apenas cuando me esfuerzo y me<br />

violento. Y como siempre me parece un poeta<br />

inevitablemente mediocre, no <strong>de</strong>bo <strong>de</strong> atribuir<br />

mi elección a la manifestación <strong>de</strong> mi gusto, sino,<br />

como también muy acertadamente se sospecha,<br />

a la conservación <strong>de</strong> mi interés."<br />

A diferencia <strong>de</strong> Cuesta, otros argumentan lo<br />

contrario, y señalan que como se trata <strong>de</strong> sus antologías<br />

ellos están en todo el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> que<br />

antes que a ninguno sea a ellos a quienes les<br />

guste leerla. Por lo tanto, no incluyen nada que<br />

no sea el fruto <strong>de</strong> su gusto individual y soberano,<br />

y el que quiera otra antología que vaya y la<br />

haga y que si pue<strong>de</strong> también la publique, pero<br />

que ésta es la suya y nada más, que que<strong>de</strong> bien<br />

claro. Caso extraño <strong>de</strong> conclusión si consi<strong>de</strong>ramos<br />

que no se están refiriendo a su original o<br />

a su copia mecanográfica sino a la edición <strong>de</strong><br />

al menos un millar <strong>de</strong> ejemplares más sobrantes<br />

para reposición.<br />

He aquí algunos <strong>de</strong> los tropiezos y los dilemas<br />

<strong>de</strong> esta tarea. Y he aquí algunas <strong>de</strong> las soluciones<br />

que han encontrado los antólogos. Otra<br />

reflexión sería plantear, a manera <strong>de</strong> cuestionamiento,<br />

qué es lo antológico y qué lo antologable,<br />

porque el problema parece radicar en estos dos<br />

puntos don<strong>de</strong> muy pocos se ponen <strong>de</strong> acuerdo.<br />

II<br />

Hemos visto, y la historia se repite cada día, que<br />

entre todas las posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l antologo para<br />

reahzar su tarea hay dos posturas muy frecuentes:<br />

la primera, cada vez más <strong>de</strong>sprestigiada, es<br />

darle un poco <strong>de</strong> razón al gusto popular; la segunda,<br />

cada vez más empleada, es negarle toda<br />

verdad a ese gusto colectivo y conce<strong>de</strong>rle la total<br />

autoridad al gusto único y personal, por arbitr^<br />

rio, limitado o prejuiciado que sea.<br />

En los últimos años, y sobre todo a partir <strong>de</strong><br />

la segunda mitad <strong>de</strong> este siglo, la autoridad <strong>de</strong>l<br />

gusto personal (que a veces se preten<strong>de</strong> justi|<br />

ficar como objetividad científica) es la actitua

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!